sábado, 14 de diciembre de 2024

Bernie Sanders: «Vencer la codicia neoliberal requiere un movimiento de masas»

Chandler Dandridge entrevista a Bernie Sanders sobre la crisis de la sanidad privada y con ánimo de lucro en Estados Unidos, que esta semana se cobró a una primera víctima con el asesinato del máximo ejecutivo de una aseguradora sanitaria. El presunto asesino ha recibido una ola de apoyo de la gente demostrando la insatisfacción social con el sistema de Salud de EEUU, uno de los más costosos del mundo, y ha sido tldado de "héroe liberador". Como dice Sanders, para vencer la codicia del neoliberalismo se requerirá de un gran movimiento de masas

Entrevista de Chandler Dandridge, Jacobin

El asesinato del CEO de la empresa de seguros de salud UnitedHealthcare, Brian Thompson, la semana pasada en Manhattan, ha suscitado un mayor escrutinio mediático sobre el sistema sanitario estadounidense que el que hubo en toda la campaña presidencial de 2024. Muchos están aprovechando la ocasión para debatir la idoneidad de la respuesta pública, que ha tendido a ser poco comprensiva. Quizá una pregunta más apremiante sea: si los estadounidenses opinan así de los seguros sanitarios privados, ¿por qué los políticos han abandonado el tema? Tras el asesinato, presuntamente perpetrado por Luigi Mangione, de veintiséis años, está claro que personas de todo el espectro político están indignadas por la codicia de las compañías de seguros y la incapacidad del sistema para proporcionar una atención adecuada a los estadounidenses. Pero sin un movimiento de masas en torno a Medicare for all encabezado por un fuerte liderazgo político, es difícil imaginar cómo la rabia y la desesperación de la gente pueden canalizarse en un cambio duradero.

El senador Bernie Sanders habló con Chandler Dandridge, colaborador de Jacobin, sobre la reacción al asesinato de Thompson, la crueldad del sistema sanitario con ánimo de lucro, los argumentos a favor de Medicare for all, cómo promover la unidad entre los votantes de la clase trabajadora y la necesidad de que los líderes del Partido Demócrata decidan de qué lado van a estar.

Chandler Dandridge: Nos acercamos al decimoquinto aniversario de la Ley de Atención Médica Accesible (ACA, por sus siglas en inglés) y Estados Unidos sigue sumido en una grave crisis sanitaria. De hecho, en los últimos diez años los beneficios de las compañías de seguros no han hecho más que aumentar, las primas siguen subiendo y los reclamos más básicos continúan siendo denegados. ¿Por qué aquella legislación firmada por Barack Obama no ha conseguido arreglar nuestro sistema sanitario?

Bernie Sanders: Porque la principal función de la ACA es aumentar la cobertura sanitaria subvencionando a la industria aseguradora. Su función nunca fue llegar a la raíz de los problemas y preguntarse por qué gastamos el doble per cápita en atención sanitaria que los habitantes de otros países. No abordó la cuestión de que la función del actual sistema de atención médica no es —subrayemos: no es— proporcionar atención de calidad de forma rentable.

La función está muy clara, y no ha cambiado: hacer tanto dinero como sea posible para las compañías de seguros y las farmacéuticas. Así que si tenemos un sistema diseñado para que las compañías de seguros y las farmacéuticas obtengan decenas de miles de millones de beneficios al año, por definición ese sistema no va a satisfacer nunca las necesidades del pueblo estadounidense.

CD. A pesar de la crisis actual, la cuestión de la salud estuvo en gran medida ausente de las elecciones generales de 2024, una gran diferencia con respecto a cuando usted se presentó a presidente, en 2016 y 2020. Estos últimos meses, usted ha viajado por todo el país: ¿es que la gente corriente perdió interés y se resignó al statu quo?

BS: ¡NO! [gritando] ¿Está suficientemente claro?

