Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
lunes, 13 de enero de 2025
El legado económico de Biden
Dean Baker, Counter Punch
Catherine Rampell ha llevado a cabo una evaluación bastante sombría del legado económico de Biden en una columna publicada esta semana en el diario Washington Post. Por desgracia, me inclino a estar de acuerdo con gran parte de ella, pero creo que se le escapó lo más importante: el compromiso con el pleno empleo.
Empecemos por los temas en los que lleva razón. En primer lugar, Biden consiguió muy poco en términos de expansión del Estado de Bienestar social. Sí consiguió la ampliación de la desgravación fiscal por hijo, que redujo la pobreza infantil a la mitad, pero terminó después de 2021. Biden esperaba poder hacer permanente la desgravación, o al menos ampliarla varios años más, pero en el Senado la bloqueó Joe Manchin [senador de la derecha demócrata que solía votar con los republicanos] quien declaró que le preocupaba que los padres lo utilizaran para comprar drogas. Una vez que los republicanos se hicieron con el control de la Cámara en 2023, la medida acabó muerta.
Biden consiguió que los subsidios fueran más generosos en los intercambios establecidos por la Ley de Asistencia Asequible [Obamacare]. Esto contribuyó a reducir el número de personas sin seguro médico a un mínimo histórico, pero es probable que el Congreso republicano revierta la medida el año que viene. Esto dejará poco legado duradero aparte de la evidencia de su éxito, como es el caso de la ampliación de la desgravación fiscal por hijos.
Biden trató de conseguir más fondos para atención infantil y también presionó para que se promulgara una ley que estableciera permisos familiares remunerados, pero estas medidas no llegaron a aprobarse en el Congreso. Propuso una reducción substancial de los préstamos estudiantiles, pero el Tribunal Supremo la rechazó. Una medida que Biden impulsó mediante orden ejecutiva consistió en hacer mucho más generoso el plan de reembolso de préstamos estudiantiles tomando los ingresos como base. Con este plan, una persona que gane menos de 33.000 dólares al año no tendría que pagar nada. Una persona que gane 50.000 dólares pagaría sólo 140 dólares al mes.
Este plan está siendo impugnado en los tribunales, por lo que no está claro si va a sobrevivir. Trump también puede revocar la orden ejecutiva, pero hay al menos alguna posibilidad de que el plan quede intacto. En ese caso, sería un verdadero legado que supondría una gran diferencia para millones o incluso decenas de millones de prestatarios.
En cuanto a las infraestructuras, Rampell tergiversa los datos. Su fuente muestra en realidad un aumento substancial del gasto desde que se aprobó la ley de infraestructuras en el Congreso en 2021. Es cierto que hemos visto un progreso limitado en el establecimiento de la red de recarga para vehículos eléctricos o la construcción de banda ancha rural, pero esto se debe a los contratos que todavía hay que solventar. Esto lleva tiempo (un gran problema), pero es probable que veamos beneficios en estas áreas en los próximos años.
La Ley sobre CHIPS y la Ley de Reducción de la Inflación han provocado un enorme auge en la construcción de fábricas. Estas fábricas entrarán en funcionamiento este año y el próximo. Esto reducirá la dependencia de EE.UU. de chips informáticos avanzados de países extranjeros, sobre todo de Taiwán. También ha puesto en marcha nuestra industria de vehículos eléctricos y paneles solares. Que estos sectores sobrevivan y puedan competir con éxito dependerá en gran medida de las acciones de la administración Trump.
Sin embargo, no es ni mucho menos seguro que Trump acabe con estos sectores. En la actualidad son importantes fuentes de empleo para los trabajadores de los estados republicanos. Habrá muchos congresistas republicanos que se opongan a los planes de acabar con ellos.
Merece la pena señalar que no es probable que sobreviva la idea de Biden de que pasaría de una política de libre mercado a una economía impulsada por la «política industrial», en buena medida porque nunca tuvo ningún sentido. La idea de que el gobierno favorecería a ciertas industrias y no dejaría las cosas al libre mercado no es nueva. Siempre favorecemos a determinados sectores.
Esto es más claro con la industria farmacéutica, donde gastamos más de 50.000 millones de dólares al año en investigación biomédica a través de los NIH y otras agencias gubernamentales. También concedemos a la industria monopolios de patentes por valor de más de 500.000 millones de dólares al año (4.000 dólares por familia) en precios más altos para medicamentos y otros productos farmacéuticos. Decir que esto no es política industrial es una locura total.
