martes, 21 de enero de 2025

No hay historia sin filosofía


Aleksandr Dugin, Geopolitika

La Historia es una secuencia de unidades semánticas llamados «acontecimientos», los cuales incluyen personalidades, procesos, cambios, oposiciones, catástrofes, logros, paisajes sobre los que se producen los hechos y, finalmente, toda una vastísima realidad con múltiples niveles que tiene varios significados. El significado de un acontecimiento se encuentra, a su vez, inextricablemente ligado al significado de otros acontecimientos. Es a partir de ese proceso que se teje la historia. Al mismo tiempo, el significado de un acontecimiento incluye la infinita riqueza de lo que constituye su naturaleza y fundamento.

La Historia, por lo tanto, es algo espiritual que sólo se revela a la mente filosófica familiarizada con la contemplación de las ideas. La Historia es un concepto filosófico e incluso teológico; no es una casualidad que hablemos de la Historia Sagrada en la que los significados de los acontecimientos se revelan a través de dogmas y axiomas religiosos y, que a su vez, estos dogmas y axiomas revelan sus detalles y riquezas en la historia.

Toda la Historia está estructurada como Historia Sagrada. Sólo las versiones seculares, ateas y materialistas tienen dogmas y axiomas diferentes ya que, en lugar de Dios, la Alianza, la Encarnación, la Salvación, la Providencia y la escatología promueven leyes inmanentes como la tierra, la sociedad, la biología y la fisiología, las luchas interespecies e intraespecies, el destino, el clima, la tecnología, la voluntad de poder, las formaciones históricas, etc. Esto nos lleva a concluir que la historia no existe fuera de un sistema religioso o ideológico.

Hoy estamos viviendo una Ilustración Histórica. Incluso tenemos un decreto presidencial que la respalda, pero no tenemos un decreto sobre la Idea Rusa y la Filosofía Rusa. Este problema sigue siendo opcional. Además, la historia permanece suspendida en un vacío dogmático y axiomático. A unos les parece que este acontecimiento significa una cosa, mientras que a un segundo piensa que es otra cosa, un tercero niega el significado mismo de este acontecimiento y un cuarto niega su realidad. Es imposible reducir por la fuerza este caos y arbitrariedad a algo unificado mediante un decreto sobre la historia. En el mejor de los casos, se formará un modelo artificial o superficial que de todos modos no perdurará, aunque se imponga. Hay que dedicarse a fondo a la filosofía.

Hasta ahora las autoridades no le prestan ninguna atención a este problema y la sociedad no está interesado en él. La filosofía es el código que programa a la sociedad. Este es el trabajo de los programadores del Espíritu. Si no tenemos programadores soberanos del Espíritu, todas nuestras disciplinas históricas, sociales y humanistas serán copiadas de modelos fuera de Rusia, lo que significa que no podemos hablar de ninguna soberanía. Si el Estado-Civilización no tiene una filosofía soberana, entonces esa soberanía es, al fin y al cabo, una ficción.

Los filósofos se encargan del significado de los acontecimientos. Esto significa que también dirigen los mismos acontecimientos. Una sociedad solo puede experimentar una historia plena cuando existe una filosofía plena. De lo contrario, la sociedad y el país viven en la periferia de alguna otra civilización cuyos códigos están determinados por ella y siguen siendo incomprensibles para quienes les son ajenos. La falta de soberanía hace que una sociedad sin filosofía y sin historia esté controlada desde el exterior.

