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martes, 7 de enero de 2020

El poder de los superricos: cómo actuarán a partir de hoy


Vicenç Navarro, Público

Paul Krugman, Premio Nobel de Economía del año 2008, y articulista del New York Times, publicó recientemente un artículo “Big Money and America’s Lost Decade" en el que indicaba cómo la gente muy rica de EEUU (que son una minoría de la población) influye desmesuradamente a los partidos políticos de tal país, configurando en gran medida su cultura política, promoviendo una ideología que favorece a sus intereses, presentando una enorme agresividad hacia aquellas fuerzas políticas que propongan reducir tales intereses. Mostraba, por ejemplo, su hostilidad hacia candidatos progresistas como Bernie Sanders y Elisabeth Warren, movilizando todos los recursos políticos y mediáticos a su alcance para debilitar y eliminar lo que ellos (la mayoría de los superricos son hombres) consideraban una amenaza. Lo que añadía gran interés a este artículo de Paul Krugman es que las tesis y observaciones que hacía para EEUU son aplicables casi en su totalidad a la situación existente en países como España y Chile.

Una manera que, según este autor, tienen los superricos de influenciar a los políticos y a sus partidos es contribuyendo legal (o ilegalmente) a su sostenibilidad económica, dándoles o prestándoles dinero (como hacen los bancos) en términos muy favorables. Aunque esta práctica alcanza niveles extremos en EEUU, donde la financiación de las elecciones es predominantemente privada, también ocurre en España, siendo en general más frecuente entre los partidos de derechas (ya que los ricos creen que defienden mejor sus intereses) que no entre partidos de izquierdas, siendo esta práctica incluso más común en las comunidades autónomas en las que las derechas han gobernado más tiempo durante el período democrático, como han sido la Comunidad de Madrid, la de Galicia y la de Catalunya.

La creación de la sabiduría convencional

Otra manera en que, según Paul Krugman, los ricos y superricos influencian a los partidos políticos es mediante la financiación de think-tanks, de grupos de investigación (sobre todo dedicados a temas económicos) y revistas “científicas”, y otras instituciones que reciben donaciones de superricos y de sus instituciones, que declaran como filantrópicas y, con ello, reciben ventajas fiscales, con subvenciones del erario público. Ni que decir que todas ellas tienen como una función muy importante el crear un clima político, intelectual y cultural afín a sus intereses y que se presente y se perciba como “la sabiduría convencional del país” (es decir, lo que es respetable y lo que no lo es en el lenguaje y argumentario político hegemónico).

La elaboración de esta sabiduría convencional se distribuye por los medios de información (que son también medios de persuasión), en los que los superricos tienen también una enorme influencia, bien porque son sus propietarios o bien a través de su financiación, directa o indirectamente, mediante anuncios y otras relaciones comerciales que pueden alcanzar dimensiones de gran importancia para la supervivencia de éstos. Esta situación, por cierto, es incluso más acentuada en España, donde el abanico ideológico de los medios es sumamente limitado siendo, en su gran mayoría, medios de centro-derecha y de derecha, con algunos claramente de ultraderecha. No existe ningún gran medio radiofónico o televisivo en España que se pueda considerar de izquierdas. En cuestiones económicas, el dominio de los articulistas que, consciente o inconscientemente, reproducen la ideología de los superricos -el neoliberalismo- es muy grande, casi absoluta.

La enorme complicidad entre poder económico y poder político

Otro elemento que demuestra la gran influencia de los superricos, añade Paul Krugman, es la existencia de puertas giratorias entre las instituciones políticas y las grandes empresas económicas, financieras o de servicios del país. Es parte de la normalidad que los políticos, al dejar su puesto de responsabilidad, pasen a trabajar en grandes empresas, una situación muy común en la vida política de España. Esto es especialmente frecuente en las grandes empresas del sector energético, una de las causas de que sea uno de los sectores más monopolizados del país (que explica que tenemos en general un problema grave de carestía de la energía de este país). Por ejemplo, los expresidentes Leopoldo Calvo Sotelo y Felipe González acabaron en los consejos de administración de Naturgy, y José María Aznar en el de Endesa. Y junto a ellos, numerosos ministros y altos cargos de los principales partidos políticos del país. Del PSOE, Elena Salgado (Endesa), Rafael Escuredo (Abengoa), José Domínguez (Abengoa), Cristina Garmendia (Naturgy), Guzmán Solana Gómez (Naturgy), Víctor Pérez Pita (Naturgy), Narcís Serra (Naturgy), Javier Solana (Acciona), Manuel Marín (Iberdrola), Manuel Amigo (Iberdrola), Braulio Medel (Iberdrola), Felipe Romera (Iberdrola), Juan Pedro Hernández Moltó (Iberdrola) y Pedro Solbes (ENEL). Del PP, Luís de Guindos (Endesa), Manel Pizarro (Endesa), Pío Cabanillas Alonso (Endesa), Rodolfo Martín Villa (Endesa), Manuel Vicente-Tutor (Abengoa), Ricardo Martínez Rico (Abengoa), José Luís Olivas Martín (Enagás), Ana Palacio (Enagás), Carlos Espinosa de los Monteros (Acciona), Ángel Acebes (Iberdrola), Fernando Becker (Iberdrola), Ramón de Miguel (Iberdrola), José Luís Olivas (Iberdrola), Santiago Martínez Garrido (Iberdrola) y Ana Palacio (HC Energía). A este largo listado deben añadirse algunos consejeros, diputados y altos cargos autonómicos, como Miquel Roca (Endesa) y David Madi Cendrós (Endesa), de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), y Joseba Adoni Aurrekoetxea (Enagás) y Juan María Atutxa (Iberdrola) del PNV.