Mire, cuando hablamos de la crisis sanitaria, en mi opinión —y creo que en la de la mayoría de los estadounidenses—, el sistema actual está roto, es disfuncional, cruel y tremendamente ineficaz, demasiado caro. Eso es lo que la gente entiende sobre la situación. La mayoría de las veces, cuando doy discursos públicos, digo: «Escuchen, quiero que me digan lo que piensan. ¿Cuántos de ustedes piensan que el actual sistema sanitario estadounidense funciona bien? Por favor, levanten la mano». Muy pocas manos se levantan. «¿Cuántos de ustedes piensan que está roto?» Casi todas las manos de la sala se levantan. Eso es lo que entiende el pueblo americano, por razones obvias.

Hemos tenido ochenta y cinco millones de personas sin seguro. Pagamos el precio más alto del mundo por los medicamentos con receta. Nuestros resultados son peores que los de la mayoría de los demás sistemas sanitarios. Nuestra esperanza de vida es menor. Unas sesenta mil personas mueren al año por no ir al médico a tiempo. No hace falta ser un genio para comprender que se trata de un sistema tremendamente disfuncional. Gastamos el doble per cápita en atención sanitaria, y obtenemos menos valor que otros países.

Pero la verdadera crisis no implica un debate sanitario. Es un debate político. Es un debate de financiación de campañas. La razón por la que no nos hemos unido prácticamente a todos los demás países importantes de la Tierra en garantizar la atención médica a todas las personas como un derecho humano es el poder político y financiero de la industria aseguradora y las compañías farmacéuticas. Gastan enormes cantidades de dinero para que no cuestionemos las premisas básicas del sistema actual y que sigamos manteniendo un sistema sanitario dirigido por las compañías de seguros y las farmacéuticas.

Hará falta una revolución política en este país para que el Congreso diga: «¿Saben qué? Estamos aquí para representar a la gente corriente, para ofrecer una atención de calidad a la gente corriente como un derecho humano, y no para preocuparnos por los beneficios de las compañías de seguros y farmacéuticas».

Así que se trata ante todo de una cuestión política. Eso es lo que tenemos que abordar. Para responder a tu pregunta, creo que la gente es más que consciente de la crisis sanitaria. Está en la cabeza de todos. Lo que me entristece es que no solo los republicanos no tengan nada que decir al respecto (más allá de algún rutinario «Trump está trabajando en un plan»), sino que los demócratas no puedan ir más allá del intento de proteger la Ley de Atención Médica Accesible.

CD: Después de la victoria de Donald Trump en noviembre, fue imposible ignorar su creciente apoyo entre la gente de color de clase trabajadora (que se suma a la tendencia de los votantes blancos de clase trabajadora a abandonar el Partido Demócrata en elecciones anteriores). ¿Podría haberse detenido ese proceso si los demócratas hubieran abrazado antes Medicare for all y otros programas sociales universales?

BS: Al principio de esta campaña encargué una encuesta. Hicimos preguntas a los estadounidenses sobre algunas de las cuestiones más importantes a las que se enfrenta Estados Unidos, incluida la sanidad, incluido Medicare for all. Y no le sorprenderá saber que, de hecho, una gran mayoría del pueblo estadounidense entienda que la atención sanitaria es un derecho humano. Hubo un apoyo muy fuerte a Medicare for all.

Ahora bien, aunque el apoyo a Medicare for all es así de generalizado, uno podría encender la televisión, verla las veinticuatro horas del día, todos los días del año, y aún así no oiría ningún debate al respecto. Solo un puñado de nosotros hablamos de ello. Imagínese lo que pasaría si todo un partido político se enfrentara a la industria aseguradora y a las compañías farmacéuticas y exigiera un cambio. Pero incluso sin ese megáfono, o con un megáfono limitado, el pueblo estadounidense entiende que el sistema actual está roto. Tenemos que avanzar en una dirección muy diferente. ¿Por qué la clase trabajadora ha abandonado al Partido Demócrata? Esa es una de las respuestas. Si vas por ahí diciendo: «Lo único que puedo decir sobre la sanidad es que me opondré a los recortes de la Ley de Atención Médica Accesible»… ¡hombre! Eso no aborda la crisis que tenemos en Vermont, donde los costes de los seguros están subiendo entre un 10% y un 15% al año. Las pequeñas empresas no pueden pagarlo.

