Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
lunes, 22 de junio de 2009
"Demasiado grandes para quebrar"
A dos años de iniciada la crisis financiera, que ha derivado en crisis global con caída del comercio y del empleo, los bancos siguen siendo el gran problema. Más allá de que se hayan convertido en gigantescos monstruos “demasiado grandes para quebrar”, lo cierto es que son colosos “demasiado grandes para manejar”. De ahí que el mundo tiemble cuando se habla de nuevas fusiones bancarias. No sólo el tema de los despidos complica. La ineficacia de sus acciones y la poca flexibilidad de movimientos los convirtió en entidades totalmente inoperativas y practicamente a la deriva.
El fracaso de estos elefantes blancos desestabilizó a todas las economías del planeta. Cortar los flujos financieros es como dejar a una ciudad sin agua o sin luz. El excesivo apalancamiento bancario y su imbricada y compleja telaraña piramidal de estilo ponzi, significó un corte en el suministro de dinero. Por ello, las inyecciones de los gobiernos y los bancos centrales buscaron restituir los flujos para normalizar la actividad económica. Algo de eso se ha logrado. Pero el daño estructural del colapso permanecerá por más tiempo. Como señala Eric Dash, en The New York Times:
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Imagen | Franco Follini
domingo, 21 de junio de 2009
El socialismo para ricos de Estados Unidos
Joseph Stiglitz, El País
Con todo lo que se está hablando sobre los brotes verdes de la recuperación económica, los bancos de Estados Unidos tratan de repeler los intentos de someterlos a regulación. Aunque los políticos hablen de comprometerse a llevar a cabo una reforma regulatoria para evitar que se repita la crisis, éste es un asunto en el que el diablo realmente se oculta en los detalles, y los bancos harán acopio de toda la fuerza que les quede para asegurarse de que tienen margen de sobra para seguir como antes.
El viejo sistema funcionaba bien para los bancos (aunque no para sus accionistas), así que ¿por qué iban a querer un cambio? De hecho, los esfuerzos por sacarlos a flote han invertido tan poco tiempo en pensar en la clase de sistema financiero que queremos para después de la crisis que vamos a terminar con un sistema bancario que es menos competitivo y en el que los grandes bancos que eran demasiado grandes para hundirse serán aún más grandes.
Desde hace mucho se es consciente de que esos bancos que son demasiado grandes para hundirse son también demasiado grandes para poder controlarlos. Ése es uno de los motivos por los que el rendimiento de varios de ellos ha sido tan desastroso. Cuando se hunden, el Gobierno organiza una reestructuración financiera y les proporciona garantías para los depósitos, con lo que adquiere una participación en su futuro. Las autoridades saben que si esperan demasiado es probable que los bancos zombies o casi zombies -con poco o ningún valor neto, pero a los que se trata como si fueran instituciones viables- "apuesten por la resurrección". Si hacen grandes apuestas y ganan, se largan con la recaudación; si les salen mal, el Gobierno paga la cuenta.
Esto no es simplemente una teoría; es una lección que aprendimos, a un alto precio, durante la crisis de las cajas de ahorro de Estados Unidos en los años ochenta. Cuando el cajero automático dice "fondos insuficientes", el Gobierno no quiere que eso signifique que es el banco, y no la cuenta corriente, el que está sin dinero, así que interviene antes de que la caja esté vacía. En una reestructuración económica, lo habitual es que los accionistas se queden sin un duro, y los propietarios de bonos se conviertan en los nuevos accionistas. A veces, el Gobierno se ve obligado a proporcionar fondos adicionales, o tiene que haber un nuevo inversor que esté dispuesto a hacerse cargo del banco que se ha hundido.
Sin embargo, la Administración de Obama ha introducido un nuevo concepto: demasiado grande para ser sometido a una reestructuración financiera. El Gobierno sostiene que se desataría el caos si con estos grandes bancos intentáramos jugar según las reglas de juego habituales. Los mercados serían presa del pánico. Así que no sólo no podemos tocar a los propietarios de bonos, sino que ni siquiera podemos tocar a los accionistas (aunque la mayor parte del valor real de las acciones sea un mero reflejo de una apuesta basada en una ayuda financiera del Gobierno).
Creo que esa opinión es errónea. Pienso que la Administración de Obama ha sucumbido a la presión política y a los augurios pesimistas de los grandes bancos que explotan el miedo. Como consecuencia, el Gobierno ha confundido rescatar a los banqueros y sus accionistas con rescatar los bancos.
La reestructuración da a los bancos la oportunidad de empezar de cero: los nuevos posibles inversores (ya sean propietarios de capital o de instrumentos de deuda) tendrán más confianza, otros bancos estarán más dispuestos a concederles préstamos y ellos estarán más dispuestos a prestar dinero a otros. Los propietarios de bonos se beneficiarán de una reestructuración ordenada, y si el valor de los activos es verdaderamente más alto de lo que cree el mercado (y los analistas externos), al final cosecharán las ganancias.
Pero lo que está claro es que los costes actuales y futuros de la estrategia de Obama son muy elevados (y, por el momento, no han alcanzado su limitado objetivo de reactivar el préstamo). El contribuyente ha tenido que apoquinar miles de millones, y ha proporcionado miles de millones más en garantías, facturas que es probable que haya que pagar en el futuro.
Reescribir las normas de la economía de mercado (de un modo que ha beneficiado a aquellos que han causado tanto dolor a toda la economía mundial) no sólo es caro desde el punto de vista financiero, sino que es algo peor. La mayoría de los estadounidenses lo consideran terriblemente injusto, especialmente después de haber visto a los bancos desviar los miles de millones destinados a permitirles reactivar el préstamo hacia pagos de primas y dividendos gigantescos. Romper el pacto social es algo que no debería hacerse a la ligera.
Pero esta nueva forma de sucedáneo del capitalismo, según la cual las pérdidas se socializan y los beneficios se privatizan, está condenada al fracaso. Los incentivos están distorsionados. No hay disciplina de mercado. Los bancos "demasiado grandes para ser reestructurados" saben que pueden apostar impunemente (y, con la Reserva Federal proporcionando dinero a unos tipos de interés cercanos a cero, hay fondos de sobra para hacerlo).
