Emir Sader, Público
Fernando Henrique Cardoso alcanzó a cambiar el nombre de la empresa, para facilitar su privatización. Total, Petrobrás tiene demasiado olor a Brasil. Lo cambió a Petrobrax, en la onda de la globalización.
La operación resultó mal. La reacción indignada hizo con que, en menos de 24 horas, Cardoso, después de gastar montón de dinero en lo que consideraba una formidable operación de marketing, tuvo que devolverle el nombre de la empresa. Le dejó una huella: le sacó la tilde: quedó Petrobras en lugar de Petrobrás.
Pero quedó la frustración del neoliberalismo en Brasil que, al contrario de Argentina, donde Menem privatizó a rajatabla todo. Quedaron Petrobras, Electrobras, los bancos públicos como Banco do Brasil, Caixa Economica Federal, Bndes.
Lula fortaleció como nunca la esfera pública en Brasil. Los bancos públicos, esenciales para apoyar el crecimiento económico y la implementación de las políticas sociales, se convirtió en los más importantes bancos del país. A su vez Petrobras se transformó en una de las dos más importantes empresas del mundo en la producción de combustibles, con el descubrimiento del Presal.
Pero, como dice siempre Lula, Petrobras no es solamente una empresa de combustibles, es un vector fundamental en el desarrollo de Brasil, por el rol estratégico que tiene en toda la economía del país. De ahí que tras el golpe en contra de los gobiernos del PT se colocó, de inmediato, un exministro de Cardoso, estrechamente vinculado a las corporaciones multinacionales del petróleo, en la presidencia de Petrobras.
Pedro Parente se volvió rápidamente un personaje esencial en el gobierno de Michel Temer, por el trabajo de desarticulación de todo lo que Petrobras representaba en la economía brasileña. Puso en práctica un proceso de privatización, con la venta a precios baratos de las fuentes de petróleo del Presal a empresas extranjeras, con la venta de petróleo crudo y compra combustibles a empresas norteamericanas, generando un enorme déficit en la empresa, disminuyendo el personal que trabaja en Petrobras, importando plataformas que podrían ser producidas en Brasil. En suma, poniendo en práctica una política de privatización y de desnacionalización de la principal empresa brasileña.
La crisis generada por los camioneros, que han paralizado al país cuestionando la política de reajustes diarios de los combustibles, conforme al precio internacional, sumada a la huelga de los trabajadores de Petrobras, desnudó la fragilidad absoluta del gobierno Temer, su aislamiento general y su impotencia para solucionar la ola de manifestaciones en contra de la política de precios de Petrobras. A pesar de las declaraciones oficiales, finalmente Pedro Parente no soportó la embestida de la crisis y renunció a la presidencia de Petrobras.
Una gran victoria para las movilizaciones populares y para la oposición, que se opone frontalmente a la conducción que Parente llevaba a cabo en Petrobras. O Temer cambiaba a Parente o el mismo podía caer. Así que prefirió la salida de Parente, poniendo en evidencia la debilidad del gobierno respecto a una política esencial para la restauración neoliberal que pone en práctica el gobierno.
A cuatro meses de las elecciones presidenciales, Brasil vive el desenlace de la más profunda y prolongada crisis de su historia, con total incertidumbre de lo que pueda pasar. El único candidato que tiene amplio apoyo popular está condenado y preso por un crimen que no ha cometido, sin ninguna prueba en contra de él. La derecha se concentra en sus candidatos tradicionales, que tienen 10 veces menos apoyo que Lula en las encuestas. El Poder Judicial, a su vez, no muestra ninguna disposición a reconocer los derechos de Lula, ni siquiera la presunción a la inocencia hasta la última instancia del juicio, precepto constitucional, configurando una persecución política abierta en contra de Lula.
Lula, a su vez, en caso de que no pueda ser candidato, tiene el poder de promover el candidato que el defina como favorito para convertirse en presidente de Brasil. Porque pueden hacer todo lo que quieran con Lula, menos quitarle la influencia que él tiene sobre la población, que hace de él un gran elector. Aun preso, Lula sigue siendo el centro de la política brasileña, en sus manos está la vía de la solución de la peor crisis que Brasil ha vivido.
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