sábado, 23 de mayo de 2020

Aprendamos la lección de la pandemia


Javier Solana, Project Syndicate

Entre tantos otros efectos, la pandemia de COVID-19 no ha hecho sino intensificar la ya existente rivalidad geopolítica entre China y Estados Unidos. A raíz de esta tensión, mucho se ha escrito sobre la llamada “Trampa de Tucídides”, con la que el profesor de Harvard Graham T. Allison se refiere al elevado riesgo de conflicto que se da cuando una potencia emergente amenaza con desbancar a una potencia establecida. La teoría de Allison toma su nombre de las crónicas de Tucídides sobre la Guerra del Peloponeso, en la que Esparta logró derrotar a la emergente Atenas. Pese a las constantes alusiones que veníamos haciendo a este episodio histórico, un importante detalle ha pasado más desapercibido: el factor determinante en la victoria espartana fue una plaga que arrasó a un tercio de la población ateniense, incluido Pericles, líder de la ciudad.

Como explica Frank M. Snowden, profesor emérito de Yale, las pandemias han tenido un rol preponderante en los grandes cambios históricos, aunque prevalezcan en el recuerdo los acontecimientos militares y políticos. Por ejemplo, el tifus truncó la invasión napoleónica de Rusia, y se dice que la gripe surgida en 1918, que terminó contrayendo Woodrow Wilson, mermó las habilidades del presidente estadounidense durante la negociación del Tratado de Versalles. Sin embargo, las sociedades occidentales habían perdido la perspectiva del daño estructural que puede causar una enfermedad. Ello a pesar de que hay epidemias en curso —como el cólera y la malaria— haciendo mella en las zonas más pobres del planeta, y de que las últimas décadas nos han traído pandemias globales como el SIDA y la gripe A.

lunes, 18 de mayo de 2020

El discurso genocida de Bolsonaro


Emir Sader

Bolsonaro es responsable por las desgracias que Brasil está experimentando hoy. Desde su aventura de llegar al gobierno a través de mentiras y manipulaciones de internet, pasando por la formación de un gobierno incompetente y ridículo hasta la irrupción de la tragedia de la pandemia. Por supuesto, solo fue capaz de hacer esto porque fue apoyado por las grandes empresas y los medios de comunicación, cuya hostilidad hacia el retorno de un gobierno popular, democrático y soberano justifica la entrega del gobierno del país a un psicópata.

Bolsonaro ha logrado liberarse de las responsabilidades de la pandemia a través de un discurso que mezcla la mala fe, la mentira y la falta de vergüenza, para atribuir las responsabilidades a los demás. Desarrolla un discurso que invierte la realidad, lo absuelve y endilga sobre los otros las responsabilidades de los graves efectos del coronavirus.

En primer lugar, sus responsabilidades provienen de haber subestimado, al comienzo de la pandemia, sus dimensiones y sus efectos, con afirmaciones sobre la "gripecita" o "resfrío". Como resultado, retrasó la preparación del país para la llegada de la pandemia, además de no preparar a las personas para defenderse de ella. Debilitó las medidas iniciales de aislamiento social, las atacó y propuso un aislamiento selectivo imposible. Está respaldado por la posición de quienes dicen que el aislamiento de la mayoría de la población, que vive en condiciones de conglomerados domésticos, los hace más propensos a contraer el virus en casa que a salir a la calle. Que la salida, al mismo tiempo, sería indispensable para lograr las condiciones mínimas de supervivencia.

lunes, 11 de mayo de 2020

¿Qué ocurre con Agamben ?


Jorge Alemán, Página 12

En primer lugar es ofensivo afirmar tranquilamente que desde Antígona no se habían "abandonado en nombre de un riesgo a los seres queridos". No necesito nombrar aquí los distintos genocidios que sumergieron al ser humano en esa tragedia, solamente señalaré que Agamben es sumamente ambiguo cuando se trata de esclarecer lo que él llama el "riesgo".

