Gilberto López y Rivas, La Jornada
Después de que se denunciara el documento del almirante Kurt W. Tidd, nuevo jefe del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos, hemos observado un silencio total de los grandes medios de comunicación en torno al comprobado injerencismo estadunidense como mentor de la derecha golpista venezolana y actor intelectual de la guerra declarada contra la revolución bolivariana, en particular contra el presidente constitucional Nicolás Maduro Moro. En la orquestada campaña del terrorismo mediático planetario han proliferado cientos de notas informativas y editoriales que destacan el carácter dictatorial y represivo del régimen de Maduro, y que coinciden plenamente con las recomendaciones del almirante Tidd de “mantener la campaña ofensiva en el terreno propagandístico, fomentando un clima de desconfianza, incitando temores, haciendo ingobernable la situación… reforzando la matriz mediática…” [TV, prensa, redes, circuitos radiales], y donde afirma que “en las actuales circunstancias, posicionar que Venezuela entra en una etapa de CRISIS HUMANITARIA [en mayúsculas en el original] por falta de alimentos, agua y medicamentos, hay que continuar con el manejo del escenario donde Venezuela está cerca del ‘colapso y de implosionar’ [sic], demandando de la comunidad internacional una intervención humanitaria para mantener la paz y salvar vidas.” Incluso la supuestamente aséptica agencia de televisión francesa TV Cinco se ha sumado servilmente a esta campaña, repitiendo cada noche en sus noticiarios las alarmantes, tergiversadas y editorializadas notas informativas sobre la proyectada catastrófica situación venezolana.
Por su parte, y cumpliendo el libreto del almirante Tidd, el patético secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro (que por lo que se observa busca retornar esta institución bajo su mandato al papel de ministerio de colonias de Estados Unidos, como identificara a esa organización en su momento Ernesto Guevara), lanzó sus encendidas diatribas contra el presidente Maduro, a quien acusó de traidor a su pueblo, reivindicando sin rubor las demandas de la oposición venezolana, en una acción de injerencia directa en los asuntos internos de Venezuela, totalmente impropia del máximo funcionario de una organización política regional, aun cuando se trate, en este caso, de la desprestigiada OEA. Como se desprende del documento del almirante Tidd, el secretario general ya había recibido su recomendación de viva voz, como se constata en el punto ocho del documento citado, que asienta: hay que insistir en la aplicación de la Carta Democrática [de la OEA], tal y como lo hemos convenido con Luis Almagro Lemes. Resulta paradójico, tras esta confesión del jefe castrense de Estados Unidos, que semejante personaje se atreva a concluir su diplomática declaración, dirigida coloquialmente a Nicolás Maduro, un jefe de Estado, con la siguiente bravata: Sé que te molesta la OEA y mi trabajo porque entre los Ceibos estorba un Quebracho. Lamento informarte que ni me inclino ni me intimido (sic). Un bravucón dirigiendo la OEA no disimula el alcance que tiene su encomienda, pues nunca los gamberros se han destacado por la delicadeza de sus expresiones.
Asimismo, varios solícitos ex presidentes han estado muy activos en la campaña en curso. Ya en abril de 2015, 26 ex presidentes de varios países de Iberoamérica, en una llamada Declaración de Panamá, considerada junta de la dignidad, con la presencia de las esposas de confesos delincuentes, como Leopoldo López y Antonio Ledezma, calificados presos políticos, se entrometieron de igual forma en la situación interna de Venezuela, criticando una grave crisis de derechos humanos. Entre los firmantes estaban Felipe Calderón, de México; Álvaro Uribe, de Colombia, y el neoencomendero José María Aznar, de España, quienes, eso sí, son reconocidos violadores de los derechos humanos de sus respectivos pueblos, e incluso con graves acusaciones en su contra como criminales de guerra, y, claro, vasallos de los intereses de Estados Unidos y de las corporaciones capitalistas, que ahora mantienen a muchos de ellos en sus nóminas. Así, por ejemplo, Álvaro Uribe, paladín de la democracia [en Venezuela], con un entorno familiar vinculado directamente al narcotráfico, reconocido organizador y cómplice de grupos paramilitares, tiene en su haber al menos 261 procesos penales. Otro de los jefes de Estado firmantes de la declaración fue Mireya Moscoso, ex presidenta de Panamá, quien horas antes de salir de su puesto decretó el indulto de tres terroristas de origen cubano y uno panameño, entre quienes se encontraba Luis Posada Carriles, autor intelectual del atentado contra un avión de Cubana de Aviación, en el que perdieron la vida 73 personas. En particular, el caso de México ilustra nítidamente el doble rasero de almirantes, gobiernos, ex presidentes y medios de comunicación masiva en el ámbito mundial. Si realmente estuvieran preocupados por la violación de los derechos humanos, ¿por qué no figura en sus documentos de trabajo, declaraciones y noticieros la catástrofe humana que nuestro pueblo ha sufrido en manos de regímenes represivos, corruptos y delincuenciales, como los del demócrata Felipe Calderón o de Enrique Peña Nieto? Un país militarizado, con crímenes de Estado y lesa humanidad como los de Iguala y Tlatlaya, con más de 160 mil muertos en una década de conflicto interno, disfrazado de guerra contra el narcotráfico, con más de 40 mil desaparecidos forzados, miles de desplazados internos y fuera de las fronteras y centenares de verdaderos presos políticos, no merece la atención mediática, porque este tipo de gobiernos, abogados de oficio de las corporaciones trasnacionales y socios subalternos en las estrategias imperialistas estadunidenses, no representan ningún peligro para la seguridad nacional de nuestros buenos vecinos.
Así, un componente significativo de la crisis venezolana proviene de la ofensiva oligárquico-imperialista desarrollada contra ese pueblo. Por ello, el presidente Maduro declaró al finalizar las recientes maniobras militares: “El pueblo de Venezuela es el único dueño de esta tierra, y más nunca esta tierra será esclava ni colonia de nadie… La decisión de combatir y defender la patria con la vida misma tiene que ser un mensaje claro ante los imperios del mundo”.
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