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jueves, 19 de diciembre de 2024
El occidente empobrecido otorga más dinero a Zelensky
Nahia Sanzo, Slavyangrad
“El ejército ruso bloquea a más de 200 soldados ucranianos en Kurájove (Donetsk)”, titulaba EFE en su breve crónica sobre los últimos acontecimientos que se han producido en el frente de la guerra rusoucraniana. Mientras Trump nombra al polémico exembajador en Alemania Richard Grenell “enviado para misiones especiales”, el general que se encargará de llevar la política ucraniana se exhibe por las televisiones argumentando que el nuevo presidente será capaz de resolver el conflicto “porque nadie más puede hacerlo” y los países europeos discuten el envío de tropas europeas a Ucrania para controlar el futuro alto el fuego, la guerra continúa con cada vez menos interés en el frente militar. A ambos lados del Atlántico, se ha instalado la opinión -en ocasiones el temor- de que Donald Trump obligará a Ucrania a aceptar un acuerdo y el frente quedará temporalmente congelado según las fronteras existentes en el momento de la aceptación de los términos.
Todas las partes parecen estar preparándose para ese momento, que da por hecho que el inicio de una negociación implica necesariamente llegar a un entendimiento. Sin embargo, los precedentes de esta guerra indican todo lo contrario. La firma de Minsk paralizó las grandes operaciones, pero no consiguió ni un alto el fuego real ni avanzar hacia una resolución militar y política, situación que finalmente derivó en la invasión rusa de 2022. Semanas después, Rusia y Ucrania se reunieron por primera vez para iniciar las negociaciones que se prolongarían durante meses, incluso después de la aparente ruptura de Estambul, donde a pesar de los indicios de principio de acuerdo, la iniciativa no prosperó ante el desinterés de Ucrania y sus socios en alcanzar un tratado que implicara concesiones políticas y territoriales. El acuerdo que aparentemente se ofrece ahora a Rusia es congelar el frente, aceptar temporalmente la pérdida de algunos territorios -es de esperar que Ucrania utilice la carta de los territorios de Kursk bajo su control para exigir la devolución de territorios ucranianos, por ejemplo las partes de Járkov bajo control ruso o la central nuclear de Energodar- y quizá el compromiso de no incluir a Ucrania en la OTAN durante unos años, pero no un tratado de resolución. En otras palabras, a cambio del mantenimiento temporal de los territorios bajo su control, se ofrece a Rusia un escenario en el que Ucrania no renunciaría a los territorios, que intentaría recuperar por la vía diplomática, y un acceso a la OTAN que los países miembros ya han declarado “irreversible”, aunque pudiera retrasarse algunos años. A ese escenario hay que añadir la posibilidad de la presencia de tropas de los países de la Unión Europea, y presumiblemente miembros también de la OTAN, aunque técnicamente no sería una misión de la Alianza sino de los países a título individual.
Las posibilidades de una resolución de la guerra con un tratado final que determine las fronteras y las garantías de seguridad para ambos países y para las poblaciones cercanas al frente son, a día de hoy, prácticamente nulas. Rusia, que depende de su economía y su industria militar para dotar a sus tropas, sigue siendo capaz de cubrir sus bajas de personal y mantenimiento y ha conseguido corregir algunos de los errores tácticos, logísticos y militares que lastraron sus esfuerzos en el año 2022. La que fuera su principal carencia, la falta de personal, es ahora uno de los problemas de Ucrania, que los aliados de Kiev pretenden solucionar a base de ampliar el reclutamiento obligatorio a menores de 25 años. Kiev, por su parte, achaca el empeoramiento de la situación de sus tropas, grave en ciertas zonas del frente, a la falta de armamento y munición y exige a sus aliados más rapidez en las entregas y material de largo alcance con el que atacar en territorio de la Federación Rusa. En los últimos dos paquetes anunciados recientemente, Estados Unidos ha comprometido más de 1.200 millones de dólares en armamento, que enviará antes de que concluya la actual legislatura. Además de esa asistencia directa, Kiev ha obtenido también un crédito de 50.000 millones de dólares de Estados Unidos a costa de los beneficios de los activos rusos requisados por el régimen de sanciones desde 2022. A ello hay que sumar la aportación de la Unión Europea, que cubre el coste del mantenimiento del Estado ucraniano. Al igual que Rusia, que dispone de fondos propios para continuar la guerra, Ucrania sigue contando con suficiente financiación extranjera para garantizar que no se produzca un colapso militar ni político. Ninguno de los dos países carece de los recursos para continuar la guerra de desgaste ni se encuentra militarmente exhausto, dos de los escenarios en los que una negociación podría dar lugar a una resolución definitiva. El tercero, un acercamiento político, también es inviable a día de hoy, cuando las condiciones propuestas por las dos capitales son incompatibles.
Solo una intervención externa puede obligar a Kiev y Moscú a un acuerdo, que previsiblemente sería de mínimos y llevaría a una situación de inestabilidad similar a la de Minsk, aunque a una mucho mayor escala. Donald Trump pretende jugar ese papel, obligando a Ucrania a acceder al inicio de una negociación que probablemente tratará de dilatar a la espera de mejores condiciones. El presidente electo de Estados Unidos parece querer utilizar la amenaza de aranceles para obligar a China a presionar también a Moscú. Donald Trump aún no ha llegado a la Casa Blanca ni tiene para Ucrania más plan que obligar a los países europeos a cargar con los costes de la guerra y el control del alto el fuego, pero ya sabe que desea apuntarse un tanto y conseguir concesiones geopolíticas y económicas de sus aliados y oponentes.