En su imputación culpabilizante donde los familiares no se despiden de su ser querido ya fallecido, no se trata solamente del riesgo de cada uno, lo que está en juego es la responsabilidad con la salud de la comunidad. Pero luego, Agamben no solo se escandaliza con los "cobardes" que no se acercan al muerto, ¿también la Iglesia es esta vez tratada como "sierva de la ciencia"? Como si la iglesia, la ciencia, los familiares afectados estuvieran todos dominados por un dispositivo técnico que separa la biología corpórea de su existencia cultural. ¿Acaso estamos siempre unificados?

domingo, 10 de mayo de 2020

La epidemia del filósofo


Marco D’Eramo, La Vorágine

"No habrá recuperación. Habrá disturbios sociales. Habrá violencia. Habrá consecuencias socioeconómicas: un desempleo dramático. Los ciudadanos sufrirán drásticamente: algunos morirán, otros se sentirán muy mal”. Éste no es un escatólogo hablando, sino Jacob Wallenberg, vástago de una de las dinastías más poderosas del capitalismo global, que prevé una contracción económica mundial del 30% y un altísimo desempleo como resultado del “cierre general” del coronavirus. Si bien los filósofos temen que nuestros gobernantes estén explotando la epidemia para imponer una disciplina biopolítica, la clase dominante en sí misma parece tener la preocupación opuesta: “Tengo pánico de las consecuencias para la sociedad… Tenemos que sopesar los riesgos de que el medicamento afecte drásticamente al paciente”. El magnate sueco se hace eco del pronóstico de Trump de que la terapia matará al paciente. Si bien los filósofos ven las medidas contra el contagio (toques de queda, fronteras cerradas, restricciones a las reuniones públicas) como un mecanismo de control siniestro, los gobernantes temen que los bloqueos les hagan perder su control.

Al evaluar el impacto de Covid-19, los filósofos en cuestión han citado las páginas extraordinarias sobre la plaga de Disciplina y castigo, donde Foucault describe las nuevas formas de vigilancia y regulación ocasionadas por el brote a fines del siglo XVII. Quien ha tomado la posición más clara sobre la pandemia es Giorgio Agamben, en una serie de artículos combativos que comienzan con ‘La invención de una epidemia‘, publicado por el 26 de febrero de 2020. En este artículo, Agamben describe las medidas de emergencia implementadas en Italia para detener la propagación del virus como “frenéticas, irracionales y completamente infundadas”. “El miedo a la epidemia da rienda suelta al pánico”, escribía, “y en nombre de la seguridad aceptamos medidas que restringen severamente la libertad, justificando el estado de excepción”. Para Agamben, la respuesta del coronavirus demuestra una “tendencia a usar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno”. “Es casi como si, con el terrorismo agotado como origen de medidas excepcionales, la invención de una epidemia ofreciera el pretexto ideal para defenderlos más allá de cualquier limitación”. Agamben reafirmó estas ideas en otros dos textos que aparecieron en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet a mediados de marzo.

sábado, 9 de mayo de 2020

Volver a la «normalidad» sería autocondenarse


Leonardo Boff, Koinonia

Cuando pase la pandemia del coronavirus no nos estará permitido volver a la «normalidad» anterior. Sería, en primer lugar, un desprecio a los miles de personas que han muerto asfixiadas por el virus, y una falta de solidaridad con sus familiares y amigos. En segundo lugar, sería la demostración de que no hemos aprendido el mensaje de lo que, más que una crisis, es un llamado urgente a cambiar nuestra forma de vivir en nuestra única Casa Común. Se trata de un llamamiento de la propia Tierra viva, ese superorganismo autorregulado del que somos su parte inteligente y consciente.

Volver a la anterior configuración del mundo, hegemonizado por el capitalismo neoliberal, incapaz de resolver sus contradicciones internas –y cuyo ADN es su voracidad por un crecimiento ilimitado a costa de la sobreexplotación de la naturaleza y la indiferencia ante la pobreza y la miseria de la gran mayoría de la humanidad producida por ella–, es olvidar que dicha configuración está sacudiendo los cimientos ecológicos que sostienen toda la Vida en el planeta. Volver a la “normalidad” anterior (business as usual) sería prolongar una situación que podría implicar nuestra propia destrucción.

viernes, 8 de mayo de 2020

La OIT denuncia que 1.600 millones de trabajadores deberán elegir entre "morir de hambre o morir por el virus"

El organismo también dibuja un duro golpe para los países de ingresos más bajos, donde la economía sumergida supone un 90% del empleo.


