Al destruir al maestro, el Occidente neoliberal está destruyendo algo aún más importante: ¡nuestra autoconciencia!
Hugo Dionísio, Strategic Culture
Mucho se ha hablado de la crisis en Occidente y, en especial, en la Unión Europea. El discurso se ha centrado sobre todo en la crisis energética, militar, social o migratoria. Sin embargo, estas crisis son el resultado de un mal mucho más profundo, que representa, sobre todo, la victoria de la ignorancia sobre el conocimiento, del individuo sobre lo colectivo, de lo económico sobre lo social.
Contrariamente a lo que muchos puedan pensar, es en los propios países occidentales donde más se ha intensificado el saqueo neoliberal operado por las oligarquías. Incluso podríamos decir que este saqueo aumenta al mismo ritmo que disminuye el de los pueblos que pertenecen a la mayoría global.
Pero, para desgracia de quienes viven allí, esta dicotomía va más allá: cuanto más conscientes son los pueblos de la mayoría global del carácter depredador de la oligarquía occidental, menos conscientes son los pueblos occidentales de las razones por las que sus condiciones de vida están empeorando. Los pueblos occidentales están en un contraciclo con los pueblos de la mayoría global, en todos los sentidos. A medida que estos últimos adquieren conciencia de sí mismos, los primeros se vuelven cada vez más inconscientes de su propia existencia, alienados como están de sus raíces, culturas, familias, comunidades...
Un vector fundamental de la producción de esta inconsciencia, traducida en una creciente incapacidad crítica y analítica por parte de las poblaciones occidentales, ha sido precisamente el ámbito de la educación. La degradación de los sistemas de educación pública no sólo es una de las características más repugnantes de los sistemas que sucumben al revanchismo, al revisionismo histórico y científico, sino que es también la fuerza motriz de este proceso reaccionario.
Por eso no fue una sorpresa para los más informados que un estudio de EDULOG, un think tank de la Fundación Belmiro de Azevedo (uno de los principales multimillonarios de Portugal, que perteneció a la lista Forbes de las personas más ricas del mundo, ya fallecido), llegara a la siguiente conclusión, entre muchas otras: “La crisis de escasez de profesores se está volviendo sistémica en todas las economías de la OCDE”.
Entre otras razones, el estudio señala: “el deterioro de la imagen y del estatus de los docentes; el poco atractivo de los salarios y de las condiciones de trabajo; la falta de perspectivas de progresión y de desarrollo profesional”.
Este estudio trajo a la memoria (algo criminal en Occidente) que, en 2002, durante el gobierno de “su eminencia”, el Dr. Durão Barroso, ex primer ministro de Portugal, ex presidente de la Comisión Europea y hombre de confianza de Goldman Sachs, se había intensificado un proceso de reducción de los salarios de los profesores, enmascarado bajo la forma de un “sistema de evaluación”, que, disfrazado de sistema de medición de la calidad del desempeño de los profesores, acabó reduciendo sus salarios y, sobre todo, su progresión profesional.
Me pregunto por qué el profesor David Justino, entonces ministro de Educación, no tuvo en cuenta lo que le dijeron los sindicatos de profesores CGTP-IN (la mayor confederación sindical de Portugal). En particular, le advirtieron sobre las consecuencias nefastas que su ataque tendría para la escuela pública, el profesorado y los estudiantes. Mire lo que se habría ahorrado en estudios y políticas desastrosas.
Si fuéramos ingenuos, creeríamos que David Justino no podía prever estas cosas en su momento, pero la ingenuidad que no tenemos es proporcional a la falta de coraje de alguien que una vez atacó a los profesores portugueses y, 22 años después, hizo un estudio concluyendo que las políticas que defendía entonces eran absolutamente erróneas.
Los argumentos que son la conclusión de este estudio fueron utilizados en su momento contra el gobierno de Durão Barroso, del que formaba parte David Justino. Es curioso pensar que hoy la Unión Europea de Ursula Von Der Leyen invite a los sindicatos y a los empresarios europeos a celebrar un “Pacto Europeo para el Diálogo Social”, cuando han desestimado reiteradamente todas las propuestas y argumentos, empíricos, científicos o de otro tipo, que van en contra de sus planes de guerra, de concentración de la riqueza y de supresión de la soberanía, y con ello, de limitación de las libertades nacionales.
