viernes, 8 de agosto de 2025

El camino incierto de la diplomacia


Nahia Sanzo, Slavyangrad

El encuentro entre Vladimir Putin y Steve Witkoff, enviado de Trump tanto para Oriente Medio como para Rusia, sigue marcando la actualidad política alrededor del conflicto rusoucraniano y quizá, al menos en parte, también la militar. Como en días anteriores, Ucrania ha continuado atacando con sus drones instalaciones energéticas de la Federación Rusa. Sin embargo, no se ha producido ningún gran ataque con misiles por parte de Rusia tal y como se especulaba ayer, cuando se observaban indicios de esa posibilidad. Solicitada por el Kremlin -esa fue al menos la afirmación de Donald Trump, que antes del viaje de Witkoff no mostraba grandes esperanzas de lograr avances significativos-, la reunión era el último cartucho del que disponía Rusia antes de que expirara el ultimátum del 8 de agosto marcado por la Casa Blanca para mostrar progresos tangibles hacia la paz. Hasta ahora, Moscú había mantenido la retórica de normalidad, había continuado su actuación en el frente sin cambios reseñables -ni aceleración de la guerra terrestre, ni aumento o reducción de los ataques en la retaguardia-, había restado importancia a la amenaza de las sanciones contra Rusia y deslegitimado las amenazas de sanciones secundarias a los clientes de su sector energético.

“Parece que Rusia está ahora más abierta a un alto el fuego. La presión sobre ellos está funcionando”, afirmó después de que se conocieran los primeros detalles de la reunión en Moscú Volodymyr Zelensky. Siguiendo la tendencia de aplicar una dosis de triunfalismo a cualquier acontecimiento -como prueba que esta semana Ucrania esté celebrando el “éxito” de la operación de Kursk ahora que se cumple un año de su inicio-, el presidente de Ucrania celebró de forma anticipada una versión de la reunión de la que únicamente conocía el texto publicado por Donald Trump. Como ya se intuía por el mensaje de Donald Trump, única fuente que daba a entender que Rusia y Estados Unidos habían acordado una reunión a tres en la que participaría también Volodymyr Zelensky, por la mañana el optimismo se redujo notablemente al conocerse la versión de Moscú. Según Yury Ushakov, el asesor más importante de Vladimir Putin en materia de política internacional, Moscú y Washington llegaron a un principio de acuerdo para celebrar, a la mayor brevedad, una cumbre entre los dos presidentes. A la pregunta de si se produciría un encuentro con el presidente ucraniano, Vladimir Putin insistió ayer en su comparecencia junto al presidente de los Emiratos Árabes Unidos, uno de los candidatos a albergar la reunión con Donald Trump, en que dicha reunión requeriría de un trabajo previo que aún no se ha realizado. Mientras el presidente estadounidense da a entender que existe la posibilidad de imponer esa reunión a tres, el ruso insiste en una cumbre a dos y deja para un futuro en el que se hayan negociado los aspectos importantes de la guerra un cara a cara con Zelensky.

“Putin acepta reunirse con Trump, pero no con Zelensky. Así que nos dedicamos a hablar de Ucrania sin el modo Ucrania. Desearía entender a la gente que dice que Rusia está mostrando debilidad”, escribió el periodista opositor ruso Leonid Ragozin. La indignación se extendió entre los periodistas que cubren habitualmente la guerra. “Ushakov afirma que Witkoff y Putin mantuvieron una conversación «muy constructiva» sobre Ucrania y las perspectivas de cooperación estratégica entre Estados Unidos y Rusia. Sin alto el fuego, sin concesiones del Kremlin, al parecer, solo más intentos de ganar tiempo”, escribió Yaroslav Trofimov, corresponsal en the The Wall Street Journal, que añadió que “Putin dice que las condiciones están lejos de ser propicias para una reunión con Zelensky. Si logra una cumbre con Trump sin Zelensky y sin un acuerdo de alto el fuego en Ucrania, será un sueño del Kremlin hecho realidad”. Y en referencia al acrónimo TACO -Trump Always Chickens Out, Trump siempre se acorbarda- utilizado por la oposición a Trump, el periodista comentó que “pedirán tacos a raudales”. El pesimismo de la prensa se extendió también a los think-tankers. “Lamentablemente, parece que el resultado de la fecha límite de Trump representa una oportunidad para Putin y un grave peligro para Ucrania y Europa. Trump llegará a esta reunión sin ninguna influencia. Putin se comerá el TACO”, escribió Janis Kluge, un habitual comentarista del conflicto. “Trump está dando a Putin lo que quiere”, añadía la guerrera informativa Jessica Berlín, representante del sector más beligerante de los halcones europeos.

