martes, 5 de noviembre de 2019

El "reventón social" de Chile, una mirada histórica


Gabriel Salazar Vergara, Nueva Sociedad

Solo faltaba una chispa (cualquier chispa) que, crispando la piel de los adolescentes de Chile, que vienen mostrando más sensibilidad histórica e irritabilidad política que cualquier otro sector de la sociedad, hiciera estallar todo. Esa chispa llegó con el aumento del metro y la represión que sucedió al movimiento por la «evasión masiva».

Desde el 18 de octubre sacude Santiago y el resto de Chile una masiva protesta social, en la que amplios sectores medios y de las clases populares han concurrido a manifestar su rechazo al modelo neoliberal vigente. La protesta ha redundado en grandes marchas, «caceroleos» multitudinarios y enormes destrozos, saqueos e incendios en estaciones del tren subterráneo, supermercados y multitiendas, lo que ha conmovido profundamente a la opinión pública nacional e incluso internacional.

Sin duda, se trata del «reventón social» más extendido, violento y significativo que ha vivido el país en toda su historia. Y el único, además, que hasta ahora no ha dado lugar a una sangrienta masacre como respuesta por parte de los aparatos policiales y militares del Estado central. Dadas esas características, se hace necesario trazar algunas perspectivas históricas mínimas para precisar su especificidad política y sus posibles proyecciones.

1. Debe tenerse en cuenta que en Chile, desde 1973, se impuso por la violencia extrema un modelo neoliberal «de laboratorio», por la necesidad estratégica de demostrar, en el marco de la Guerra Fría, que la economía de mercado podía generar «desarrollo económico social» y no solo «subdesarrollo», como se planteó en el Tercer Mundo en las décadas de 1960 y 1970.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Cómo la élite flaite e inculta simplificó la bandera de Chile

El principal enemigo de Chile es la ignorancia y el desprecio al conocimiento


Fernando Izaurieta, El Mostrador

Diversas instituciones científicas (entre ellas mi lugar de trabajo, la Universidad de Concepción) han condenado en forma categórica la desigualdad, las violaciones a los derechos humanos y la violencia generalizada de los últimos días.

Como académico, por supuesto me sumo a estas declaraciones. Pero también pienso que para construir un Chile mejor debemos comprender cómo llegamos a la desastrosa situación actual. El tema es complejo y tiene causas evidentes como la educación, desigualdad e injusticias sociales. Sin embargo, en mi opinión, existe otra causa fundamental que estamos pasando por alto. Es sólo mi opinión personal, pero como lo veo es una cicatriz infectada tan profundamente en el alma de Chile que incluso está escrita en la historia de nuestra bandera.

El problema al que me refiero –dicho en buen chileno– es que culturalmente nuestro cuiquerío es muy flaite. Permítame ilustrar lo que quiero decir con la curiosa historia de nuestra bandera, tal como está narrada en el libro Un viaje a las ideas: 33 historias matemáticas asombrosas del matemático chileno Andrés Navas.

La bandera chilena original con la que se juró la independencia el 12 de febrero de 1818, “la primera estrella de Chile”, no era la bandera que conocemos ahora. Aquella bandera original es la que está en esta figura, trazada de acuerdo con la reconstrucción histórico-matemática del Dr. Navas.

El neoliberalismo explota en Latinoamérica


Hedelberto López Blanch, Rebelión

América Latina esta revuelta debido a los regímenes neoliberales que se han impuesto en los últimos años en la región impulsados por Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las oligarquías criollas.
Las fuertes reglas neoliberales que se han adoptado por países como Argentina, Chile, Honduras, Ecuador, Colombia, Haití, han motivado numerosas manifestaciones populares las que rechazan el incremento de la desigualdad entre la población, el crecimiento de la pobreza y la desatención gubernamental de las grandes mayorías.

En Argentina, el gobierno de Mauricio Macri ha endeudado al país con el FMI por más de 50.000 millones de dólares. Los empréstitos recibidos han ido a parar a los bancos y a pagar deudas con compañías nacionales y extranjeras mientras se incrementan las necesidades de los ciudadanos al subir la inflación, aumentar el desempleo y eliminarse numerosos servicios públicos que pasan a propiedad privada.

