«Deberíamos instar a la gente a conocer el significado profundo del decrecimiento, escuchar lo que dicen los decrecentistas, profundizar en el tema y entablar debates más profundos», explica el biólogo Temi Vives
Temi Vives, Climatica
A fecha de hoy, la palabra decrecimiento es confusa para muchos, genera rechazo para bastantes y puede ser engañoso para algunos. Me parece, por tanto, necesario intentar explicar lo que quiere decir y sobre todo lo que no quiere decir. El principal problema con el decrecimiento es que genera una reacción emocional negativa al considerarse como un sacrificio, una manera de empeorar y de prescindir de algo que tenemos. Esa es la reacción más común en la sociedad cuando escucha el término por primera vez y las primeras preguntas que surgen suelen ser: ¿Decrecimiento de qué? ¿Y por qué? ¿Cómo puede ser que no crecer ayude a alguien? ¿Está todo el mundo convencido de que no ha de crecer, desarrollarse, mejorar? Incluso, quienes defienden el decrecimiento en el ámbito académico, lo ven como una palabra negativa, destructiva o disruptiva que desafía la creencia arraigada de que «el crecimiento es bueno».
Es interesante observar las diferentes reacciones al término por parte de sectores y grupos sociales diferentes. Por un lado, es obvio que para un número cada vez mayor de personas, el crecimiento perpetuo no es posible en un planeta finito y, por tanto, el decrecimiento parece intuitivamente correcto como respuesta a la crisis ecológica. Pero en cualquier caso, el término en sí ha sido y será útil ya que desafía y trastoca las suposiciones de cómo debería funcionar la economía, al cuestionar algo que generalmente se da por sentado: el crecimiento es natural y bueno.

