jueves, 12 de diciembre de 2024

Los dos objetivos de Zelensky


Nahia Sanzo, Slavyangrad

El interregnum de menos de 80 días entre la celebración de las elecciones en Estados Unidos y la toma de posesión de la nueva administración siempre ha sido visto como una oportunidad. Ese sería el momento en el que el presidente saliente, consciente de que no iba a repetir mandato, dispondría de la libertad para tomar decisiones radicales sin peligro de perder votos. Ucrania esperaba dos cosas de este tiempo intermedio entre Biden y quien fuera a sucederle: que se levantara el veto al uso de misiles occidentales contra objetivos en la Federación Rusa y lograr del actual presidente la invitación de adhesión a la OTAN. Las reticencias y dilaciones que habían impedido, pese a la dura labor de grupo de presión realizada por Keir Starmer y Emmanuel Macron, que Joe Biden diera la autorización fue historia una vez pasadas las elecciones. Sin un anuncio previo, fue la prensa estadounidense la que anticipó la noticia apenas unas horas antes de que Ucrania utilizara sus primeros ATACMS contra el territorio de la región de Briansk. Poco después, llegó la autorización británica y francesa para utilizar también sus Storm Shadow y Scalp. Los dos meses de Biden como pato cojo comenzaban exactamente tal y como deseaba Ucrania.

Un proxy exigente, Kiev no se conformó con ese permiso, por el que llevaba meses suplicando, y nada más publicarse la noticia se lamentó de la filtración al restar efecto sorpresa al primer bombardeo para centrarse en su segundo objetivo: la OTAN. Aunque la narrativa ucraniana siempre ha tratado de enfatizar la cuestión de la adhesión a la Unión Europea, era evidente que el objetivo real de la Ucrania nacida en Maidan era la adhesión a la Alianza Atlántica. En su periodo final antes de entregar el poder a Volodymyr Zelensky, Petro Poroshenko introdujo esa voluntad euroatlántica en la Constitución de Ucrania, confirmando que Kiev ponía al mismo nivel la adhesión a la UE, para la que había una elevada proporción de acuerdo en los territorios bajo su control, y la OTAN, para la que, pese a haber aumentado a base de presentar la guerra de Donbass como invasión rusa, el apoyo no era tan elevado. La invasión rusa logró lo que la propaganda no había conseguido en años en términos de aumento del apoyo social a la entrada en el bloque militar occidental, aunque no sea la opinión de la población la que importa sino la de los dirigentes occidentales de los que depende la decisión. En otras palabras, Ucrania ha de convencer a los dirigentes de las grandes potencias, principalmente a Estados Unidos, no a su propia población.

Conseguir el segundo objetivo de Ucrania a corto plazo, obtener la invitación para OTAN, es ahora la prioridad de Ucrania, preocupada ante la reciente insistencia en la negociación. Ayer mismo, Donald Tusk, que ejercerá la presidencia de turno de la Unión Europea durante los próximos meses, afirmó que las negociaciones podrían comenzar el próximo invierno. Pese a que el dirigente polaco únicamente se refiere a conversaciones en las diferentes partes de sus negociaciones, medios como AFP añaden la palabra paz entre paréntesis, dando a las palabras de Tusk un matiz diferente. La situación está muy lejos de posibilitar el tipo de paz que los socios occidentales de Ucrania están dispuestos a permitir, por lo que existen grandes probabilidades de que dichas conversaciones, si es que se producen y llegan a buen puerto, busquen únicamente congelar el frente, sin que se consiga firmar un tratado que determine los aspectos finales, es decir, las fronteras oficiales y reconocidas por las partes y clarifique la cuestión de la seguridad, principal preocupación de Kiev actualmente.

“Cuando hablamos de congelar el conflicto, si es entre nosotros, hablamos de ello”, afirmó Zelensky a principios de semana, dejando claro qué es lo que se está planteando ante la posibilidad de negociaciones, para volver a su objetivo principal: Ucrania no quiere solo congelar el conflicto para conseguir lo que pide de Rusia, cesar los avances, sino también lo que exige de sus aliados, unas garantías de seguridad que no están dispuestos a ofrecerle. “Dije que deseamos el fin de la guerra más que nadie en el mundo. Y, por supuesto, un final diplomático de la guerra supondrá salvar vidas. Y eso es lo que queremos”, añadió el presidente ucraniano para matizar sus condiciones. “Pero recalqué tanto al presidente Macron como al presidente Trump: en primer lugar, verán que Putin no quiere el fin de esta guerra. Por lo tanto, hay que forzarle. Solo se le puede forzar si Ucrania es fuerte. Ucrania es fuerte frente a cualquier diplomacia: es fuerte en el campo de batalla, es un ejército fuerte, un paquete de armas, etc. Se trata de sistemas de largo alcance, por supuesto, y ATACMS, Taurus, Storm Shadow… Necesitamos esto mucho, mucho y exclusivamente con fines militares. Hacemos hincapié en esto, y además, hay garantías de seguridad. Y ahora no podemos estar en la OTAN, pero puede haber una invitación a la OTAN. Y estas son las garantías de seguridad que necesitamos”, sentenció Zelensky vinculando sus dos grandes objetivos, los misiles y la OTAN, y dejando claro que las prioridades ucranianas pasan por luchar hasta conseguir de sus enemigos y aliados todo lo que está buscando. Es representativo de ello la mención a los misiles alemanes Taurus, que el actual canciller ha negado repetidamente a Kiev. Sin embargo, el previsible cambio de Gobierno tras las próximas elecciones abre la puerta a un cambio. Alemania no suministrará misiles Taurus a Ucrania “de forma unilateral”, sino que será una cuestión que se tratará de forma colectiva con Estados Unidos y los países europeos, afirmó tras su visita a Kiev Friedrich Merz, líder de la CDU y previsible futuro canciller, para no decir ni que sí ni que no, pero sugerir que es probable.

