lunes, 13 de enero de 2025

Ucrania: Prolongar la guerra


Nahia Sanzo, Slavyangrad

“Estoy realmente segura de que todos los demás miembros, y espero que también Estados Unidos, están dispuestos a continuar con el apoyo a Ucrania”, afirmó ayer Kaja Kallas, líder de la diplomacia de la Unión Europea, en su participación en la cumbre de Rammstein que se celebró en Alemania y que será la última antes del cambio de Gobierno en Estados Unidos. La llegada de Donald Trump, con su estilo imprevisible y aún sin plan sobre qué hacer con Ucrania, sigue siendo la gran preocupación de los países europeos, que luchan por buscar la forma de mantener el statu quo y garantizar que Kiev pueda seguir manteniendo la vía militar como única solución posible al conflicto.

En la reunión, Lloyd Austin, el Secretario de Defensa saliente, anunció el que será el último paquete de asistencia militar de la era Biden, otros 500 millones de dólares, unas palabras que causaron los aplausos de Zelensky, Rustem Umerov, Andriy Ermak y Boris Pistorius, que flanqueaban al representante estadounidense en ese momento. En referencia a su reunión con Austin, el presidente ucraniano escribió que “en la conversación se habló de la situación en el campo de batalla, del papel de los drones en esta fase de la guerra y de las necesidades de Ucrania en materia de defensa de diversos tipos de vehículos aéreos no tripulados. También se habló del fortalecimiento de la defensa aérea de Ucrania y de las perspectivas de proporcionar sistemas de defensa aérea adicionales, en particular mediante la cooperación con otros países”.

Como es costumbre, Zelensky no concretó lo que ocurre en el frente, donde la situación no mejora para Ucrania. Tras la pérdida de Kurajovo y Shevchenko, localidad más cercana al yacimiento de litio más importante del país (y que debería ser un objetivo preferente para la defensa), Kiev está a punto de perder también Toretsk-Dzerhinsk, en la zona de Gorlovka, hasta ahora la parte del frente en la que más dificultades ha encontrado Rusia en su avance. Y pese a que el presidente ucraniano calificó la operación de Kursk como “la victoria más importante de esta guerra”, el frente se encuentra a punto de colapsar para Ucrania en la parte noroccidental de la región e incluso en las zonas donde las tropas de Kiev iniciaron su ofensiva el pasado fin de semana, los avances son mínimos. Es evidente que la importancia de los territorios de Kursk radica en su previsible uso como moneda de cambio y herramienta de presión en caso de negociaciones y no como forma de conseguir los objetivos militares en el frente. Kiev no esconde que pretende conseguir lo que sigue llamando la paz justa -es decir, poder imponer las condiciones de paz sin más negociación previa que con sus aliados- a base de presión a Rusia, tarea que, en parte, recae en los aliados.

En su mensaje, Zelensky añadió que “Ucrania está agradecida a los Estados Unidos, a todo el pueblo estadounidense y al apoyo bipartidista y bicameral que ayuda a preservar nuestra independencia y proteger vidas en la lucha contra la agresión criminal y no provocada de Rusia”, una forma de apelar al Congreso a continuar la asistencia en la guerra contra el enemigo común, una preocupación que comparte con Kaja Kallas que, sin embargo, advirtió que “la Unión Europea también está preparada para asumir este liderazgo si Estados Unidos no está dispuesto a hacerlo”. Pese a que ya se ha comprometido a no abandonar a Ucrania, la sombra de la duda europea recae sobre Trump, cuyo futuro enviado especial para Ucrania se ha dado 100 días para lograr un alto el fuego, un objetivo escasamente realista teniendo en cuenta la dificultad de la misión, que ni siquiera va a realizar su primera toma de contacto hasta la toma de posesión del nuevo presidente y de la postura de quienes participan directa o indirectamente en el conflicto. Entre ellas se encuentra, por su papel de suministro, la Unión Europea, que en boca de Kaja Kallas insiste en que “a Estados Unidos no le interesa que Rusia sea la fuerza más fuerte del mundo”, una forma de exigir que Washington siga suministrando asistencia militar como hasta ahora.

