Mientras el territorio yemení es arrasado desde hace casi cuatro años por los bombardeos de Arabia Saudí, el mundo mira para otro lado
Leandro Albani, La tinta
Yemen es un infierno. Y a nadie parece importarle. El país de Medio Oriente, uno de los más pobres del mundo, atraviesa una tormenta de bombardeos y matanzas impulsadas por Arabia Saudí desde hace casi cuatro años. La frontera entre las dos naciones del Golfo Pérsico se convirtió en una zona de nadie por donde el reino de la familia Saud descarga miles de toneladas de misiles que transformaron a Yemen en una tierra arrasada al borde del colapso.
Por estos días, las miradas están puestas en el príncipe heredero, Mohammed Bin Salman (MBS), debido al asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul. El escándalo internacional resuena en todos los medios, Estados Unidos –principal aliado de Arabia Saudí- se quiere mostrar decidido en condenar el hecho y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan se posiciona como un defensor absoluto de la libertad y filtra la información escalofriante sobre lo que le sucedió a Khashoggi en sus medios de comunicación afines. Pero a nadie parece importarle la crisis humanitaria en Yemen.