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domingo, 13 de diciembre de 2009

Kofi Annan: "Vivimos en la era de la confusión"


Esta entrevista al ex secretario general de las Naciones Unidas publica hoy el diario El País. Se trata de una lectura obligada

John Carlin, El País

En la esfera de la elegancia, no hay nadie en el mundo que compita con un cierto tipo de señor africano, llegado a una cierta edad. En el caso de Kofi Annan es una elegancia que, independientemente de sus impecables trajes y de sus exquisitos modales, se expresa en un fino equilibrio químico entre la solemnidad y la simpatía. Ghanés, de 71 años, Annan posee una visión única del mundo: por un lado, panorámica, legado de su década como secretario general de las Naciones Unidas; por otro, bifocal, consecuencia de conocer la cultura occidental (ha vivido en Europa o Estados Unidos más de 40 años y su mujer es sueca) con la misma intimidad que conoce los secretos del continente en el que nació. Tras dejar Naciones Unidas a finales de 2006, tras cinco años de agrios enfrentamientos con el Gobierno de George W. Bush, especialmente sobre la guerra de Irak, Annan se dedica a promover las actividades de la fundación que lleva su nombre. Su objetivo es utilizar la credibilidad, el prestigio, la experiencia y los contactos de alto nivel acumulados durante casi medio siglo en la ONU para asesorar a líderes mundiales, mediar en conflictos (en Kenia, hace dos años, paró una guerra civil) y combatir la pobreza. Annan recibió a EL PAÍS en su despacho en Ginebra (Suiza). Empezó haciendo lo que en los círculos diplomáticos llaman un tour d'horizon de la situación mundial.

Pregunta. Veinte años después de la caída del muro de Berlín, ¿no siente a veces, observando el mundo actual, cierta nostalgia por las sombrías certidumbres de la guerra fría? ¿No era, aunque parezca curioso, un lugar más estable y menos peligroso?

Respuesta. Cuando uno piensa en la guerra fría, las grandes potencias tenían sus esferas de influencia, contaban en todo el mundo con dirigentes a los que controlaban o sobre los que tenían una influencia considerable. Además, intervenían en muchas de las guerras civiles que estallaban, así que, en cierto sentido, podían encender o apagar la situación. Podían controlarla. Hoy, no hay control. Se ha convertido en un sálvese quien pueda, y en algunas guerras civiles prolongadas se ven atrocidades impensables. Por suerte, hoy hay menos guerras civiles en África que hace 10 o 20 años. Pero las que sigue habiendo son absolutamente brutales. No hay más que ver lo que sucede en el este de la República Democrática del Congo, el norte de Uganda, con el Ejército de Resistencia del Señor, lo que ocurre en Somalia, las luchas políticas en Sudán, tanto en el norte como en el sur, como en Darfur, y ver que no parecemos ser capaces de controlarlo. Durante la guerra fría, con un poco de esfuerzo, contactos y llamadas telefónicas, era posible calmar la situación, apagarla. Hoy podemos ver que los somalíes tienen a todo el mundo atado de pies y manos con su piratería. Nadie tiene ni idea de cómo controlar esos elementos ni tiene la suficiente influencia sobre Somalia, ni desde dentro ni desde fuera, para acabar con el fenómeno. Es decir, en ciertos aspectos, desde el punto de vista geopolítico y de las guerras civiles, la situación es mucho más complicada y mucho peor.

Siga leyendo esta entrevista en El País

jueves, 10 de diciembre de 2009

Obama: la guerra es la paz


Para todo el mundo resultó una situación altamente bochornosa, y es difícil imaginar un peor momento. A pocos días de anunciar que enviará 30.000 tropas adicionales a la guerra de Afganistán, Obama se presentó en Noruega para recibir el premio Nobel de la Paz.
En su discurso (véalo aquí), Obama habló solo de la guerra. Y mencionó la palabra guerra 44 veces. Algo insólito.

Igual, como un experto manipulador y maestro de ceremonias, sacó por debajo de la manga, una luminosas palabras sustraídas a Martín Luther King:
Hago esta afirmación consciente de lo que Martin Luther King Jr., dijo en este mismo acto hace años: "La violencia nunca trae la paz permanente. No resuelve ningún problema social y solo crea otros nuevos y más complicados".
Como alguien que está aquí como una consecuencia directa del trabajo de Luther King, soy un vivo testimonio de la fuerza moral de la no violencia. Sé que no hay nada débil, nada de pasivo, nada ingenuo, en el credo y la vida de Gandhi y King.