Como prueba la historia, el resultado de ese intenso “diálogo social” entre los sindicatos de la educación y los sucesivos gobiernos fue la “elevación” del Secretario General de la FENPROF (Federación Nacional de Profesores), Mário Nogueira, a la categoría de enemigo público número uno, uno de los odios favoritos de la oligarquía gobernante. Cada vez que advertía que la destrucción del estatuto de los profesores traería consigo la destrucción de la escuela pública, el ejército de comentaristas y periodistas de turno lo acusaba de “corporativismo” y de preocuparse sólo por los profesores. Es una reminiscencia de los Estados Unidos cuando acusan a otros de hacer, o querer hacer, todo lo que ellos ya han hecho, quieren seguir haciendo y quieren ser los únicos que pueden hacerlo. El oportunismo excepcionalista es una de las expresiones más odiosas del supremacismo neoliberal estadounidense.
Hoy, Ursula von der Leyen está tan preocupada por las “competencias” que incluso olvida que forma parte de la organización que estuvo parcialmente a cargo de la maldita Troika gobernante (FMI, BCE y UE) que siguió a la de 2008, introducida en Portugal por un gobierno del Partido Socialista (sólo de nombre, es un partido social liberal) y muy continuado, con un gobierno del Partido Socialdemócrata (sólo de nombre, es neoliberal puro y duro), en coalición con el Partido Social del Centro Democrático (en sólo nombre, es un partido formado por la oligarquía más reaccionaria y nostálgica del fascismo), que prometió “ir más allá de las propuestas de la Troika”, produciendo una especie de shock neoliberal al estilo chileno o argentino. Todo ello con el visto bueno de Durão Barroso, entonces presidente de la Comisión Europea.
Fue durante este período que se produjo una abrupta desinversión en el gasto público en educación. Decir que este escenario se basa en lo que ocurrió en Estados Unidos y el Reino Unido sería redundante. Sería no entender qué factores políticos provocaron esta situación y de dónde fueron importados.
Pero si hay algo que este estudio, como todos los estudios de este tipo, nunca hace es establecer la conexión entre estos resultados desastrosos de las políticas públicas y las teorías económicas que Occidente exporta y quiere imponer al mundo entero a través de la FMI, Banco Mundial y BCE. No es de extrañar que muchos consideren lo ocurrido en Kazán la semana pasada como un acontecimiento histórico. Después de todo, si hay algo común a todos estos países es que están tratando de afirmar su soberanía económica, política y social, rechazando el “paraíso” liberal (o neoliberal) imaginado por Fukuyama.
Por estas razones, mirar las conclusiones de este estudio es como experimentar un déjà vu, revivir en una pequeña fracción de tiempo todas las horas, días y años de acalorados combates políticos de todos aquellos –como yo– que se opusieron con vehemencia (y se oponen) al neoliberalismo. , el consenso de Washington y la charlatanería que, disfrazada de discurso tecnocrático, supuestamente pragmático y carente de cientificidad, han pretendido desviar enormes cantidades de recursos –producidos por el trabajo– hacia la oligarquía gobernante, con resultados perjudiciales y desastrosos para la propia normalidad democrática. que hoy está amenazada por el regreso del fascismo y del nazismo.
Ya en 2015, apunta el estudio, un grupo de investigadores concluyó que la probabilidad de elegir una profesión “aumenta con la percepción de que es una carrera agradable, con buen ambiente de trabajo, compañeros que colaboran y con los que se establecen buenas relaciones profesionales”. , teniendo garantía de empleo con contratos de larga duración”.
Además, “más recientemente, un amplio estudio realizado en varios países (BCG, 2023) identificó las características más valoradas en un puesto de trabajo: empleo estable, con buen equilibrio entre vida personal y laboral; horarios de trabajo fijos que no se prolongan hasta los fines de semana; un salario compatible con las cualificaciones y la posibilidad de desarrollo profesional; la posibilidad de negociar condiciones adaptadas a la situación individual, incluida la adaptación de horarios de trabajo, períodos de vacaciones y planes de jubilación”.
Ante tales conclusiones, ha llegado el momento de ser sarcásticos: ¿quién hubiera pensado que las personas, los trabajadores, quieren estabilidad, salarios adecuados, jornadas fijas y no demasiado largas, progresión profesional y capacidad de negociación, vacaciones y buenos planes de jubilación? Me pregunto cuántos estudios se necesitan, cuántos miles de millones de euros hay que gastar, cuántos Think-Thank you tienen que ser fundados por multimillonarios, para llegar a esta “brillante” conclusión. Ya sea para los docentes o para todos los trabajadores en general.
Cabe preguntarse dónde encajan las políticas de desregulación del mercado laboral, destrucción de la negociación colectiva, defensa de la inseguridad laboral y horarios laborales flexibles. ¿Dónde encajan las propuestas para “contener los costos laborales” y “promover la movilidad laboral”, como encontramos, de manera repetidamente repugnante, en los compendios normativos de la UE, la Reserva Federal, el BCE o el FMI?