Algunos han llamado a este nuevo régimen económico "socialismo con características estadounidenses". Pero el socialismo se preocupa por los individuos corrientes. En cambio, Estados Unidos ha proporcionado poca ayuda a los millones de estadounidenses que están perdiendo sus hogares. Los trabajadores que se quedan en paro sólo se benefician de ayudas limitadas por desempleo durante 39 semanas, y luego son abandonados a su suerte. Y cuando pierden su empleo, la mayoría de ellos también pierden su seguro médico.
Estados Unidos ha ampliado su colchón de seguridad empresarial de una forma que no tiene precedentes, desde los bancos comerciales hasta los de inversión, luego a los seguros y ahora a los automóviles, sin que haya un límite a la vista. En realidad, esto no es socialismo, sino una prolongación de la arraigada asistencia social a las empresas. Los ricos y poderosos acuden al Gobierno para que les ayude siempre que pueden, mientras que los individuos necesitados reciben poca protección social.
Tenemos que terminar con los bancos "demasiado grandes para hundirse"; no hay pruebas de que estos gigantes reporten beneficios sociales que estén en consonancia con los costes que han impuesto a otros. Y si no nos deshacemos de ellos, tenemos que limitar estrictamente lo que hacen. No se les puede permitir que hagan lo mismo que han hecho en el pasado: apostar a costa de otros.
____________________________________
Joseph Stiglitz, catedrático de Economía de la Universidad de Columbia, encabeza una comisión de la ONU que estudia reformas del sistema monetario y financiero internacional. (C) Project Syndicate, 2009. Traducción de NewsClips
Con todo lo que se está hablando sobre los brotes verdes de la recuperación económica, los bancos de Estados Unidos tratan de repeler los intentos de someterlos a regulación. Aunque los políticos hablen de comprometerse a llevar a cabo una reforma regulatoria para evitar que se repita la crisis, éste es un asunto en el que el diablo realmente se oculta en los detalles, y los bancos harán acopio de toda la fuerza que les quede para asegurarse de que tienen margen de sobra para seguir como antes.
El viejo sistema funcionaba bien para los bancos (aunque no para sus accionistas), así que ¿por qué iban a querer un cambio? De hecho, los esfuerzos por sacarlos a flote han invertido tan poco tiempo en pensar en la clase de sistema financiero que queremos para después de la crisis que vamos a terminar con un sistema bancario que es menos competitivo y en el que los grandes bancos que eran demasiado grandes para hundirse serán aún más grandes.
Desde hace mucho se es consciente de que esos bancos que son demasiado grandes para hundirse son también demasiado grandes para poder controlarlos. Ése es uno de los motivos por los que el rendimiento de varios de ellos ha sido tan desastroso. Cuando se hunden, el Gobierno organiza una reestructuración financiera y les proporciona garantías para los depósitos, con lo que adquiere una participación en su futuro. Las autoridades saben que si esperan demasiado es probable que los bancos zombies o casi zombies -con poco o ningún valor neto, pero a los que se trata como si fueran instituciones viables- "apuesten por la resurrección". Si hacen grandes apuestas y ganan, se largan con la recaudación; si les salen mal, el Gobierno paga la cuenta.
Esto no es simplemente una teoría; es una lección que aprendimos, a un alto precio, durante la crisis de las cajas de ahorro de Estados Unidos en los años ochenta. Cuando el cajero automático dice "fondos insuficientes", el Gobierno no quiere que eso signifique que es el banco, y no la cuenta corriente, el que está sin dinero, así que interviene antes de que la caja esté vacía. En una reestructuración económica, lo habitual es que los accionistas se queden sin un duro, y los propietarios de bonos se conviertan en los nuevos accionistas. A veces, el Gobierno se ve obligado a proporcionar fondos adicionales, o tiene que haber un nuevo inversor que esté dispuesto a hacerse cargo del banco que se ha hundido.
Sin embargo, la Administración de Obama ha introducido un nuevo concepto: demasiado grande para ser sometido a una reestructuración financiera. El Gobierno sostiene que se desataría el caos si con estos grandes bancos intentáramos jugar según las reglas de juego habituales. Los mercados serían presa del pánico. Así que no sólo no podemos tocar a los propietarios de bonos, sino que ni siquiera podemos tocar a los accionistas (aunque la mayor parte del valor real de las acciones sea un mero reflejo de una apuesta basada en una ayuda financiera del Gobierno).
Creo que esa opinión es errónea. Pienso que la Administración de Obama ha sucumbido a la presión política y a los augurios pesimistas de los grandes bancos que explotan el miedo. Como consecuencia, el Gobierno ha confundido rescatar a los banqueros y sus accionistas con rescatar los bancos.
La reestructuración da a los bancos la oportunidad de empezar de cero: los nuevos posibles inversores (ya sean propietarios de capital o de instrumentos de deuda) tendrán más confianza, otros bancos estarán más dispuestos a concederles préstamos y ellos estarán más dispuestos a prestar dinero a otros. Los propietarios de bonos se beneficiarán de una reestructuración ordenada, y si el valor de los activos es verdaderamente más alto de lo que cree el mercado (y los analistas externos), al final cosecharán las ganancias.
Pero lo que está claro es que los costes actuales y futuros de la estrategia de Obama son muy elevados (y, por el momento, no han alcanzado su limitado objetivo de reactivar el préstamo). El contribuyente ha tenido que apoquinar miles de millones, y ha proporcionado miles de millones más en garantías, facturas que es probable que haya que pagar en el futuro.
Reescribir las normas de la economía de mercado (de un modo que ha beneficiado a aquellos que han causado tanto dolor a toda la economía mundial) no sólo es caro desde el punto de vista financiero, sino que es algo peor. La mayoría de los estadounidenses lo consideran terriblemente injusto, especialmente después de haber visto a los bancos desviar los miles de millones destinados a permitirles reactivar el préstamo hacia pagos de primas y dividendos gigantescos. Romper el pacto social es algo que no debería hacerse a la ligera.
Pero esta nueva forma de sucedáneo del capitalismo, según la cual las pérdidas se socializan y los beneficios se privatizan, está condenada al fracaso. Los incentivos están distorsionados. No hay disciplina de mercado. Los bancos "demasiado grandes para ser reestructurados" saben que pueden apostar impunemente (y, con la Reserva Federal proporcionando dinero a unos tipos de interés cercanos a cero, hay fondos de sobra para hacerlo).
Algunos han llamado a este nuevo régimen económico "socialismo con características estadounidenses". Pero el socialismo se preocupa por los individuos corrientes. En cambio, Estados Unidos ha proporcionado poca ayuda a los millones de estadounidenses que están perdiendo sus hogares. Los trabajadores que se quedan en paro sólo se benefician de ayudas limitadas por desempleo durante 39 semanas, y luego son abandonados a su suerte. Y cuando pierden su empleo, la mayoría de ellos también pierden su seguro médico.