El malestar provocado por las enormes penurias crecientes, desataron olas de manifestaciones, creación de ollas populares para aliviar estómagos hambrientos y protestar contra un sistema capitalista fallido. Todo eso provocó la victoria en las elecciones del 27 de octubre de los candidatos Alberto Fernández y Cristina Fernández y la contundente derrota de Macri.

domingo, 3 de noviembre de 2019

Lo esencial. Por Carlos Pérez Soto


Carlos Pérez Soto, Le Monde Diplomatique

No perder de vista lo esencial: la profundización del modelo neoliberal en Chile. No se trata de la privatización de las empresas estatales, no se trata del shock económico monetarista, no se trata de reprimir al movimiento sindical o de imponer trabas al desarrollo de la cultura. No se trata, por supuesto, de volver a imponer dictaduras militares. El asunto es llevar el modelo a todas sus consecuencias posibles, a todos los ámbitos de la vida pública, estatal, privada. Y se trata de hacerlo en democracia, en “paz”, con la complicidad pasiva o activa de los partidos políticos, con ritos electorales cada dos años, con permanentes operaciones de relaciones públicas que presentan como avances “sociales”, “democráticos”, lo que no es sino la esencia de todo: el modelo llevado a su extremo, el neoliberalismo como forma de vida. Y en Chile, por supuesto, que ha servido ya por más de cuarenta y cinco años como plataforma ejemplar, como escenario de todos los experimentos, de todos los ensayos, para mostrar al mundo que la extrema avidez capitalista puede perfectamente ser administrada en forma “pacífica” desde gobiernos social demócratas o, como suelen decir los canallas, de “centro izquierda”. Por supuesto, no van a privatizar el Metro. Ni siquiera van a “inyectar” capitales privados. De lo que se trata es de atiborrarlo de pasajeros, obtener ganancias y con ese excedente subvencionar al sistema de transporte privado. Se trata de endeudar al Metro en la banca trasnacional, para obtener “ahorro externo” y poder crear nuevas líneas y de paso, por cierto, pagar los correspondientes intereses, eternamente “mal negociados”, y con eso transferir recursos de una empresa estatal, nacional, productiva, a bancos trasnacionales, privados, especuladores e improductivos. Y si el pasaje es muy alto, si la gente desata su ira contra la carestía del transporte, simplemente se “inyectan recursos”, desde luego estatales, para bajar los pasajes sin tocar nada del esquema anterior, para obtener el mismo resultado de fondo: desviar recursos públicos a bolsillos privados. Y, más aun, revistiendo esta confirmación de la política que nos ha llevado hasta aquí como “agenda social”, proclamando a todos los vientos “hemos escuchado el clamor de la gente”, pactando en torno a un gran “acuerdo nacional” (bajar la tarifa estudiantil, bajar los pasajes a la tercera edad) habiendo, de paso, reforzado el mecanismo neoliberal tanto en el plano económico como en su proyección política.

La vergüenza del neoliberalismo chileno que recorre el mundo



Grupos de derechos humanos han documentado más de 25 muertos y más de mil heridos durante las protestas contra el gobierno de Chile. Entre los más comunes: los causados ​​por pistolas de perdigones disparadas por las fuerzas de seguridad contra los manifestantes.

Para Thomas Piketty la desigualdad es ideológica y política

En "Capital e ideología", el economista francés derriba las narrativas del liberalismo
Las desigualdades jamás son “naturales” sino edificadas por una ideología que crea las categorías divisorias: mercado, salarios, capital, deuda, entre otras, sostiene el economista francés


Eduardo Febbro, Pagina12

El liberalismo volverá a temblar sobre sus raíces teológicas y un ejército de evangelizadores liberal-populistas saldrá otra vez con capa y espada a demoler la impecable demostración sobre la semilla de las desigualdades que el economista francés Thomas Piketty publica en estos días en Francia. Se trata de Capital e Ideología, el segundo libro que Piketty publica luego del monumental éxito que tuvo su primer trabajo, El Capital en el Siglo XXI, del cual circularon en el mundo más de dos millones y medio de ejemplares. Como el anterior, el nuevo libro del economista francés no preserva espacios, sino que los extiende. Son 1.200 páginas cuyo postulado central consiste en demostrar que “la desigualdad es ideológica y política” y no “económica o tecnológica”, que las desigualdades jamás son “naturales” sino edificadas por una ideología que crea las categorías divisorias: mercado, salarios, capital, deuda, trabajadores más o menos capacitados, cotizaciones bursátiles, paraísos fiscales, ricos, pobres, clérigo, nobleza, competencia nacional o internacional.