En un momento en que Occidente, y Europa en particular, está lidiando con graves problemas laborales, una población que envejece y una carrera por los recursos humanos, sólo para mantener bajos los salarios; en un momento en el que se desarrollan herramientas como la Inteligencia Artificial y se hace posible producir en mayor cantidad, con mejor calidad, en mucho menos tiempo y consumiendo aún menos recursos; en un momento en el que se habla tanto de la cuarta revolución industrial, de la automatización y la digitalización; pocos, muy pocos, sostienen que toda esta innovación, este aumento brutal de la productividad, a los que se suman los subsidios estatales, los que faltan en los servicios públicos, y las desgravaciones fiscales para la oligarquía gobernante, todos estos factores que son en sí mismos los resultado del trabajo, debe reproducirse en el mejoramiento de las condiciones de vida de quienes dieron vida a estos recursos.
Por otro lado, las mismas voces que silenciaron la conferencia de Kazán, que ocultaron la debacle del régimen de Kiev, que nos dijeron que la Federación Rusa y ese “malvado” Vladimir Putin querían conquistar toda Europa; las mismas voces que silenciaron, consentieron y fueron cómplices del genocidio palestino; Son las mismas voces que, a pesar de toda la evidencia empírica y científica, siguen creyendo que la solución pasa por intensificar aún más las medidas que tanto están fallando.
Sin embargo, es digno de agrado que el estudio EDULOG al menos diga que los gobiernos deberían evitar hacer lo que han hecho en todos los ámbitos: “reducir (y desregular) las calificaciones de los docentes; horario de trabajo de los docentes; aumentar el número de alumnos por clase”.
Al mismo tiempo que los estudios científicos dicen que los políticos no deberían tener que “rebajar las cualificaciones de los profesores (o de cualquier otro profesional)”, la Unión Europea, ansiosa por atraer mano de obra migrante y aún más ansiosa por ahorrar dinero en su integración y cualificación, ha adoptó una “Agenda de Competencias” en lugar de una agenda de calificaciones, de valoración de las profesiones o del trabajo. No creas que esto carece de importancia o es una coincidencia. El objetivo es bastante claro. Una vez más, el objetivo es flexibilizar y liberalizar las cualificaciones y profesiones.
Para liberar a los sistemas nacionales de cualificaciones de la necesidad de invertir en procesos de educación y formación más estructurados, de mayor duración, pero con una gama más amplia de conocimientos y capacidades, resistiendo la obsolescencia y la obsolescencia durante más tiempo y permitiendo una gama más amplia de opciones profesionales, la UE promueve la atomización del sistema de cualificaciones, con vistas a reducir la inversión en la formación estructural de las personas, promoviendo una lógica de formación a corto o muy corto plazo, pero sin el apoyo de competencias clave esenciales para el desarrollo personal, social y profesional. (alfabetización, aritmética, pensamiento crítico, habilidades digitales, etc.). Una vez más, cosas como “microcredenciales” se están importando de Estados Unidos, en un intento de reproducir en Europa todos los cánceres educativos y de formación que se pueden observar en el centro imperial.
Casualmente, el propio estudio EDULOG nos dice que Estados Unidos y el Reino Unido no sólo ya están sufriendo gravemente el problema de la escasez de docentes, sino que además no pueden resolverlo.
Cuando pienso en los años 80 y 90 en el papel que jugaron mis docentes en mi vida, nunca olvido que los docentes fueron un pilar fundamental de nuestro desarrollo individual y social. Era absolutamente impensable para mí o para un colega mío hablar mal de un profesor de forma gratuita.
La crisis del sistema educativo occidental es ante todo un reflejo de una profunda crisis moral y ética. Las brillantes pero banales conclusiones a las que llega este estudio –éste y muchos otros– son tardías y, sobre todo, anacrónicas. La experiencia histórica, el conocimiento científico y las herramientas analíticas hicieron posible, en 1989 (el año del Consenso de Washington), como hoy, ver cuán equivocadas eran esas propuestas políticas. No faltaron advertencias, críticas y análisis fundamentados sobre las verdaderas intenciones y las falacias tendidas para distorsionar la realidad y justificar una ilusoria sensación de movimiento. Todos ellos fueron y son marginados, si no perseguidos y condenados al ostracismo.
Al más alto nivel, la gente hace lo mismo que este estudio: nunca vinculan las causas y conclusiones con la experiencia política. Hacerlo, dicen, es “ideologizar”, no hacerlo es “pragmatizar”. Y esto justifica y blanquea la candidatura y la elección, por precarias y democráticamente poco representativas que sean, de todos aquellos que defienden el error y, más grave aún, su continuación y profundización.