Pero, como un jefe de Estado que ha jurado proteger y defender a su país, no puedo guiarme por sus ejemplos solamente. Yo enfrento al mundo como es, y no puedo quedarme de brazos cruzados frente a las amenazas al pueblo estadounidense. No nos equivoquemos: el mal existe en el mundo. Un movimiento no violento, no podría haber detenido a los ejércitos de Hitler. Las negociaciones no pueden convencer a los líderes de Al Qaeda que depongan las armas. La fuerza a veces es necesaria, y no es una llamada al cinismo; es un reconocimiento de la historia a las imperfecciones del hombre y a los límites de la razón.

Obama aprovechó la oportunidad para vender su política exterior y no hizo ninguna referencia a los derechos humanos
Discurso completo de Obama en The New York Times
Actualizaré esta información, de ser necesario.
Reacciones:
- Fidel Castro compara a Obama con Bush

martes, 8 de diciembre de 2009

¿Cuánto dinero es suficiente para una “vida buena”?

El biógrafo de J.M.Keynes, Robert Skidelsky, ha escrito este artículo donde recupera parte del pensamiento keynesiano. De acuerdo a una predicción hecha por Keynes el año 1930, hacia el año 2030 sólo sería necesario trabajar quince horas a la semana. Si se hubiesen escuchado los planteamientos de Keynes sobre la importancia del equilibrio de pleno empleo y la necesidad de un control a los espíritus animales, estaríamos muy cerca de su pronóstico. Sin embargo, primaron más los espíritus animales y el apetito por la opulencia.

Robert Skidelsky, Sin Permiso

La depresión de la economía ha causado una explosión de ira popular contra la "avaricia" de los banqueros y sus "obscenos" incentivos. Esto se ha visto acompañado de una crítica más amplia del "crecimientismo" ("growthmanship") – la búsqueda del crecimiento económico a toda costa, independientemente del daño que pueda causar al medio ambiente de la Tierra o a nuestros valores compartidos

John Maynard Keynes encaró esta cuestión en 1930, en un breve ensayo titulado "Las posibilidades económicas de nuestros nietos".[1] Keynes predijo que en cien años – es decir, hacia 2030 – el crecimiento del mundo desarrollado se habría detenido de hecho, debido a que la gente ya "tendría suficiente" para llevar "una buena vida". Las horas de trabajo remunerado se reducirían a tres diarias, una semana laboral de quince horas. Los seres humanos serían como "los lirios del campo, que no se afanan ni hilan".[2]

La predicción de Keynes descansaba en el supuesto de que, con un incremento anual del 2% en el capital, un incremento del 1% de la productividad y una población estable, el nivel medio de vida se multiplicaría por ocho como promedio. Esto nos permite averiguar cuánto pensaba Keynes que era "suficiente". El PIB per cápita en el Reino Unido a finales de la década de 1920 (antes del crac del 29) era aproximadamente de 5.200 libras (unos 8.700 dólares) valoradas hoy. De acuerdo con ello, estimaba que un PIB per cápita de aproximadamente 40.000 libras (66.000 dólares) sería "suficiente" para que los seres humanos dirigieran su atención a cosas más agradables.

No está claro por qué pensaba Keynes que la renta per cápita nacional británica multiplicada por ocho sería "suficiente". Lo más probable es que tomara como baremo de suficiencia los ingresos de un rentista burgués de su tiempo, que eran como diez veces los del trabajador medio.

Ochenta años más tarde, el mundo desarrollado se ha acercado a la meta de Keynes. En el año 2007 (es decir, antes del crac), el FMI informó de que el PIB medio per cápita en los Estados Unidos se mantenía en 47.000 dólares y en 46.000 en el Reino Unido. Dicho de otro modo, el Reino Unido ha experimentado un crecimiento multiplicado por cinco del nivel de vida desde 1930, pese a la falsificación de dos de los supuestos de Keynes: "nada de guerras de gran envergadura" y "sin crecimiento demográfico" (en el Reino Unido, la población es un 33% mayor que en 1930).

