Un posible resultado —quizás el más probable— no es simplemente el horizonte cercano de la guerra, sino también la construcción de una “fortaleza europea” estrictamente oligárquica
Enrico Tomaselli, La Haine
Hay más de un aspecto de la actual carrera armamentística —liderada por Alemania— y de la creciente militarización de la sociedad que debería investigarse y, sobre todo, situarse en un marco analítico más general.
Sin duda, esta búsqueda de una “economía de guerra” —que no es solo una cuestión de armamento, sino también de inversiones en infraestructura— se basa en cálculos económicos, ya que algunos creen que podría actuar como catalizador para la recuperación de la economía continental.
En mi opinión, se trata efectivamente de una apuesta arriesgada y, como tal, el resultado es muy incierto, aunque es probable que, a corto plazo, desencadene de alguna manera mecanismos capaces de, al menos, ralentizar el proceso de empobrecimiento.
Obviamente, dado que no hay suficientes recursos disponibles —y Europa ya se ha desangrado con su apoyo a Ucrania—, esto requerirá una reorientación significativa del gasto público, desplazando los recursos del bienestar al rearme.
Por un lado, esto podría crear áreas críticas, ya que los países europeos sufren una crisis demográfica de larga duración y, con una población que tiende a envejecer, una crisis del sistema de bienestar podría tener consecuencias sociales y políticas imprevistas.



