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sábado, 31 de diciembre de 2011

Gérard Duménil: “El mundo ya ingresó en la segunda fase de la crisis”


El economista francés Gérard Duménil es autor de varios libros y ensayos sobre el capitalismo contemporáneo y es un importante crítico del neoliberalismo. Este año publicó, en colaboración con Dominique Lévy, el libro The crisis of neoliberalism (Harvard University Press, 2011). Dumenil estuvo en Brasil, participando en conferencias realizadas por la Unicamp sobre la actual crisis económica mundial. Esta entrevista fue realizada por el politólogo y profesor titular del Instituto de Filosofía e Ciências Humanas (IFCH) de la Unicamp, Armando Boito Júnior, y fue puclicada en el Jornal da Unicamp

Jornal da Unicamp: Usted viene investigando el capitalismo neoliberal hace mucho tiempo. En su análisis, ¿cómo se debe caracterizar la etapa actual del capitalismo?

Gérard Duménil: El neoliberalismo es la nueva etapa en la cual ingresó el capitalismo luego de la transición de los años 70 y 80. Con Dominique Lévy hablamos de un nuevo “orden social”. Con esa expresión nosotros designamos la nueva configuración de poderes relativos entre las clases sociales, dominaciones y compromisos. El neoliberalismo se caracteriza, de ese modo, por el refuerzo del poder de las clases capitalistas en alianza con la clase de los gerentes (cuadros), sobretodo las cúpulas de las jerarquías sociales y de los sectores financieros.

lunes, 3 de abril de 2017

Como los banqueros se convirtieron en los mayores explotadores. Entrevista a Michael Hudson

Michael Hudson, Sin Permiso

Adam Simpson, editor de The Next System Proyect, se sentó con el economista e historiador económico Michael Hudson para discutir sobre viejos y nuevos prejuicios económicos. Michael Hudson es Profesor de Investigación de Economía de la Universidad de Missouri, Kansas City, y un prolífico escritor sobre la economía global y las prácticas financieras predatorias. Entre sus últimos libros se encuentran Killing the Host: How Financial Parasites and Debt Bondage to Ensure the Global Economy (Matar al anfitrión: cómo los parásitos financieros y la servidumbre por deudas sostienen la economía global) y su continuación J is for Junk Economics (B es por economía basura).

Adam Simpson: Michael, estoy muy contento de hablar contigo hoy. En primer lugar, quiero conocer un poco más sobre ti, antes de sumergirnos en tu nuevo libro. He oído que te calificas de economista heterodoxo. ¿Qué significa eso? ¿Cómo te convertiste en heterodoxo?

Michael Hudson: “heterodoxo” es un término acuñado recientemente, principalmente por la Universidad de Missouri en Kansas City, donde soy profesor junto con Randall Wray y Stephanie Kelton y otros miembros de la escuela de la Teoría Monetaria Moderna (MMT). El término significa simplemente que no seguimos la teoría económica convencional. Básicamente somos economistas clásicos. Hacemos lo que la economía clásica solía hacer, que es distinguir entre los ingresos del trabajo y otros no laborales. Y entre trabajo productivo e improductivo. Y vemos que los bancos crean crédito, que los gobiernos podrían crear con la misma facilidad, con objetivos sociales y económicos más productivos. Creemos que los déficits presupuestarios son una forma de proporcionar a la economía dinero para impulsar el crecimiento. Por eso nos llama Stephanie “búhos del déficit” en contraposición a los “halcones del déficit” republicanos y clintonitas, que prefieren que sean los bancos comerciales los que proporcionen el crédito que necesita la economía.

Analizamos como la economía, bienes, servicios y mano de obra, existe dentro del contexto de la riqueza, y los activos y la deuda. Así es como la gente veía la economía antes de la reacción anti-clásica en la década de 1890. Estudiamos cómo la propiedad de la tierra, los bancos y el crédito determinan el marco dentro del cual funciona la economía, a interés.

Así que somos economistas clásicos. Hyman Minsky fue el principal teórico monetario moderno. Heterodoxo significa que en gran medida sus ideas vienen de Marx. Se puede decir que la economía política clásica llegó a su conclusión lógica con Marx. El Capital fue la última gran obra de la economía clásica, y explicó cual era su lógica. Marx demostró que el capitalismo en sí era revolucionario. El capitalismo es un sistema en continua autotransformación. Y por lo tanto estudiamos cómo cambia la economía, no cómo podría alcanzar un punto de equilibrio sin cambio político. Se desarrolla, en lo que Marx llamó las leyes del movimiento. Así que estamos recuperando la política en lo que solía ser economía política, antes de que la “política” fuese echada por la borda hace un siglo y evolucionase hacia la visión unilateral y sesgada actual de la “economía”.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Elogiar al uno por ciento: ¿tan buena es la desigualdad para la economía?

Michael Hudson, Sin Permiso

Parafraseando a Mark Twain, todo el mundo se queja de la desigualdad, pero nadie hace nada por remediarla.

