domingo, 17 de agosto de 2025

Consecuencias de la cumbre de Alaska


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Día de reacciones a la reunión de Alaska, a las imágenes que dejó y a sus implicaciones, los diferentes actores trataron de adaptarse ayer a la nueva situación que dejó el nuevo cambio de postura de Donald Trump, que se observó el viernes por la noche y que se confirmó el sábado con en su llamada a los socios europeos y su publicación en las redes sociales. Rusia había llegado a la reunión en una posición que se suponía vulnerable, especialmente tras la aparente adopción de los postulados y líneas rojas europeas por parte de Estados Unidos. Donald Trump se adhirió, al menos a juzgar por lo que ha trascendido de la reunión, a la idea de “nada sobre Ucrania sin Ucrania”, aunque no necesariamente al “nada sobre Europa sin Europa”. Así lo sugiere el comentario de Vladimir Putin en la comparecencia junto a su homólogo estadounidense, en la que el presidente ruso se refirió a un “entendimiento” con la Casa Blanca –y no a un acuerdo, como erróneamente tradujeron, provocando una importante confusión, varios medios-y advirtió a los países europeos contra un intento de sabotear o intentar manipular los términos.

No es difícil ver en esa declaración un recuerdo al proceso de Minsk, en el que tanto Francia como Alemania protegieron a Ucrania para que pudiera permitirse no cumplir con los términos que había firmado. Pese a ese supuesto entendimiento, la ausencia de preguntas en la rueda de prensa, la breve intervención del líder estadounidense y su escaso entusiasmo mostraron lo que Trump confirmó en su posterior entrevista con Sean Hannity, un periodista afín que le dio la oportunidad de colocar su mensaje. Según Trump, el acuerdo con Rusia está cerca, aunque hay algunos temas, especialmente uno que el presidente no especificó, pero que es sencillo de deducir –la seguridad-, aún no lo hay.

En el continente europeo, los editoriales y artículos de opinión reflejaban la decepción tanto por el fondo como por las formas en las que se produjo la cumbre de Alaska. “Una vez más, Trump amenaza y no da. Cuando quien tiene enfrente es más fuerte, claro. Si es más débil, entonces saca pecho y se crece. Basta comparar el trato más que deferente hacia Putin en la cumbre de Anchorage con la vergonzosa y humillante encerrona que organizó para Zelensky en la Casa Blanca. Alfombra roja, desfile aéreo, aplausos y sonrisas, asiento compartido en la limusina blindada presidencial y ni un solo reproche para el dictador sobre el que pesa una orden internacional de detención por crímenes de guerra y que ha rechazado una vez más el imprescindible alto el fuego previo a una negociación de paz equilibrada”, escribía Lluis Bassets en El País, un ejemplo del tono que tomó ayer la prensa europea, que se centró únicamente en lo más negativo y no observó, por ejemplo, que no se produjo la comida prevista entre las delegaciones, que Trump dejó claro que no habrá acuerdos económicos con Rusia hasta que se consiga un alto el fuego.

A lo largo del día de ayer, analistas, dirigentes y lobistas trataron de analizar cada gesto y cada palabra para llegar a la conclusión de que no se había producido ni el escenario más negativo, el del anuncio de un acuerdo firme entre dos superpotencias, pero tampoco el deseado por Kiev y sus aliados europeos, el de la aplicación del ultimátum a Rusia. Sin embargo, las posturas se matizaron con las horas hacia posiciones mucho más pesimistas a raíz de la publicación de Donald Trump en su red social personal. “Todos decidieron que la mejor manera de poner fin a la terrible guerra entre Rusia y Ucrania es llegar directamente a un Acuerdo de Paz, que pondría fin a la guerra, y no a un simple Acuerdo de Alto el Fuego, que a menudo no se sostiene. El presidente Zelensky vendrá a Washington D. C., al Despacho Oval, el lunes por la tarde. Si todo sale bien, programaremos una reunión con el presidente Putin. Potencialmente, se salvarán millones de vidas”, escribió.

