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lunes, 23 de abril de 2018

La disputa geopolítica

Sofia Scasserra, Alai

Sin lugar a dudas el mundo está convulsionado. O ya a esta altura es una locura pensar que está, sino más bien vive en un estado permanente de cambio y convulsión producto de la aceleración de la economía y el desarrollo tecnológico. Lo cierto es que, desde el siglo pasado, la historia experimentó cambios constantes que llevaron el devenir al escenario de hoy día: un escenario donde el propio modelo capitalista neoliberal está en jaque, con sus bases fundamentales tambaleando mientras la economía exige nuevas agendas liberalizadoras para afianzar el modelo. Sin lugar a dudas, estamos frente a una encrucijada que se puede resolver con más neoliberalismo, con un modelo nuevo que provenga de un nuevo líder mundial, o pensando una economía distinta e inclusiva entre todos.

La transformación productiva


Desde el ejemplo de la fábrica de alfileres de Adam Smith muchas cosas han pasado a nivel económico que hicieron mutar al capitalismo. Vivimos tres revoluciones industriales, todas ellas marcadas por transformaciones productivas y transformaciones laborales como contraparte. Lo cierto es que los trabajos de hoy no son los empleos de antaño ni las empresas son iguales. La fragmentación de la cadena productiva y la globalización, así como también la era de la comunicación y las finanzas, dejaron el terreno preparado para lo que ya hoy día es una realidad: un nuevo modelo productivo que tiene como su mayor trofeo empresas físicamente inexistentes.

¿Cómo se explica esto? Las grandes empresas transnacionales han logrado modelos de negocios sostenidos en las finanzas y el uso y manejo de datos y no tanto en la producción de bienes y servicios físicos en la economía. El verdadero negocio hoy está en el manejo del dinero virtual y de los datos que almacenan las empresas en sus servidores, vendiéndolos, comprándolos, haciendo publicidad segmentada, desarrollando y alimentando algoritmos y produciendo inteligencia artificial para poder, cada vez más, producir una nueva gama de productos inteligentes… o como se los suele llamar, “el internet de las cosas”.

Una realidad que se va moldeando son grandes empresas trasnacionales con domicilio en lejanos (y no tanto) paraísos fiscales, sin empleados, que fomentan a “emprendedores” a ser sus propios jefes, utilizando sus portales y sus conveniencias para poder encontrar empleo en la economía global. En este sentido, vemos cada vez más, en los diversos sectores de la economía, cómo la cadena productiva se desmiembra poco a poco hasta llegar al trabajador, que hace ya tiempo dejó de ser empleado en relación de dependencia. El paradigma UBER llegó aceleradamente a todos los sectores.

En este contexto, la economía de los últimos años podía analizarse por regiones: un Norte global en crisis luego de que explotara la burbuja de las hipotecas subprime en EEUU, explosión que llegó por el sistema financiero a los grandes centros económicos. Europa con baja tasa de empleo, con el problema del terrorismo dentro de sus fronteras, y sin mercados donde localizar sus productos. EEUU, aun hoy día, no logra encontrar la salida y el descontento por la economía provocó un viraje político inesperado.

Asia, con China a la cabeza, no dejó de crecer. Supo encontrar su lugar y ser el motor que sostuvo todo el sur global, incluido África. El liderazgo creciente de China, producto de su transformación económica y su poder de mercado, hizo que el mundo virara su mirada hacia el Este gigante, que cobra un protagonismo creciente. China pasó a ser en los últimos años la economía con mayor PIB mundial, si no tomamos a Europa como un todo, y el problema de balanza de pagos con EEUU provocó una guerra silenciosa entre ambos países.

América Latina fue la otra región que debe ser vista por separado. Ciertamente supo crecer e incorporar grandes masas a la clase media mundial, con un boom de consumo en la región nunca antes visto. Estas nuevas clases medias demandaron cada vez más y mejores servicios a la política local, no siendo suficiente para satisfacerlas el nivel de crecimiento del PIB regional. Bien podría decirse que la demanda superó la capacidad de oferta de la región, coartando la capacidad política de los gobiernos.

