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martes, 8 de abril de 2025

Por qué, tarde o temprano, el capitalismo necesita la Guerra

El profesor de Filosofía Moral de la Universidad de Milán entra en el debate sobre la guerra y el rearme con una lectura muy crítica del capitalismo. Según el análisis de Andrea Zhok, el libre mercado, para sobrevivir, requiere un crecimiento continuo. Cuando el crecimiento se detiene, el sistema entra en crisis. Y las soluciones tradicionales –innovación tecnológica, explotación de la fuerza de trabajo, expansión de los mercados– ya no son suficientes. Desde esta perspectiva, argumenta Zhok, la guerra se convierte en el último recurso, ofreciendo al sistema económico un mecanismo de destrucción, reconstrucción y control social.
El mensaje "Capitalismo = Guerra" en una pared de Noruega


Andrea Zhok, Krisis

1. La esencia del capitalismo

El vínculo entre capitalismo y guerra no es accidental, sino estructural e ineludible. Pese a que la literatura autopromocional del liberalismo siempre ha intentado argumentar que el capitalismo —traducido como ‘dulce comercio’— era una vía privilegiada hacia la pacificación internacional, en realidad esto siempre ha sido una flagrante falsedad. Y no porque el comercio no pueda ser vehículo de paz —puede serlo—, sino porque la esencia del capitalismo NO es el comercio, que no es más que uno de sus posibles aspectos.

La esencia del capitalismo consiste en una cosa y sólo una cosa. Es un sistema social idealmente acéfalo, es decir, idealmente desprovisto de orientación política, pero impulsado por un único imperativo categórico: el aumento del capital en cada ciclo de producción. El núcleo ideal del capitalismo es la necesidad de que el capital rinda, es decir, de que aumente el propio capital. La dirección de este proceso no se confía a la política -y menos aún a la política democrática- sino a los detentadores del capital, a quienes encarnan las exigencias de las finanzas.

Es importante darse cuenta de que el punto crucial para el sistema no es que “siempre haya más capital” en el sentido objetivo, es decir, que el stock de dinero siempre aumente; momentáneamente puede incluso reducirse. La cuestión es que siempre debe existir la perspectiva general de un aumento del capital disponible. En ausencia de esta perspectiva –como en una condición persistente de ‘estado estacionario’ de la economía– el capitalismo deja de existir como sistema social, porque desaparece el ‘piloto automático’ representado por la búsqueda de salidas para las inversiones.

sábado, 5 de abril de 2025

Un fantasma recorre Europa: el fantasma del nihilismo

La modernidad liberal celebra el progreso y al individuo, pero su luz proyecta una sombra inquietante: el nihilismo. Privado de significados compartidos y raíces profundas, Occidente corre el riesgo de desmoronarse. Andrea Zhok, profesor de Filosofía Moral en la Universidad Estatal de Milán, revela las causas de este declive: un capitalismo que reduce a los ciudadanos a consumidores sin memoria y transforma las democracias en oligarquías financieras. Al concluir su análisis, el profesor se pregunta: ¿qué futuro le espera a una civilización que ha perdido su alma?

Andrea Zhok, Krisis

En resumen

La paradoja del progreso occidental El individualismo liberal y el capitalismo global han generado un nihilismo que corroe los valores fundacionales de Occidente. Mientras exporta su modelo, la sociedad occidental muestra vacío existencial e incapacidad de diálogo intercultural.

De la libertad a la alienación El sujeto liberal, reducido a un consumidor sin raíces históricas, sacrifica toda identidad colectiva en aras de la satisfacción individual. Esta «libertad negativa» produce individuos desestructurados y sociedades sin cohesión.

El capitalismo como máquina nihilista El sistema transforma la acumulación de capital en un imperativo absoluto, debilitando la política y creando oligarquías financieras. La cuantificación económica borra el pasado y el futuro, aplastando todo en la moneda presente.

El retorno de las tradiciones en Eurasia Tras las revoluciones que negaron el pasado, Rusia y China han reconstruido identidades colectivas recurriendo a tradiciones premodernas: la ortodoxia y el confucianismo. Una recuperación instrumental para recomponer internamente los países, pero que también representa un rechazo del nihilismo occidental.