Estados Unidos ha ampliado su colchón de seguridad empresarial de una forma que no tiene precedentes, desde los bancos comerciales hasta los de inversión, luego a los seguros y ahora a los automóviles, sin que haya un límite a la vista. En realidad, esto no es socialismo, sino una prolongación de la arraigada asistencia social a las empresas. Los ricos y poderosos acuden al Gobierno para que les ayude siempre que pueden, mientras que los individuos necesitados reciben poca protección social.
Tenemos que terminar con los bancos "demasiado grandes para hundirse"; no hay pruebas de que estos gigantes reporten beneficios sociales que estén en consonancia con los costes que han impuesto a otros. Y si no nos deshacemos de ellos, tenemos que limitar estrictamente lo que hacen. No se les puede permitir que hagan lo mismo que han hecho en el pasado: apostar a costa de otros.
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Joseph Stiglitz, catedrático de Economía de la Universidad de Columbia, encabeza una comisión de la ONU que estudia reformas del sistema monetario y financiero internacional. (C) Project Syndicate, 2009. Traducción de NewsClips
Peligro en Letonia
El país báltico afronta un riesgo serio de bancarrota, que sería la primera de un miembro de la UE
Fernando Cano, El País
¿Bancarrota, colapso financiero? La Unión Europea siempre ha sido sinónimo de estabilidad económica, y éste fue el principal reclamo para que los países de Europa del Este, deseosos de entrar en la senda del desarrollo, se decidieran a entrar en el club de las economías más poderosas del continente. No obstante, la crisis lo ha puesto todo en duda. Esta semana ha llegado la alarma desde Letonia, miembro de la UE desde 2004 y que ahora está al borde de la bancarrota. Su caída puede contagiar a sus vecinos e incluso amenaza con extenderse a los maltrechos sistemas financieros de la vieja Europa.
La semana pasada, Eurostat hacía oficial que entre enero y marzo el PIB letón cayó un 11,2% en relación con el último trimestre del año pasado, un 18,6% en términos anualizados. Para el total del año, las previsiones de los analistas oscilan entre el 20% de caída en los más optimistas y el 30% para los más pesimistas. El principal problema de Letonia es la sobrevaloración de su moneda. Los expertos -entre los que se encuentran los principales bancos de inversión- señalan que la búsqueda del lat como moneda refugio ante la inestabilidad internacional generó una sobrevaloración de la divisa letona, como mínimo, del 30%.
Hace un año esta situación generó una gran liquidez en el mercado local, aunque paralelamente -junto a la crisis de la economía real- fue mermando la capacidad productiva letona. El alto valor del lat frenó las exportaciones y alentó las importaciones, haciendo a la economía inviable y restándole toda su competitividad ante sus socios europeos. Con la crisis desatada, la liquidez se ha acabado, los inversores en divisas han abandonado el país y el Ejecutivo se ha quedado sin dinero para pagar sus cuentas y su abultada deuda internacional.
Sólo un dato: Fitch Ratings estima que la deuda externa con vencimiento en 2009 es igual al 320% de sus reservas de divisas. Pero no es todo. En una subasta del 3 de junio, el Ejecutivo no logró vender ninguna de sus letras del tesoro por valor conjunto de 100 millones de dólares. La poca credibilidad del Ejecutivo, sus escasos esfuerzos para recortar costes y la sensación generalizada de que la devaluación de su moneda es inminente hicieron fracasar la operación. Sin financiación propia, Letonia ha vuelto la vista hacia las instituciones internacionales.
En estos momentos negocia para impedir la paralización del préstamo que el FMI y la UE le concedieron en diciembre por 7.500 millones de euros. En verano esperaban recibir unos 1.200 millones para estabilizar su balanza de pagos, pero se les han pedido mayores esfuerzos en los recortes presupuestarios. Este año se espera que el déficit alcance el 11,6% del PIB, más del doble de la cifra exigida por el FMI. Por ello, esta semana el Parlamento letón ha aprobado los presupuestos del próximo año, con recortes del 20% en el sueldo de los empleados públicos y del 10% en las pensiones.
En cualquier caso y a pesar de que todos los manuales de economía liberal apuntan a una devaluación urgente similar a la que sufrió Argentina en 2001, el Ejecutivo se niega a reconocer el desplome. Esta estrategia está en parte avalada por los organismos internacionales, que temen una caída de efecto dominó de vecinos como Lituania o Estonia, que también tienen cambio fijo en sus monedas y podrían forzar una devaluación masiva con insospechadas consecuencias en el sistema financiero de Europa occidental. De momento, los más expuestos son los bancos daneses, que tienen comprometidos 75.000 millones de euros en Letonia, pero la exposición de todos los bancos occidentales en la región podría alcanzar los 1,3 billones de euros.
Enlace a El País
En El Blog Salmón: En Letonia se juega el futuro de la Eurozona
Fernando Cano, El País
¿Bancarrota, colapso financiero? La Unión Europea siempre ha sido sinónimo de estabilidad económica, y éste fue el principal reclamo para que los países de Europa del Este, deseosos de entrar en la senda del desarrollo, se decidieran a entrar en el club de las economías más poderosas del continente. No obstante, la crisis lo ha puesto todo en duda. Esta semana ha llegado la alarma desde Letonia, miembro de la UE desde 2004 y que ahora está al borde de la bancarrota. Su caída puede contagiar a sus vecinos e incluso amenaza con extenderse a los maltrechos sistemas financieros de la vieja Europa.
La semana pasada, Eurostat hacía oficial que entre enero y marzo el PIB letón cayó un 11,2% en relación con el último trimestre del año pasado, un 18,6% en términos anualizados. Para el total del año, las previsiones de los analistas oscilan entre el 20% de caída en los más optimistas y el 30% para los más pesimistas. El principal problema de Letonia es la sobrevaloración de su moneda. Los expertos -entre los que se encuentran los principales bancos de inversión- señalan que la búsqueda del lat como moneda refugio ante la inestabilidad internacional generó una sobrevaloración de la divisa letona, como mínimo, del 30%.