Décadas de pruebas norteamericanas de opción múltiple en las que a los estudiantes se les dice qué pensar en lugar de obligarlos a pensar por sí mismos, de burocratización y mercantilización de la educación, el ataque a las escuelas públicas y la destrucción del estatus individual y colectivo de los docentes, fueron los vehículos utilizados por el neoliberalismo para lograr lo que el fascismo hizo con el analfabetismo y el analfabetismo: convencer al pueblo de que sus intereses eran, en realidad, los intereses de la oligarquía que los oprime.
Para lograrlo, se eliminó de los programas de enseñanza el desarrollo y uso de una herramienta cognitiva esencial para cualquier ser humano: el análisis dialéctico, es decir, la capacidad de analizar la realidad en movimiento y como parte de un proceso histórico. Al hacerlo, lograron presentar una versión unicista y unificadora de la historia, la versión liberal. La historia había terminado y era importante transmitir este hecho, haciendo creer que otra realidad no sólo era imposible, sino que ni siquiera era deseable. Para lograr este fin, se demonizaron todas las experiencias indeseables y peligrosas para la oligarquía. Hoy, cuando vemos el fenómeno BRICS, Estados Unidos lo presenta como una especie de “unión de autocracias”. Éste es un elogio, un elogio que surge del miedo, del miedo a quedarse atrás.
En este mundo neoliberal, para llegar a la cima la clave es saber operar, pero no cómo pensar. Stoltenberg no pudo responder a la pregunta de cuántas invasiones ha llevado a cabo China en los últimos 40 años) o cuántas bases tiene en el extranjero; El Ministro de Defensa de Portugal, Nuno Melo, no sabía lo que representaba la OTAN y la llamó el Tratado “Athletic” del Norte; von der Leyen creía que Rusia estaba eliminando los semiconductores de las lavadoras.
En un mundo donde el conocimiento es pernicioso y peligroso para la oligarquía gobernante, no sorprende que no haya suficientes docentes. No es de extrañar que su imagen haya sido degradada y destruida, alejando a los jóvenes de la profesión.
No es de extrañar que Occidente sea el mundo del populismo, las noticias falsas, la posverdad, las revoluciones de colores, las victorias electorales disputadas, los golpes judiciales y la alternancia sin alternativa. En este contexto, el profesor se convierte en un personaje no sólo redundante, sino también indeseado. El maestro de escuela pública, que se organiza a sí mismo y a los alumnos en clases, que transmite, piensa y hace pensar, es persona non grata.
En un sistema que promueve el individualismo y el narcisismo, donde los héroes son aquellos que se enriquecen gracias a contratos públicos multimillonarios, el profesor sigue siendo, a pesar de todas las limitaciones, un vínculo social precioso, todavía representativo de nuestra conexión social, y puede darnos eso cohesión y un sentido de unidad.
En este sentido, la destrucción de su imagen, de su estatus, es una consecuencia inevitable de la aceleración e intensificación del proceso neoliberal, un sistema que se nutre precisamente del aislamiento, la soledad y la desconexión social. El profesor, como vínculo entre los seres de una comunidad, está siendo aplastado por un sistema que sueña con vernos aprender solos, conectados a una pantalla y comunicándonos sólo el tiempo estrictamente necesario y sin ninguna conexión emocional real.
Como cualquier fascismo, el neoliberalismo también odia al grupo, a nuestro ser social y colectivo, a la civilización que importa para la existencia colectiva. "En 2018, más de la mitad de los países de la UE ya informaron de una marcada escasez de docentes". La violencia y la sensación de colapso social que estamos presenciando en Occidente tienen mucho que ver con esta aniquilación del estatus de los docentes.
Es imposible vivir en una sociedad civilizada que valore el conocimiento y la sabiduría y al mismo tiempo promueva el neoliberalismo, el imperialismo y la hegemonía. Su supervivencia depende de la destrucción del sistema educativo público y de sus componentes fundamentales: la clase, el grupo, la escuela y el vínculo que lo conecta todo, el docente.
Por lo tanto, es imperativo que el neoliberalismo “mate” la figura del docente para poder dominar mejor y llegar al estudiante. ¡Esto es lo que se esconde detrás de la destrucción de las escuelas públicas! Al final, basta presentarlo como una consecuencia inesperada, prometer que cambiará, y todo seguirá como está: “democráticamente” inmóvil, en constante degradación hasta el final.
Al destruir al maestro, el Occidente neoliberal está destruyendo algo aún más importante: ¡nuestra autoconciencia!
El individualismo extremo consiste en la más absoluta inconsciencia.
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