”Se trata de construcciones sociales e históricas que dependen íntegramente del sistema legal, fiscal, educativo y político que se elige implementar y de las categorías que se crean”. Piketty derriba dos de los mitos más arraigados de la derecha: el primero postula que las desigualdades se explican en muchos casos por causas “naturales”: el segundo recurre a la existencia histórica de supuestas “leyes fundamentales”. En ningún caso. Thomas Piketty ofrece en esta mastodóntica investigación una mirada nueva sobre el proceso de la desigualdad, así como una historia con perfil mundial de las desigualdades y las ideologías que las promueven.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Felipe Portales: Los mitos de la democracia en Chile

"Solo entre 1958 y 1973 Chile tuvo un sistema electoral plenamente democrático", afirma el Historiador y Sociólogo


Felipe Portales, Rebelión

El célebre escritor danés Hans Christian Andersen (1805-1875) no estuvo nunca en Chile y, muy probablemente, nunca supo mayor cosa de nuestro país. Sin embargo, en su famoso cuento “El rey desnudo” parecería que describe con extrema agudeza la historia política chilena, y particularmente la forma distorsionada conque los mismos chilenos la percibimos. Sin duda que el mayor de los errores lo tenemos respecto de nuestra autoconciencia democrática. Así, nos creemos con una historia independiente plenamente democrática, pese a que durante el siglo XIX era el presidente de la República -a través del control fáctico del sistema electoral- quien designaba a la generalidad de los parlamentarios y a su sucesor en el cargo. Y a eso le llamábamos democracia.

Luego -entre 1891 y 1958- el voto popular se distorsionaba profundamente a través del cohecho urbano y del acarreo de los inquilinos en los campos. Todo ello era posible dado que eran los mismos partidos quienes se encargaban ¡de producir las cédulas de votación! Y, naturalmente, este cohecho era funcional a los partidos de derecha representantes de los sectores sociales poseedores de la riqueza. Y para qué hablar de los latifundistas (que con excepción de radicales del sur del Bío-Bío, producto del despojo de los mapuches) eran también generalmente conservadores y liberales. Posteriormente, desde 1990 -hasta la fecha de término de 2021- ha existido un sistema binominal que ha sobrerrepresentado antidemocráticamente a la segunda mayoría, esto es, a la derecha. Solo entre 1958 y 1973, luego del establecimiento de la cédula única electoral, hemos tenido un sistema electoral plenamente democrático.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Chile, y la insatisfacción de la "democracia" capitalista


Agustin Squella Narducci

La democracia es una forma de gobierno para la que no soplan hoy buenos vientos en el planeta, y la causa está en que las tres dimensiones de la democracia moderna —ser representativa, participativa y deliberativa— se han ido debilitando a la vista de todos. Los representantes, más preocupados de sus carreras políticas personales que de otra cosa, no representan adecuadamente y algunos hasta se corrompen; la participación va a la baja, estimulada por la inscripción automática y el voto voluntario, cuyo mensaje no pudo ser más frívolo: “No se molesten en inscribirse y tampoco se molesten en ir a votar el día de las elecciones”, y en cuanto a la deliberación, ella se ha vuelto pobre, muy pobre, hasta el extremo de que el razonamiento y el lenguaje de la dirigencia política resultan por momentos insalubres.

La democracia es tanto un ideal como una realidad. Está por un lado la democracia ideal, en la que sus reglas se combinan con la máxima intensidad y extensión, y están, por el otro, las democracias reales o históricas que conocemos y que se acercan más o menos a la democracia ideal. Esa dualidad de la democracia es la que permite comparar a las democracias reales con la ideal y ranquearlas según su posición relativa por lo que respecta al ideal. En el índice que hace dos años dio a conocer “The Economist”, Chile no figuró entre las democracias en forma, sino entre las defectuosas, y si ese dato nos pasó entonces inadvertido, ahora es el momento de poner atención y preguntarnos por qué “defectuosa” una democracia que empezó a recuperarse en 1988; o sea, hace más de 30 años.

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