Lo que hace la gente es utilizar el término «desigualdad» como punto de partida para proferir sus propias opiniones sobre cómo edificar una sociedad más próspera y al mismo tiempo más igualitaria. El cariz de dichas opiniones dependerá en gran medida de si ven al uno por ciento como un agente innovador, ingenioso y creativo, que crea riqueza e impulsa con ello al resto de la sociedad, o si, tal y como han descrito los grandes economistas clásicos, el estrato más rico de la población está más bien constituido por rentistas, que obtienen sus ingresos y riquezas del 99 por ciento en calidad de propietarios ociosos, monopolistas y banqueros rapaces.

Las estadísticas económicas muestran con imparcialidad las tendencias de la desigualdad en el mundo. Tras alcanzar su punto álgido en 1920, las reformas de la Gran Depresión contribuyeron a que la distribución de la renta fuera más equitativa y estable hasta 1980.[1] Entonces, a la luz del thatcherismo en Inglaterra y de la reaganomía en los Estados Unidos, la desigualdad empezó a dispararse. Y se disparó aún más por efecto del sector financiero (especialmente cuando los tipos de interés se retrajeron del pico del 20 por ciento en 1980, propiciando con ello el mayor auge de la historia del mercado de bonos). Los bienes inmuebles y la industria fueron a la sazón objeto de una financiarización, es decir, de un apalancamiento de la deuda.

jueves, 4 de octubre de 2018

A una década de la estafa financiera más grande de la historia

Andre Damon, wsws

Hace diez años, el Congreso estadounidense y el Gobierno de Bush inició el mayor rescate bancario en la historia de la humanidad.
Con la aprobación de la Ley de Estabilización Económica de Emergencia de 2008, la cual creó el Programa de Rescate de Activos en Problemas (TARP, por sus siglas en inglés), se le autorizó al Tesoro de Estados Unidos gastar unos $700 mil millones para comprar “activos en problemas” de los principales bancos de Wall Street. Este iba a ser meramente un pago inicial de un programa mayor, con el apoyo pleno del Gobierno y la supervisión en gran parte de la Administración de Obama, alcanzando los 4 billones de dólares.

La aprobación del TARP fue la primera respuesta de la clase gobernante estadounidense a la crisis que desencadenó el colapso de la burbuja hipotecaria, en sí el producto de décadas de creciente especulación y financiarización. Los principales bancos e instituciones financieras han ganado miles de millones por medio de la comercialización fraudulenta de hipotecas de alto riesgo. Cuando se acabó el lucrativo y maniaco festejo, tenían en mano billones en activos que esencialmente no tenían valor alguno (“en problemas”).

En declaraciones públicas, algunos líderes de la élite gobernante estadounidense emitieron advertencias severas sobre las consecuencias si el Gobierno no intervenía inmediatamente para salvar los bancos. Todos los recursos de la sociedad tenían que ser exprimidos para recatar el sistema financiero. No se podía eludir ningún gasto ni cuestionarlo.

Mientras que la crisis de 2008 estaba arraigada en las contradicciones fundamentales del capitalismo estadounidense y global, se realizaron ciertas decisiones premeditadas para crear las condiciones más aptas para una transferencia masiva de riqueza a la élite dominante.

domingo, 30 de diciembre de 2012

El BCE y la Reserva Federal al servicio de los grandes bancos privados

Eric Toussaint, Rebelión

La actuación del Banco Central Europeo y de la Reserva Federal|1|


A partir de junio 2011, los bancos europeos entran en una fase realmente crítica. Su situación era casi tan grave como aquella en que se encontraban después de la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008. Muchos de ellos corrían el riesgo de morir por asfixia debido a que los money market funds americanos no habían satisfecho sus necesidades enormes de financiación a corto plazo (varios cientos de miles de millones de dólares) por considerar que la situación de los bancos europeos era cada vez más arriesgada |2|. La posibilidad de no poder hacer frente a sus deudas amenazaba a los bancos. En este contexto, y tras una cumbre europea convocada de urgencia para el 21 de julio de 2011 con el objetivo de hacer frente a una posible cascada de quiebras bancarias, el BCE volvió a adquirir volúmenes enormes de deuda pública griega, portuguesa, irlandesa, italiana y española para inyectar liquidez a los bancos y libralos de una parte de los títulos que habían comprado con avidez en el período precedente. Esto no fue suficiente para evitar que la cotización en bolsa de los bancos continuase su caída en picado. Los directores de los bancos pasaron el mes de agosto de sobresalto en sobresalto. Hubo una acción clave para mantener los bancos europeos a flote: el BCE, en coordinación con la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el Banco de Suiza, abrió una línea de crédito ilimitada a partir de septiembre de 2011 que equivalía a una transfusión en vena para aquellas entidades bancarias desprovistas de dólares. Si bien esto les permitió volver a respirar, no fue suficiente. El valor de sus acciones continuó su descenso a los infiernos. Entre el 1 de enero y el 21 de octubre de 2011, la cotización de Société générale cayó un 52,8 %, la de BNP Paribas un 33,3 %, la de Deutsche Bank un 28,8 %, la de Barclays en 30,5 %, y la de Crédit suisse en 36,7 %. En vista de ello, el BCE se vio obligado a sacar la artillería pesada: la LTRO (Long Term Refinancing Operation), en virtud de la cual, entre diciembre de 2011 y febrero de 2012, prestó más de 1 billón de euros (1.000.000.000.000€) a tres años con un interés del 1% a algo más de 800 bancos.

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