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jueves, 7 de noviembre de 2019

Los hijos del neoliberalismo se alzan para exigir justicia en Chile y el mundo

Es totalmente apropiado que Chile esté a la vanguardia de las protestas que arrasan el mundo en este otoño de descontento, ya que Chile sirvió como laboratorio para la transformación neoliberal de la economía y la política que ha barrido al mundo desde la década de 1970.


Medea Benjamin, Nicolas JS Davies, Commondreams

Los levantamientos contra el dominio corrupto, de generación en generación, de los gobiernos neoliberales de "centro derecha" y "centro-izquierda" que benefician a las corporaciones ricas y multinacionales a expensas de los trabajadores están arrasando país tras país en todo el mundo.

En este otoño de descontento, personas de Chile, Haití, Honduras, Irak, Egipto y Líbano se están levantando contra el neoliberalismo, que en muchos casos les ha sido impuesto por invasiones estadounidenses, golpes de estado y otros usos brutales de la fuerza. La represión contra los activistas ha sido salvaje, con más de 250 manifestantes asesinados en Irak solo en octubre, pero las protestas han continuado y crecido. Algunos movimientos, como en Argelia y Sudán, ya han forzado la caída de gobiernos corruptos y arraigados.

Un país que es emblemático de los levantamientos contra el neoliberalismo es Chile. El 25 de octubre de 2019, un millón y medio de chilenos, de una población de unos 18 millones, salieron a las calles de todo el país, desarmados por la represión gubernamental que mató al menos a 20 de ellos e hirió a cientos más. Dos días después, el multimillonario presidente de Chile, Sebastián Piñera, despidió a todo su gabinete y declaró: "Estamos en una nueva realidad. Chile es diferente de lo que era hace una semana".

El pueblo de Chile parece haber validado la investigación de Erica Chenoweth sobre movimientos de protesta no violentos, en la que descubrió que una vez que más del 3.5% de una población se levanta para demandar de manera no violenta cambios políticos y económicos, ningún gobierno puede resistir sus demandas. Queda por ver si la respuesta de Piñera será suficiente para salvar su propio trabajo, o si será la próxima víctima de la regla del 3.5%.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Origenes de la revolución chilena de octubre



Manuel Acuña A., Rebelión

‘NATURA NON FACIT SALTUS’

El viernes 18 de octubre se produjo, en Chile, un estallido social cuya intensidad y extensión perdura aún en los momentos que se escriben estas líneas. Como sucediera el 11 de mayo de 1983, también en esta oportunidad el estallido social sorprendió no sólo al Gobierno sino a la generalidad del espectro de actores que se desplaza dentro de la escena política de la nación. “La crisis que nadie previó”, acusó una de las portadas del periódico ‘La Tercera’ de esos días [1] como queriendo reflejar el sentir casi unánime de tales actores.

“¿Dónde debemos buscar respuestas para entender lo que se ha etiquetado como “estallido social”?

Ante tal situación, así se pregunta hoy un analista, para responderse, de inmediato:

“Ilustro con una analogía: cuando siento un malestar físico severo, no le pregunto a gente de la calle ni a los políticos sobre lo que debería hacer, sino que probablemente voy a recurrir a alguien con conocimientos médicos con base científica. En temas sociales, sin embargo, parece que todos somos equivalentes en cuanto a conocimientos, que todo lo que se dice son “opiniones” y, por lo tanto, todo es igualmente válido: lo que dice la calle, los periodistas y los políticos” [2] .

Esta forma de sorprenderse es algo que no debiera causar tanta expectación. En 1682 escribió el investigador inglés John Ray su obra ‘Methodus Plantarum Nova’ en la que, siguiendo las enseñanzas de Aristóteles, quiso recordarnos que, en la naturaleza, nada ocurre de manera súbita o imprevista. ‘Natura non facit saltus’, afirmó recurriendo al latín, lengua que empleaban los hombres de ciencia de esos años, acuñando una frase que, más tarde, repetirían Charles Darwin y Alfred Marshall en la nación británica.

miércoles, 23 de octubre de 2019

El tsunami chileno, Piñera y la represión


Atilio A. Boron, Rebelión

El régimen de Piñera -e insisto en lo de “régimen” porque un gobierno que reprime con la brutalidad que todo el mundo ha visto no puede considerarse democrático- se enfrenta ante la más seria amenaza popular jamás enfrentada por gobierno alguno desde el derrocamiento de la Unidad Popular el 11 de Septiembre de 1973. Las ridículas explicaciones oficiales no convencen ni a quienes las divulgan; se oyen denuncias sobre el vandalismo de los manifestantes, o su criminal desprecio por la propiedad privada, o por la paz y la tranquilidad para ni hablar de las oblicuas alusiones a la letal influencia del “castro-madurismo” en el desencadenamiento de las protestas que culminaron con la declaratoria del “estado de emergencia” por parte de La Moneda, argumento absurdo y falaz antes esgrimido por el corrupto que hoy gobierna al Ecuador y abrumadoramente desmentido por los hechos.

El estupor oficial y el de los sectores de la oposición solidarios con el modelo económico-político heredado de la dictadura carece por completo de fundamento, a no ser por el anacronismo de la opulenta partidocracia dominante (una de las mejor remuneradas del mundo), su incurable ceguera o su completo aislamiento de las condiciones en que viven -o sobreviven- millones de chilenas y chilenos. Para un ojo bien entrenado si hay algo que sorprende es la eficacia de la propaganda que por décadas convenció a propios y ajenos de las excelsas virtudes del modelo chileno. Este fue ensalzado hasta el hartazgo por los principales publicistas del imperio en estas latitudes: politólogos y académicos del buen pensar, operadores y lobistas disfrazados de periodistas, o intelectuales coloniales, como Mario Vargas Llosa, quien en un reciente artículo fustigaba sin piedad a los “populismos” existentes o en ciernes que atribulan a la región a la vez que exaltaba el progreso “a pasos de gigante” de Chile /1.

lunes, 21 de octubre de 2019

El fracaso del neoliberalismo hunde a Chile en su peor momento


Hernán Torreblanca Contreras

Mucho que analizar y reflexionar sobre lo ocurrido desde este 18 de Octubre en Chile. No es necesario desvanecerse ante el llamado de la prensa que invita a pensar en lo ocurrido porque hace tiempo que se habla del agotamiento de un modelo económico que acumula riquezas para unos pocos a costa del trabajo de muchos.

Los trabajadores han llegado a ser tan precarizados, no tan solo en el ámbito del trabajo, sino que en la vida cotidiana se han visto enfrentados a duras condiciones sociales caracterizadas por la pérdida de derechos obtenidos en épocas anteriores mediante huelgas y protestas que no han escapado al fenómeno de la violencia.

En este sentido, los hechos del 18, 19 y 20 de Octubre no responden a excepcionalidades de los últimos tiempos, sino que ilustran las contradicciones del modelo económico instalado en dictadura y respaldado por la clase política heredera de la oligarquía, que mediante la constitución y su nula voluntad a modificarla y la modernización de la normativa represiva que faculta a policías y militares para ser garantes del “orden”, han creado una situación desigual e injusta para el pueblo.

El modelo neoliberal planteado por la dictadura argumentó su objetivo en base a la acumulación de riquezas, el punto es que no todos tienen la posibilidad de acceder a ellas. Lo sucedido habla de una contradicción que manifiesta una crisis estructural de la economía porque explica la inequidad y las injusticias que sufre el pueblo a partir de su objetivo principal, el que persigue la clase empresarial y política de este país, objetivo que solo busca la acumulación incesante de capital.

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