Hace un año esta situación generó una gran liquidez en el mercado local, aunque paralelamente -junto a la crisis de la economía real- fue mermando la capacidad productiva letona. El alto valor del lat frenó las exportaciones y alentó las importaciones, haciendo a la economía inviable y restándole toda su competitividad ante sus socios europeos. Con la crisis desatada, la liquidez se ha acabado, los inversores en divisas han abandonado el país y el Ejecutivo se ha quedado sin dinero para pagar sus cuentas y su abultada deuda internacional.
Sólo un dato: Fitch Ratings estima que la deuda externa con vencimiento en 2009 es igual al 320% de sus reservas de divisas. Pero no es todo. En una subasta del 3 de junio, el Ejecutivo no logró vender ninguna de sus letras del tesoro por valor conjunto de 100 millones de dólares. La poca credibilidad del Ejecutivo, sus escasos esfuerzos para recortar costes y la sensación generalizada de que la devaluación de su moneda es inminente hicieron fracasar la operación. Sin financiación propia, Letonia ha vuelto la vista hacia las instituciones internacionales.
En estos momentos negocia para impedir la paralización del préstamo que el FMI y la UE le concedieron en diciembre por 7.500 millones de euros. En verano esperaban recibir unos 1.200 millones para estabilizar su balanza de pagos, pero se les han pedido mayores esfuerzos en los recortes presupuestarios. Este año se espera que el déficit alcance el 11,6% del PIB, más del doble de la cifra exigida por el FMI. Por ello, esta semana el Parlamento letón ha aprobado los presupuestos del próximo año, con recortes del 20% en el sueldo de los empleados públicos y del 10% en las pensiones.
En cualquier caso y a pesar de que todos los manuales de economía liberal apuntan a una devaluación urgente similar a la que sufrió Argentina en 2001, el Ejecutivo se niega a reconocer el desplome. Esta estrategia está en parte avalada por los organismos internacionales, que temen una caída de efecto dominó de vecinos como Lituania o Estonia, que también tienen cambio fijo en sus monedas y podrían forzar una devaluación masiva con insospechadas consecuencias en el sistema financiero de Europa occidental. De momento, los más expuestos son los bancos daneses, que tienen comprometidos 75.000 millones de euros en Letonia, pero la exposición de todos los bancos occidentales en la región podría alcanzar los 1,3 billones de euros.
Enlace a El País
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Las normas financieras en el vacío
Después de estar en la nada, ahora sobran propuestas para la gran transformación financiera. El cambio para el mundo de las finanzas ha comenzado. Tanto Estados Unidos como Europa han propuesto medidas para regular el sistema financiero y aunque muchos se muestran escépticos, lo cierto es que parece haber acuerdo en lo que respecta al control de las finanzas. En todo caso, las dudas siempre son bienvenidas: ¿será posible?; ¿qué es lo que se requiere para normar ese ambiente caótico que cimentó la crisis actual?
En primer lugar, nadie quiere que vuelvan a permitirse descalabros como los que generaron la crisis que estamos viviendo. A estas alturas, ninguna persona razonable, sea de izquierda o derecha, o de aquello que llaman el centro-centro, desea que se repita una crisis como la actual, una suerte de “revival” de la gran depresión, con la salvedad de que esta vez la podemos seguir en directo, contando uno a uno los bancos que quiebran (van más de 40, sólo en Estados Unidos, este año), contando asimismo las empresas que quiebran, por cientos, mirando atónitos los índices de desempleo, la morosidad de pagos, el hambre..
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Imagen | star 5112
Economía Mundial: ¿Un problema potencial?
Rafael Doménech. El País
Una vez acabada la caída libre en la que se encontraban las economías occidentales a finales de 2008 y principios de 2009, ahora el interés se está desplazando a la duración de los efectos de la crisis, sobre la que caben dos escenarios posibles. El primero de ellos es que la crisis no afecta al crecimiento potencial de nuestras economías, por lo que todos sus efectos serían transitorios o cíclicos. De acuerdo con este escenario, la crisis daría lugar a un output gap (la diferencia porcentual entre PIB y su nivel tendencial) negativo muy grande, por lo que el riesgo de deflación a corto plazo podría ser relevante. El segundo escenario posible es que el crecimiento potencial se va a resentir significativamente durante un buen número de años, de manera que la crisis tendría efectos bastante duraderos. Puesto que el nivel tendencial del PIB crecería a una tasa menor, el output gap seguiría siendo negativo, pero mucho menor que en el primer escenario, por lo que el riesgo de deflación también sería más reducido.
¿Cuál de estos dos escenarios es el más verosímil? Una forma bastante rigurosa y didáctica de contestar a esta pregunta es teniendo en cuenta la relación tecnológica entre el PIB y sus factores productivos. De forma muy simplificada, la tasa de crecimiento del PIB depende del crecimiento del capital físico y del trabajo, y del crecimiento de la productividad total de estos dos factores. Aunque el crecimiento potencial de la productividad total de los factores puede incluso aumentar (con las crisis suelen desaparecer las empresas y empleos más ineficientes), seguramente no compensará la caída de la relación capital/producto (como consecuencia del proceso de desapalancamiento de muchas empresas), ni tampoco el aumento del desempleo estructural (como consecuencia de que los reajustes sectoriales en el empleo pueden llevar bastantes años).
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Una vez acabada la caída libre en la que se encontraban las economías occidentales a finales de 2008 y principios de 2009, ahora el interés se está desplazando a la duración de los efectos de la crisis, sobre la que caben dos escenarios posibles. El primero de ellos es que la crisis no afecta al crecimiento potencial de nuestras economías, por lo que todos sus efectos serían transitorios o cíclicos. De acuerdo con este escenario, la crisis daría lugar a un output gap (la diferencia porcentual entre PIB y su nivel tendencial) negativo muy grande, por lo que el riesgo de deflación a corto plazo podría ser relevante. El segundo escenario posible es que el crecimiento potencial se va a resentir significativamente durante un buen número de años, de manera que la crisis tendría efectos bastante duraderos. Puesto que el nivel tendencial del PIB crecería a una tasa menor, el output gap seguiría siendo negativo, pero mucho menor que en el primer escenario, por lo que el riesgo de deflación también sería más reducido.