La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha alertado este jueves de que 1.600 millones de trabajadores informales en todo el mundo se están enfrentando al dilema de "morir de hambre o morir por el virus", ante la falta de medios materiales para subsistir durante los periodos de confinamiento y medidas extraordinarias establecidas por varios gobiernos a nivel mundial.

"La crisis de la covid-19 está exacerbando las vulnerabilidades y las desigualdades existentes", ha asegurado el jefe del servicio Inwork de la OIT, Philippe Marcadent. "Las respuestas políticas deben garantizar que el apoyo llegue a los trabajadores y a las empresas que más lo necesitan", ha agregado.

El organismo con sede en Ginebra ha alertado de que estos 1.600 millones de trabajadores, de los más de 2.000 millones que hay a nivel mundial, no pueden depender de esquemas de protección contra el desempleo, al estar en situación laboral irregular, y tampoco disponen de ahorros que les permitan cumplir con las medidas de confinamiento y no ir a trabajar.

"Morir de hambre o morir por el virus es el dilema demasiado real al que se enfrentan muchos trabajadores de la economía sumergida", ha destacado la OIT en un informe presentado este jueves.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Franceses enfermaron en octubre de coronavirus tras participar en los Juegos Militares Mundiales


Varios deportistas de la delegación francesa que viajó a Wuhan para participar en los Juegos Militares Mundiales, a finales de octubre, aseguran haber estado enfermos con síntomas similares a los del coronavirus a su regreso de China, publican medios franceses este martes 5 de mayo. Desde el anonimato, uno de los 401 atletas del ejército que representaron a Francia en Wuhan cuenta en la cadena "BFM TV" que tras volver estuvo enfermo con fiebre, dificultades para respirar y sin poder moverse de la cama durante tres días.

En ese momento, descubrió en las redes sociales que varios de sus compañeros de delegación también estuvieron enfermos con síntomas similares. En paralelo, toma peso estos días el testimonio de otra de las participantes, la campeona mundial de pentatlón moderno, Elodie Clouvel, que a finales de marzo comentó en una entrevista en la cadena local "Loire 7" que creía haber pasado el coronavirus.

Consultada el 25 de marzo sobre su preocupación de viajar a Japón para participar en los Juegos Olímpicos este verano (antes de que los retrasaran), Clouvel dijo que no le daba miedo porque creía haberla pasado ya, al igual que su pareja, el deportista Valentin Belaud. "Estuvimos en Wuhan en los Juegos Mundiales militares de finales de octubre y resulta que después todos caímos malos. Valentin faltó tres días al entrenamiento. Yo también estuve enferma. Tuve síntomas que no había tenido antes, pero no nos preocupamos, porque no se hablaba de ello entonces", dijo.

domingo, 3 de mayo de 2020

Un Imperio en Caída libre

Convivir con los muertos es difícil. Nueva York en estos días te muele el cerebro.


Roberto Brodsky, Rialta

Es difícil dormir, difícil leer, difícil ver películas. Sería necesario suspender la incredulidad un momento por breve que fuera, pero así no se puede. Convivir con los muertos es difícil. Nueva York en estos días te muele el cerebro.

Los primeros diez días de abril fueron estremecedores. Día y noche sólo se escucharon las sirenas circulando por la Sexta Avenida y la calle Canal. A veces subía a la terraza del edificio a mirar, pero era para no ver nada. El martes 7 murieron 779 personas; el miércoles la cifra subió a 799, a razón de 33 cada hora; el jueves bajó un poco, hasta 777; el viernes volvió a subir a 783; el sábado santo se estabilizó en 758 y el domingo de gloria hubo 671 muertos en veinticuatro horas, lo que significaba que la ciudad había alcanzado un punto de quiebre entre el número de fallecidos diarios y el número de entubados en los hospitales. Es decir, se había roto la ecuación fatal que nivelaba el déficit de equipamiento sanitario con el ingreso de nuevas pacientes a las salas de emergencia, con el resultado de cientos de víctimas al día que se acumulaban en morgues improvisadas. Si los fallecidos se mantenían alrededor del medio millar, o incluso si subían ostensiblemente y bajaba el número de hospitalizaciones, Nueva York podía considerar, si no del todo superada, al menos sí controlada la peor semana de la pandemia, con más de diez mil muertos entre los más de ocho millones de residentes repartidos entre Manhattan, Brooklyn, Queens, el Bronx y Long Island.

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