Por fin, después de haber sido presentado en Buenos Aires, Caracas y Bogotá, se presentará en Santiago el libro La explosión de la crisis global, que en todo caso se encuentra en las librerías desde septiembre. La presentación se realizará a las 18.30 hrs en la sala Helvio Soto de la Escuela Latinoamericana de Postgrados, ubicada en Huerfanos 1721 (Metro Santa Ana, pleno centro de Santiago) y estará a cargo de Julio Sau Aguayo, miembro del Consejo Académico del Instituto Igualdad y Victor Hugo de la Fuente, director de la edición chilena de Le Monde Diplomatique.
A continuación, la introducción del libro, escrita por Claudio Lara:
América Latina y Chile en la encrucijada
El mundo vive tiempos sombríos. Hace poco más de dos años estalló la burbuja financiera de las hipotecas “basura” en Estados Unidos, revelando que grandes bancos y otras instituciones financieras estaban comprometidos con deudas hipotecarias de alto riesgo. En ese entonces muchos economistas y autoridades del mundo pensaban que la crisis estaba circunscrita a este segmento, pero a los pocos meses se precipitó la insolvencia crediticia, las quiebras financieras y las ventas de viviendas a precios de remate, arrastrando al conjunto del sistema financiero estadounidense y también al europeo. Y de ahí, después que Lehman Brothers se declarara en quiebra en septiembre de 2008, el sistema financiero global quedó contra las cuerdas y la economía mundial se hundió en la recesión más profunda de los últimos 80 años.
Con la desaparición de los “bancos de inversión” de Wall Street y desatada la “Gran Recesión”, la oscuridad y el nerviosismo se apoderaron de los pronósticos, de las empresas, de los trabajadores y de las autoridades mundiales. Sin embargo, los países en desarrollo y China parecían ser la excepción, decían que se iban a “desacoplar” del mundo desarrollado y que la crisis no los afectaría. Eso no se cumplió, el tiempo terminó por llevar a América Latina e incluso a China a la baja, y a partir de octubre del año pasado los mercados accionarios y monedas de países del mundo en desarrollo terminaron depreciándose aún más que las de las potencias económicas.
Chile no podía ser menos, en vez de “desacople” se nos decía que estábamos “blindados” y protegidos ante cualquier crisis. Pero este discurso optimista comenzó a cambiar, porque el crecimiento y la inversión se frenaban, las exportaciones caían, las tasas de desempleo llegaban a los dos dígitos y otras cifras daban muestra de que nuestra economía entraba rápidamente en recesión. Ni el histórico aumento del gasto fiscal, ni los drásticos recortes en la tasa de política monetaria han logrado evitar que la economía se siga contrayendo. No podía ser de otra manera, dada la creciente exposición y dependencia del modelo económico chileno con respecto a la economía global.
Al cumplirse dos años de la explosión de la “crisis subprime”, un primer balance revela las millonarias pérdidas en todo el mundo. Así, las plazas bursátiles han visto esfumarse 22 billones (millón de millones) de dólares, es decir, 41% de su valor en comparación con julio de 2007; mientras que las pérdidas crediticias a nivel global alcanzan a 1,5 billón de dólares, sobre todo de la banca estadounidense y en menor medida de la europea. Al mismo tiempo, las economías de las mayores potencias del orbe han estado marcadas por la “recesión”, siendo Japón el caso más crítico. Durante el segundo trimestre de 2009, el Producto Interno Bruto (PIB) de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) volvió a contraerse, esta vez en 0,002%, luego de cuatro trimestres consecutivos de caídas.
La espectacular contracción económica también ha provocado pérdidas de puestos de trabajo históricas, elevando las tasas de desempleo a niveles récord en algunos países, destacándose los casos de España e Irlanda. En Estados Unidos, donde el presidente Barack Obama asumió su cargo con el desafío de crear o salvar puestos de trabajo, han desaparecido 6,7 millones de empleos desde que empezó la crisis, llegando la tasa de desocupación al 9,5% en junio, igual a la registrada en la Eurozona. Peor todavía, un informe de la Organización Internacional del Trabajo publicado en mayo elevó sus proyecciones sobre el desempleo en hasta 51 millones de personas, a un rango de entre 210 millones y 239 millones para este año. En América Latina, entre 2,8 y 3,9 millones de personas se sumarían a las filas del desempleo.
Durante estos dos años los gobiernos no se han quedado de brazos cruzados y han inyectado, a través de “planes de rescate”, miles de millones de dólares en los bancos. Solo Estados Unidos ha utilizado casi un billón de dólares en salvar a unas cuántas empresas y a los grandes del sector financiero, principales causantes de la hecatombe. Además, los bancos centrales han facilitado liquidez para que el crédito vuelva a fluir y han llevado las tasas de interés a sus mínimos históricos en un intento por encender nuevamente el motor de la economía. El “Gran gobierno” evidencia la bancarrota de la ideología neoliberal y del enfoque neoclásico. De acuerdo a Paul Krugman, el ex presidente “Reagan estaba equivocado: a veces el sector privado es el problema. Y el gobierno es la solución”.