Por eso no hay consenso entre nosotros sobre los inicios de la Rus, sobre los eslavos, Rurik, la tradición precristiana y la aceptación del cristianismo. Tampoco tenemos ningún consenso ni sobre el Estado de Kiev, ni sobre la fragmentación, ni sobre las conquistas mongolas y la existencia de Rusia como parte del Imperio de Gengis Kan y la Horda de Oro. O sobre Iván el Terrible, la zemshchina (1), la oprichnina (2) y la teoría de Moscú-Tercera Roma. No está claro cómo debe interpretarse la relación de nuestra Iglesia con el Fanar (3). O sobre los primeros Romanov y menos aún entendemos el cisma ruso. Y ni hablar sobre las múltiples opiniones que tenemos sobre el siglo XVIII petrino, nuestra incapacidad para comprender el siglo XIX y su giro conservador, la disputa entre eslavófilos y occidentales, la cual quedó cortada y abandonada, aunque sigue operando hasta el día de hoy. Teniendo en cuenta lo anterior no sorprende que tampoco exista un consenso sobre los acontecimientos de 1917. Aparentemente, ya no comprendemos el significado de estos acontecimientos y nos inclinamos a creer que ni siquiera ocurrieron. Tampoco comprendemos el por qué se acabó la URSS a principios de 1990, por qué el país se derrumbó y perdió su soberanía, convirtiéndose en una colonia de Occidente. No entendemos cómo y de dónde surgió Putin como fenómeno histórico. Lo apoyamos, pero no somos capaces de explicarlo ni de interpretarlo, ni tampoco somos capaces de hablar de las condiciones que llevaron a la instauración de su gobierno, es decir, el contexto histórico que es animado por una filosofía. No entendemos a Medvédev y por qué hace ahora hace lo que hace en su canal de Telegram. Y ni hablar de que tampoco somos capaces de interpretar por qué empezamos la Operación Militar Especial en 2022 y por qué no en 2014. No hay consenso sobre nada y cada uno piensa lo que quiere.

Nadie se pregunta el por qué en los últimos 40 años la misma élite rusa haya cambiado repetidamente de ideología y ahora defienda lo contrario a lo que antes ensalzaba. Lo único que ha cambiado es que anteriormente defendían sus ideas con un aspecto inteligente e importante, mientras que ahora todos son canosos y decrépitos, intentando enseñarle al pueblo algo que le es incomprensible. No podemos explicar nada de nada y menos comprender cómo fue posible que un miembro del Komsomol se convirtiera en un liberal y luego en un antiliberal patriota y muy posiblemente vuelva a convertirse en un liberal antipatriota en un futuro cercano. Lo única clave interpretativa que tenemos son las canciones del cantante Instasamka (4).

Pero a partir de ahora nos toca restablecer el tejido espiritual de la historia rusa. No es algo fácil, ya que una nación que no tiene historia no tiene futuro. Puesto que el futuro es también historia, es decir, su dimensión necesaria.

Uno de los cuentos de Yuri Mamleyev narra la historia de un personaje, una mujer víctima de violencia que, cuando el juez le preguntaba si había sufrido maltrato o no, de repente tartamudeaba y respondía con una extraña frase: «Me caí sola». Así es nuestra historia: nos caímos solos. No está muy claro el qué, el cuándo, el dónde, el quién nos empujó, el por qué… Pero la historia no es así para nada.

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Notas:
  1. Zemshchina era en el sentido clásico, según la definición del arqueógrafo Vasili Storozhev, «la tierra, como concepto opuesto al estado, a todo lo estatal y soberano en la antigua Rusia».
  2. La Opríchnina (опри́чнина) fue una porción del territorio ruso controlada directamente por el zar Iván el Terrible. La palabra deriva del ruso antiguo (опричь) oprich, y significa ‘aparte’, ‘a excepción de’. Por extensión, opríchnina designó el periodo de poder despótico del monarca Iván IV el Terrible y a su propia guardia personal, los opríchniks, famosa por su despiadada crueldad contra la población, que diezmó considerablemente la ciudad de Nóvgorod.
  3. Fener, Fanar o Fanari (del idioma griego Φανάρι, fanari) es un barrio en mitad del Cuerno de Oro, dentro del distrito de Fatih en Estambul, Turquía. Cuando los ortodoxos se refieren a él están hablando de la casa del Patriarca de Constantinopla.
  4. Darya Yevgenyevna Zoteyeva (ruso: Дарья Евгеньевна Зотеева; nacida el 11 de mayo de 2000), conocida profesionalmente como Instasamka (Инстасамка), es una cantante y rapera rusa, TikToker; anteriormente bloguera de Instagram.


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