¿Cuál de estos dos escenarios es el más verosímil? Una forma bastante rigurosa y didáctica de contestar a esta pregunta es teniendo en cuenta la relación tecnológica entre el PIB y sus factores productivos. De forma muy simplificada, la tasa de crecimiento del PIB depende del crecimiento del capital físico y del trabajo, y del crecimiento de la productividad total de estos dos factores. Aunque el crecimiento potencial de la productividad total de los factores puede incluso aumentar (con las crisis suelen desaparecer las empresas y empleos más ineficientes), seguramente no compensará la caída de la relación capital/producto (como consecuencia del proceso de desapalancamiento de muchas empresas), ni tampoco el aumento del desempleo estructural (como consecuencia de que los reajustes sectoriales en el empleo pueden llevar bastantes años).
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Hay que reequilibrar las relaciones EEUU-China
Kenneth Rogoff, El País
A medida que la economía mundial se estabiliza, existe el riesgo creciente de que EEUU y China regresen a los patrones económicos previos a la crisis, lo que supondría un riesgo para ellos y para el resto del mundo. A pesar de la retórica de los funcionarios chinos sobre la necesidad de una nueva moneda mundial que reemplace al dólar y los coqueteos de los legisladores estadounidenses con las cláusulas Buy American (que atemorizan a todos, no sólo a los chinos), nadie querrá hacer olas en un barco que está por naufragar. Así pues, China sigue teniendo un superávit comercial gigantesco y EE UU sigue gastando y pidiendo préstamos.
No hay duda de que la estabilidad a corto plazo parece muy atractiva en estos momentos. No obstante, si las relaciones comerciales y de deuda entre China y EEUU simplemente se reanudan a partir de donde se quedaron, ¿qué evitará que vuelva a darse la misma dinámica insostenible que acabamos de presenciar? Después de todo, los enormes préstamos solicitados por EE UU en el extranjero fueron claramente un factor clave que contribuyó a crear el reciente caos financiero, mientras que la excesiva dependencia de China del crecimiento impulsado por las exportaciones la ha hecho muy vulnerable a una caída brusca de la demanda global.
Los gigantescos estímulos fiscales en ambos países han servido para evitar temporalmente más daños, pero ¿dónde están los cambios que se necesitan? En estos momentos ¿no sería mejor aceptar más ajustes mediante un crecimiento poscrisis más lento que tendernos una trampa que nos llevaría a una crisis mayor?
Es cierto que tanto la Administración estadounidense como el liderazgo chino han hecho algunas propuestas inteligentes de cambio. Pero ¿son sinceras sus intenciones? El secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, ha sugerido un replanteamiento profundo del sistema financiero, y los líderes chinos están empezando a tomar medidas para mejorar la red de seguridad social del país.
Estas medidas deberían contribuir en gran medida a que las balanzas comerciales de EEUU y China se sitúen en niveles más sostenibles. Una mayor reglamentación financiera en EEUU significa que los consumidores no podrán pedir préstamos con tanta facilidad y endeudarse excesivamente con hipotecas y tarjetas de crédito. Por otra parte, los consumidores chinos podrían empezar a gastas más de sus ingresos si pudieran preocuparse un poco menos por tener que ahorrar para la atención de la salud, la educación de sus hijos y sus jubilaciones.
No obstante, hay razones para preocuparse. Ahora que el mundo parece estar saliendo de su horrible crisis financiera, es parte de la naturaleza humana caer en la complacencia, y la política interna sobre las relaciones comerciales y financieras EEUU-China está muy arraigada. Da miedo pensar en las lecciones que el sector financiero estadounidense extraerá si tras el rescate multibillonario sólo hay reformas superficiales e ineficaces. Y ¿prevalecerán acaso los intereses exportadores de la costa china en las decisiones de política de tipos de cambio a expensas de los consumidores pobres del interior del país?
Otro motivo de inquietud es que la recuperación global todavía es frágil. Los líderes estadounidenses y chinos han combatido la crisis no sólo con estímulos fiscales enormes, sino también con una profunda intervención en los mercados crediticios. Esa extraordinaria generosidad fiscal, a costa de los contribuyentes, no puede continuar indefinidamente.
El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, ha advertido, con razón, que este enorme estímulo fiscal temporal es una "inyección de azúcar" que a final de cuentas pasará sin que haya reformas profundas. Como he sostenido anteriormente, el resultado final de los rescates financieros y la expansión fiscal será casi seguramente un aumento de los intereses y de los impuestos y, muy posiblemente, inflación.
Para bien o para mal, quizá no sea posible retroceder en el tiempo. Parece que finalmente los consumidores estadounidenses, cuya glotonería contribuyó a alimentar el crecimiento en todo el mundo durante más de una década, se pondrán a dieta. Además de las condiciones más estrictas para los préstamos, la caída de los precios de las casas y las tasas elevadas de desempleo seguirán limitando el gasto de los consumidores estadounidenses.
Francamente, unas tasas más altas de ahorro personal en EE UU no serían algo malo. Seguramente ayudarían a reducir el riesgo de que se repitiera pronto la crisis financiera. Los candidatos obvios para sustituirlos serían los consumidores de China y otros países asiáticos, cuyas economías combinadas son más que iguales a la de EEUU. Pero ¿están dispuestos los Gobiernos asiáticos a abandonar su paradigma mercantilista? Fuera de Japón, los encargados del diseño de políticas en Asia ciertamente no parecen estar dispuestos a apreciar el tipo de cambio.
Desde el principio de esta década, al menos unos cuantos economistas (entre ellos, yo) habían advertido que era necesario controlar los desequilibrios comerciales y de cuenta corriente a nivel mundial para reducir la posibilidad de una crisis financiera grave. EE UU y China no son los únicos responsables de esos desequilibrios, pero su relación ciertamente está en el centro de ellos.
Antes de la crisis hubo mucha palabrería, incluyendo reuniones de alto nivel organizadas por el Fondo Monetario Internacional, pero muy poca acción. Ahora, los riesgos se han desbordado a todo el mundo. Esperemos que esta vez haya más que palabras. Si, por el contrario, los encargados de las políticas en EE UU y China ceden a la tentación de volver a los desequilibrios anteriores a la crisis, las raíces de la próxima crecerán como el bambú. Y ésas no serían buenas noticias para EEUU, para China ni para nadie más.
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Kenneth Rogoff es profesor de la Universidad de Harvard y fue economista en jefe del FMI. © Project Syndicate, 2009. Traducción de Kena Nequiz.
