sábado, 30 de noviembre de 2024

Los avances rusos en Ucrania son un duro golpe para Biden


Nahia Sanzo, Slavyangrad

“Las fuerzas rusas están avanzando en Ucrania al ritmo más rápido desde los primeros días de la invasión de 2022, tomando un área de la mitad del tamaño de Londres en el último mes, dijeron el martes analistas y blogueros de guerra”, admitía el miércoles Reuters. La realidad del frente de Donbass no puede ser ocultada con el discurso de recuperación del territorio por medio de la diplomacia, la paz a través de la fuerza o la constante mención a los daños que los misiles occidentales y drones de producción propia hacen en la retaguardia rusa y que, evidentemente, no están consiguiendo su objetivo principal, evitar que las tropas rusas avancen en la guerra terrestre.

“«Rusia ha establecido nuevos récords semanales y mensuales para el tamaño del territorio ocupado en Ucrania», dijo el grupo de noticias independiente ruso Agentstvo en un informe. El ejército ruso capturó casi 235 kilómetros cuadrados en Ucrania durante la semana pasada, un récord semanal para 2024, dijo. Las fuerzas rusas habían tomado 600 kilómetros cuadrados en noviembre, agregó, citando datos de DeepState, que estudia las imágenes de combate y proporciona mapas de la línea del frente”, añadía el parte de guerra de la agencia de noticias occidental, que no especificaba que dichos avances se han producido en la parte más fortificada del frente, la línea de separación heredada de la guerra de Donbass y preparada para la defensa a lo largo de los ocho años que se extendió ese conflicto bélico.

Los avances en el frente, la capacidad de su economía de resistir a la guerra económica y la creciente presión militar a la que está siendo sometida por parte de la táctica de la escalada progresiva occidental hace que no sea el momento más propicio para acercar a Rusia a una negociación. “A juzgar por lo que está sucediendo ‘en el campo de batalla’, todavía estamos muy lejos de una solución política y diplomática de la crisis”, afirmó ayer Sergey Lavrov, mostrando confianza en que la Federación Rusa será capaz de lograr sus objetivos y reprochando a Occidente no haber escuchado a Moscú en su planteamiento de las últimas líneas rojas y el riesgo de respuesta.

El martes, Reuters constataba lo que Vladimir Putin ya había comunicado en su discurso a la nación: el misil hipersónico disparado la pasada semana contra Yuzhmash en Dnipropetrovsk como respuesta al inicio de los bombardeos con misiles occidentales en territorio ruso se había realizado sin carga explosiva. En otras palabras, las explosiones, causadas por el mero impacto de una gran masa a gran velocidad, no buscaban la destrucción -Rusia es consciente de que la fábrica soviética fue construida para soportar una guerra-, sino que era un mensaje, una advertencia que contenía la amenaza de que, la próxima vez, el misil podría estar cargado. Rusia dispone también de medios para realizar una escalada progresiva.

Ante las dificultades, Estados Unidos trata de aprovechar al máximo el tiempo y los recursos de los que dispone. Se sabe ya que la Casa Blanca ha perdonado una parte de la deuda ucraniana y que empleará los alrededor de 7.000 millones de dólares que aún restan de los fondos aprobados por el Congreso la pasada primavera. Teniendo en cuenta la estrategia de Ucrania de apostar gran parte de su suerte en la efectividad de los misiles, es de esperar que los ATACMS tengan una especial prevalencia -aunque quizá limitada por cuestiones de stock- en esos paquetes. En los últimos días y ante el evidente nerviosismo ucraniano, Jake Sullivan, Asesor de Seguridad Nacional de Joe Biden y una de las figuras más importantes en la política exterior de la Casa Blanca estos últimos cuatro años, ha insistido en que el problema de Ucrania no es de armamento, sino de personal.
“¿Hemos observado una diferencia notable desde que suministramos tanques a Ucrania en lo que respecta al campo de batalla? Del mismo modo, en cuanto a los F-16, ¿hemos visto una diferencia notable? Nuestra opinión es que no hay ningún sistema de armamento que marque la diferencia en esta batalla. Se trata de recursos humanos y, en nuestra opinión, Ucrania necesita hacer más para reforzar sus líneas en lo que se refiere al número de fuerzas de las que dispone en el frente”
, afirmó en una aparición en NPR. Avalan esta versión los comentarios de los comandantes del frente de Donbass, que se quejan a la prensa de forma cada vez más insistente de la falta de relevo, la elevada edad de los reclutas o los problemas médicos que padecen. Según The Economist, que citando a UAlosses cifra en 60.455 los soldados ucranianos caídos que han sido identificados (el equivalente ruso, Mediazona, mucho más exhaustivo, cifra las bajas identificadas rusas en 79.819), “las cifras sugieren que más del 0,5% de la población ucraniana en edad de combatir (18-49 años) antes de la guerra ha muerto”.