Occidente en la encrucijada: ¿renacimiento o declive? La pérdida de las raíces espirituales y el control social neoliberal sitúan a Occidente en un punto de inflexión: recuperar una planificación compartida o hundirse en derivas autoritarias mediante la creación de enemigos externos.

Un fantasma ronda por Europa, pero no es el del comunismo evocado por Karl Marx y Friedrich Engels. Es algo más insidioso: el fantasma del nihilismo. Mientras Occidente exhibe los trofeos del progreso tecnológico y el individualismo liberal, en sus cimientos se propaga un vacío existencial que corroe la esencia misma de nuestra civilización. Pero, ¿qué se esconde detrás de este nihilismo generalizado? ¿Por qué parece afectar especialmente a la sociedad occidental? ¿Y cómo se entrelaza con la afirmación del capitalismo global y la pérdida de identidad? Para responder a estas preguntas, hemos consultado al profesor Andrea Zhok, profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Milán.

El nihilismo, concepto surgido en la Rusia del siglo XIX y replanteado por Friedrich Nietzsche, se ha materializado hoy en la crisis espiritual de Occidente. Ya no es solo una abstracción filosófica, sino una realidad tangible que se manifiesta en la erosión sistemática de todo valor compartido. Paradójicamente, precisamente cuando exporta su modelo de desarrollo a todo el mundo, Occidente muestra signos de un profundo malestar: ha perdido progresivamente la capacidad de confrontarse auténticamente con otras culturas, sustituyendo el diálogo por una homogeneización global que anula toda diferencia. Como destaca el antropólogo Emmanuel Todd en su último ensayo, La derrota de Occidente, esta deriva ha desencadenado reacciones imprevistas.

La afirmación de un presunto «bloque conservador» liderado por Rusia podría representar una respuesta al nihilismo liberal, un intento de contraponer los valores tradicionales a la pérdida de sentido occidental. Pero, ¿estamos realmente ante una alternativa creíble o simplemente ante otra forma de ideología? El panorama se complica aún más si tenemos en cuenta la crisis espiritual actual. Todd identifica en la «vaporización» de la ética protestante --en su día un pilar de la disciplina social y la cultura del trabajo-- uno de los factores clave del declive occidental. En su lugar ha surgido un individualismo radical, carente de raíces y referencias.

domingo, 16 de marzo de 2025

Nos encanta la guerra

Este es tu casco, esta es la bayoneta de tu abuelo, por favor, después de ti.

Andrea Zhok. Arianna Editrice

En el primer volumen de los “Cuadernos de la cárcel”, Gramsci dedica un extenso y justificadamente famoso análisis a la naturaleza de la clase intelectual y su función. Escribe:
"Los intelectuales tienen la función de organizar la hegemonía social de un grupo y su dominación estatal, es decir, el consenso dado por el prestigio de la función en el mundo productivo y el aparato de coerción […] para aquellos momentos de crisis de mando y dirección en los que el consenso espontáneo entra en crisis"
Si un estudioso quisiera buscar un ejemplo preclaro de esta función de los intelectuales en la Italia contemporánea, no podría encontrar mejor ejemplo que el artículo de Antonio Scurati, aparecido hoy en las páginas de Repubblica, titulado: “¿Dónde están ahora los guerreros de Europa?” (con la palabra ‘guerreros’ subrayada en cursiva).

El texto es admirable, porque la tarea asignada por los comisarios era sin duda de una complejidad extraordinaria.

La situación que el intelectual está llamado a abordar es crítica.

Por razones inconfesables, la cadena de mando europea desea hoy impulsar una ‘monstruosa’ sangría de recursos públicos en nombre de la seguridad y el rearme.
Aunque aturdidos por reality shows, talk shows y sustancias psicotrópicas —en orden decreciente de nocividad—, los ciudadanos europeos parecen manifestar cierta inquietud ante la aparición de este colosal pepino volando a baja altura.

sábado, 28 de septiembre de 2024

Andrea Zhok: "Israel ganará todas las batallas y perderá la guerra"


Andrea Zhok, L'AntiDiplomatico.it

Me parece que la evolución del ataque israelí al Líbano describe una situación que no es inesperada, pero quizás más clara de lo que podría haberse previsto.

