La "economía de transición" que se está desarrollando en China está impulsada en gran parte por la acumulación socialista que apunta a lograr objetivos sociales sin el mercado
Alberto Cruz, Nodo 50
China es mucha China. Convertida en la gran amenaza para el Occidente colectivo -y ahí está la última reunión de la OTAN en julio para certificarlo-, está acelerando el camino para mostrar al otro mundo, al no occidental, que las cosas se pueden hacer de otra manera, sin agresiones ni injerencias, y que la prioridad es su propio pueblo. Suele ser recurrente la pregunta de si China es socialista o capitalista, y para intentar responderla lo que hay que hacer es lo que no siempre se hace: conocer qué dicen los chinos.
Quienes, como yo, hace tiempo llegaron a la conclusión de la putrefacción de Occidente y decidimos que había que prestar atención a otras latitudes, que son sobre las que está girando el eje del siglo XXI, de forma especial Eurasia, hemos estado viendo que desde la gran crisis capitalista de 2008 no había habido un evento del PCCh tan secreto como el Tercer Pleno del Comité Central del Partido Comunista de China, celebrado el pasado mes de julio. Eso significa que lo que se ha cocido en este pleno va a afectar al mundo y no solo a China. Pero, sobre todo, a China.