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martes, 18 de marzo de 2025

Líneas rojas de la negociación


Nahia Sanzo, Slavyangrad

A la espera si la conversación telefónica que mantendrán hoy Donald Trump y Vladimir Putin resultará en algún tipo de anuncio importante como el presidente de Estados Unidos parece esperar, los medios siguen tratando de determinar cuál es la posición negociadora de las partes y, sobre todo, cuáles son las verdaderas líneas rojas de Kiev y Moscú entre las que puede discurrir la negociación. El domingo, Marco Rubio habló de un “plan A y plan B”, en realidad una fase A y fase B, un alto el fuego inicial y una posterior negociación, una postura más cercana a la posición rusa que a la ucraniana o europea. Sorprendentemente teniendo en cuenta el autoritarismo de Donald Trump y que es Estados Unidos quien tiene en su mano cartas con las que presionar seriamente a Kiev y a Moscú, la postura de Washington es más favorable a la negociación, frente a la inflexible postura de la Unión Europea y el Reino Unido, que esperan que Moscú reciba una oferta de alto el fuego o de paz en la que no tenga voz más que para aceptar.

Las declaraciones de esos últimos meses de Marco Rubio, Mike Waltz o Steve Witkoff, que siguen realizando intervenciones mediáticas en las que se les exige anunciar cuáles serán las concesiones que exigirán a Moscú, muestran que el objetivo del entorno de Trump es conseguir para Ucrania el máximo posible, pero sin arriesgarse a una situación de enfrentamiento directo con la Federación Rusa, algo que comparten con la administración Biden, y renunciando a la guerra eterna a la que los países europeos parecían dispuestos hasta la pasada semana, cuando rápidamente comprendieron las bondades de un alto el fuego de 30 días que Rusia tenía que aceptar sin preguntas. Con ciertas dificultades para esquivar las preguntas de qué se va a exigir a Moscú teniendo en cuenta que ha quedado claro que Estados Unidos espera que Ucrania renuncie temporalmente a parte de sus territorios, Steve Witkoff mencionó tres temas. “Hay regiones en las que todos sabemos que los rusos están centrados. Hay un reactor nuclear que suministra bastante electricidad al país de Ucrania. Hay que ocuparse de eso. Está el acceso a los puertos. Está el potencial acuerdo del Mar Negro”, afirmó.

“A juzgar por las declaraciones de Trump y Zelensky, la central nuclear de Zaporozhie se perfila como una concesión realista que Estados Unidos y Ucrania intentan arrancar a Putin”, comentó ayer el periodista opositor ruso Leonid Ragozin, favorable al alto el fuego y posterior paso a una negociación que logre un final realista a la guerra. La central nuclear de Energodar, que Kiev no ha tenido reparos en atacar con artillería y drones para hacer imposible la permanencia rusa en las instalaciones, ha sido siempre uno de los principales objetivos de Ucrania y lo es más aún ahora que parte de su potencial de producción eléctrica ha quedado destruido. Es probable que Kiev pretendiera utilizar la carta de Kursk para lograr un intercambio de territorios que le devolviera esas infraestructuras críticas. Perdida esa baza, la fuerza que le queda a Kiev es la presión que quiera infligir Estados Unidos. “Si el Kremlin entra en serio en esta conversación, significará que no espera seriamente que Ucrania se retire de las partes no ocupadas de las cuatro regiones formalmente anexionadas. Por eso probablemente permanecerá en silencio o en modo de negación hasta que el acuerdo sea más tangible. Pero exigirá algo a cambio: tal vez territorio, tal vez algo más”, explicó Ragozin para terminar destacando la buena noticia que supone que “el diálogo” esté virando “desde las tierras de fantasía hacia objetivos realistas”.

