Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
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jueves, 11 de septiembre de 2025
Persistencia, ruptura y futuro del movimiento Azov
Nahia Sanzo, Slavyangrad
En el contexto presentado por el artículo sobre la «Guerra civil de Azov», puede sostenerse tanto la tesis de la continuidad como de la ruptura del movimiento Azov. Por una parte, los dos Cuerpos actuales con origen en Azov mantienen las características político-ideológicas heredadas del Azov histórico; y, por ello, existen, básicamente en la forma histórica en la que se constituyeron.
Por otra parte, no obstante, el conflicto entre las unidades de Prokopenko y Biletsky ha llevado a la ruptura del movimiento como estructura organizada única y unas referencias de liderazgo compartidas. Como recuerda Korotaev, hablar de un movimiento Azov unido ha sido ajeno a la realidad desde hace mucho tiempo, para cuya demostración palpable basta con recoger la dura afirmación del azovita de la Tercera Brigada Serhiy Bevz en Instagram: “¡Caballeros! Es hora de llamar a las cosas por su nombre, no con eufemismos convenientes. Hablar de un movimiento Azov unido ha dejado desde hace tiempo de tener algo que ver con la realidad. Por doloroso que sea. Por vergonzoso que sea para quienes han completado dignamente su camino terrenal”. Un aspecto esencial de esta ruptura, desde la perspectiva de la Tercera Brigada, es la deslegitimación por el grupo de Prokopenko del liderazgo de Biletsky.
Esto no significa, no obstante, que no exista futuro, desde luego militar, pero quizás también político, para los grupos herederos del movimiento Azov. La guerra les ha situado, de hecho, entre las referencias principales del mundo nacionalista que determina el funcionamiento del Estado de Ucrania. Y es preciso recordar que el movimiento Azov es, en lo esencial, un proyecto de movimiento destinado al control político-militar, desde la perspectiva de la ultraderecha nacionalista, del Estado ucraniano.
sábado, 19 de julio de 2025
El topo del Estado y su sinrazón
Atilio Boron, Accion.coop
No creo que exista en el mundo un presidente o un jefe de Gobierno que haya confesado que su misión sea convertirse en un topo cuyo objetivo es destruir al Estado desde adentro. Más que una postura teórica lo que dice el presidente argentino es una aberrante ocurrencia. En una de sus frecuentes polémicas, el gran escritor mexicano Octavio Paz apostrofó a su ocasional contendor diciéndole que no era «un hombre de ideas sino de ocurrencias», es decir, capaz de apelar a dichos ingeniosos y oportunos, pero huérfanos de rigor epistemológico. Milei es un personaje lleno de ocurrencias, armas efectivas cultivadas durante su largo tránsito en tumultuosos paneles televisivos, pero inservibles a la hora de tratar de comprender la realidad.
La ocurrencia de Milei pasa por alto un dato fundamental: el Estado se originó en la necesidad de impedir que como consecuencia de sus conflictos e insolubles contradicciones la sociedad termine devorándose a sí misma, precipitándose hacia lo que Thomas Hobbes concebía como la brutal anarquía del «Estado de naturaleza». En ese primordial escenario imaginado por el filósofo inglés cada individuo era libre de hacer y deshacer a voluntad, y no había leyes ni poder arbitral alguno que mediase en los conflictos entre las personas, grupos, clanes y clases sociales. Regía la ley del más fuerte –o del más inescrupuloso– en la competencia para garantizar la propia supervivencia. Hobbes definía esta situación como una «guerra de todos contra todos» y dada la inexistencia de una autoridad que impusiera un orden la lucha por la sobrevivencia enfrentaba a la sociedad ante el riesgo de su propia disolución. Pero cuando la sociedad estaba por traspasar ese punto de no retorno, sus atribulados integrantes convinieron que debían ceder parte de sus libertades (aunque no todas) a un soberano absoluto, llamado el «Leviatán» por Hobbes, otorgándole el monopolio de la fuerza con la misión de garantizar la paz y el orden. La tradición marxista remata el razonamiento hobbesiano observando que tamaña concentración del poder social en manos del Leviatán no era neutra: el Estado mantiene la paz y el orden pero, salvo breves períodos excepcionales, al servicio de las clases dominantes y sus intereses fundamentales.
