Eugenio García Gascón, Público
Los medios turcos han sugerido desde el primer momento del fallido golpe de Estado del pasado viernes la existencia de una posible conexión entre los militares golpistas y potencias extranjeras. Se ha mencionado en más de una ocasión a Estados Unidos, e incluso al “sionismo”, en alusión a Israel, aunque no se han aportado pruebas más allá de ciertos vínculos que podrían ser circunstanciales.
Pero el miércoles, en una entrevista con Al Jazeera, el presidente Recep Tayyip Erdogan se sumó a las teorías de la conspiración hablando de algunos “países”, en plural, que podrían haber impulsado el golpe. Naturalmente, Erdogan declinó especificar a qué países se refería aunque dijo que la fiscalía está investigando esta posibilidad.
“Puede haber otros países implicados también. La organización terrorista gülenista tiene también otra mente superior, si podemos decirlo así, y llegará el tiempo en que se descifrarán las conexiones (…) No creo que sea necesario esperar mucho tiempo”, declaró Erdogan.
De sus palabras se deduce que el presidente turco sigue pensando en Fethullah Gülen, el predicador religioso que reside en Pensilvania y que mantiene buenas relaciones con Estados Unidos, lógicamente, y con Israel, a través de importantes organizaciones sionistas, algunas de ellas controvertidas, de Estados Unidos.
Ankara ha solicitado esta semana de manera oficial la extradición de Gülen. Los dos países cuentan con un acuerdo de extradición que se remonta a 1981, aunque distintos expertos consideran que es muy difícil que el presidente Barack Obama dé la luz verde a la entrega de Gülen por distintos motivos.
La acusación de “traición” que los turcos han colgado a Gülen no figura como motivo de extradición en el mencionado acuerdo. Además recientemente, en una entrevista publicada en abril por la revista americana Atlantic, Obama calificó a Erdogan de “fallido y autoritario”, y no tendría mucho sentido que ahora entregara a Gülen, tanto si el predicador está realmente implicado en el golpe como si no lo está.
La de Wadah Khanfar, ex director de Al Jazeera y presidente del Foro al Sharq, ha sido una de las múltiples voces que han expresado su convencimiento de que el fallido golpe ha sido dirigido, o al menos alentado, desde el extranjero. “Un golpe de esta magnitud no habría sido capaz de nada sin consultar o notificar a los americanos” previamente, ha declarado Khanfar.
En Moscú, un diputado de Rusia Unida ha manifestado que el presidente Vladimir Putin “está convencido” de que detrás de los golpistas está Estados Unidos. Curiosamente, Rusia podría ser uno de los países más beneficiados por el fracaso del golpe. Putin, que ha mantenido un alejamiento de varios meses con Erdogan a causa de la crisis siria, llamó rápidamente a Erdogan para expresarle su apoyo.
Los medios turcos han destacado que en la noche del viernes, inmediatamente después de que los militares salieran a la calle, el secretario de Estado John Kerry formuló una confusa declaración diciendo que esperaba que la unidad y la estabilidad de Turquía no se echaran a perder. Solo más tarde, cuando ya se intuía que el golpe no se iba a consumar, la Casa Blanca se expresó a favor de la democracia y aclaró que Kerry también estaba a favor de la democracia.
Otro punto de cierta relevancia que las autoridades turcas están investigando está relacionado con la enorme base militar de Incirlik, que se encuentra a menos de cien kilómetros de la frontera de Siria y donde, según ha publicado esta semana la revista New Yorker citando a un general americano, Estados Unidos guarda alrededor de medio centenar de bombas atómicas.
Los americanos usan la base de Incirlik para bombardear al Estado Islámico en Siria e Irak pero no está claro para qué son necesarias tantas bombas atómicas en esa localización. El domingo, dos días después del golpe, el jefe de la base, el general Bakir Arkan, fue detenido por su presunta implicación en el golpe.
Un día antes, el sábado por la mañana, es decir apenas unas horas después de que los golpistas salieran a la calle, la embajada de Estados Unidos en Ankara publicó un comunicado urgente en el que se afirmaba que las autoridades turcas “están prohibiendo la entrada y la salida de la base de Incirlik y han cortado la electricidad”.
La prensa ha publicado que en Incirlik había golpistas y el mismo hecho de que el jefe de la base fuera detenido al día siguiente indica que eso era cierto. La base es compartida por el ejército turco y el ejército americano, y a muchos turcos les resulta difícil explicar que los americanos de la base no supieran nada de lo que se tramaba.
Aún más, las autoridades turcas prohibieron el sábado todos los vuelos previstos por los americanos, y también por los turcos, y solo autorizaron la reanudación de los vuelos el domingo, cuando la sublevación se había sofocado definitivamente.
Todos estos hechos han servido para que la opinión pública turca sospeche que el golpe no fue obra de un grupo de militares disgustados con el autoritarismo de Erdogan sino que fue cuidadosamente planeado con asistencia del exterior, y que solamente fracasó cuando las multitudes favorables a Erdogan salieron a la calle.
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