“Hemos izado la bandera blanca, hemos tirado la toalla, y vienen a vernos el jueves. Y no vienen a decirnos ‘bien hecho, chavales, buen trabajo’.”Enda Kenny, líder de la oposición en Irlanda
Aunque lo del ‘rescate’ suena muy bonito, como un salvavidas que se lanza al náufrago, no debe de serlo tanto cuando el gobierno irlandés se resiste tanto a aceptarlo. Si, como dicen, Irlanda está a punto de ahogarse, no se entiende su insistencia en rechazar el flotador que le ofrece Europa. A no ser que sea peor el rescate que el ahogamiento, y que se trate de elegir el tipo de asfixia: tragando agua, o estrangulado por un flotador que le apretará el cuello.
Los irlandeses, como en el chiste, no saben si prefieren susto o muerte. Más que nada porque no están muy seguros de cuál es el susto y cuál la muerte, ni si el susto no será en realidad un susto mortal. Hace dos años, en el principio de la crisis, eligieron susto: el Estado asumió los riesgos de la banca para no dejarla caer, convirtiéndose en su avalista. Pero eso ha supuesto ser arrastrado por la misma en su caída. Es decir, aquel susto no les ha librado de un susto mayor, y tiene todas las papeletas de acabar en muerte.