Enlace a artículo en El País
A medida que la economía mundial se estabiliza, existe el riesgo creciente de que EEUU y China regresen a los patrones económicos previos a la crisis, lo que supondría un riesgo para ellos y para el resto del mundo. A pesar de la retórica de los funcionarios chinos sobre la necesidad de una nueva moneda mundial que reemplace al dólar y los coqueteos de los legisladores estadounidenses con las cláusulas Buy American (que atemorizan a todos, no sólo a los chinos), nadie querrá hacer olas en un barco que está por naufragar. Así pues, China sigue teniendo un superávit comercial gigantesco y EE UU sigue gastando y pidiendo préstamos.
No hay duda de que la estabilidad a corto plazo parece muy atractiva en estos momentos. No obstante, si las relaciones comerciales y de deuda entre China y EEUU simplemente se reanudan a partir de donde se quedaron, ¿qué evitará que vuelva a darse la misma dinámica insostenible que acabamos de presenciar? Después de todo, los enormes préstamos solicitados por EE UU en el extranjero fueron claramente un factor clave que contribuyó a crear el reciente caos financiero, mientras que la excesiva dependencia de China del crecimiento impulsado por las exportaciones la ha hecho muy vulnerable a una caída brusca de la demanda global.
Los gigantescos estímulos fiscales en ambos países han servido para evitar temporalmente más daños, pero ¿dónde están los cambios que se necesitan? En estos momentos ¿no sería mejor aceptar más ajustes mediante un crecimiento poscrisis más lento que tendernos una trampa que nos llevaría a una crisis mayor?
Es cierto que tanto la Administración estadounidense como el liderazgo chino han hecho algunas propuestas inteligentes de cambio. Pero ¿son sinceras sus intenciones? El secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, ha sugerido un replanteamiento profundo del sistema financiero, y los líderes chinos están empezando a tomar medidas para mejorar la red de seguridad social del país.
Estas medidas deberían contribuir en gran medida a que las balanzas comerciales de EEUU y China se sitúen en niveles más sostenibles. Una mayor reglamentación financiera en EEUU significa que los consumidores no podrán pedir préstamos con tanta facilidad y endeudarse excesivamente con hipotecas y tarjetas de crédito. Por otra parte, los consumidores chinos podrían empezar a gastas más de sus ingresos si pudieran preocuparse un poco menos por tener que ahorrar para la atención de la salud, la educación de sus hijos y sus jubilaciones.
No obstante, hay razones para preocuparse. Ahora que el mundo parece estar saliendo de su horrible crisis financiera, es parte de la naturaleza humana caer en la complacencia, y la política interna sobre las relaciones comerciales y financieras EEUU-China está muy arraigada. Da miedo pensar en las lecciones que el sector financiero estadounidense extraerá si tras el rescate multibillonario sólo hay reformas superficiales e ineficaces. Y ¿prevalecerán acaso los intereses exportadores de la costa china en las decisiones de política de tipos de cambio a expensas de los consumidores pobres del interior del país?
Otro motivo de inquietud es que la recuperación global todavía es frágil. Los líderes estadounidenses y chinos han combatido la crisis no sólo con estímulos fiscales enormes, sino también con una profunda intervención en los mercados crediticios. Esa extraordinaria generosidad fiscal, a costa de los contribuyentes, no puede continuar indefinidamente.
El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, ha advertido, con razón, que este enorme estímulo fiscal temporal es una "inyección de azúcar" que a final de cuentas pasará sin que haya reformas profundas. Como he sostenido anteriormente, el resultado final de los rescates financieros y la expansión fiscal será casi seguramente un aumento de los intereses y de los impuestos y, muy posiblemente, inflación.
Para bien o para mal, quizá no sea posible retroceder en el tiempo. Parece que finalmente los consumidores estadounidenses, cuya glotonería contribuyó a alimentar el crecimiento en todo el mundo durante más de una década, se pondrán a dieta. Además de las condiciones más estrictas para los préstamos, la caída de los precios de las casas y las tasas elevadas de desempleo seguirán limitando el gasto de los consumidores estadounidenses.
Francamente, unas tasas más altas de ahorro personal en EE UU no serían algo malo. Seguramente ayudarían a reducir el riesgo de que se repitiera pronto la crisis financiera. Los candidatos obvios para sustituirlos serían los consumidores de China y otros países asiáticos, cuyas economías combinadas son más que iguales a la de EEUU. Pero ¿están dispuestos los Gobiernos asiáticos a abandonar su paradigma mercantilista? Fuera de Japón, los encargados del diseño de políticas en Asia ciertamente no parecen estar dispuestos a apreciar el tipo de cambio.
Desde el principio de esta década, al menos unos cuantos economistas (entre ellos, yo) habían advertido que era necesario controlar los desequilibrios comerciales y de cuenta corriente a nivel mundial para reducir la posibilidad de una crisis financiera grave. EE UU y China no son los únicos responsables de esos desequilibrios, pero su relación ciertamente está en el centro de ellos.
Antes de la crisis hubo mucha palabrería, incluyendo reuniones de alto nivel organizadas por el Fondo Monetario Internacional, pero muy poca acción. Ahora, los riesgos se han desbordado a todo el mundo. Esperemos que esta vez haya más que palabras. Si, por el contrario, los encargados de las políticas en EE UU y China ceden a la tentación de volver a los desequilibrios anteriores a la crisis, las raíces de la próxima crecerán como el bambú. Y ésas no serían buenas noticias para EEUU, para China ni para nadie más.
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Kenneth Rogoff es profesor de la Universidad de Harvard y fue economista en jefe del FMI. © Project Syndicate, 2009. Traducción de Kena Nequiz.
Enlace a artículo en El País
sábado, 20 de junio de 2009
Japón cede a China su segundo lugar en el crecimiento económico
La caída del comercio mundial se ha convertido en el principal canal de transmisiòn de la crisis económica, situación que afecta a los países-fábrica como Japón y Alemania. La frenada en seco de las exportaciones, con caídas superiores al 50%, ha afectado fuertemente a la economía nipona que, por este hecho, dejará muy pronto de ser la segunda del mundo, para ceder su lugar a la sostenida maquinaria China.
De esta manera, Japón, que ha ocupado durante 41 años el segundo lugar en las cifras del crecimiento mundial, pasará así al tercer puesto. Es algo ya inevitable y que fue admitido por el gobierno nipón en el informe anual del Ministerio de Economía, Comercio e Industria (METI) publicado ayer. La conclusión es bastante similar a la del Fondo Monetario Internacional que señala que el PIB de China superará al de Japón el próximo año, o este mismo año si China crece más de lo esperado y si la economía nipona continúa su drástico deterioro. La economía japonesa ha sufrido en el segundo trimestre del 2009 una contracción del 14,2%, comparada con el segundo trimestre de 2008. Para el año completo se prevé una caída del 7% en Japón y un crecimiento del 7,5% en China.