En caso contrario, Kallas quiere dar a entender que la Unión Europea compensaría la pérdida, aunque en ningún momento da cifras o planes sobre cómo podría realizarse. Según el Kiel Institute for the World Economy, que periódicamente actualiza los datos sobre la asistencia militar, humanitaria y financiera entregada ya o comprometida para el futuro, entre febrero de 2022 y el 31 de octubre de 2024, los países miembros y las instituciones de la Unión Europea habían adquirido compromisos bilaterales por valor de 201.260 millones euros, de los que han sido entregados ya 105.860. En el reparto de tareas entre la Unión Europea y Estados Unidos, el papel de Washington es liderar el suministro militar, mientras que Bruselas y los países europeos se encargan ante todo del mantenimiento del Estado, que requiere una financiación continua. Eso explica que, a fecha de octubre, hubiera llegado a Ucrania el 53% de la financiación europea frente al 74% (88.300 millones de euros) de los 118.980 millones que ha prometido aportar Estados Unidos, cuya asistencia ha de ser más rápida para cubrir las enormes necesidades militares de la guerra. En caso de ausencia o reducción importante de la financiación estadounidense, Bruselas tendría que compensar esos más de 100.000 millones y hacerlo de forma continuada y a corto plazo, lo que requeriría un aumento notable del gasto militar, un tema muy polémico y que exigiría recortes en otras partidas.

Al contrario que quien ha sido su vicecanciller, que esta semana se ha mostrado favorable al aumento del gasto militar al 3,5% del PIB -muy por dejado del 5% que exige ahora Donald Trump, pero exactamente la cifra que, según los medios británicos, está dispuesto a aceptar como mínimo-, Olaf Scholz cargó ayer contra el excesivo aumento. “Esto es mucho dinero. Y en realidad significa reducir otras partidas de gasto en unos 150.000 millones o deudas de 150.000 millones al año, o una mezcla de ambas cosas. Por eso creo que es mejor centrarse en el camino que la OTAN ha acordado desde hace tiempo”, declaró el dirigente alemán en referencia al aumento al 2% que los países miembros pactaron tras la anexión de Crimea. El aumento generalizado de las partidas de defensa, que está produciéndose en todos los países de la Unión Europea, no ha supuesto, sin embargo, una mayor autonomía de Estados Unidos, cuyo papel es, pese a las palabras de Kallas, imprescindible si Bruselas aspira a mantener la guerra hasta que Ucrania se encuentre en la posición de fuerza en la que podría imponer los términos a Rusia.

Las dificultades en el frente y la mayor fortaleza militar y económica de Rusia obligan a Ucrania a depender de sus socios a la hora de conseguir un mejor resultado en unas hipotéticas negociaciones. Kiev no esconde que su principal objetivo es lograr un acomodo de seguridad. Sin opciones de una adhesión rápida a la OTAN y con escasas posibilidades de recibir de Estados Unidos unas garantías de seguridad que comprometan a Washington a acudir en defensa de Ucrania en caso de ser atacada, Zelensky ha pasado ya a la tercera opción, la exigencia de tropas occidentales en territorio ucraniano. “Nuestro objetivo es encontrar tantos instrumentos como sea posible para forzar a Rusia a la paz”, afirmó dando por hecho que la presencia de tropas europeas sobre el terreno obligaría a Moscú a ceder. “Creo que ese despliegue de contingentes de socios es uno de los mejores instrumentos”, añadió sin querer comprender que ningún contingente occidental mínimamente importante va a acercarse a la zona del frente mientras no exista un acuerdo con Rusia que evite el riesgo de choque directo, algo que precisaría de una negociación real con el bando ruso que Kiev y sus aliados intentan evitar a toda costa.

Quizá la declaración más sincera del día fuera la de Mark Rutte. “Tenemos que hacer todo lo posible para asegurarnos de que Ucrania tiene lo que necesita en términos de formación, en términos de equipamiento, para prolongar la lucha y prevalecer en ella”, admitió pese a los meses de insistencia en que la continuación del suministro militar a Ucrania era una forma de acortar la guerra. En inferioridad militar desde el fracaso de la contraofensiva de 2023, Kiev y sus aliados no buscan la victoria rápida que añora Zelensky y que ha demostrado no ser posible, sino alargar la guerra en busca de una improbable posición de fuerza en el futuro.

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