En la reunión, Rusia no logró, si ese era su objetivo, un acuerdo de aceptación de sus condiciones para terminar la guerra por parte de la Casa Blanca, pero puede haber conseguido algo más importante y que ha preocupado sobre manera a los aliados europeos de Kiev. Al nerviosismo causado por la mención de Vladimir Putin a las “causas fundamentales” de la guerra –comentario entendido por medios como la BBC como rechazo a la existencia de Ucrania y voluntad rusa de acabar con el Estado ucraniano pese a referirse realmente a la expansión de la OTAN y a las políticas aplicadas desde la victoria de Maidan- se sumó por la tarde la información sobre la “complicada llamada” con los socios europeos, que se encontraron nuevamente ante la misma tesitura de hace una semana. Confiados en que la conferencia telefónica colectiva de la semana pasada había hecho ver a Trump la necesidad del alto el fuego como prerrequisito para una futura negociación, el presidente ruso fue capaz de dar a su homólogo estadounidense argumentos para creer que una tregua no es suficiente y es preciso lograr un acuerdo definitivo. Lo que Trump puede no comprender es que este esta posibilidad, que implicaría un documento vinculante mucho más difícil de incumplir o manipular, es la más negativa para los países europeos solo tras un acuerdo directo entre Rusia y Estados Unidos. Esa opción supondría para las capitales continentales la derrota estratégica de la forma en la que han planteado la guerra como forma de transformar la estructura de seguridad europea en su beneficio.

“Tenemos claro que Ucrania debe contar con garantías de seguridad inquebrantables para defender eficazmente su soberanía e integridad territorial. Acogemos con satisfacción la declaración del presidente Trump de que Estados Unidos está dispuesto a ofrecer garantías de seguridad. La Coalición de los Voluntarios está preparada para desempeñar un papel activo. No deben imponerse limitaciones a las fuerzas armadas de Ucrania ni a su cooperación con terceros países. Rusia no puede vetar el camino de Ucrania hacia la UE y la OTAN”, afirmaba la parte más relevante del comunicado de la Comisión Europea, que, contra cualquier realismo, insiste en la integridad territorial de Ucrania, un objetivo que se ha demostrado imposible, y en el camino euroatlántico de Ucrania, una de las causas fundamentales de la actual guerra. Sin la más mínima capacidad de presentar una vía política en busca del final de la guerra y sin más propuestas que la continuación eterna del suministro de armas a Ucrania hasta la derrota definitiva de la Federación Rusa, los países europeos insisten en la misma receta que ha fracasado desde hace tres años.

“Tras reunirse con el presidente ruso, el presidente Trump comunicó a los líderes europeos que ahora está a favor de ceder a Rusia territorio ucraniano no ocupado para poner fin a los combates, una concesión a la que Ucrania se ha opuesto durante mucho tiempo. Esto rompe con una estrategia que Trump, sus aliados europeos y Zelensky habían acordado antes de la cumbre entre Estados Unidos y Rusia en Alaska”, se lamentaba ayer The New York Times. Sin ninguna certeza, el medio neoyorquino, como la mayor parte de la prensa occidental, da por hecho que Donald Trump ha vuelto a abandonar la postura proucraniana para adoptar una prorrusa y ha tomado como propios -al menos hasta que Zelensky le convenza de lo contrario el lunes- los postulados de Moscú. Al igual que en la contrapropuesta ucraniana, las mismas ideas repetidas a lo largo de esta guerra, tanto en los momentos en los que Ucrania se entraba al ataque como en los que lucha por mantener la defensa, no hay nada nuevo en la proposición rusa. Como ya se conocía a raíz de las filtraciones tras la reunión con Witkoff, Rusia propone congelar el frente en las regiones de Zaporozhie y Jersón, admitiendo que no capturará la totalidad de esas regiones ucranianas, devolver los territorios de Sumi y Járkov y exige que Ucrania entregue la parte de Donetsk actualmente bajo su control. Como en Estambul en 2022, Moscú exige también derechos lingüísticos y libertad religiosa para la población ucraniana de habla, cultura o culto ruso y la renuncia a la adhesión a la OTAN con la consolidación de la neutralidad.

La postura de los países europeos, que tras la reunión de Witkoff creyeron escuchar del presidente de Estados Unidos que Rusia estaba dispuesta a retirarse de Jersón y Zaporozhie, pero que exigía recibir todo Donbass, cuenta con una curiosa paradoja. Mucho menos preocupados por el destino de Donetsk, las capitales europeas están dispuestas a ofrecer garantías de seguridad a Ucrania, algo que Rusia ofreció y los países occidentales negaron en 2022, y exige la retirada rusa de aquellas regiones más allá de Donbass. En otras palabras, Bruselas, Londres, París y Berlín exigen algo muy similar a lo que Moscú creía haber acordado con Ucrania en Estambul en abril de 2022, antes de que se produjera gran parte de la muerte y destrucción de la guerra, esa propuesta que en aquel momento consideraron inaceptable e hizo que se apostara por la guerra como única vía posible para la resolución del conflicto.



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