Los hechos políticos y la agenda comercial


La realidad económica tuvo su correlato político, y vimos en los últimos años una América Latina que viró del populismo y la economía keynesiana, hacia el neoliberalismo y los gobiernos de derecha. Una Europa debilitada por el Brexit y otras manifestaciones políticas con gobiernos contrarios a la Unión Europea. Finalmente el descontento ante la incapacidad del gobierno demócrata de volver a encauzar la economía con su promesa de libre mercado, hizo a Trump ver una oportunidad política de armar una campaña electoral contra el libre comercio en lo discursivo y ganar las elecciones en EEUU, nombrando nuevos enemigos comunes a los ya históricos de ese país, como lo es China.

¿Qué pasó con el comercio internacional? Ciertamente, cuando asumió Trump, las negociaciones se paralizaron por un instante al ver al presidente norteamericano patear el tablero del Tratado Trans-Pacífico. Pero las empresas y esta nueva economía de datos necesitaban de las nuevas reglas comerciales que sigan homogeneizando a las naciones soberanas a fin de aprovechar ventajas comparativas y lograr el ansiado dumping social a la baja. La agenda de comercio electrónico siguió tomando fuerza, puesto que ésta es la clave para lograr una economía completamente liberalizada y afianzar de una vez y para siempre el modelo neoliberal que tanto desean los grandes conglomerados empresarios.

La confusión que se generó dejó una imagen de Trump como “anti libre comercio”, que demostró ser falsa al tener negociaciones comerciales que seguían vigentes como el TISA o el TTIP y las reglas en torno a la OMC, entre otras. Respecto de estas últimas, en la pasada ministerial de Buenos Aires en diciembre de 2017, la estrategia del gobierno norteamericano dejó en claro la voluntad de impulsar el libre comercio bilateral o regional por sobre el multilateral, cuando el negociador norteamericano abandonó las negociaciones antes de que concluya la reunión, en un claro mensaje de no querer impulsar negociaciones multilaterales y ceder espacios de poder a los países del sur global en general y China en particular.

Lo cierto es que la realidad económica superó la voluntad empresaria, y el TTIP no logró su aprobación, quedando sepultado en la historia. No así el TTP que en marzo del 2018 volvió a firmarse en Santiago de Chile, sin EEUU.

El modelo neoliberal, sostenido en el tejido legal de las negociaciones en torno al comercio internacional y la protección de inversiones, parece estar dando manotazos de ahogado frente a una realidad económica que lo supera y al descontento popular de las grandes masas.

Entonces, ¿qué es lo que se avecina?

China, la encrucijada y después


La realidad es que China se viene perfilando como la nueva gran potencia mundial. El mercado de masas que posee supo ganarle a la crisis mundial y China se llevó puesto todo. Pero, ¿qué significa un nuevo mundo donde China dicte las reglas de juego? Difícil es saberlo. Lo cierto es que hoy día es capitalista no neoliberal. Es capitalismo, sí, pero no como el que estábamos acostumbrados. Es un capitalismo con el mercado como base, con fuerte presencia estatal y control tanto de las empresas como de las personas. En este contexto es que se gestan nuevas reglas comerciales en torno a la regulación doméstica, las empresas estatales, los monopolios y el comercio electrónico. China aseguró que para el año 2030 esperan ser líderes en el desarrollo de inteligencia artificial y AliBaba es hoy día la empresa de venta al por menor que más factura a nivel mundial, habiendo desbancado a Walmart que había ocupado ese cargo durante décadas.

En cuanto a acuerdos comerciales se refiere, China viene impulsando una estancada Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés), un acuerdo que intenta posicionar al país como el líder del comercio internacional en la región asiática. El acuerdo, si bien continúa su negociación, no parece ir hacia buen puerto y aún falta un largo camino por recorrer.

Las reglas comerciales, en los distintos ámbitos donde se negocian, parecen estar estancadas sin rumbo. Si bien China tiene las de ganar, hace pensar que, en el fondo, el problema que suscita es que la ciudadanía se cansó de decir una y otra vez que no quiere acuerdos comerciales que pongan trabas a la soberanía de las naciones. Probablemente sea el momento propicio para que juntos pugnemos por un nuevo modelo de comercio internacional con la inclusión como eje de discusión y no los negocios corporativos.


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