La inesperada contracción en el PIB trimestral de Japón muestra que el fracaso de las políticas monetarias no es algo exclusivo de Europa. El país del sol naciente ha vuelto a entrar en recesión (una vez más) echando por tierra los planes de recuperación que se urdían en torno a las propuestas de Shinzo Abe, el Primer Ministro nipón que se alzó hace dos años prometiendo un cambio radical en las políticas económicas asegurando que sacaría al país de sus dos décadas de mala racha.
La estrategia poco ortodoxa de disciplina fiscal y flexibilización cuantitativa era mirada con interés por Europa dado que podía convertirse en la hoja de ruta para los países europeos que buscan subir impuestos para escapar a la pandemia de los desequilibrios fiscales. Sin embargo, la fórmula de aumentar los impuestos e inyectar dinero a la banca ha fracasado al no lograr impulsar una recuperación significativa. Esto ha generado más incertidumbre en las economías europeas que se quedan ahora sin un modelo a seguir. Queda claro que la inyección de dinero de los bancos centrales no es una práctica que genere impulso económico dado que solo aumenta la desigualdad porque ese dinero llega a los banqueros y a los más ricos.
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