Andy Robinson, Sin Permiso
El no ha ganado al sí por el 55% al 45%. La unión entre el Reino Unido y Escocia sobrevive tras pasar por el momento más precario desde hace más de tres siglos. Pero el postmortem del resultado del histórico referéndum no será muy favorable a la campaña unionista.
Primero, porque hasta sus propios líderes reconocen que la estrategia unionista se ha basado fundamentalmente en el miedo a las consecuencias de romper con Inglaterra. Una vez más, en la política de la post crisis, se ha resaltado el peligro de incordiar a los mercados financieros, dispuestos a tumbar cualquier proyecto nuevo mediante una fulminante fuga de capitales. Resultó revelador cómo los líderes de los tres partidos británicos -conservadores, laboristas y liberal demócratas- cerraron filas con los grandes bancos, con el Banco de Inglaterra y los consejeros delegados de multinacionales como la BP, para vaticinar la catástrofe en caso de que ganase el sí. Asímismo, la consigna de los últimos carteles electorales de la campaña unionista -“If you don’t know, vote no” (si no sabes qué votar, vota no)- resumió una actitud cínica que caracterizaba gran parte de la campaña del no complaciente al inicio y desesperado al final.
Los grandes medios de comunicación tampoco han salido muy bien parados de la campaña. El único periódico que apoyó la independencia era el dominical Herald en Sunday dejando casi la mitad del electorado escocés sin representación en los medios. La BBC se alineó de forma clara con la campaña del no provocando protestas delante de la sede escocesa de la televisión pública británica. Mientras los directores de la Corporación arremetieron contra los manifestantes por no aceptar una supuesta libertad de los medios, Paul Mason, excorresponsal de la BBC, que hizo un excelente trabajo en su cobertura del referéndum para Channel Four, dio la razon a la protesta: “No había visto desde Iraq un trabajo de propaganda como este en la BBC; estoy encantado de haberse marchado”, dijo en twitter ayer.
El pragmatismo, por un lado, y el miedo, por el otro, han triunfado sobre una visión utópica, inspiradora a la vez que ingenua, que caracterizaba la campaña del si. Pero, tras uno de los sustos más grandes para el establishment británico desde la independencia de Irlanda en 1922, nada volverá a ser igual en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Se palpó el orgullo de perder con honor en los comentarios, ayer, sobre la campaña del independentismo, que entrará seguramente en el fecundo folclore escocés de resistencia vencida y luchas por continuar. Esto, sin duda, volverá a motivar otros retos al estado británico en el futuro. “Armados con poco más que los medios sociales, blogs y creatividad casera, intentamos enfrentarnos al poder y riqueza inmensos del estabishment británico”, se resaltó en el blog independentista Bella Caledonia. “Y durante, unas semanas estaban atemorizados.”
En muchos sentidos, la victoria es del sí. Al inicio de la campaña hace un año, pocos se habrían imaginado que el 45% de los escoceses desafiarían a todos los poderes fácticos del estado británico, los dos grandes partidos políticos, instituciones como el Banco de Inglaterra y la monarquía, la gran mayoría de los medios y casi todos los líderes empresariales y economistas. Cualquier conato de triunfalismo en los tres partidos oficiales -laboristas, conservadores y liberal demócratas- recibió un jarro de agua fría al ver el extraordinario resultado de Glasgow, la ciudad más grande de Escocia, donde el sí ganó al no por el 53% al 47%. El independentismo ganó también en Dundee.
Al inicio de la campaña el feudo obrero y laborista en los barrios del este de Glasgow parecía garantizar la mayoría para los unionistas frente a un Edimburgo más burgués nacionalista. Pero el resultado final ha sido justo el revés. Edimburgo votó que no. Glasgow que sí. Es la prueba, quizás, de que la campaña independentista -tachado en otros momentos de una operacion del nacionalismo conservador- acabó por convertirse en un vehículo de la izquierda movilizada contra las políticas conservadoras legisladas en Londres.
En general, estos resultados son otro indicio de que una nueva política de insumisión populista está naciendo en Europa tras la gran crisis económica. “Lo que ha sido asombroso en esta referéndum es el número de personas que jamás estaban interesadas activamente en la política que jamás han sido activos en una campaña y que se han involucrado”, dijo Nicola Sturgeon, la viceprimera ministra escocesa. “Hemos llegado a secciones la comunidad a las que la política jamás había llegado”, dijo Salmon en su discurso el viernes.
Todos saben que Westminster deberá elaborar lo antes posible una acelerada transferencia de poderes a Escocia que, con toda probabilidad, supondría autonomía fiscal. Michael Grove, portavoz parlamentario del Gobierno conservador, reconoce que la derrota del sí no quiere decir que el statu quo sea compatible con el futuro del Reino Unido: “Si hay un voto a favor del No, lo cual ya parece probable, el primer ministro dirá más no sólo sobre la necesidad de atender a los intereses de Escocia sino también como mantener intacto el Reino Unido y qué requiere para Irlanda del Norte y Gales”.
Es decir, que el Reino Unido debe redefinirse para sobrevivir. Todos los diarios en Escocia que pidieron un voto a favor de la unión condicionaban esta posición a una rápida transferencia de poderes a Escocia. Pero David Cameron se enfrenta a una rebelión de muchos diputados tory por lo que perciben como una rendición precipitada ante las reivindicaciones del llamado devo-max, la devolución de más competencias a Edimburgo. Cameron intentó aplacar estas criticas ayer al anunciar que tras el traspaso de más competencia, “los diputados escoceses no podrán votar sobre temas fiscales en Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte de la misma manera que los diputados ingleses no podrán votar sobre estos asuntos en Escocia”. Pero el referéndum escocés seguramente habrá intensificado el peligro de fragmentación del partido conservador. Asimismo, aunque el resultado resucitará al ex primer ministro laborista Gordon Brown -cuya irrupción en la campaña la semana pasada puede haber frenado la hemorragia de votos hacia la independencia-, el referéndum en general y sobre todo el resultado en Glasgow, ha demostrado la debilidad del laborismo en Escocia.
La lección principal de esta histórica consulta es que aún es posible motivar a la gente para que participe activamente en la política. Si se ofrecen verdaderas alternativas al electorado, como ha sido el caso en este referéndum, la gente votará masivamente. La participación alcanzó un extraordinario 84%. La campaña del Sí ha movilizado a miles de personas, la mayoría jóvenes, en una regeneración de la cultura política que muchos creían imposible en Europa en el siglo XXI. Estos nuevos activistas difícilmente se quedarán callados tras el resultado. No se descarta la creación de nuevas formaciones políticas en Escocia y en Inglaterra tras el éxito movilizador de la campaña por el sí, el nacimiento de una nueva política de grassroots. ”Cualquiera que sea el resultado, no nos pueden ganar: Ya somos la mitad de Escocia y seguiremos creciendo”, dijo Robin McAlpine, fundador de la campaña Commonwealth que ha participado en la campaña del Sí.
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Ver también: Referendo en Escocia: neoliberalismo vs socialismo
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