John Saxe-Fernández, La Jornada
Con el aumento del calentamiento global (CG) registrado por centros especializados y satélites alrededor del planeta y eventos climáticos que ya afectan a millones en todos los continentes, difundidos al mundo desde agencias noticiosas y redes sociales, crecen los movimientos a favor de regulaciones efectivas y vinculantes para el control de las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI) CO2, metano etcétera. Con dato duro de la Organización Mundial de Meteorología (OMM), el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU, la Asociación para el Avance de la Ciencia y múltiples universidades y academias científicas, se advierte la necesidad de evitar un CG catastrófico e irreversible y que la ventana de oportunidad para hacerlo se cierra rápido ¿modificará la COP21 la ruta al abismo del fundamentalismo petrolero (FP)?
Los movimientos sociales de Francia y el mundo son los más afectados por el FP, presente en los trágicos ataques terroristas del 13 de noviembre, que las autoridades atribuyeron al Estado Islámico (EI). Se trata de movimientos ciudadanos que estarán en París activos durante dos semanas (con una magna manifestación el 30 de noviembre en la que se esperan 200 mil personas) para presionar a favor de compromisos con blindaje legal contra los GEI, según dijo a Democracy Now Alix Mazounie, coordinadora de internacionales de la Red Francesa de Acción Climática. Alix citó a Laurent Fabius, el Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, que favorece mantener alguna forma de expresión pública durante la COP. Buscamos opciones. Obvio nos preocupa la seguridad del pueblo francés, la seguridad de todos los que deseen expresarse sobre el cambio climático, en las calles de París.
Pero, como dice Alix, Fabius no es el encargado de la seguridad, por lo que preocupa que voceros oficiales que sí lo están, usen criterios similares al Homeland Defense de Estados Unidos, ajenos a la cultura política francesa y se inclinen por prohibir desfiles, reuniones, actos artísticos, al tiempo que permiten operaciones hoteleras, de restaurantes e incluso actos deportivos, como si el desplome de la facturación en esos rubros, por los ataques, fuera más relevante que las decisiones de casi 200 jefes de Estado rodeados de policías, militares y cabilderos de corporaciones emisoras de GEI. Esta COP se realiza en el contexto de la guerra global al terrorismo, eje de la diplomacia de fuerza de Estados Unidos, con Obama y Kerry bajo presión republicana, reticentes a otorgar cobertura legal al recorte de GEI, urgente desde 1992.
Los protocolos del anti terrorismo incluyen la criminalización de la protesta social rotulándola de terrorista. El vocero del Centro de Información Anti-Terrorista de California dice: “uno puede hacer fácil el vínculo (entre la protesta social y el terrorismo internacional) porque como podría haber terroristas infiltrados en la protesta… Se puede casi argumentar que cualquier protesta es un acto terrorista”. (Ver Frank Morales Homeland Defense (www.globalrsearch.org).
Tanto en los ataques del 11-S en NY como en los de París, el fundamentalismo petrolero (FP) está presente, como lo mostró Gregg Muttitt (The Fuel in the Fire, 2012) con mil minutas secretas, desclasificadas, de las reuniones del gabinete de Blair mostrando que el acceso al petróleo estuvo (y está) entre los objetivos centrales de la guerra de agresión contra Irak, mientras petróleo clandestino y fondos de donantes vinculados a su explotación, apoyan al EI. De igual manera el FP está presente en lo que la prensa de EEUU califica de sabotaje republicano a la COP21, encabezado por el senador Mitch McConnell. Tanto Bush/Cheney y Blair- en Irak, como el EI en París y republicanos vetando regulaciones vinculantes a los GEI, con apoyos del big oil encabezado por Exxon, emanan fundamentalismo petrolero (FP) por todos los poros. Por ejemplo, en momentos oportunos de una sesión legislativa para la anulación de los mega millonarios subsidios otorgados por EEUU al big oil (cientos de miles de millones) “llegaron poco más de 131 mil dólares en contribuciones de campaña a los cofres de Mitch McConnell desde petroleros localizados en Midland Texas y en tres días la propuesta de ley se rechazó. Poco después Bill Moyers (January report), ex secretario de prensa del presidente Johnson, documentó que las firmas que cabildearon contra todo intento de reabrir fuentes de empleo en EEUU, dieron un millón de dólares a McConnell para que ganara sus elecciones a cambio de proteger sus intereses. La denuncia de Moyer llevó al Courier-Journal.com de Kentucky a afirmar que de tiempo atrás McConnell dejó de servir al público. Sirve a intereses corporativos cuyos dineros alientan el obstruccionismo que plaga al Congreso. Tratándose, según esas fuentes, de grandes donativos para McConnell, entre otros de GE, Microsoft y Exxon Mobil, esta última con McConnell en el corazón del FP, empujando el mundo al abismo.
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