Israel está demostrando dos cosas: 1) que es militarmente mucho más fuerte que cualquier otro adversario en la zona, exhibiendo absoluta superioridad tecnológica; 2) no reconocer límites morales al ejercicio de la violencia y al propio poder.

En cuanto al primer punto, parece que Israel destruyó la capacidad de comunicaciones internas de Hezbollah desde el principio, el primer día, y en la guerra de hoy, la coordinación a través de una comunicación efectiva es tan importante como los misiles. El sistema antiaéreo de Hezbollah parece inexistente y, por tanto, Israel tiene el dominio total de los cielos. Evidentemente, la inteligencia israelí se ha infiltrado en el Líbano a todos los niveles desde hace algún tiempo y esto ha permitido la identificación de cuarteles militares, depósitos de armas, etc.

miércoles, 26 de junio de 2024

La pregunta no es si habrá guerra, sino qué guerra habrá


Andrea Zhok, Arianna Editrice

Hace unos días, el Presidente serbio Vučić expresó su gran temor de que nos separen tres o cuatro meses de la Tercera Guerra Mundial. Ya sea una evaluación realista o tal vez una aprensión excesiva por parte de quienes ya han experimentado de primera mano el carácter "eminentemente defensivo" de la OTAN, esto sólo lo descubriremos viviendo. Sin embargo, ahora podemos hacer algunas consideraciones generales sobre las líneas de tendencia emergentes.

Desde el punto de vista de una confrontación directa entre grandes potencias militares, la cuestión crucial se refiere a la percepción interna del carácter "decisivo" del conflicto regional en curso. Para Rusia está muy claro, y lo ha estado desde el principio, que se trataba de una amenaza percibida como existencial. Aquí la asimetría del enfrentamiento debe ser bien percibida: en la guerra de la OTAN en Ucrania Rusia es, para Occidente, formalmente el agresor, habiendo violado las fronteras ucranianas con sus tropas. Pero Rusia se siente atacada porque ha visto año tras año los preparativos de la OTAN en sus fronteras (ejercicios conjuntos, construcción de infraestructura militar, cambio de régimen tras el golpe en Maidan, persecución de sus minorías en Ucrania, etc.). Estos acontecimientos fueron lamentados como precursores de una agresión directa o del posicionamiento de una ventaja estratégica que potencialmente pondría en jaque las defensas rusas.

domingo, 9 de junio de 2024

La parábola de Occidente y el nuevo Potlatch

El Occidente dirigido por Estados Unidos es incapaz de reconocer ningún «Plan B» y, por otra parte, comprende que el «Plan A» resulta físicamente infranqueable por la existencia de innegables contrapoderes. Esta situación sólo produce una tendencia obstinada, la de trabajar para hacer desaparecer esos contrapoderes internacionales.

Andrea Zhok, l'antidiplomatico

En el marco político internacional que caracteriza esta fase histórica, hay un factor que me parece sumamente preocupante. Se trata de la combinación, en el mundo occidental, de 1) un factor estructural y 2) un factor cultural. Intentaré esbozar los aspectos básicos de esto de forma deliberadamente esquemática.

1.- El Factor Estructural


Es sabido que Occidente ha adquirido una posición hegemónica mundial en los últimos tres siglos. Lo ha hecho gracias a ciertas innovaciones (europeas) que le han permitido aumentar decisivamente la producción industrial y la tecnología militar.

Durante el siglo XIX, Occidente impuso sus leyes, o contratos, a prácticamente todo el mundo. Algunas partes del mundo, como América del Norte y Oceanía, han cambiado radicalmente su configuración étnica, convirtiéndose en asentamientos estables de poblaciones de origen europeo. Los imperios asiáticos de miles de años de antigüedad se encontraron en un estado de protectorado, colonia o sometimiento. África se convirtió en una fuente de mano de obra y materias primas gratuitas.

Todo esto ocurrió a la luz de un modelo económico que estructuralmente necesitaba un crecimiento constante para mantener su funcionalidad, incluida la paz interna.

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