Marcos Roitman Rosenmann, La Jornada
Más allá de la estrategia del miedo, la confrontación y las descalificaciones, los resultados muestran un mapa político sin grandes variaciones. Las novedades de coyuntura como la irrupción de Vox quedan en un anecdotario si la derecha no puede configurar una mayoría de gobierno y así ha sido. Las consecuencias de la división de los partidos conservadores, y con ello la fragmentación del voto, hay que buscarlas al interior de las organizaciones que decían representar el universo del nacionalismo español, el constitucionalismo patriótico y la España católica enraizada en sus tradiciones y costumbres. Tanto se escoraron a la derecha que se hundieron. Por el contrario, movilizó a la izquierda. El mensaje no tuvo las repercusiones esperadas.
En el Partido Popular la derrota pone sobre la mesa el liderazgo de Pablo Casado como presidente del partido, arrastrando a su protector Jose María Aznar y toda la vieja guardia. Un fracaso histórico, cuyo dato más significativo ha sido dejar sin escaño al vicesecretario general y jefe de campaña Javier Maroto. La crisis está servida, más aún cuando las elecciones, europeas, municipales y autonómicas están a la vuelta de la esquina. Los populares tienen menos de un mes para replantearse la estrategia. Otra derrota sería tanto como pensar en una refundación a marchas forzadas. Para Pablo Casado, el 26 de mayo es la fecha para validar su crédito o dejar la secretaría general. Ninguna de sus incorporaciones estrellas han sumado, culpar a Vox de su debacle es tirar balo-nes fuera.