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viernes, 19 de junio de 2009
Récord de hambre en el mundo
Por primera vez en la historia de la humanidad, más de mil millones de personas en todo el mundo están desnutridas y pasando hambre. De acuerdo al último informe de la Fao, un total de 1.020 millones de personas están subalimentadas, en una cifra que supera en más de 100 millones las del año pasado y representa casi un sexto de la población mundial. Es una cifra récord, como señala la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
En un comunicado emitido en Roma, donde tiene su sede, la FAO precisó que este año el número de víctimas del hambre aumentará un 11%. En estas previsiones, la FAO se ha basado en los análisis del departamento de Agricultura de Estados Unidos. Este organismo atribuye el aumento a la crisis económica mundial, que ha originado una disminución de los ingresos y un incremento del desempleo, lo que ha conllevado una reducción en el acceso a los alimentos por parte de los más desfavorecidos.
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La revolución silenciosa de los países BRIC
Aunque al principio la catalogaron como una teoría pintoresca, la teoría del desacople cada vez cobra más fuerza y es bueno que así sea por el futuro del planeta. Hay desacople. No como un mecanismo automático, sino como un lento proceso de desarrollo que está haciendo cambiar la hegemonía económica global.
Mientras Estados Unidos y Europa luchan por salir del pantano del endeudamiento (ayer se informó que la deuda de los bancos y empresas europeas llega a los 3,9 billones de dolares), los países BRIC se abren paso en una revolución silenciosa que va adquiriendo su propia dinámica de desarrollo. De acuerdo a pronósticos de largo plazo se estima que China puede superar a Estados Unidos el año 2027 y que los países BRIC pueden superar a todo el conjunto del G7 para esa fecha.
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Imagen | artemuestra
jueves, 18 de junio de 2009
Entidades europeas suman deuda de US$3,9 billones
Las empresas y los bancos europeos acumulan deuda por un valor conjunto de US$3,9 billones, un 40% más que los estadounidenses, y deberán refinanciarla entre este año y 2012, según la agencia Standard & Poor's.
"Aunque las condiciones de préstamo se han aliviado desde la agitación extrema de finales de 2008, el riesgo de refinanciación sigue siendo un considerable desafío para los prestatarios europeos, de forma particular en el sector financiero", señaló la agencia, que consideró, además, que la ola de emisiones de bonos soberanos que se prevé para los próximos tres años supone "un potencial riesgo de exclusión de prestatarios privados y de un mayor coste de refinanciación". En el caso de las empresas estadounidenses, la deuda que vence en ese mismo periodo es de US$2,8 billones.
A pesar de que la deuda acumulada en Europa es 40% superior a la estadounidense, el 87% está calificada con grado de inversión, lo que tradicionalmente atenua el riesgo de refinanciación, mientras que en Estados Unidos ese porcentaje es de solo el 55%, según S&P. Del total de la deuda que circula en Europa, cerca de US$6,6 millones vencen este año (de los que US$4,8 millones corresponden al sector financiero), US$1,27 billones en 2010; US$1,04 billones en 2011 y US$0,94 billones en 2012.
El informe pone de manifiesto que el sector financiero de Alemania tiene un 28% del total de la deuda que vence en los próximos tres años en Europa, lo que lo coloca así en el país europeo con una industria financiera más expuesta a la refinanciación de préstamos, seguido del Reino Unido (12%), Francia (10%), España (8%), Suecia (8%) e Italia (7%).
Alemania y Reino Unido, con un 20% en cada caso, también se sitúan a la cabeza entre los países cuyas empresas (ajenas al sector financiero) necesitan refinanciar más deuda en los tres próximos años, seguidos de Francia (17%), Italia (11%), Suiza (8%) y España (5%).
La agencia calificadora estadounidense señaló en su informe que un sondeo realizado en abril en la eurozona sugiere que la concesión de préstamos a las empresas han mejorado desde los bajos niveles del cuarto trimestre de 2008, "pero siguen siendo desfavorables, según niveles históricos". El porcentaje de bancos que informaron de un ajuste en las condiciones de crédito a las empresas bajó a 43% en el primer trimestre de este año, comparado con el 64% en los últimos tres meses de 2008.
Ralf Dahrendorf y el conflicto social moderno
El sociólogo y político germano-británico Ralf Dahrendorf murió ayer a la edad de 80 años en Colonia, después de una severa enfermedad. Dahrendorf, autor de la teoría del conflicto social, había nacido el 1 de mayo de 1929 y fue uno de los más destacados intelectuales europeos con un importante rol en el movimiento social de 1968.
Hijo de un diputado del Reichstag, fue el primer mienbro del SPD, pero después se trasladó al FPD. En 1969 fue miembro del parlamento en Bonn y luego fue comisario de la Unión Europea para el Comercio Exterior. Su tema fue la investigación y la enseñanza. En 1984 se convirtió en profesor en la London School of Economics. Más tarde hizo clases en Nueva York y finalmente en Oxford, donde estuvo desde 1991 hasta 1997 como Vice-Rector de la Universidad. La Reina Isabel lo nombró Lord, en 1993.
Sus obras son ampliamente conocidas y se han leído en todo el mundo. Entre las más recientes destaca Revolucion en Europa (1990) y El Conflicto Social Moderno (1992). Desde el principio de su carrera se sintió atraído por la economía política, de ahí el título de una de sus obras: Clases y conflictos de clases en la sociedad industrial (1973). En su última obra analiza los problemas de la sociedad postcapitalista y refuta a Francis Fukuyama: El recomienzo de la historia: de la caída del muro a la guerra de Irak (2007).
Dahrendorf recibió numerosos premios: en 1989, el premio Sigmund Freud de prosa científica, en 1997 la distinción Theodor-Heuss por su política y actividades dedicada a las humanidades. El año 2007 fue galardonado con el prestigioso premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en la División de honor. Dos veces recibió la Gran Cruz de la Orden del Mérito.
El gran mérito de Dahrendorf fue detectar la tensión creciente entre libertad económica y justicia social. La libertad económica se ve facilitada por los avances de la tecnología y la información, por os desarrollos de la empresa y la pujanza de los incentivos. Pero este desarrollo requiere de mecanismos que faciliten la integración y la participación. De ahí el rol de la justicia social y su relevancia a la hora de ofrecer oportunidades vitales donde la diversidad y el conflicto conduzca a un auténtico equilibrio social.
