Juan Manuel Tasada, Nueva Tribuna
Todo en la calle es silencio, la gente camina sin saber en realidad hacia dónde va, los pueblos del mundo lloran la partida de Diego Armando Maradona. La tolerancia y la empatía, él supo contener los vientos fronterizos del otro lado de la humanidad. Pero, ¿qué ocurre cuando el barro vuelve por sus hijos?
La contención de la supremacía blanca a esta altura genera de un lado y del otro lado del muro una cierta inestabilidad que duerme en las retinas de aquel que se cree parte de otra historia. Diego fue eso, una suma de ladrillos en un cuento nefasto y cruel de malos que se piensan buenos, con una contracara de buenos a los que se les está prohibido pensar. Solo basta leer los portales del mundo para entender la magnitud y la relevancia de una persona, de su persona, uno puede estar o no de acuerdo con su forma de ser y con su forma de pensar, pero cuando el verde césped a sus pies unía las tierras no había lugar donde esconderse. Él no se preparó para ser la mejor persona, él se preparó para ser el mejor futbolista de todos los tiempos, y lo logró con creces.