Mohamed El-Erian
Muchos temas se han estado preparando cuidadosamente para las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial el próximo mes en Washington, un encuentro que contará con representantes de unos 190 países. Sin embargo, existe un alto riesgo de que las esperanzas se trunquen, lo que sería perjudicial para el bienestar futuro de miles de millones de personas en todo el mundo.
Este riesgo puede y debe ser minimizado. Para ello, la inclinación natural hacia la complejidad debe sustituirse de forma urgente por un enfoque centrado en la simplicidad, lo que podría conseguirse proponiendo un único tema en la agenda: ¿por qué la política económica de los países industrializados está resultando tan ineficaz y frustrante?
De hecho, sobran los ejemplos en los que los resultados de estas políticas han defraudado todas las expectativas. Sólo en Estados Unidos, por ejemplo, observe la elevada tasa de paro que sigue habiendo a pesar de los estímulos fiscales sin precedentes y del uso extendido de una política monetaria tan poco convencional. Sea testigo de la reducción de riesgo en las inversiones de las familias que venden sus acciones a cambio de dinero en metálico o de bonos. Considere los increíbles balances de caja acumulados por las grandes compañías y los bancos.
Normalmente, el dinero en metálico quema en los bolsillos de los estadounidenses, especialmente cuando la Reserva Federal utiliza de forma agresiva los bajos intereses para empujarnos a todos a asumir más riesgos. Pero hoy no es el caso.
En Europa, las drásticas medidas políticas no han conseguido calmar la preocupación sobre la solvencia de países periféricos como Grecia, Irlanda, Portugal o España. La extensión del riesgo en estas naciones es mayor que hace unos meses, incluso después de los tan cacareados test de estrés a los bancos, del antes impensable apoyo del Banco Central Europeo y de la excepcional ayuda económica ofrecida por otros gobiernos europeos y por el propio FMI.
Mientras tanto, en Japón, el Gobierno se ha visto forzado a intervenir en el mercado de divisas en un intento de frenar la subida del yen, de modo que no se restrinja la actividad económica.
La imagen no es mucho mejor en los mercados multinacionales. Los desequilibrios globales, tanto en el comercio como en las divisas, han vuelto a aumentar, pese a lo mucho que se ha dicho justo lo contrario. El mismo FMI se encuentra constreñido por deficiencias de gobierno y representación que están tardando demasiado tiempo en resolverse.
La falta de eficacia en la política aplicada tiene mucha importancia. Cuanto más persistan sus malos resultados, más complicado será el reto de devolver a los países industrializados a la senda del crecimiento sostenido y la creación de empleo. La inversión en personas, ideas y equipamiento se reducirá.
Esto lo sufrirán tanto las actuales generaciones como las futuras. La miseria humana crecerá mientras más y más gente se precipita a través de los cada vez mayores agujeros de las ya muy estiradas redes del Estado de Bienestar.
El mundo también se enfrenta a un importante riesgo de proteccionismo comercial mientras los gobiernos se esfuerzan por equilibrar lo económicamente deseable con lo políticamente posible.
Si nos centrásemos en la falta de eficacia de las políticas económicas, se podría, en mi opinión, lograr un progreso más rápido en tres áreas esenciales:
1. Debemos comprender la complejidad de los problemas a los que se enfrentan los países industrializados.
No se trata sólo de una cuestión de demanda, es también una cuestión de estructura económica y de peso de la deuda pública. La rapidez y eficacia con la que hay que responder se ven dificultadas por el hecho de que hay que hacer frente a cambios trascendentales en la estructura del crecimiento y la riqueza, tanto nacionales como globales.
Las tensiones resultantes no pueden tratarse solamente mediante políticas fiscales y monetarias de carácter cíclico. Requieren, de forma muy urgente, medidas dirigidas a mejorar el estado actual de la economía a la vez que se protege a los sectores más vulnerables de la sociedad.
2. Hay que formular una política que se libere de patrones ad hoc, graduales y que tan sólo reaccionan a las circunstancias.
Un paquete adecuado de medidas podría ayudar a las personas que toman las decisiones en todo el mundo a retomar la iniciativa política y obtener una masa crítica lo suficientemente grande como para protagonizar el vuelco necesario.
3. Se ha de presentar una visión económica para varios años que se encuentre más próxima a la realidad que percibe la mayoría de la gente.
Los políticos necesitan ganarse a los ciudadanos, quienes, según revelan las encuestas, dudan en estos momentos de su seriedad y efectividad.
Las reuniones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial podrían unificar posiciones nacionales divergentes si se escogiese una única cuestión común como tema principal de las reuniones. La claridad que surgiera de ello podría poner a los países industrializados en una posición más adecuada para llamar a las economías emergentes a colaborar en la mejora económica global.
Basta revisar los encuentros de octubre de 2008 entre el FMI , el Banco Mundial y la cumbre de Londres del G-20, que se realizó seis meses después, para ser testigo de todo el poder que tiene que dirigirse a una cuestión común. En ese caso era cómo responder ante una crisis financiera global mediante acciones coordinadas de emergencia.
Sería una tragedia que las reuniones de Washington fueran un desastre y el bienestar de la población se enfrentara a una mayor erosión.
No esperemos a que se produzca un recaída ni una trampa deflacionaria en los países industrializados para, de esta forma, volver a ganar la unidad de propósito necesaria con la que poder definir la senda hacia una política más efectiva.
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Mohamed A. El-Erian, consejero delegado de Pimco.
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