El otro día hablé con algunos sindicalistas de los sindicatos más grandes de Vermont. Me dijeron que cada vez que se sientan a negociar les es imposible conseguir un aumento salarial porque los costes de la atención sanitaria han subido mucho, tanto en el sector público como en el privado. Así que no, no estoy de acuerdo con nadie que piense que la salud no está en la mente del pueblo estadounidense. No estoy de acuerdo con la gente que piensa que no es una cuestión «políticamente ganadora». Enfrentarse a las compañías de seguros y farmacéuticas es exactamente lo que quieren los estadounidenses de clase trabajadora, sean demócratas, republicanos o independientes.

Como he dicho antes, hemos hecho encuestas, y Medicare for all, la atención sanitaria como derecho humano, la reducción a la mitad del coste de los medicamentos con receta, la ampliación de las prestaciones de la Seguridad Social mediante la supresión del límite de ingresos imponibles, la ampliación inmediata de Medicare para cubrir los servicios dentales, auditivos y oftalmológicos… todas estas cuestiones gozan de una gran popularidad. Pero en todos los casos nos enfrentamos a poderosos intereses y, por desgracia, ahora mismo, dado el papel de las grandes fortunas en la política, hay muy pocos políticos dispuestos a dar la cara y decir lo que es obvio.

La gente entiende que el sistema está roto. Has tenido dos campañas: la campaña demócrata diciendo: «Oye, las cosas están funcionando bien, solo hace falta algunos retoques, que es lo que vamos a hacer». Y Trump diciendo: «El sistema está completamente roto y voy a arreglarlo». Bueno, por desgracia, Trump va a hacer que ese sistema roto sea aún peor. Pero ganó apoyo porque la gente sabe que el sistema está roto. Está roto, no hay vuelta.

El sistema de financiación de las campañas está roto, el sistema de salud está roto, el sistema de vivienda está roto, el sistema educativo está roto. No funciona. Lo que necesitamos un movimiento para crear una sociedad que funcione para todos nosotros, y podemos hacerlo. No es fácil, pero en eso consiste la lucha.

CD: Parece que estamos en un proceso de realineamiento de clases en el que la clase trabajadora ya no vota en bloque por sus intereses económicos, sino que se dispersa por todo el espectro político, incluso, en muchos casos, detrás de multimillonarios reaccionarios. ¿Considera que Medicare for all es una consigna capaz de revertir ese proceso?

BS: Sí, así lo creo. No puede recuperar absolutamente a todos, claro; pero le diré lo que he visto en Vermont. La gente dice: «No estoy de acuerdo contigo en el tema del aborto» o «no estoy de acuerdo contigo en los derechos de los homosexuales, pero tienes razón en los temas económicos». Por eso nos va bien con la clase trabajadora. Así que creo que si quieres salvar la democracia estadounidense, si quieres proteger a la clase trabajadora de este país, donde los salarios, en muchos casos, no han subido en décadas, lo fundamental es que tienes que dejar claro de qué lado estás. ¿Estás del lado de la clase trabajadora o del lado del 1%? Una vez tomada esa decisión, las cuestiones se colocan en su sitio.

La salud es un derecho humano. Vamos a enfrentarnos a las compañías de seguros. Vamos a tener un sistema fiscal justo. Vamos a exigir un impuesto sobre el patrimonio y un impuesto sobre las personas más ricas de este país. Vamos a reformar la financiación de las campañas para que los multimillonarios no compren las elecciones. Todas esas cosas encajan de forma natural, y tienen sentido para la gente, pero se necesita un liderazgo que esté preparado para decir esto.

