Allende fue asesinado en un intercambio de disparos con una patrulla de élite. Luego todos los oficiales, en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo y uno de ellos le destrozó la cara con la culata de su fusil
Artículo escrito en septiembre de 2003, al cumplirse tres décadas del golpe militar en Chile. Hoy, como homenaje al 11S de los pueblos latinoamericanos, La Haine lo reproduce
Gabriel García Márquez, La Haine
La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa.
La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno, sino desde el poder.
Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya, una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero y terminó convertida en el refugio de un Presidente sin poder.
Resistió durante seis horas con una metralleta que le había regalado Fidel Castro y que fue la primera arma de fuego que Salvador Allende disparó jamás.