Resulta sorpresivo que, pese a estar atravesando el mundo un período decididamente recesivo, los mismos analistas e instituciones que fracasaron rotundamente en prever la crisis económica afi rmen hoy que lo peor ya ha pasado y que el camino a la recuperación está frente a nosotros. Se nos habla de la aparición de los “brotes verdes” en la economía mundial, a los que se ha referido Bernanke, presidente de la Reserva Federal.
Sin embargo, no hay muchas razones para tal optimismo. Como advierte el Economist Intelligence Unit, “los riesgos para la economía global siguen siendo excepcionalmente elevados. La preocupación más seria es que los varios paquetes de estímulo globales no serán suficientes para desencadenar y luego apoyar una recuperación autosustentable”. Por lo cual, “existe el riesgo de que la economía global vuelva a declinar una vez que se debiliten sus efectos” (20/07/09). Estos apoyos han provocado un fuerte aumento de los déficits públicos. De hecho, el défi cit federal de Estados Unidos superó por primera vez en la historia el billón de dólares a mediados de este año. Además, téngase en cuenta que para el EIU, “la zona del euro sigue moribunda” y su “proyección sigue sin cambios en -4,5% en 2009 y -0,7% en 2010″.
Por su parte, el gigantesco paquete de estímulos fiscales y monetarios que puso en marcha China para enfrentar la crisis, no está funcionando adecuadamente. El aumento de las importaciones chinas está más vinculado a la especulación que a la actividad productiva. Su efecto de corto plazo ha sido el incremento en los precios de materias primas en los mercados mundiales, lo que no solo no ayuda, sino que hará mucho más lento el proceso de recuperación y puede arrastrar a la economía mundial a una recaída de efectos nefastos.
Es cierto que el cúmulo de problemas actuales se ha precipitado a partir de la crisis financiera y económica de las mayores economías del mundo, pero no se limita ni a esas dimensiones ni a esos países. Como lo han destacado diversos analistas, esta crisis confluye con una crisis de hegemonía global y con una crisis ecológica y climática, dando lugar a una crisis global o sistémica. En palabras de Edgardo Lander, estos planos coinciden en la coyuntura actual, pero cubren tiempos históricos y velocidades diferentes.
En el plano geopolítico, la actual crisis financiera y económica no puede entenderse sin un análisis histórico del capitalismo a lo largo del siglo XX. Por diversos motivos y en diferentes ámbitos, la plena hegemonía de Estados Unidos estaría llegando a su fi n y parece estar desplazándose hacia alguna constelación de potencias en el este asiático. Manifestación de ello es el creciente cuestionamiento que está sufriendo el dólar como moneda mundial.
En otro plano, estamos ante la crisis de un patrón civilizatorio de crecimiento sin fin, que con su sistemático ataque depredador a la naturaleza, está destruyendo aceleradamente las condiciones que hacen posible la vida en el planeta Tierra. En opinión de François Chesnais, estamos ante el riesgo de una catástrofe, ya no del capitalismo en sí, sino de la humanidad. Nos hemos topado con un límite ante el cual o se responde con una alteración profunda de los patrones civilizatorios hegemónicos, o seguimos avanzando hacia la destrucción global. No podemos seguir pensando y actuando como si todavía contásemos con un tiempo infinito a futuro.
Esta crisis global exige un cambio sustancial en la forma como concebimos las crisis y en las formas de pensar nuestras acciones individuales y colectivas. El presente libro pretende aportar en ese sentido, privilegiando el análisis de los embates de la crisis en América Latina y particularmente en Chile. El libro presenta una primera parte, de índole más regional, que se inicia con el texto de Hugo Fazio, quien repasa críticamente las grandes crisis que han afectado a nuestro continente durante los últimos 15 años. A continuación el texto de Claudio Katz analiza los impactos de la actual crisis económica y financiera en nuestro continente. La contribución de Manuel Riesco aborda ciertos aspectos teóricos de gran relevancia para comprender, desde un punto de vista distinto al convencional, el desarrollo de la crisis y su propagación global.
La segunda parte, referida a las experiencias nacionales, incorpora tres trabajos sobre Chile que se complementan. Por una parte, Claudio Lara discute el desempleo estructural en Chile y su agravamiento en las condiciones de la crisis en curso, y Jacobo Schatan examina la brecha de ingresos y la pobreza en el país y se enfoca en el análisis sobre el impacto de las políticas públicas en relación a estos problemas y en cómo han respondido las empresas en el contexto de la crisis. Luego, Marco Antonio Moreno polemiza acerca del rol que ha jugado Chile en la propagación del modelo económico neoliberal. El trabajo sobre Colombia, de Jairo Estrada, busca responder a una interrogante que no es exclusiva de ese país: la posibilidad de la prolongación del proyecto neoliberal. De manera previa identifica los rasgos del "modelo colombiano" y analiza los efectos de la crisis en ese país.
Por último, la tercera parte reúne textos que brindan al lector abundante material para la reflexión, comenzando por el de Andrés Monares sobre el capitalismo contemporáneo, donde las fi nanzas especulativas son más relevantes que la llamada “economía real”. El texto de Yemil Harcha aborda la dimensión geopolítica de la crisis actual en vinculación con los fenómenos financieros y reales. Finalmente, Alberto Acosta destaca la urgencia y la complejidad de buscar soluciones a los problemas inmediatos derivados de una crisis de naturaleza múltiple.
La explosión de la crisis global, en LOM ediciones