La aclaración rusa a lo que siempre pareció un exceso verbal de Donald Trump supuso ayer un jarro de agua fría para Ucrania y sus aliados europeos, que durante horas no fueron capaces de asimilar que, una vez más, han sido excluidos de las negociaciones y ni siquiera se les ha dado información completa. Las primeras reacciones no se produjeron hasta ayer por la tarde, cuando Volodymyr Zelensky comenzó otra vez a exigir que Rusia acepte un alto el fuego y a insistir en la reunión cara a cara con Vladimir Putin que apenas unas horas antes creía haber obtenido. “La postura de Europa es clara. Apoyamos plenamente a Ucrania. Seguiremos desempeñando un papel activo para garantizar una paz justa y duradera”, escribió Úrsula von der Leyen en una sutil forma de exigir que la UE esté representada en un proceso de resolución de la guerra en el que Estados Unidos solo espera que corra con los gastos. En este sentido, las palabras más relevantes son las de Volodymyr Zelensky que, para informar de su conversación con Emmanuel Macron, escribió que “estamos coordinando nuestras posiciones y, por igual, vemos la necesidad de una visión europea común sobre cuestiones clave de seguridad para Europa. Mucho depende, tanto ahora como a largo plazo, de la prudencia y la eficacia de cada paso que tomen Europa y Estados Unidos”.

Los países europeos y Ucrania aceleran el paso para coordinar una postura conjunta ante la posibilidad de que Donald Trump modifique nuevamente su postura para volver a ver en las propuestas rusas una vía hacia la resolución y en las reticencias ucranianas una forma de bloqueo. Conocido por sus rápidos cambios de parecer, Trump ha modificado incluso las cifras que había dado hace apenas unos días. Si la semana pasada Rusia había perdido 100.000 soldados muertos en la guerra este año, la cifra dada por el presidente de Estados Unidos después de la reunión de Witkoff y Putin se redujo a la quinta parte, 20.000.

Aunque manteniendo la cautela, especialmente teniendo en cuenta que la amenaza de sanciones perdura y que ninguna opinión de Donald Trump es permanente, Rusia ha reaccionado con cierto optimismo a los acontecimientos de las últimas horas. “Hubo una oferta de la parte estadounidense que la parte rusa considera aceptable”, sentenció ayer Yury Ushakov, que no dio ningún indicio de cuáles fueron esos términos. Ante la especulación, el asesor de Zelensky Dmitro Lytvyn restó veracidad a que la supuesta propuesta publicada por un medio polaco. Según Onet, Estados Unidos ofrecía un alto el fuego y no la paz, congelar la cuestión territorial 49 o 99 años y no daría garantías de no expansión de la OTAN ni de suspensión de la asistencia militar a Ucrania. La propuesta solo difiere de la presentada como “final” por Steve Witkoff hace varios meses en que, en aquella ocasión, Estados Unidos ofrecía reconocer la soberanía rusa de Crimea. Los términos fueron considerados inaceptables por Ucrania y sus aliados europeos, que por medio de la prensa calificaron la propuesta de favorable a Rusia.

Pese a la apariencia de acercamiento, la realidad es que incluso la reunión entre Putin y Trump es incierta. Ayer Trump negó la información dada por la Casa Blanca, que había supeditado el enceuntro a que Rusia acepte reunirse con Zelensky. La negociación no ha comenzado aún y Estados Unidos ni siquiera sabe a ciencia cierta cuáles son los términos que quiere imponer. Pero incluso aunque se produzca una reunión a dos o a tres, no hay que olvidar que el movimiento de la negociación de una resolución a esta guerra no solo no es lineal sino que, en ocasiones, parece caminar en círculos. “Un buen día de reuniones con Rusia y Ucrania”, escribió Donald Trump el 25 de abril, para añadir que “están muy cerca de un acuerdo y las partes deberían reunirse ahora a alto nivel y terminarlo. Gran parte de los puntos importantes ya están acordados. Detened el derramamiento de sangre, AHORA”. Pese a las palabras del presidente de Estados Unidos, ninguno de los puntos importantes -seguridad, territorio, estatus de la frontera, cuestiones humanitarias, derechos de la población rusoparlante en Ucrania y ucraniana en los territorios rusos, sanciones, reconstrucción, reparaciones- había sido negociado entre las partes, por lo que era materialmente imposible que el acuerdo estuviera cerca.