En estas condiciones, tanto Rusia como Ucrania tratan de lograr sus objetivos para llegar a esa posible negociación en posición de relativa fuerza. Para Moscú, todo pasa por conseguir una mejor posición en el frente terrestre. En primer lugar, el objetivo es recuperar el máximo territorio posible en el oblast de Kursk, donde Zelensky afirma que han comenzado a luchar las tropas norcoreanas. Rusia lucha por aproximarse a Suya, la única localidad mínimamente importante bajo control de Kiev. En segundo lugar, el mando ruso ha dejado claro que la prioridad es la zona occidental de Donetsk, donde la lucha se concentra en varios focos importantes. Ucrania, que comprende que en las condiciones actuales no es capaz de recuperar el territorio perdido en el sur del país, desea basar su estrategia en los ataques en profundidad, aunque carece del número de misiles que requeriría minar el esfuerzo militar ruso de tal manera que Moscú llegara débil a las negociaciones, por lo que su plan pasa por defender al máximo los puntos más importantes del frente. Aunque quizá lo sería en otro momento, actualmente no es una gran preocupación el acercamiento ruso a Kupyansk, que solo sería preocupante si Rusia lograra avanzar más allá de la localidad para amenazar Izium y, desde ahí, Slavyansk o Kramatorsk. El peligro real para Ucrania se encuentra en dos puntos concretos: Pokrovsk-Krasnoarmeisk y Velika Novosyolka, ambas absolutamente clave para impedir un colapso del frente al oeste de Donetsk.
La pérdida efectiva de Pokrovsk en caso de quedar aislada comprometería toda la primera línea de defensa, tras la cual se extiende una estepa en la que no parecen existir en dirección a Dnipropetrovsk, fortificaciones suficientes, signo de que Ucrania nunca previó la posibilidad de que las tropas rusas pudieran avanzar en la región del frente más preparada para la defensa. Consciente de la importancia de la localidad, de la que Rusia se encuentra a apenas unos kilómetros y que trata de rodear en lugar de asaltar frontalmente, Ucrania ha enviado a los refuerzos habituales. El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania vuelve a confiar en la Tercera Brigada de Asalto para tratar de contraatacar hacia Shevchenko, localidad al sur de Pokrovsk, desde donde Rusia trata de avanzar hacia el oeste para rodear la ciudad.
El caso de Velika Novosyolka es similar, ya que ejerce de enlace de varias zonas del frente y su pérdida dificultaría para Ucrania la defensa del frente sur y abriría la puerta a Rusia para atacar Guliaipole e incluso Orejov, en la parte de Zaporozhie bajo control ucraniano y desde donde Kiev lanzó su célebre contraofensiva de 2023.
Menos mediáticos que esos dos puntos principales, los avances rusos son lentos pero consistentes tanto en la ciudad de Toretsk-Dzerzhinsk, donde Rusia controla alrededor del 60% del entorno urbano, como Kurajovo, donde el sábado se izó la tricolor rusa sobre el edificio administrativo. La lucha continúa en la parte céntrica de la ciudad, pero resta aún avanzar sobre la parte menos densamente poblada al oeste de la localidad, situada al sur de la reserva y construida a lo largo, en paralelo a esa barrera física. Algo más al sur, Rusia continúa su avance en el saliente formado por un puñado de pequeñas localidades entre las que destaca Uspenovka, atravesada por la carretera que une el sur con Kurajovo. Es ahí donde las tropas ucranianas, aisladas y sin poder recibir suministros, luchan por abandonar la zona antes de quedar completamente aisladas.
Sin más opciones que enviar tropas para tratar de contener los avances, Ucrania ha encontrado ya a su chivo expiatorio. “Un oficial ucraniano confirmó el viernes a Financial Times que Oleksandr Lutsenko ha sido destituido de su cargo de comandante del grupo operativo y táctico de Donetsk. Las fuerzas ucranianas, bajo el mando de Lutsenko, no han logrado detener la arrolladora ofensiva rusa que ha tomado un área de aproximadamente la mitad del tamaño de Londres en tan solo el último mes. El oficial añadió que Lutsenko recibirá otro puesto en las fuerzas terrestres del ejército. Ha sido sustituido por el general de brigada Oleksandr Tarnavskyi”, escribía el sábado Christopher Miller. El artículo cita a Oleksandr Syrsky afirmando que Rusia dispone de amplia superioridad de personal, lo que contradice el discurso de Zelensky, que afirma que hay suficientes hombres y es el armamento el que escasea por culpa de sus aliados. “Los rusos están lanzando todas las fuerzas disponibles hacia adelante, tratando de romper la defensa de nuestras tropas”, insiste.
“Subrayando la grave situación a la que se enfrenta el ejército ucraniano en el frente oriental, Syrsky advirtió que pronto tendría que recurrir a tomar «decisiones atípicas para aumentar la estabilidad de la defensa y destruir más eficazmente a los ocupantes»”, escribe Financial Times, recordando que la última de las ideas atípicas del general ucraniano fue la invasión de Kursk.
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