Publicado por
mamvas
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7:41 a.m.
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Argentina,
Neoliberalismo,
Thomas Hobbes,
Ultraderecha

miércoles, 13 de diciembre de 2023
Argentina, al precipicio
La Jornada
Javier Milei hizo algo inédito en la historia de las democracias formales: durante su primer discurso como presidente anunció a sus simpatizantes que serán ellos quienes paguen la terapia de shock en que consiste su plan económico, mientras los beneficios irán para la iniciativa privada. El mandatario ultraderechista recurrió a la infame frase de la destructora del Estado de bienestar británico, Margaret Thatcher: no hay alternativa (“there is no alternative”), dijo, para confirmar que llevará a cabo un ajuste fiscal de 5 por ciento del producto interno bruto, todo el cual será absorbido por el Estado a través de recortes brutales a los programas sociales y en multitud de ramas del gobierno. El monto equivale al gasto gubernamental de cinco meses, lo cual significa que de un día para el otro desaparecerán cuatro de cada 10 pesos del presupuesto.
Este economista pertenece a la corriente ideológica denominada posfascismo, porque retoma el agresivo conservadurismo social de los fascismos del siglo XX (con misoginia disfrazada de defensa de la familia, racismo abierto, xeno, aporo y homofobia); pero sin las garantías de empleo y mínimos de bienestar que aquellos ofrecían a las clases trabajadoras, políticas que son remplazadas por el neoliberalismo más ortodoxo y plutocrático.
Como todos los neoliberales, Milei impondrá supremos esfuerzos y dolorosos sacrificios al pueblo, mientras la cúpula mantiene todos sus privilegios: no sólo no ha hablado de disminuir su propio sueldo, sino que ya dio rienda suelta a sus desplantes de exhibicionismo (pidió ser trasladado en un auto descapotable en su primer trayecto oficial) y a su intención de llevar una vida faraónica a expensas del erario. Por ejemplo, emprenderá una millonaria remodelación de la Casa Rosada a fin de instalar allí a sus cuatro perros.
Javier Milei hizo algo inédito en la historia de las democracias formales: durante su primer discurso como presidente anunció a sus simpatizantes que serán ellos quienes paguen la terapia de shock en que consiste su plan económico, mientras los beneficios irán para la iniciativa privada. El mandatario ultraderechista recurrió a la infame frase de la destructora del Estado de bienestar británico, Margaret Thatcher: no hay alternativa (“there is no alternative”), dijo, para confirmar que llevará a cabo un ajuste fiscal de 5 por ciento del producto interno bruto, todo el cual será absorbido por el Estado a través de recortes brutales a los programas sociales y en multitud de ramas del gobierno. El monto equivale al gasto gubernamental de cinco meses, lo cual significa que de un día para el otro desaparecerán cuatro de cada 10 pesos del presupuesto.
Este economista pertenece a la corriente ideológica denominada posfascismo, porque retoma el agresivo conservadurismo social de los fascismos del siglo XX (con misoginia disfrazada de defensa de la familia, racismo abierto, xeno, aporo y homofobia); pero sin las garantías de empleo y mínimos de bienestar que aquellos ofrecían a las clases trabajadoras, políticas que son remplazadas por el neoliberalismo más ortodoxo y plutocrático.
Como todos los neoliberales, Milei impondrá supremos esfuerzos y dolorosos sacrificios al pueblo, mientras la cúpula mantiene todos sus privilegios: no sólo no ha hablado de disminuir su propio sueldo, sino que ya dio rienda suelta a sus desplantes de exhibicionismo (pidió ser trasladado en un auto descapotable en su primer trayecto oficial) y a su intención de llevar una vida faraónica a expensas del erario. Por ejemplo, emprenderá una millonaria remodelación de la Casa Rosada a fin de instalar allí a sus cuatro perros.
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