El otro día vi una encuesta en el New York Times que decía algo así como: «¿Cree que el Congreso está más interesado en beneficiar a la élite y a ellos mismos que a la gente corriente?». Y la gente dijo rotundamente que sí. Así que necesitamos un liderazgo que esencialmente diga: «Estamos de tu lado». Pero para estar del lado de las mayorías, tienes que enfrentarte a poderosos intereses, incluidas las compañías de seguros y las farmacéuticas. Si lo haces, no solo harás una buena política, sino que ganarás elecciones.

CD: La semana pasada, Luigi Mangione, de veintiséis años, presuntamente asesinó al CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson, en una calle de Manhattan. Se ha hablado mucho de la reacción del público ante el asesinato de Thompson, que al menos en Internet osciló entre el júbilo más absoluto y un más sombrío «la industria se lo merecía». Algunos dicen que este suceso es un punto de inflexión en la conciencia pública sobre la desigualdad en la atención sanitaria y la industria aseguradora ávida de beneficios, y que presagia una resistencia pública revigorizada. A otros les preocupa que la violencia de vigilantes parapoliciales sea un síntoma mórbido de un movimiento de masas en declive, un signo de desesperanza política. ¿Qué opina usted al respecto?

BS: Permítanme decir esto: está de más decir que matar a cualquier persona —este tipo resultó ser padre de dos hijos— es inaceptable. No se mata a la gente. Es aborrecible. Lo condeno sin reservas. Fue un acto terrible.

Pero lo que sí demostró, sobre todo en Internet, como dices, es que muchísima gente está furiosa con las compañías de seguros médicos que obtienen enormes beneficios negándoles a ellos y a sus familias la atención sanitaria que necesitan desesperadamente. Las historias se suceden sin cesar: «Mi madre estaba en tratamiento contra el cáncer y no pude conseguir atención para ella. La compañía de seguros la rechazó. Algún burócrata la rechazó. Murió». O «Mi hijo está sufriendo porque no podemos conseguir los medicamentos recetados que necesitamos, rechazaron la petición del médico».

Lo que estamos viendo, la avalancha de ira contra las compañías de seguros, es un reflejo de lo que la gente siente por el actual sistema sanitario. Está roto. Es cruel. Ya se lo he dicho: 60.000 personas mueren al año por no ir al médico cuando deberían. ¡60.000 personas!

Y hay otra estadística de la que nunca se habla: no es solo que nuestra esperanza de vida sea inferior a la de prácticamente cualquier otro país rico; es que si eres de clase trabajadora vas a vivir entre cinco y diez años menos que la gente adinerada. Así que si eres de clase trabajadora en este país, el estrés bajo el que vives, la coacción económica bajo la que vives, la falta de atención sanitaria que recibes, te cuestan de cinco a diez años menos de vida que las personas ricas. Todo eso es inaceptable. Es una barbaridad, y el hecho de que ni siquiera hablemos de ello lo es aún más.

Así que tenemos un sistema que no funciona y es cruel. La gente lo sabe y, por desgracia, no hemos tenido el liderazgo político para enfrentarnos a la codicia de las compañías de seguros y las farmacéuticas y decir: «Tenemos que unirnos al resto del mundo y avanzar en una dirección muy diferente».

El asesinato es absolutamente abominable. No vamos a reformar el sistema sanitario matando gente. La manera de introducir los cambios fundamentales que necesitamos en la sanidad es mediante la construcción de un movimiento político que entienda que el gobierno tiene que representarnos a todos, no solo al 1%. Y lo primero de todo es entender que la asistencia sanitaria es un derecho humano.

La locura de la situación es que ni siquiera se trata de gastar más dinero. Ahora mismo, lo que los estudios muestran claramente es que hay tanto despilfarro y tantos costes administrativos y tanta burocracia en el sistema actual que, de hecho, se podría proporcionar atención de calidad a todos los hombres, mujeres y niños de este país sin gastar más de los 4,4 billones de dólares que estamos gastando actualmente, una suma astronómica de dinero.