La fallida de defensa de Kursk, que medios como la BBC británica admiten ya aunque Ucrania siga insistiendo en que la lucha continúa y anuncie a diario que sus tropas han pasado a “posiciones defensivas más ventajosas” -una forma de admitir constantes retiradas- hace que ya no sea realista para Ucrania exigir grandes territorios a cambio de sus posesiones en Kursk, actualmente equivalentes al territorio que Rusia controla en el norte de Járkov, una zona que no es exactamente lo que Zelensky esperaba obtener a cambio de Suya y sus alrededores. No hace tanto tiempo, el presidente ucraniano alegaba que las tropas ucranianas habrían sido capaces de capturar la central nuclear de Kursk o la capital regional, pero eligieron no hacerlo. La captura de esos lugares que Kiev nunca tuvo posibilidad de obtener habría dado a Ucrania la fortaleza que ahora añora y que trata de compensar con presión por parte de sus aliados. El objetivo es no hacer más concesiones. Para ello, Ucrania continúa con un discurso completamente fuera de la realidad en el es inevitable, no solo su victoria, sino la autodestrucción de la Federación Rusa. “Los ucranianos han quemado los arsenales de material de la era soviética, antaño sin fondo. Ahora, la base de los éxitos tácticos rusos son, literalmente, los cadáveres de sus propios soldados”, escribió ayer por enésima vez Mijailo Podolyak, asesor de Andriy Ermak, mano derecha de Zelensky. Hace varios años que Rusia perdió, según la versión ucraniana, sus arsenales soviéticos, punto de partida para un colapso militar que, confundiendo deseos con realidad, aún espera. Podolyak, que olvidando la forma en la que Ucrania está reclutando por la fuerza en las calles, afirma que “los generales rusos libran la guerra con indiferencia medieval por las vidas de su infantería, reclutada de las capas más pobres de la sociedad”, añade que “la casi inevitable futura agresión contra Europa acabará con lo que queda del potencial demográfico del imperio. La bestia devora todo a su alrededor y a sí misma. En cuanto a la autodestrucción de Rusia, es un proceso histórico inevitable. Lamentablemente, sin embargo, se produce a costa de la sangre de otras naciones”. El antídoto para evitar la agresión es simple, impedir que “el agresor” sea “premiado por su baño de sangre con territorios ucranianos”. Pese al reciente cambio de Zelensky, y posteriormente de la Unión Europea, a una retórica de paz para la que solo Rusia es el obstáculo, el discurso de la Oficina del Presidente sigue siendo el de la obligación de seguir luchando hasta que Ucrania recupere sus territorios perdidos, idea que posiblemente perdurará más allá de un hipotético acuerdo para poner fin a la actual guerra.

Algo más diplomático, el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania prefirió ayer no hablar de “líneas rojas” sino de “aspectos fundamentales” que “no se tocan”. Horas antes, The Independent había publicado, citando fuentes anónimas del Gobierno ucraniano, tres de esas líneas que Kiev no pretende cruzar. Ninguna de ellas es sorprendente y simplemente reflejan la situación actual y los deseos que siempre ha planteado Ucrania. En palabras del medio británico, “no se cederá más territorio, pese al deseo de Putin de tomar cuatro regiones ucranianas parcialmente ocupadas por el ejército ruso desde 2014”. A ese objetivo principal hay que añadir “la devolución de miles de niños ucranianos secuestrados por Rusia. La devolución de miles de civiles retenidos ilegalmente por Rusia, que no son considerados prisioneros de guerra y, por tanto, no se incluirían en los intercambios” y, finalmente, la cuestión más rocosa, “la necesidad de garantías internacionales de seguridad, en caso de que Putin infrinja cualquier acuerdo de alto el fuego”. Zelensky no se ha cansado de insistir en que la seguridad de la Ucrania posterior a la guerra debe estar garantizada por países de la OTAN con la participación de Estados Unidos, un aspecto que contradice la principal línea roja rusa, el rechazo a la presencia de la Alianza en territorio ucraniano.

Por el momento, la cuestión de la seguridad supera en importancia a la recuperación de los territorios perdidos. Ucrania parece ser consciente de que no tiene la fuerza para lograr recuperar las áreas capturadas por Rusia desde febrero de 2022 y menos aún Donbass y Crimea. Sin embargo, Kiev no esconde que ese es su objetivo a largo plazo. El primer “aspecto fundamental” para el ministro Sibiha “es la integridad territorial y la soberanía de Ucrania. Ucrania nunca reconocerá territorios ocupados. En segundo lugar, ningún país tiene derecho de veto sobre la elección del pueblo ucraniano, sobre la elección de Ucrania de participar en determinadas alianzas, ya sea la Unión Europea o la OTAN”. El jefe de la diplomacia ucraniana, que añade como tercer aspecto que no se toca que “no puede haber restricciones en las capacidades de defensa de Ucrania, no puede haber restricciones en la fuerza de nuestro ejército”, deja claro que Kiev sigue aspirando a conseguir todos sus dos objetivos principales: la integridad territorial y la adhesión a la OTAN, dos condiciones que requieren una guerra eterna para derrotar a Rusia en el campo de batalla, única posibilidad de que Moscú se vea obligada a aceptar incondicionalmente sus dos líneas rojas. Pese a la retórica de paz, ni el alto el fuego que se intenta acordar ahora ni la resolución más probable teniendo en cuenta la actual correlación de fuerzas puede satisfacer a Ucrania.

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