También hacemos cosas como construir aeropuertos, que fomentan la industria aérea. También disponemos de subvenciones a través de la educación universitaria, que lo mismo proporcionan investigación útil en campos como la agricultura que forman a personas en terrenos como la industria tecnológica.
En resumen, no hay debate sobre el uso de la política industrial para favorecer a determinadas industrias, la única cuestión es qué sectores y cuánta ayuda hay que dedicar. Dada la insistencia de Trump en que quiere ignorar el calentamiento global, podemos esperar que intente recortar el apoyo a las energías limpias, pero eso no es una posición de principios sobre el mercado y la política industrial, se trata sólo de su aversión a un sector concreto.
Es extraño y desafortunado que la «política industrial» se haya convertido de alguna manera en grito de guerra de muchos progresistas. Distorsiona tanto la realidad actual como la naturaleza de los cambios que queremos introducir.
La Comisión Federal de Comercio y el Departamento de Justicia de Biden fueron mucho más agresivos en la aplicación de las leyes antimonopolio que sus predecesores en las administraciones demócratas y republicanas. Es probable que veamos una inversión parcial de esta política, aunque el vicepresidente electo J. D. Vance ha manifestado su apoyo a la aplicación de las leyes antimonopolio.
Biden también ha tenido la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB) más favorable a los trabajadores de toda la historia. Esto podría haber marcado la diferencia a largo plazo, pero como el proceso de organización lleva tiempo, lo probable es que no veamos muchos beneficios duraderos. Esta situación se ve agravada por el hecho de que la chapuza/corrupción del Senado impidió que se nombrasen miembros demócratas de la NLRB a finales del año pasado, lo que significa que los republicanos pronto tomarán el control de la agencia.
Sin embargo, la política más importante de Biden, y probablemente su legado más duradero, es la búsqueda agresiva del pleno empleo. Su paquete de medidas de recuperación, que fue aprobado por el Congreso apenas un mes después de su toma de posesión, hizo que la economía volviera rápidamente al pleno empleo. La tasa de desempleo era del 6,4% en enero de 2021 y bajó al 3,9% en enero del año siguiente. Se mantuvo en el 4,0% o menos durante los 29 meses siguientes, antes de subir ligeramente el año pasado. Fue la racha de desempleo más larga de los últimos 70 años.
El pleno empleo consiguió los beneficios previstos. Los grupos más desfavorecidos del mercado laboral registraron los mayores aumentos. Tanto el desempleo de los negros como el de los adolescentes negros alcanzaron mínimos históricos. El desempleo hispano igualó su anterior mínimo histórico.
La escasez de mano de obra creada por la rápida recuperación también obligó a los empresarios a contratar a personas con antecedentes penales, discapacitados y otras personas que normalmente no se plantearían contratar. También se produjo una oleada sin precedentes de cambios de empleo, ya que los trabajadores pudieron dejar trabajos que no les gustaban. Esto condujo a niveles récord de satisfacción laboral.
El bajo nivel del desempleo también permitió a los trabajadores de la parte media y baja de la distribución salarial obtener importantes ganancias salariales reales. Y ello a pesar de la pandemia que impidió el crecimiento salarial en otros lugares. Rampell menosprecia este logro señalando la evidencia de que la inflación es algo mayor para los trabajadores con ingresos más bajos. Aunque hay algo de verdad en ello, las ganancias salariales más rápidas para los trabajadores peor pagados empequeñecen los efectos diferenciales de la inflación (además, sus evidencias sugieren que la tasa diferencial de inflación es en gran medida independiente de la tasa general, por lo que los trabajadores peor pagados siempre pierden, no sólo en periodos de inflación alta).
Este legado del pleno empleo será algo que sobreviva a la administración Biden. Contrariamente a lo que la corriente dominante de la profesión económica nos ha dicho durante mucho tiempo, hemos visto que la economía puede funcionar bien con tasas de desempleo del 4,0 por ciento e inferiores de forma continuada. Este será el punto de referencia con el que se midan Trump y los futuros presidentes.
Además, y para que quede claro, a los trabajadores sí les importa poder tener empleo. Durante la administración Biden, los medios de comunicación insistieron absurdamente en que el desempleo no importaba. No voy a perder el tiempo intentando explicar sus motivos, pero en una economía en la que la inmensa mayoría de la gente depende del trabajo para la inmensa mayoría de sus ingresos, además de ser a menudo una parte clave de la identidad de las personas, esta afirmación va más allá de lo absurdo.
El compromiso con el pleno empleo es un gran compromiso y ningún informe económico negativo debería convencer a nadie de lo contrario. Y en este sentido, el presidente Biden merece un gran reconocimiento.
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