La facilidad con que el presidente electo de Estados Unidos ha obligado a los dirigentes israelíes a alinearse ha quemado la última hoja de parra que podía justificar que los demócratas alguna vez estuvieron interesados en hacer algo más que ganar tiempo.
Samuel Geddes, Al Mayadeen
Según fuentes regionales, el “gran avance” de esta semana en las negociaciones para un alto al fuego que puso fin a la campaña genocida contra Gaza se produjo tras una única intervención del enviado designado por el presidente electo de Estados Unidos, Trump, Steve Witkoff, en la que ordenó al gobierno de Netanyahu que capitulara. Si bien podemos ser escépticos con respecto a la costumbre de Trump de atribuirse el mérito de cualquier avance, esto fue corroborado por los miembros de extrema derecha del gobierno israelí, que estallaron en el tipo de rabietas por las que ahora son mundialmente famosos, y enmarcaron el acuerdo como un desastre impuesto a “Israel” por la administración entrante.
Si bien es un alivio bienvenido, la imposición del cese del fuego a "Israel" por parte de Trump también pone claramente de relieve la inutilidad del último año y medio de matanzas, así como la regionalización de la guerra en Cisjordania ocupada, Líbano, Siria, Irak, Irán y Yemen.
Tras la Operación Diluvio de Al-Aqsa, Biden, mientras repetía como un loro la propaganda atroz de "Israel" sobre bebés decapitados en hornos, dio a Netanyahu carta blanca para declarar la guerra total contra el pueblo de Gaza. Cuando se hizo evidente la escala única de las atrocidades en la Franja, Biden procedió, mediante su débil embajadora ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, a proporcionar cobertura diplomática al genocidio en el Consejo de Seguridad. En un intento de igualar a sus representantes europeos, Estados Unidos vetó todas las resoluciones que pedían el fin de la carnicería, esforzándose claramente por inventar nuevas objeciones para desviar la indignación mundial ante un cinismo tan despiadado.
La libertad de acción que dio el gobierno estadounidense no hizo más que animar al régimen israelí a ampliar el alcance de la guerra, como lo logró con gran éxito mediante el ataque aéreo contra el consulado iraní en la capital siria, Damasco. Además de violar todas las reglas de la diplomacia moderna (y antigua), el ataque mató a varios funcionarios iraníes de alto rango, con lo cual garantizó que Teherán tomaría represalias directas, lo que hizo con la mayor andanada de drones en la historia militar (hasta ahora) contra "Israel".
Como quedó claro en la advertencia que lanzó Teherán cuando se produjo el ataque, estaba calibrando deliberadamente su respuesta para evitar una mayor escalada. A esa altura, la urgente necesidad de un alto al fuego era indiscutible. Sin embargo, presagiaba el capítulo más vergonzoso de la complicidad de la administración estadounidense.
Biden llama a Trump un "delincuente convicto" y dice que los manifestantes de Gaza "tienen razón". Poco después, en junio, Biden mintió al afirmar que finalmente se había alcanzado un acuerdo de alto al fuego, que había sido por iniciativa del gobierno de Netanyahu y que los dirigentes israelíes lo habían aceptado. El secretario de Estado, Antony Blinken, proclamó con gran picardía esta falsedad, junto con la afirmación de que el único impedimento para el alto al fuego era la negativa de Hamas a aceptar sus términos. En aquel momento era bien sabido que era una mentira, pero el avance de la semana pasada lo confirma más allá de toda duda.
La negativa de la Administración Biden a partir de ese momento a imponer un alto al fuego abrió el camino para que el régimen israelí intensificara masivamente la guerra asesinando al líder político de Hamas, Ismail Haniyeh, en la capital iraní, Teherán, lo que, junto con su campaña contra Líbano, que culminó con el asesinato del líder de Hizbullah, Sayyed Hassan Nasrallah, obligó a Teherán a tomar represalias enérgicas con otro bombardeo masivo de drones y misiles balísticos contra objetivos militares israelíes.
Netanyahu aprovechó la oportunidad y utilizó la respuesta a sus propias provocaciones para lanzar una cínica guerra contra Líbano, en la vana creencia de que la infiltración israelí había "decapitado" a Hizbullah. Esta guerra, la más destructiva de la historia reciente de Líbano, desplazó a más de un millón de libaneses y destruyó la infraestructura civil en el sur, Beirut y el valle de la Beqaa, matando al menos a cuatro mil civiles e hiriendo a casi 17 mil. A pesar de esta guerra relámpago, las fuerzas terrestres israelíes se vieron incapaces de avanzar ni siquiera un kilómetro a lo largo de todo el tramo de la frontera sur de Líbano. Junto con una tasa de bajas cada vez mayor, "Israel" se vio obligado a aceptar un alto al fuego, aunque este le ha dado cobertura para seguir detonando aldeas en la frontera y lanzando ataques aéreos y con aviones no tripulados contra objetivos libaneses.
Durante todo este año catastrófico, el Partido Demócrata mandó a los votantes estadounidenses a la calle sin ningún pudor. En primer lugar, les dijo la ridícula mentira de que Biden estaba siendo "engañado" repetidamente por los líderes israelíes y que él personalmente detestaba al primer ministro. Evidentemente, nunca lo hizo hasta el punto de que siquiera considerara retener el diluvio de armamentos sin el cual "Tel Aviv" no podría llevar a cabo el genocidio o su propagación a más de media docena de otros teatros regionales. En segundo lugar, nos advirtieron, incluso supuestos partidarios de Palestina, de que no votar por la vicepresidenta Kamala Harris significaría ver el genocidio intensificarse en una segunda presidencia de Trump.
Si bien hay motivos más que suficientes para el escepticismo, la facilidad con que el presidente electo de Estados Unidos ha obligado a los dirigentes israelíes a alinearse ha quemado la última hoja de parra que permitía justificar que los demócratas alguna vez estuvieron interesados en hacer algo más que ganar tiempo para que "Tel Aviv" pudiera "terminar el trabajo", incluso al precio de perder las elecciones ante quien, según ellos, es el "Hitler de nuestro tiempo".
Aunque los palestinos pueden pensar que el año pasado su causa pasó a ocupar un lugar destacado en la agenda mundial, el costo en vidas y propiedades aún no se ha calculado. Cuando finalmente se calcule el verdadero saldo, así como el de los fascistas de "Tel Aviv", cada gota de sangre recaerá sobre las cabezas de la administración Biden, que tan voluntariamente ofreció una región entera para la matanza.
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Ver también:
- Israel ha destruido Gaza «para las generaciones futuras» y el mundo permanece en silencio
Ramzy Baroud. 17/01/2025 - El alto el fuego en Gaza dista mucho de ser suficiente
Seraj Assi. 17/01/2025 - ¿Qué sigue después de alcanzar un acuerdo para detener la guerra en Gaza?
Hassan Nafea. 19/01/2025
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