La razón de una ejecutoria tan brillante es que el crecimiento anual de la productividad ha sido más elevado de lo que Keynes proyectaba: cerca de un 1,6% para el Reino Unido y un poco más elevado en el caso de los EE.UU. Países como Alemania y Japón se han desempeñado aún mejor, pese a los efectos tremendamente negativos de la guerra. Es probable que el "objetivo" de Keynes de 66.000 dólares lo alcance la mayoría de los países occidentales para 2030.

Pero resulta igualmente improbable que este logro termine con la insaciable busca de más dinero. Asumamos, precavidamente, que hayamos cubierto dos tercios de la distancia que nos separa de la meta de Keynes. Podríamos haber esperado que se redujeran las horas de trabajo en dos tercios. De hecho, se han reducido sólo en un tercio, y la reducción se interrumpió en la década de 1980.

Esto vuelve enormemente improbable que alcancemos la jornada laboral de tres horas para 2030. También resulta improbable que vaya a detenerse el crecimiento, a menos que la naturaleza misma imponga un parón. La gente seguirá trocando ocio por mayores ingresos.

Keynes minimizó los obstáculos de esta meta. Reconocía que existen dos tipos de necesidades, absolutas y relativas, y que estas últimas pueden ser insaciables. Pero subestimó el peso de las necesidades relativas, especialmente a medida que las sociedades se enriquecían y, por supuesto, el poder de la publicidad para crear nuevas necesidades, e inducir así a la gente a trabajar con el fin de ganar dinero con el que satisfacerlas. Mientras el consumo sea conspicuo y competitivo, seguirá habiendo renovadas razones para trabajar.

Keynes no ignoraba del todo el carácter social del trabajo. "Seguirá siendo razonable", escribió, "buscar la finalidad económica de los demás después de que haya dejado de ser razonable para uno mismo". Los ricos tenían la obligación de ayudar a los pobres. Keynes no pensaba probablemente en el mundo en desarrollo (la mayor parte del cual apenas había comenzado a desarrollarse en la década de 1930). Pero la meta de la reducción de la pobreza global ha impuesto una carga de trabajo extra a la gente de los países ricos, a través tanto del compromiso de ayuda exterior y, lo que es más importante, de la globalización, que aumenta la inseguridad en el empleo y, sobre todo en el caso de los menos cualificados, contiene los salarios.

Además, Keynes no se enfrentó realmente al problema de lo que haría la mayoría de la gente cuando ya no precisara trabajar. "Es un problema temible para una persona corriente, sin talentos particulares, ocuparse de sí misma, sobre todo si no tiene raíces en el lugar, en las costumbres o en las queridas convenciones de una economía tradicional". Pero puesto que la mayoría de los ricos -"aquellos que disfrutan de una renta independiente, pero carecen de vínculos u obligaciones o lazos" han "fracasado de una forma desastrosa", ¿por qué iban a hacerlo mejor los que hoy son pobres?

Creo que en esto Keynes se acerca al máximo a la respuesta de la cuestión de por qué su "suficiente" no será, de hecho, bastante. La acumulación de riqueza, que debería ser un medio para alcanzar "la vida buena", se convierte en un fin en sí mismo, pues destruye muchas de las cosas que hacen que valga la pena vivir. Más allá de cierto punto -que la mayor parte del mundo dista de haber alcanzado- la acumulación de riqueza sólo ofrece placeres substitutivos para las pérdidas de verdad que exige en lo que toca a las relaciones humanas.

Encontrar los medios de nutrir los apagados "vínculos u obligaciones o lazos" que son tan esenciales para que florezcan los individuos constituye el problema por resolver en el mundo desarrollado, y empieza a perfilarse para los miles de millones que acaban de subirse a la escalera del crecimiento. Bien lo dijo George Orwell: "Todo progreso se contempla como una lucha frenética dirigida a un objetivo que esperamos y rogamos para que no se alcance nunca".

Notas:
[1] En Papeles de Economía Española, nº 6, 1981, páginas 353-361.
[2] La cita evangélica se encuentra tanto en Lucas, 12, 27 como en Mateo 6, 28.
________________________
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

jueves, 3 de diciembre de 2009

La falsa ilusión de competencia en la acción política


Esta es la primera parte del documental The Fall of the Republic, que muestra el duopolio de la política y la total vulneración de los intereses ciudadanos: "Hay un maestro de ceremonias que controla la izquierda, y ese mismo maestro de ceremonias controla la derecha", dice el economista George Humphrey sobre el indeterminismo de la política, que Barack Obama ejemplifica muy bien. Obama ha sido un fiel continuador de las políticas de su predecesor, George Bush, y las últimas medidas sobre la guerra de Afganistan así lo demuestran.

