Entrevista al economista argentino Martín Guzmán
Página 12
“El neoliberalismo ha generado resultados desastrosos. La ‘economía social de mercado’ es una forma de contrato social que busca poner a los mercados al servicio de los pueblos en lugar de poner a los pueblos al servicio de los mercados”, explica el economista Martín Guzmán desde Italia. El investigador argentino concurrió junto a Joseph Stiglitz y Robert Johnson al Vaticano donde fueron recibidos por el Papa Francisco. Durante el encuentro los académicos acordaron impulsar una agenda conjunta para trabajar fortalecer el desarrollo de pensamiento económico crítico. “La estructura económica argentina excluye mucha gente. Las señales amigables con los mercados no alcanzan para resolver los problemas del desarrollo”, señala Guzmán durante la entrevista con Página12 para advertir que “tampoco hay economía social que se pueda sostener si no se entiende lo que son las restricciones de recursos y si se maneja una economía como si los resultados que producen los mercados se pudiesen controlar enteramente desde la política”.
–¿Qué es la “economía social de mercado”?
–Es una forma de contrato social que busca poner a los mercados al servicio de los pueblos en lugar de poner a los pueblos al servicio de los mercados. Se parte de la premisa de que no hay con qué reemplazar a los mercados como el sistema más sensato para organizar las relaciones de producción e intercambio, pero a la vez que el fundamentalismo de mercado resulta en un desastre social, económico y ambiental. Que es precisamente lo que está pasando hoy en el mundo luego de cuatro décadas de un proceso de globalización basado en las premisas del neoliberalismo.
–¿Cuál debería ser el rol del Estado en ese esquema?
–El nuevo contrato social requiere de reglas de juego e intervenciones estatales que preserven la inclusión social, que respeten las restricciones de recursos, y que orienten los recursos económicos hacia actividades que beneficien a las sociedades como un todo en lugar de a sectores concentrados. También plantea que es necesario atacar el problema de la desigualdad no solamente como una “falla” de mercado, sino porque la forma en que se distribuyen la riqueza y los ingresos le da forma al mercado. Los mercados no funcionan en un vacío, sino que funcionan dentro de marcos de leyes, reglas, normas e instituciones cuyas formas dependen de procesos políticos, que a la vez dependen de cómo se distribuye el poder político, que a su vez depende de cómo se distribuyen los recursos económicos.
–¿Por qué consideran valioso discutir sobre economía con la iglesia católica?
–Por varias razones. Primero, porque tenemos una preocupación común con el Papa Francisco sobre las consecuencias del sistema económico global. Desde distintos ángulos, hay una fuerte coincidencia en el diagnóstico y en el mensaje. Ambas partes queremos un mundo distinto. Uno en el que haya progreso compartido y sostenible, inter-generacionalmente justo. Y ambas partes ponemos esta preocupación común, fundamental para el futuro de la humanidad, por encima de cualquier diferencia que pueda existir, que obviamente las hay en un grupo tan diverso.
–¿Cuáles son las coincidencias?
–Coincidimos en que el neoliberalismo como base de las reglas globales ha generado resultados desastrosos. La humanidad está destruyendo el planeta y, por ahora, no hay otro al que nos podamos mudar. Las mega-corporaciones utilizan el poder de mercado para extraer renta. Con el poder del dinero lo que han hecho de ese modo es darle forma a una globalización que termina haciendo valer sus intereses a expensas del resto. Que les permite utilizar la amenaza de irse a jurisdicciones con cargas impositivas más bajas para reducir salarios, privando además a las sociedades de recursos para las políticas públicas que una economía social de mercado requiere.
–Y ¿en materia laboral?
–La globalización en su modo actual ha permitido alterar las leyes laborales en detrimento de las y los trabajadores y a favor de las corporaciones. Todo esto ha resultado en una creciente desigualdad económica y mayor descontento social en muchas partes del mundo al mismo tiempo que las economías han crecido. Este presente que vive el mundo es el resultado de las políticas que se han implementado, incluyendo aquellas ausentes para lidiar con los cambios tecnológicos que la humanidad genera.
–¿Cuál es el aporte que, desde su perspectiva, puede ofrecer una organización pontificia como Scholas Ocurrentes?
–Consideramos que la transformación requiere llegar a las masas de forma convincente, lo que a su vez requiere de trabajo en equipo entre gente que se complementa. La fuerza con que se transmite ese mensaje importa. El Papa Francisco es un líder global que tiene la atención de casi todo el mundo y la iglesia católica tiene más de mil trescientos millones de seguidores. Quienes estamos en condiciones de empujar la transformación tenemos que tener la madurez de entender que para llegar a ese objetivo hay que trabajar en equipo. El verdadero liderazgo empieza por allí. Compartimos la premisa de que para transformar la realidad es necesario trabajar en contacto con la realidad. Bajo esas premisas llega el acuerdo con Scholas Ocurrentes, la fundación creada por Francisco para transformar ideas en acciones desde el llano, y que encuentra en la educación un motor central para el cambio.
–¿Es posible hacer una evaluación de la situación de las economías latinoamericanas desde esa perspectiva?
–Sí, claro. América Latina es la región que ejemplifica con más claridad lo que ha sido el fracaso de la agenda de fundamentalismo de mercado que se ha buscado universalizar desde Washington. Y, por otra parte, también muestra que los fracasos no han sido marca exclusiva de los gobiernos de derecha. Han sido varios los gobiernos de izquierda o centro-izquierda que no lograron resolver los problemas estructurales de la región, que es la región más desigual del mundo y sigue teniendo estructuras productivas que generan vulnerabilidad, exclusión y bajo dinamismo. Y no es solo una cuestión de que el poder no los dejó. Hubo problemas de cómo se pensaron e implementaron las políticas.
–¿A qué se refiere?
–Para que la transformación social pueda sostenerse en el tiempo es necesario que los cambios en la distribución de los ingresos y las riquezas sean consecuencia no solo de políticas de contención, sino que resulten del funcionamiento de una economía de mercado, que para ello tiene que operar en marcos distintos de cómo lo viene haciendo. De vuelta, la política afectando a los marcos en que opera el mercado para que el mercado produzca resultados mejores. Se tiene que dar una transformación de la estructura productiva junto a un cambio en la estructura demográfica-educativa que en el proceso vaya cuidando la inclusión. Y la integración al mundo tiene que estar pensada con esa lógica, como un medio, no como un fin en sí mismo. Y acá hay una conexión directa con nuestra agenda de cambiar la globalización, por distintas razones. Primero, porque las agendas de desarrollo domésticas están limitadas por como la globalización limita las políticas públicas. Un ejemplo claro de esto es el uso de la globalización como instrumento extorsivo para que los gobiernos del mundo compitan internacionalmente con sus tasas impositivas para atraer a las multinacionales, privando a los estados de recursos. Segundo, porque las posibilidades de integración y su valor tienen que ver con las reglas del mundo en el que te integras. La región tendrá más chances de alcanzar lo que es una economía social de mercado si las reglas globales cambian.
–¿Cuál podría ser el diagnóstico para Argentina?
–Argentina aún enfrenta un problema productivo estructural que resulta en inseguridad económica para buena parte de su población. Su estructura económica excluye a mucha gente. Queda primero la tarea de generar un mayor consenso social hacia adentro sobre la premisa de que ni las señales de “amigabilidad” a los mercados van a alcanzar para resolver los problemas del desarrollo, ni que tampoco hay economía social que se pueda sostener si no se entiende lo que son las restricciones de recursos y si se maneja una economía como si los resultados que producen los mercados se pudiesen controlar enteramente desde la política.
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