Por aquel entonces, el trabajo se limitaba aún a la diplomacia de lanzadera, una serie de reuniones con las que Estados Unidos buscaba lograr una hoja de términos, las condiciones reales de negociación de las partes, para tratar de combinarlas e imponerlas como acuerdo de paz. Desde entonces, han pasado más de tres meses, pero este mismo miércoles, el secretario de Estado de Estados Unidos, afirmaba haber conocido “por primera vez” los términos reales rusos. Cómo, sin saber cuáles eran las exigencias rusas Estados Unidos estuvo hace casi cuatro meses a punto de lograr un acuerdo de paz es algo que ni Marco Rubio ni Donald Trump han explicado.

El ejemplo es también una advertencia sobre dar por hecho que la reunión entre presidentes vaya a dar lugar a un verdadero proceso diplomático o un alto el fuego capaz de convertirse en la base sobre la que construir una paz entendida, no necesariamente como ausencia de conflicto, pero al menos sí como ausencia de guerra. Ese parece ser el objetivo de Donald Trump, deseoso de lograr ese éxito para dejar en manos de los países europeos la cuestión ucraniana, especialmente su financiación, aunque gracias a los beneficios económicos que implica, seguirá suministrando armas. Como afirmó la pasada semana Vladimir Putin en referencia al enfado de Trump por la tardanza en lograr un alto el fuego, “la decepción parte de unas expectativas exageradas”.

Aunque el compromiso de Estados Unidos, principal proveedor de esta guerra, es un elemento esencial para detener la guerra, de ahí que fuera imposible durante toda la era Biden, las posturas continúan siendo opuestas en el punto más importante que Rusia y Ucrania tendrán que tratar en algún momento de las futuras negociaciones, la seguridad, la presencia de tropas extranjeras en Ucrania y la expansión de la OTAN. Las dificultades para llegar a un acuerdo de resolución, una fórmula para congelar el conflicto o detenerlo temporalmente no se deben únicamente a las posturas opuestas en cuestiones clave, sino al papel de actores secundarios cuya opinión también es relevante.

“La cuestión es que nos parece que hoy fue productivo porque ahora tenemos una idea de las condiciones bajo las cuales los rusos estarían listos para poner fin a la guerra. Quizás estas condiciones sean inaceptables para Ucrania —o, francamente, para cualquier otro país—, pero al menos ahora tenemos algo con lo que trabajar. Porque no creo que una reunión a nivel de líderes sea posible si las partes aún no tienen un acercamiento suficiente. De lo contrario, una reunión así sería inútil. Queremos llevar el proceso a una etapa en la que el presidente pueda unirse y completarlo. Así que no puedo anticipar cuánto tiempo tomará. Podrían ser horas, días o incluso semanas; simplemente no lo sabemos. Pero lo estamos intentando”, afirmó en una entrevista el miércoles por la noche Marco Rubio. Ni siquiera el secretario de Estado del país que presentó la oferta a una de las partes de la guerra confía en exceso en las posibilidades de que la iniciativa llegue a buen puerto. En el comentario de Rubio puede entenderse una mención a los países europeos, cuya postura es muy diferente a la de Donald Trump. Aunque ambas orillas del Atlántico buscan un alto el fuego, sus motivos difieren.

Mientras el presidente de Estados Unidos busca acabar esta “estúpida” guerra de la que únicamente parece estar seguro de que “es la guerra de Biden”, los países europeos preparan un día después en el que se detenga el conflicto militar, pero persista el político, que justifica la política de rearme y el cierre de filas de la OTAN. Para las capitales europeas, una resolución, aunque fuera únicamente temporal, que partiera de una reunión Trump-Putin en la que no participaran Londres, Bruselas o Kiev y que sentaría las bases para la relación entre Occidente y Rusia a corto y medio plazo, sería una derrota estratégica que tratan de evitar a toda costa. Lo hacen desde la incertidumbre de no saber qué hacer para insertarse en las negociaciones, pero desde la percepción de disponer aún de la carta del veto al levantamiento de las sanciones. De ahí que las preocupaciones de Marco Rubio no se limiten a la opinión de Ucrania, sino que se extiendan a otros actores.


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