jueves, 9 de enero de 2025

Contraofensiva en Kursk


Nahia Sanzo, Slavyangrad

"Ahora todas las reglas han cambiado”, titula Shaun Walker en su último artículo para The Guardian, en el que pretende mostrar el cambio cualitativo que supone para Ucrania la inminente llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. “El año nuevo comenzó en Ucrania de la misma forma que acabó el anterior: con mortales ataques de drones rusos a lo largo del país”, escribe en su apertura antes de señalar que una persona había muerto y seis habían resultado heridas en dichos ataques, un balance que, teniendo en cuenta las docenas de drones empleados en diversas partes del país, difícilmente puede calificarse de mortal, especialmente en comparación con los ataques israelíes contra la población palestina, sistemáticamente más mortíferos. En cualquier caso, el objetivo del periodista británico es mostrar que, pese a los cambios que se anticipan en la forma de gestionar políticamente la guerra desde el país más importante, Estados Unidos, la situación sobre el terreno sigue siendo la misma.

Para Walker, “está claro que Ucrania necesita desesperadamente un cambio de dinámica. Rusia prosigue su ofensiva y Kiev se esfuerza por movilizar suficientes hombres para mantener el frente. El mes pasado, dos fuentes de las unidades de defensa antiaérea ucranianas dijeron a The Guardian que la situación era tan mala que se estaba ordenando a los operadores de defensa antiaérea entrenados que se unieran a las brigadas de infantería en el frente”. En un artículo en el que el periodista presenta como hecho cada elemento del discurso ucraniano, sin el espíritu crítico que requiere comentar la guerra, en la que la propaganda es parte integral de la comunicación de las partes, Walker extrapola la situación de Donbass a todo el frente. Los avances rusos y la carencia de soldados de infantería es clara en Donbass, donde Rusia amenaza Pokrosvsk-Krasnoarmeisk por el sur, avanza en Toretsk, supera a Ucrania en Kurajovo y lucha por lograr el cerco operativo de la importante localidad de Velika Novosoylka. Desde hace meses, los comandantes ucranianos sobre el terreno utilizan los medios de comunicación para acusar a su comando de abandono y quejarse de la superioridad numérica, artillera y aérea de la Federación Rusa. La exageración de la superioridad enemiga y de la gravedad de la situación propia facilita que cualquier éxito en la defensa sea calificado de heroísmo, muestra de la unidad de Ucrania, de la fortaleza de su población o de la valía de sus soldados. Al mismo tiempo, cualquier movimiento de ataque o defensa eficaz rusa es simplemente adjudicado a la falta de armamento de los soldados ucranianos (la versión del Gobierno) o escasez de tropas debido a la insuficiente movilización (versión de los aliados extranjeros, fundamentalmente Estados Unidos).

Desde hace varios meses, a medida que la situación en Donbass, teóricamente frente principal de esta guerra, ha empeorado para Ucrania, Estados Unidos ha aumentado notablemente el flujo de material militar, ha anunciado nuevos paquetes para futuros envíos y Ucrania ha acelerado el reclutamiento, formación y equipamiento de brigadas. Esos movimientos han sido percibidos por las fuentes rusas como signo de la cercanía de una futura ofensiva, que sería imposible si la situación que periodistas como Shaun Walker presentan y que se limita únicamente a Donbass fuera, en realidad, general. El ataque contra la región de Kursk el pasado agosto, cuando Ucrania había perdido ya su primera línea de defensa y caían con relativa rapidez la segunda y tercera, mostró que Donbass había dejado de ser el objetivo prioritario para Ucrania. El cambio de estrategia buscaba obligar a Rusia a desviar tropas de Donbass y mejorar así la situación del contingente ucraniano, pero también causar inestabilidad en la Federación Rusa y, sobre todo, demostrar a los aliados y proveedores extranjeros la capacidad de Ucrania de derrotar al enemigo en su propio territorio. La aventura de Kursk hizo también imposible la celebración de las negociaciones previstas en busca de un alto el fuego parcial que protegiera las infraestructuras de producción eléctrica, motivo por el cual los ataques rusos se reanudaron y aumentaron, agravando seriamente la situación de la población. Kursk fue utilizado como argumento para apelar a las potencias extranjeras a enviar más armamento y para justificar el aumento del apoyo a Ucrania para reforzar su posición, algo que se repite actualmente.