Más importante que la referencia a los misiles es la exigencia de una invitación de adhesión a la OTAN, una medida descartada por la administración Biden, no por ser un elemento de provocación gratuita que haría imposible cualquier negociación con Moscú, sino por no implicar efectos a corto plazo. En otras palabras, una invitación formal de adhesión de Ucrania a la OTAN no obligaría a Rusia a detener la guerra ni activaría las cláusulas de defensa colectiva, por lo que no tendría ningún efecto positivo en el frente. Es más, el anuncio de una fecha para la expansión de la Alianza a la frontera rusa daría a la Federación Rusa legitimidad ante su población para intensificar aún más la guerra, especialmente los ataques con misiles. Sin embargo, la invitación es considerada en Kiev el paso irreversible que está buscando y de ahí las prisas y la exigencia de lograr ese objetivo de forma inmediata. Para ello, y a riesgo de ofender a Donald Trump, Zelensky no ha tenido miedo en afirmar que “no tiene sentido” hablar sobre ello con el presidente electo, ya que es Biden quien tiene la capacidad de decisión.

La cuestión atlantista separa ligeramente las posturas Demócratas y trumpistas. Los teóricos del equipo del futuro presidente, quienes quieren imponer la política America First, Estados Unidos primero, ven en la OTAN una alianza que hace imposible que pueda crearse en Europa ningún bloque antihegemónico, contrario a Estados Unidos. Para ello, Washington no necesita una expansión indefinida, sino mantener un cordón sanitario alrededor de los dos países potencialmente oponentes, Rusia y Alemania. La expansión excesiva, criticada por ejemplo por Elbridge Colby, supone un mayor coste para Estados Unidos, motivo principal de las quejas de Donald Trump. Esta misma semana, Trump ha respondido “puede ser” a la pregunta de si su país abandonará la OTAN, lo que ha provocado preocupados titulares que no han comprendido que la amenaza forma parte de una negociación pública entre aliados. Donald Trump simplemente desea mantener la Alianza -perderla supondría dejar la puerta abierta a que los países buscaran diferentes alianzas, improbable a día de hoy pero no imposible en el futuro- a menor coste. En ese contexto, la adhesión de Ucrania a la alianza es menos probable bajo una administración trumpista que bajo una del Partido Demócrata, que entiende la OTAN como una herramienta de la versión estadounidense del internacionalismo como la expansión de formas de Gobierno al estilo occidental (liberales en lo político, capitalistas y privatizadoras en lo económico).

A Zelensky se le acaba el tiempo para lograr la invitación que busca y que no va a recibir, pero lo utilizará para obtener de sus aliados mejores condiciones ante la posibilidad de negociaciones. Ucrania ha dejado claro que no acudirá a una mesa de diálogo -al menos con intención de llegar a algún tipo de acuerdo- mientras no se le ofrezcan unas garantías de seguridad que impliquen la adhesión a la OTAN o la presencia de tropas de la Alianza, una posibilidad que según el presidente ucraniano podría gestionarse una vez recibida la invitación. No hay prisa por conseguir la paz ni el alto el fuego, solo es urgente conseguir la promesa clara de entrada en la Alianza. Mientras tanto, las tropas rusas se aproximan a Pokrovsk-Krasnoarmeisk por el sur y avanzan peligrosamente tanto en Kurajovo como en las localidades al sur de la ciudad, complicando aún más la situación para las tropas ucranianas en el frente militar, aparentemente el menos importante de los que libra actualmente Kiev.



2 comentarios:

  1. La fantasía de Zelenski de una Esparta militarizada y de alta tecnología, reforzada por una población civil armada, requerirá una inversión masiva en armas y tecnología de vigilancia por parte del gobierno de Kiev, inspirada en la “hoja de ruta” de Shapiro, patrocinada por la OTAN, para alcanzar el éxito. Si esta guerra sirve de indicio, Ucrania probablemente volverá a recurrir a los donantes del Atlantic Council cuando se aventure a cumplir el sueño de Zelenski de establecer un “gran Israel” en la frontera con Rusia.

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  2. Dónde están todos los miles y miles de millones de dólares? que Estados Unidos le dio a Zelenski (sin esperanza de que se los devuelvan)? Teniendo en cuenta que solo el 30% de ese dinero se ha utilizado realmente para el “esfuerzo de guerra” (según las estimaciones oficiales), ¿dónde está entonces el 70% que falta? ¿Será posible que ciertas personas vayan a invertir ese dinero en poner en marcha una gran empresa, como, por ejemplo, remodelar un país devastado de acuerdo con sus “necesidades” del nuevo orden mundial?

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