Es lógico que los políticos sean conscientes de que algún día dejarán de tener responsabilidades políticas y que algunos sean sensibles a sus futuras posibilidades de trabajar en el mundo de las grandes empresas. Pero también ocurre al revés. Muchos cargos políticos proceden del mundo de las grandes empresas. Algunos de ellos son Elena Salgado (PSOE), que formó parte del Consejo de Administración de Abertis Telecom; Luís de Guindos (PP), ex-miembro del Consejo Asesor del banco de inversión Lehman Brothers y del Consejo de Administración del banco Mare Nostrum, y ex-responsable de la división financiera de la consultora PricewaterhouseCoopers (PwC); o Román Escolano (PP), exdirector de relaciones institucionales del BBVA.

Las consecuencias de que una minoría – los superricos – tengan tanta influencia política y mediática: el empobrecimiento de la democracia

La evidencia de este enorme dominio de los superricos en la vida política es abrumadora. De ahí que el neoliberalismo sea la ideología dominante en los círculos del poder. Las políticas neoliberales implementadas por los gobiernos han sido enormemente beneficiosas para las clases pudientes. No solo el número de superricos ha aumentado, sino que también lo ha hecho el nivel de su riqueza y de sus rentas, y ello conseguido a costa de que el nivel de rentas de las clases populares (clase trabajadora y clases medias de rentas medias y bajas) haya descendido de una manera muy marcada, siendo su nivel de vida mucho más bajo que al inicio de la imposición de aquellas políticas neoliberales. Este descenso ha afectado con especial intensidad a los jóvenes, los cuales, tanto en EEUU como en España, no vivirán mejor que sus padres, tal y como había ocurrido antes del período neoliberal. Como consecuencia, las desigualdades se han disparado, alcanzando niveles extremos. La aplicación de las políticas neoliberales en ambos lados del Atlántico Norte (como las reformas laborales, que favorecían a los empresarios a costa de debilitar a sus trabajadores y empleados, reduciendo sus derechos laborales; así como las políticas de austeridad, que han reducido también considerablemente sus derechos sociales) han sido resultado de la gran derechización de los partidos políticos gobernantes, derechización que se tradujo no solo en la vida política sino también en la cultural y social del país. En realidad, nunca durante el período democrático la sabiduría convencional del país había sido tan de derechas (rozando incluso la ultraderecha) como ahora.

La protesta y el rechazo de tal situación: la nueva esperanza que se abre

A lo largo de la historia de este país, se puede observar que la explotación siempre produce una respuesta y un rechazo. La última gran ofensiva neoliberal en España se topó con el 15 M, un movimiento político-social que denunció la imposición de tales políticas, acusando a las autoridades gubernamentales de falta de legitimidad y representatividad, pues estaban imponiendo políticas públicas neoliberales sin que tuvieran mandato popular para ello, ya que no estaban en sus ofertas electorales. En España, su “no nos representan” lo decía todo. Fue una reivindicación que exigía democracia, y que desde el inicio provocó gran temor a los superricos y a sus servidores políticos y mediáticos. La fuerza de este movimiento explica que, en solo cinco años, el movimiento social que se transformó en un partido político, Podemos y sus confluencias (En Comú Podem y En Marea), junto a una renovada IU, estableciera una alianza (Unidas Podemos) que hoy es más que probable que gobierne en coalición con un renovado PSOE. La oferta programática de tal coalición incluye propuestas de recuperación y expansión de los derechos políticos, civiles, laborales y sociales que se habían eliminado o reducido, junto con otras medidas progresistas de gran calado que podrían significar, de aplicarse, un cambio notable en el bienestar de las clases populares (que son la mayoría de la población), revirtiendo el descenso de su calidad de vida, lo cual necesariamente requeriría reducir y eliminar la excesiva y antidemocrática influencia política que los superricos tienen hoy en el país.

Ni que decir tiene que, tal y como Paul Krugman señala que está ocurriendo en EEUU, los superricos movilizarán su enorme y antidemocrático poder para, a través de todos los muchos medios de que disponen, sabotear tales propuestas. Se iniciará así una campaña, que se caracterizará por su mezquindad, falsedad y juego sucio (que han caracterizado su comportamiento) a fin de impedir los cambios necesarios y urgentes que el país necesita. En realidad, ya ha estado ocurriendo durante estos meses, durante el proceso electoral. Y sin lugar a dudas, las banderas de siempre se utilizarán por ambos lados para defender sus intereses de clase. Los mismos superricos que han hecho tanto daño al bienestar de la población se presentarán ahora, como siempre han hecho, como los defensores de la patria. No hay que olvidar que el anterior gobierno de coalición de fuerzas progresistas al que hoy se establece, fue interrumpido en 1936 por un golpe militar, estableciéndose un régimen enormemente reaccionario y represivo que condenó al país a un enorme subdesarrollo.

El contexto ha cambiado y es poco probable que algo semejante ocurra. Pero las derechas de hoy son las herederas de las de ayer, y su escasísima vocación democrática está bien documentada. No obstante, como asegura Krugman en EEUU, el cambio es posible, pues existe la esperanza de cambio por vía democrática (y ello a pesar de las enormes insuficiencias democráticas) bajo el empuje y presión de las movilizaciones ciudadanas (pensionistas, mareas, protestas y huelgas laborales, movimiento feminista, y muchos otros), que cuando se mueven pueden ganar, tal y como ha ocurrido en este momento histórico del país.


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