A quince días del cambio de Gobierno en Estados Unidos y de la llegada al poder de un líder que desea lograr la paz, pero que está convencido de que rusos y ucranianos están cansados de la guerra e incluso “Zelensky quiere llegar a un acuerdo y acabar esta locura”, Ucrania necesita dar un golpe encima de la mesa. En su capacidad para ver la realidad a su manera, Trump observa incluso “pequeños progresos” hacia la paz. El ansia actual del Gobierno ucraniano no es la paz, sino aprovechar el tiempo del que dispone antes de la llegada de Trump al poder, demostrar fortaleza a aliados y enemigos, intentar causar las máximas pérdidas posibles a Rusia y conseguir mejores cartas políticas en caso de que Trump cumpla su amenaza y obligue a Moscú y Kiev a negociar. El lugar ideal para una contraofensiva en la que obtener unos resultados palpables no es Zaporozhie, donde Ucrania se encontraría con la misma situación que en 2023; tampoco Jersón, donde el Dniéper ejerce de barrera natural; ni Donbass, desde hace seis meses un escenario secundario para Kiev. La acumulación de personal y material en los alrededores de la región de Briansk había hecho especular sobre un ataque en esa dirección pero, por el momento, es en Kursk donde se está produciendo el contraataque ucraniano. “Buenas noticias desde Kursk”, escribió en Telegram Andriy Ermak, que añadió que “Rusia está obteniendo lo que se merece”. Sin ninguna intención de cautela -lo importante es crear una narrativa de victoria, se corresponda o no con la situación sobre el terreno-, el jefe de la Oficina del Presidente parecía anunciar éxitos apenas unas horas después del inicio del ataque.

Por la noche, utilizando herramientas de guerra electrónica para impedir el trabajo de los drones rusos, Ucrania comenzó las labores de desminado que por la mañana hicieron posible el avance de convoyes blindados y de transporte de tropas. Las fuentes rusas advertían de una operación a modo de carrusel, con un constante movimiento de tropas para la infiltración de infantería en diferentes áreas boscosas. La dirección inicial del ataque se produjo en la zona de Suya, hacia las localidades de Berdino y Bolshoe Soldatskoe, aunque a lo largo del día se constataron otras direcciones de ataque, tanto ucranianas como rusas. En la zona opuesta de la parte de Kursk controlada por Ucrania, las fuerzas rusas presionan en dirección a Malaya Loknya, lugar clave para la defensa ucraniana en el saliente norte de los territorios bajo su control.

“Por el momento, el enemigo sigue manteniendo una presión activa sobre Berdin y Bolshoe Soldatskoye. De hecho, en el marco de la actividad actual de Estados Unidos y la OTAN, durante noviembre y diciembre se transfirieron a Ucrania grandes volúmenes de cargamento militar. Y desde octubre, las reservas se han concentrado en las regiones de Sumy y Chernihiv para estas tareas. La ofensiva acaba de comenzar, por lo que es demasiado pronto para hablar de sus resultados. En los próximos días todo se determinará en función de la dirección del ataque principal, de las reservas que se pongan en combate y de las contramedidas de nuestro Estado Mayor”, escribió Boris Rozhin, Colonel Cassad, en una llamada a la prudencia. Para ese momento, ya se habían difundido tanto rumores de captura de Berdin como de grandes bajas ucranianas. Con la intención opuesta, el Centro para Combatir la Desinformación del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, en realidad un órgano de propaganda de guerra, afirmó que “los rusos están muy preocupados en Kursk porque les han atacado desde varias direcciones y ha sido una sorpresa para ellos. Las fuerzas armadas están trabajando”.

Como en agosto, la operación en Kursk demuestra cuál es el territorio prioritario para Ucrania, capaz de atacar a cientos de kilómetros del frente principal, que no consigue estabilizar. El objetivo también es el mismo: demostrar capacidad creativa y fortaleza y consolidar la mejor carta a su disposición en vistas a una negociación que nunca ha deseado y que trata de evitar ahora que se encuentra en posición de debilidad. En su artículo, en referencia a las garantías de seguridad de los países occidentales, Shaun Walker cita a un exalto cargo de defensa en un país occidental, que afirma que hay “pocos indicios de que Ucrania estuviera dispuesta a hacer concesiones sin tales promesas: «Las garantías de seguridad occidentales serán cruciales en las conversaciones de paz. Sin estas garantías, ¿qué impediría a Putin invadir de nuevo dentro de unos años?»”. Al contrario que su enemigo, Rusia, los aliados de Ucrania no estuvieron dispuestos a ofrecer garantías de seguridad en 2022, uno de los motivos del fracaso del acuerdo de Estambul. Ucrania es consciente de que su negociación más importante no es con Moscú sino con sus propios socios. Conseguir una posición de fuerza es imprescindible para Ucrania no solo ante un diálogo con la Federación Rusa, sino para lograr lo que busca de los países occidentales. Para eso, Kiev precisa de buenas cartas. Hace tiempo que consideró que Kursk es la mejor a su alcance.

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