Contradiciendo la afirmación de Sullivan, que parecía indicar la necesidad de una nueva movilización o de la rebaja de la edad de reclutamiento, Joe Biden y su administración observan también carencias en las armas. Según informa esta semana Político, un medio con buenas conexiones en el Partido Demócrata, la Casa Blanca pretende realizar un intento de lograr que el Congreso apruebe un nuevo paquete de asistencia militar para Ucrania antes de que finalice la actual legislatura. “El Presidente Joe Biden está solicitando discretamente a los legisladores otros 24.000 millones de dólares para ayudar a Ucrania y reemplazar las armas estadounidenses que se han enviado a la lucha contra Rusia antes de dejar el cargo”, afirma el medio estadounidense, que ha tenido acceso a los documentaos pertinentes. Es improbable que Joe Biden pueda obtener los apoyos legislativos necesarios teniendo en cuenta la situación actual, más complicada que la pasada primavera, cuando precisó de meses de negociaciones para alcanzar su objetivo, pero incluso si lo consiguiera, tan solo un tercio de esa cantidad estaría destinada a armamento para Kiev, mientras que el 66% restante buscaría reponer las existencias estadounidenses.

Pese a los problemas de personal, la constante exigencia de armamento y las notables dificultades que Ucrania está teniendo para defender sus posiciones en zonas muy preparadas para ello, Kiev no se conforma. En agosto, cuando la situación en Donbass se complicaba ya para Ucrania, el equipo de Zelensky decidió enviar a algunas de sus mejores unidades a la aventura de Kursk, que aún no ha dado resultados estratégicos y donde Rusia recupera progresivamente terreno. Y ahora que las dificultades han aumentado lo suficiente como para que Joe Biden envíe, en un tono de cierta desesperación, minas antipersona para intentar ralentizar los progresos rusos en la lucha cuerpo a cuerpo, la prensa ucraniana anticipa una nueva contraofensiva. “Detener al enemigo es esencial», declaró Syrsky, que añadió que la victoria es imposible si las Fuerzas Armadas de Ucrania solo juegan a la defensiva. Tenemos que tomar la iniciativa y contraatacar. Debemos hacerlo y lo haremos. Dónde y cuándo: permanezcan atentos”.

Para justificar una posición más fuerte que la real, el comandante en jefe inventa una situación crítica en la región de Pokrovsk que ya habría sido solventada. En realidad, Rusia, que avanza ligeramente en dirección a la localidad, no ha iniciado la operación de aproximación y flanqueo con la que, en el futuro, pretende obligar a las tropas ucranianas a retirarse de esta posición estratégica. Más allá de lo cuestionable de las posibilidades de una ofensiva ucraniana, Kiev necesita mantener la tensión e insistir en su capacidad de ataque. Al fin y al cabo, sus ambiciones no han disminuido. Como ha afirmado Andriy Ermak en declaraciones a la prensa alemana, Ucrania estaría dispuesta a iniciar negociaciones de paz cuanto “todas las fuerzas en conflicto muestren que están dispuestas a cesar el fuego” y la situación haya vuelto “al estado del 23 de febrero de 2022”, una oferta que Ucrania rechazó en junio de 2022, cuando aún estaba sobre la mesa.

Las contradicciones del discurso son tan marcadas que Ucrania se jacta de sus misiles occidentales, exagera hasta la saciedad las bajas rusas, anuncia por enésima vez que el desgaste pasa factura a Moscú, califica de debilidad la presencia norcoreana y sugiere que pronto habrá nuevas ofensivas al mismo tiempo que empieza a comprender que, quizá, la oferta rusa de Estambul no fuera un mal punto de partida.


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