Ralf Dahrendorf entrevistado por un periodista en 1968
Obama inicia la operación "Reforma Financiera"
Si Estados Unidos sale antes de la crisis será fruto de la fortaleza y contundencia de las decisiones que ha tomado la administración de Obama, quien, apropiado de su rol de FDR2, quiere recuperar un futuro sólido para la que aún es la primera potencia mundial. Por eso que ayer presentó la más radical reforma al sistema financiero de los últimos 70 años, con normas que pretenden regular casi todos los rincones de las finanzas, especialmente aquellos que permitían riesgos excesivos y que, como ocurrió, amenazaron la estabilidad mundial.
Siga leyendo este artículo en El Blog Salmón: La reforma financiera de Obama
Imagen | The New York Times
Brasil ajusta gastos por caída de ingresos
La crisis económica mundial empujó a Brasil a tomar decisiones de ajuste en sus arcas públicas. Debido a la brusca caída de la recaudación de impuestos, el ministro de Planeamiento, Paulo Bernardo señaló que el gobierno brasileño recortará el presupuesto federal.
Los ingresos impositivos han sido en lo que va del año US$1500 millones menores a lo previsto por la administración de Luis Inacio “Lula” da Silva. La oficina impositiva informó que la recaudación de impuestos cayó en mayo por séptimo mes consecutivo, como consecuencia de la desaceleración de la economía y de los alivios fiscales otorgados por el gobierno. Esto obligará a hacer un fuerte recorte presupuestario.
El estado federal recaudó 49.800 millones de reales (28.900 millones de dólares) en mayo, lo que equivale a una reducción de ingresos del 6% en comparación con mayo de 2008. La recaudación se achicó básicamente por dos causas: la caída de la actividad económica y las exenciones impositivas dispuestas para beneficiar a empresas y alentar el consumo.
Los ingresos impositivos han sido en lo que va del año US$1500 millones menores a lo previsto por la administración de Luis Inacio “Lula” da Silva. La oficina impositiva informó que la recaudación de impuestos cayó en mayo por séptimo mes consecutivo, como consecuencia de la desaceleración de la economía y de los alivios fiscales otorgados por el gobierno. Esto obligará a hacer un fuerte recorte presupuestario.
El estado federal recaudó 49.800 millones de reales (28.900 millones de dólares) en mayo, lo que equivale a una reducción de ingresos del 6% en comparación con mayo de 2008. La recaudación se achicó básicamente por dos causas: la caída de la actividad económica y las exenciones impositivas dispuestas para beneficiar a empresas y alentar el consumo.
Cristina Fernández: “Le pusimos la tapa al modelo neoliberal”
El Cronista, Buenos Aires
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner afirmó hoy que “le pusimos la tapa a un modelo de país neoliberal que condenó al fracaso a esta obra y la paralizó por más de una década”.
Cristina Kirchner criticó además a los sectores “que quieren volver al pasado” y defendió “el modelo de país” implementado a partir del 25 de mayo de 2003.
“Hay algunos que quieren volver al pasado, que andan diciendo que volverían a reprivatizar Aerolíneas Argentinas o que volverían a dar la jubilaciones al sector privado”, dijo la Presidenta al encabezar el acto de colocación de la tapa del recipiente de presión del reactor en la Central Nuclear Atucha II, en Zárate.
La jefa de Estado criticó a los “que sueñan con el viejo modelo de los años ’90‘ que tenían ‘muchas rentabilidades y ganancias en años en que los argentinos se quedaban sin trabajo, sin posibilidad de progreso ni estudio”.
Enlace a El Cronista
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner afirmó hoy que “le pusimos la tapa a un modelo de país neoliberal que condenó al fracaso a esta obra y la paralizó por más de una década”.
Cristina Kirchner criticó además a los sectores “que quieren volver al pasado” y defendió “el modelo de país” implementado a partir del 25 de mayo de 2003.
“Hay algunos que quieren volver al pasado, que andan diciendo que volverían a reprivatizar Aerolíneas Argentinas o que volverían a dar la jubilaciones al sector privado”, dijo la Presidenta al encabezar el acto de colocación de la tapa del recipiente de presión del reactor en la Central Nuclear Atucha II, en Zárate.
La jefa de Estado criticó a los “que sueñan con el viejo modelo de los años ’90‘ que tenían ‘muchas rentabilidades y ganancias en años en que los argentinos se quedaban sin trabajo, sin posibilidad de progreso ni estudio”.
Enlace a El Cronista
Obama anuncia la mayor reforma financiera en 70 años
La Casa Blanca dio a conocer los detalles de lo que se considera la mayor reforma del sistema financiero norteamericano desde los años 30. El proyecto busca restaurar la confianza y prevenir que se repita una crisis como la actual. El presidente Barack Obama, culpó a la falta de estructuras adecuadas para prevenir los abusos y los excesos de la actual crisis en el texto del discurso adelantado por la Casa Blanca, en el cual señaló que tras la actual debacle se esconde la “cultura de la irresponsabilidad” que se adueñó de Wall Street y Washington.
“Sabemos que esta recesión no es el resultado de un fracaso, sino de muchos y muchos de los difíciles desafíos que afrontamos son producto de una cascada de errores y oportunidades perdidas durante el curso de varias décadas”, insistió.
El plan otorga competencias adicionales a la Reserva Federal para la supervisión del sistema financiero y crea una nueva agencia para la protección de los consumidores. Además, requerirá que todas las firmas financieras que plantean un riesgo significativo al sistema financiero estén sujetas a una gran supervisión y regulación. La reforma plantea una mayor disciplina y transparencia en los mercados, y una cooperación adicional a nivel internacional en el sector financiero.
“Sabemos que esta recesión no es el resultado de un fracaso, sino de muchos y muchos de los difíciles desafíos que afrontamos son producto de una cascada de errores y oportunidades perdidas durante el curso de varias décadas”, insistió.
El plan otorga competencias adicionales a la Reserva Federal para la supervisión del sistema financiero y crea una nueva agencia para la protección de los consumidores. Además, requerirá que todas las firmas financieras que plantean un riesgo significativo al sistema financiero estén sujetas a una gran supervisión y regulación. La reforma plantea una mayor disciplina y transparencia en los mercados, y una cooperación adicional a nivel internacional en el sector financiero.
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