Tenemos que destinar ese dinero a la prevención de enfermedades, a conseguir más médicos y enfermeras, a centrarnos mucho más en la atención primaria, a recortar radicalmente los costes administrativos. El coste de administración de Medicare es del 2%, y el de las compañías de seguros privadas, del 12% al 14%. Y millones y millones de dólares al año van para los sueldos de los directores generales del sector privado. Así no deberíamos gastar el dinero de la sanidad. Porque, mientras tanto, no tenemos suficientes médicos, enfermeras ni dentistas.

Matar gente no es la forma de reformar nuestro sistema sanitario. Eso es aborrecible e inmoral. La manera de reformar nuestro sistema sanitario es que la gente se una y entienda que es un derecho de todos los estadounidenses poder ir a la consulta de un médico cuando lo necesiten y no tener que pensar antes de dónde sacar el dinero. Esta no es una idea radical. Existe a ochenta kilómetros de nosotros, en Canadá, y de una forma u otra existe en todo el mundo. Recuerdo hablar con europeos: «¿Sabes lo que es una franquicia?». Ni siquiera saben de qué demonios estás hablando. El sistema es complicado e inhumano. Así que mi respuesta a esa pregunta es sí, necesitamos un movimiento político. La sanidad debe ser parte integrante de cualquier movimiento político progresista.

CD: Suele decirse que Medicare for all es una utopía; que es una aspiración válida pero estructuralmente inviable, políticamente irrealizable, etc. ¿Cuál es su respuesta?

BS: Si es pura fantasía, ¿por qué existe a ochenta kilómetros de donde vivo? El sistema sanitario canadiense no es perfecto. Pero si acabas con un trasplante de corazón en un hospital de Toronto, que es una asistencia sanitaria de alta calidad, ¿sabes cuánto pagas cuando sales del hospital? ¿Lo sabes? Cero. Quizás el ticket del estacionamiento, si aparcaste el coche en el parking. Por eso sí te cobran. Pero es todo. Vas al médico que quieras y no te la pasas haciendo cuentas y pidiendo préstamos antes.

Si Medicare for all es tan utópico, ¿por qué existe en todos los países que no son Estados Unidos? Ese es el número uno. No es un anhelo inalcanzable. En realidad, somos la excepción a la regla. El otro día Elon Musk publicó algo que señalaba los costes administrativos del sistema sanitario de Estados Unidos en comparación con otros países. En algunos casos son el triple. Estamos malgastando cientos y cientos de miles de millones de dólares. Vaya a su hospital local, ¿de acuerdo? Y tu hospital probablemente no tenga suficientes médicos o enfermeras. ¿Pero sabes lo que tienen? Baja al sótano, al departamento de facturación, y verás docenas y docenas de personas al teléfono, diciéndole a la gente que deben 58.000 dólares y que tienen que pagar la factura. Eso es lo que ha eliminado Canadá. Eso es lo que el Reino Unido y otros países han eliminado.

Así que tenemos que trabajar en un sistema de salud sin ánimo de lucro, universal, que cubra a todas las personas, rentable y que no sean los burócratas de las aseguradoras quienes tomen las decisiones, sino los médicos. Existe en todo el mundo, no es una idea radical. Hay un estudio tras otro demostrando que estamos malgastando enormes cantidades de dinero en burocracia, facturación y costes de compensación para los directores ejecutivos en lugar de proporcionar la atención sanitaria que necesitamos.

Esto nos lleva a lo que decía hace un momento: enciendes la televisión, ¿quién habla de Medicare for all? Yo ocasionalmente, algunas otras (pocas) personas más. A pesar de eso, tiene mucho apoyo. Imagina que hubiera todo un partido político hablando de eso.

1 comentario:

  1. las compañías farmacéuticas básicamente sobornan a los médicos para que receten más de sus costosos medicamentos de marca, lo que aumenta los costos para los pacientes y al mismo tiempo aumenta los resultados de los gigantes farmacéuticos

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