Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada
Si por sus actos los juzgaréis, entonces la reciente visita del mandarín Xi Jinping a Estados Unidos, en lugar de mejorar las relaciones con el saliente presidente Barack Obama, las empeoró. Tal deterioro se condensa en el Mar del Sur de China, adonde Estados Unidos envió un barco de guerra en aguas territoriales de las disputadas islas naturales y artificiales que Pekín considera suyas y Washington no reconoce.
China reclama la soberanía del archipiélago Spratly, en el Mar del Sur de China, y ha construido islas artificiales donde Estados Unidos desplegó muy cerca el barco de guerra USS Lassen como advertencia y para medir el alcance de la reacción china.
La alta tensión en el Mar del Sur de China condensa las agendas encontradas entre Pekín y Washington, que se asestan mutuos golpes de toma y daca cuando cesan de cooperar en forma creativa.
En medio de sus convergencias relativamente estables en varios rubros, afloran profundas divergencias entre Estados Unidos y China en otros segmentos –como la arcana Asociación Transpacífica (ATP) de 12 países, obscenamente diseñada contra China, que encabeza Washington y de la que forma parte el “México neoliberal itamita”–, cuando las otras potencias medianas, como Gran Bretaña (GB) y Alemania, dependiendo de los tópicos y sus intereses, se ajustan.
La coyuntura internacional sufre reacomodos multidimensionales en varios puntos sensibles del planeta fracturado: desde el teatro de batalla sirio –donde opera la singular cooperación entre Estados Unidos y Rusia (con Pekín sentada en el asiento trasero) contra el yihadismo trasnacional– hasta la flamante santa alianza financierista de la libra esterlina británica y el renminbi chino.
GB abandonó a Estados Unidos por China (http://goo.gl/fs73cS) –el renminbi bien vale una misa anglicana (http://goo.gl/L7q5tc)– en el justo momento en el que el Pentágono envió sus barcos de guerra en forma provocativa al Mar del Sur de China, que califica de rutina, con el pretexto de calibrar la libre navegación en aguas internacionales, casi en forma simultánea a la enésima visita a Pekín de la atribulada canciller alemana Angela Merkel (http://goo.gl/ine6zf), sin contar el sincrónico encuentro de reconciliación entre el vicecanciller alemán Sigmar Gabriel y el zar Vlady Putin (http://goo.gl/y9M6iZ).
La BBC reporta que los funcionarios chinos condenaron el paso de los barcos de guerra de Estados Unidos, con misiles guiados, cerca de las islas en disputa –a 12 millas náuticas de la zona reclamada por China–, como ilegales y una amenaza a la soberanía de sus islas artificiales recientemente construidas (http://goo.gl/lrdHul).
Para Stratfor, centro texano-israelí que se ostenta como la CIA tras bambalinas, se trata de una política de las grandes potencias y pronostica que China seguirá su política de envolver al Mar del Sur de China porque el control de sus aguas es clave para su seguridad de estrategia nacional, cuando Estados Unidos estará limitado en su respuesta (sic) debido a su preocupación por una escalada y a las capacidades nucleares de China, que buscará cabildear con Estados Unidos para excluir a Japón de la disputa marítima.
Stratfor juzga que Tokio permanecerá involucrado (https://goo.gl/LZSp3M), pese a las reticencias chinas. El enfoque de Stratfor es deliberadamente unidimensional y amarra navajas entre Pekín y Tokio, cuando el contencioso es de carácter mutidimensional y profundiza la política de cerco –el pivote de Obama– a China.
No todo es tan lineal ni conflictivo, cuando el premier chino Li Kequiang inició una visita a Corea del Sur, donde participará en la cumbre trilateral con Japón después de su interrupción hace tres años y medio (http://goo.gl/QgZWLe).
El seudónimo Observador chino considera que el patrullaje marítimo de Estados Unidos no desafiará la visión de largo plazo de China, cuando la irrupción del barco de guerra disparó las rivalidades directas entre China y Estados Unidos en la región. Arguye que China construyó una franja de aterrizaje aéreo en una isla bajo control de China y este nuevo territorio agregado, de acuerdo con las leyes internacionales”, constituye una extensión estratégica.
China ha reiterado que el desarrollo económico de la región del Mar del Sur de China es de carácter civil, pero cuando los intereses seminales de China son desafiados, las islas pueden tener un papel militar. Es este potencial lo que irrita a países como Estados Unidos, quien carece de soluciones para prevenir a China de construir en sus tierras.
Resulta que para Estados Unidos y Japón el estrecho de Malaca se encuentra en el radio de la aviación china desde los arrecifes, lo cual no infringe las leyes internacionales.
Con el patrullaje del Lassen Estados Unidos conforta a sus aliados en la región y salva las apariencias y Observador aduce que el siguiente movimiento de Estados Unidos será regatear con China el uso de esas tierras, cuando China presume su poderosa capacidad ingenieril y su determinación estratégica frente a Estados Unidos, que no tiene cartas que jugar salvo enviar sus barcos de patrulla (http://goo.gl/DbhFxk).
Un editorial del Global Times comenta que “después de su show (sic) es tiempo de que el barco de guerra de Estados Unidos se retire” (http://goo.gl/he3rL3), cuando ante el acoso de Estados Unidos, Pekín debe tratar con tacto y prepararse para lo peor: China no tiene miedo de librar una guerra con Estados Unidos en la región y está determinada a salvaguardar sus intereses nacionales y su dignidad.
Vladimir Kolotov, jefe del Departamento de Historia de Asia Oriental en la Universidad Estatal de San Petersburgo, juzga que China y Estados Unidos son rivales geopolíticos y utilizan a medianos y pequeños países del sureste asiático, cuando la protección de la libertad de navegación es un pretexto que usa Estados Unidos para incrementar su influencia en la región (http://goo.gl/EOlYdY).
Vladimir Kolotov rememora que Estados Unidos ayudó en 1974 a China a establecer su control sobre las islas Paracel, que pertenecían a Vietnam, y en 1988, sobre las islas Spratly. Ninguna novedad cuando Estados Unidos juega a su antojo con las leyes internacionales, según sus intereses geopolíticos coyunturales.
El año de 1974 –dos años después de la visita histórica de Nixon a China para paliar la derrota estadunidense en Vietnam– no corresponde para nada al año 2015, cuando Estados Unidos juega a las contradicciones regionales y atiza el fuego entre China y Vietnam: ¡su nuevo aliado 41 años más tarde!
Vladimir Kolotov vaticina que debido al comercio e intereses mutuos de Estados Unidos y China, la confrontación retórica en el Mar del Sur de China no desembocará en un conflicto grave (sic) y no se derramará sangre china ni estadunidense, con la salvedad de que otros países regionales sean arrastrados a una inconveniente confrontación geopolítica.
En forma inopinada y, por fortuna, el almirante Harry B. Harris Jr., del Comando del Pacífico de Estados Unidos, quien dio la riesgosa orden de intrusión del Lassen, visitará Pekín con el fin de establecer mecanismos bilaterales de aviso para evitar conflictos marítimos no intencionales (http://goo.gl/Bq9Fw8).
Cede la alta tensión y se pospone la colisión entre los dos gigantes: uno en ascenso (China) y otro en declive (Estados Unidos).
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