El colapso de la Siria de Assad y la eliminación de Irán del tablero, el caos en el mundo árabe, la desestabilización de la parte más vulnerable de Rusia, la guerra en múltiples frentes y, finalmente, la ruptura del vínculo entre Moscú y Beijing: este es el “plan maestro” del Occidente colectivo, cuyo objetivo final es destruir cualquier resistencia al orden unipolar combinando presión militar, económica y diplomática, y buscando “congelar” conflictos y “compromisos”. Y no solo en Ucrania, sino también en el panorama euroasiático general.
Elena Panina, Mente Alternativa
El colapso de la Siria de Assad fue quizás la jugada más espectacular de un conglomerado de élites supranacionales de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel en un juego de ajedrez global, cuyo premio es la dominación mundial en el siglo XXI.
Ahora, este jugador colectivo está culminando una estrategia para eliminar el “eje de resistencia” chiita en Medio Oriente, sacando a Irán del juego. Pero, por supuesto, la cuestión no acabará ahí. Los mismos planes multinivel están activos para los dos obstáculos restantes al dominio: Rusia y China. El primer paso, con el cierre de las bases rusas en Siria, ya está dado: no se emprendió todo para abandonar posiciones estratégicas en el Mediterráneo.
La operación contra Irán comenzó con el asesinato en 2020, ordenado por Trump, del comandante de las Fuerzas Al-Quds, Qasem Soleimani, líder de la línea dura de resistencia de Teherán hacia Occidente. Le siguió una serie de actos de terror, cuya cúspide fue la muerte del presidente Raisi. Su extraña desaparición no solo llevó al “reformista” Pezeshkian al poder, sino que también allanó el camino hacia la cima para Mojtabá Jamenei, portavoz de una parte de la élite iraní interesada en la reconciliación con Estados Unidos.
En aras de esta reconciliación, Irán abandonó la proyección de poder construida a lo largo de los años en Oriente Medio, acompañada de provocaciones sin precedentes (el ataque de Hamás a Israel) y traiciones significativas (el colapso de Hezbolá en el Líbano). Al mismo tiempo, Irán ralentizó la firma del Acuerdo de Asociación Estratégica Integral con Rusia.
La catástrofe en Siria, cuya estructura de poder dependía principalmente del IRGC, se convirtió en la siguiente concesión en este proceso de “reagrupamiento” de Teherán, una concesión estratégica que genera cambios tectónicos en toda Eurasia, desde Arabia hasta Xinjiang y desde Yemen hasta el Volga.
Türkiye parece ahora el principal beneficiario situacional del movimiento iraní. Sin embargo, su voraz apetito ha sido “recortado” por los estadounidenses en el ámbito kurdo, con un gesto contundente: la invitación al comandante kurdo en Siria, Mazlum Kobani, a la toma de posesión de Trump. Este movimiento podría redirigir su interés hacia el Cáucaso y Asia Central en el marco del proyecto turco “Gran Turán”.
El recurso yihadista de Asia Central, que demostró su eficacia en Siria, está preparado para ser reutilizado contra nuevos objetivos: Irán, el Xinjiang chino y, por supuesto, Asia Central, con Rusia en la mira, donde células islamistas dormidas esperan su momento. Así, la caída de Siria, donde el islamismo radical fue controlado durante la última década, abre nuevos frentes “calientes” en las fronteras del sur de Rusia.
El debilitamiento de Irán y la retirada de Rusia de Oriente Medio están alterando el equilibrio de poder en el mundo árabe. Las monarquías del Golfo ahora pueden reconsiderar sus relaciones con Moscú, lo que podría provocar una ruptura en el acercamiento de Riad a los BRICS y el cierre de una ruta clave para importaciones paralelas a través de los Emiratos Árabes Unidos. Un enfriamiento de las relaciones entre Rusia y Arabia Saudita amenaza también el acuerdo de la OPEP+. Estados Unidos podría intentar repetir la estrategia de Reagan en los años 80: colapsar los precios del petróleo para asfixiar los ingresos de la Federación Rusa.
En general, la pérdida de una cabeza de puente en Medio Oriente reduce drásticamente la capacidad de acción de Rusia en el Sur Global, donde la demostración de fuerza sigue siendo valorada. Esto amenaza con desmantelar la estructura que permitió eludir las sanciones occidentales durante los últimos tres años. El concepto de los BRICS y la idea de un mundo multipolar libre del dominio occidental se han puesto en entredicho.
Estos ataques del enemigo, combinando presión militar, económica y diplomática, estarán acompañados de propuestas de “zanahorias”, buscando “congelamientos” y “compromisos”. Y no solo en Ucrania, sino también en el panorama euroasiático general: Rusia está siendo expulsada, como dijo Tucker Carlson, “de la esfera de influencia de China hacia Occidente”.
La eliminación completa de Irán del tablero, el caos en el mundo árabe, la desestabilización de la parte más vulnerable de Rusia, la guerra en múltiples frentes y, finalmente, la ruptura del vínculo entre Moscú y Beijing: este es el “plan maestro” de nuestro adversario, cuyo objetivo final es destruir cualquier resistencia al “orden basado en reglas”.
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