Y no se trata de una dicotomía entre izquierda y derecha. Como señala Robert Bowman: "los gobiernos están para servir al pueblo y ese debe ser su principal mandato". Sin embargo, la política se ha hecho corporativa y tal como en las empresas lo que hay son duopolios que proyectan una ilusión de competencia que no existe. Izquierda-Derecha es lo mismo que Coca Cola vs. Pepsi, o McDonalds vs. Burger King.


Esta falsa ilusión de competencia en la política y su engaño constante a la masas, es lo que está provocando una ampliación cada vez mayor de la brecha entre ricos y pobres, situación que nos instala en las puertas de un colapso social tarde o temprano.

The Fall of the Republic es un documento creado por Alex Jones que alerta sobre esta pérdida de principios y cómo la identidad social ha sido suplantada por la identidad de las corporaciones. Dado que las corporaciones financian las elecciones y luego a los gobiernos, el ciudadano de a pie está en tierra de nadie, abandonado a su suerte, despojado del bienestar y de su auténtica aspiración a una calidad de vida más digna.

Puede seguir viendo The Fall of the Republic, aquí

viernes, 13 de noviembre de 2009

Millonario fraude en empresas alemanas


A río revuelto, ganancia de pescadores. Con la crisis los fraudes y la evasión se intensifican lo que pone aún más en peligro a las finanzas públicas. No sólo cunde la economía sumergida, sino también crece el abuso de las empresas establecidas, y ojo, no hablo de pequeñas empresas.

En Alemania se ha descubierto un singular fraude en el cual hay 540 empresas involucradas. De acuerdo a Der Spiegel, muchas empresas tienen a sus empleados trabajando a tiempo completo, por menos dinero y sin contratos, para que así sigan cobrando los subsidios estatales.


La Agencia Federal del Empleo ha detectado 540 empresas en las que se practica este abuso, y estudia el tipo de sanciones que aplicará, desde la devolución de los beneficios hasta multas. Actualmente, en Alemania, hay 60 mil empresas que reciben subsidios del Estado y que benefician a màs de un millòn de trabajadores.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Cunde la pobreza y el hambre en Estados Unidos


A medida que los estragos de la crisis avanzan, una de las calamidades que subyacen son las de la pobreza y la miseria en Estados Unidos. Un informe presentado esta semana por Mariana Chilton, de la Universidad de Drexel, Filadelfia, señaló que más de 13 millones de niños no tienen comida en Estados Unidos. La pobreza y el hambre avanzan y cada mes aumenta la cifra de estampillas de alimentación que en agosto superó los 30 millones. Todo un récord.

Las imágenes de los barrios pobres de la ciudad y sus terrenos baldíos compiten con las casas abandonadas y los drogadictos. "La gente cree que saben donde viven, pero eso no es cierto. Las fotos les da la oportunidad de ver", dice Crystal Sears, una de las 40 mujeres que participan en el programa "Testigos del hambre".

martes, 14 de julio de 2009

El Papa Benedicto XVI y la crisis financiera


En su reciente Encíclica Caritas in Veritate, el Papa Benedicto XVI dedica una reflexión sobre la economía mundial y el punto de vista de la Iglesia y el Vaticano sobre estos temas. Esta nueva Encíclica intenta recordar los 40 años de la Populorum Progressio, de Pablo VI, donde se señalaba que la Iglesia está llamada a promover el desarrollo integral del hombre entendido como un ser humano.

Si cada hombre no es visto como todo el hombre, se cierra la posibilidad al desarrollo del ser humano. La actual crisis demuestra la necesidad de una relación entre ética y economía, dando cuenta de la fragilidad de un sistema que, producto de ciertos excesos, ha derivado en fracaso. En este sentido, y tal como lo hiciera Juan Pablo II, Benedicto XVI entrega una apreciación sobre el rol del mercado, señalando que éste no debe ser el lugar donde el poderoso oprima al débil.

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