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miércoles, 20 de septiembre de 2017
El 150 aniversario de la publicación de El capital
Nick Beams, wsws
El 14 de septiembre fue el 150 aniversario del primer volumen de El capital. La obra de Karl Marx marcó un punto de inflexión en el desarrollo intelectual e histórico de la humanidad. Su publicación reveló las leyes de la dinámica de la sociedad capitalista y, lo más importante, transformó la lucha por un mundo libre de explotación y por el establecimiento de una libertad humana verdadera —la lucha por el socialismo— de un asunto de esperanza y anhelo a una cuestión de ciencia.
El 16 de agosto de 1867, a las dos de la mañana, después de haber revisado las últimas pruebas de imprenta, Marx le escribió a su amigo y colaborador de toda la vida, Frederick Engels, “Entonces, este volumen está terminado. Te lo debo sólo a ti. Sin tu autosacrificio por mí, no habría sido posible lograr el inmenso trabajo que demandaba…”.
Recapitulando el enorme logro que significó este trabajo, Engels explicó en la sepultura de Marx unos dieciséis años después que, al igual que Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx había descubierto la ley del desarrollo de la sociedad humana y la historia.
Antes de Marx, el estudio de estas cuestiones era dominio del misticismo religioso o de preceptos e ideologías moralistas. Marx estableció que la sociedad humana no podía explicarse a partir de sus concepciones ideológicas —sea el arte, la política, la filosofía, el espíritu de la época, etcétera—, sino de su desarrollo económico, desde el cual brotan sus instituciones y concepciones ideológicas.
Estas concepciones forman la base del Manifiesto Comunista, el cual fue publicado en noviembre de 1847. Los siguientes veinte años vieron una dedicación enorme a aplicar esta nueva teoría al estudio de la sociedad capitalista moderna.
Citando extensamente de una reseña de su primera edición de El Capital, Marx delineó su procedimiento en el epílogo de su segunda edición. “Marx”, había escrito su crítico, “se preocupa por hacer una sola cosa: demostrar mediante una investigación científica exacta y constatar, de la forma más impecable posible, los hechos de los que parte y en los que depende. Para ello, basta con que pruebe, ambas, la necesidad del orden actual de las cosas y la necesidad del nuevo orden al que inevitablemente le tiene que dar lugar… Marx trata la dinámica social como un proceso de historia natural, gobernado por leyes que no son sólo independientes de la voluntad, consciencia e inteligencia del ser humano, sino, al contrario, que determinan dicha voluntad, consciencia e inteligencia”.
En esto, Marx no mantiene de ninguna manera que el capitalismo iba simplemente a colapsar. Era necesario que lo trajera abajo su enterrador histórico, la clase obrera, la fuerza social creada por el desarrollo del propio capitalismo. De no llevarse esto a cabo, supondría la ruina de la civilización.
A pesar de que Marx sentó su obra sobre el más rigoroso análisis científico, no la realizó propiamente por un interés científico, sino desde la perspectiva de un revolucionario procurando equipar a la clase obrera con las armas teóricas necesarias para derrocar el capitalismo y llevar a la humanidad a una forma más elevada de sociedad.
Estos dos aspectos de su obra están indisolublemente conectados. La clase trabajadora no podría llegar al poder, insistía Marx, al menos de que estuviese armada con un análisis científico del orden social contra el cual fue arrojada en lucha. Al mismo tiempo, sus cruciales avances en el estudio científico del capitalismo sólo fueron posibles porque Marx era un revolucionario, manteniendo una actitud crítica hacia la sociedad capitalista y buscando penetrar y desenmascarar las formas ideológicas que encubrían su verdadera naturaleza. Cabe notar, en este sentido, que el subtítulo de El capital es “Crítica de la economía política”.
Después de ser publicado, los círculos intelectuales burgueses en gran medida lo ignoraron, pero las concepciones y análisis de la obra fueron ganando tracción. Fue traducido en varios idiomas y, en cuestión de unas pocas décadas, ya se había convertido en la “biblia de la clase obrera”. Más allá de presentar un análisis sobre el origen de la voracidad del capitalismo, le dio una perspectiva histórica y política a un movimiento obrero que se expandía.
Dicha perspectiva no se hubiese concretado sin el decisivo avance de Marx en la ciencia de la política económica. Como todos los otros eminentes pensadores científicos, Marx se basó en los avances de sus predecesores, primordialmente los dos principales representantes de la economía política clásica, Adam Smith y David Ricardo.
En el periodo en que la burguesía surgía como clase y como una fuerza social progresista, ellos se dedicaron a realizar una investigación científica sobre la sociedad que nacía en ese momento, el capitalismo industrial. A raíz de un estudio de la economía burguesa, lograron descubrir la ley del valor-trabajo (LVT): que la proporción en la que se comercian las mercancías (su valor) es determinada por el tiempo de trabajo que incorporan.
Sin embargo, esta ley se encontró con una contradicción en la sociedad burguesa. ¿Cómo era posible que hubiese ganancias si lo que se intercambian son valores equivalentes, como lo indica la LVT? Más allá, ¿cómo es que, en la transacción más importante de toda la sociedad burguesa, aquella entre el capital y la fuerza de trabajo, la LVT parece no encajar?
La respuesta a esta pregunta —de cómo surgen las ganancias en concordancia con la LVT— estuvo en el centro de los esfuerzos intelectuales de Marx en las dos décadas previas a su publicación de El capital.
La solución la iba a encontrar en un análisis y examinación de las contradicciones de la célula de la sociedad capitalista, la mercancía. El trabajo que ella encarna no tiene como destino su uso individual, sino su intercambio. Tomando este punto de partida, El capital comienza así: “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’ y la mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza. Nuestra investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de la mercancía”.
Marx demuestra que la mercancía es una unidad de contrarios: del valor de uso y el valor de cambio. El análisis de esta contradicción pasa por una examinación a la forma del valor, al origen del dinero y el capital y la fuente del misticismo ideológico generado por la economía capitalista en sí —lo que Marx llamó “el carácter fetichista de las mercancías”—.
Fue precisamente a través de este análisis de las mercancías, el dinero y el capital que Marx descubrió el secreto del plusvalor, el cual surge del hecho de que lo que el trabajador le vende al capitalista no es su labor, sino su fuerza de trabajo o capacidad para trabajar. A cambio, recibe lo correspondiente a su valor —la cantidad que necesita el trabajador para darse sustento y a su familia, a fin de procrear de la próxima generación de trabajadores—.
Sin embargo, el valor de uso de la fuerza de trabajo, materializada en el proceso de producción y perteneciente al capitalista por ser su comprador, tiene la capacidad de generar un valor adicional o una plusvalía. Este plusvalor aparece por el hecho de que el obrero reproduce el valor de su fuerza de trabajo correspondiente a sólo una porción de la jornada laboral, mientras que el resto del valor creado durante esta jornada termina en manos del capitalista.
En otras palabras, el plusvalor y las ganancias no son generadas en contradicción con la LVT, sino en acordanza con esta ley económica. La explotación y todo lo que fluye de ella son el resultado de las leyes de la economía capitalista en sí. Este descubrimiento también estableció, sobre una base científica, el papel revolucionario de la clase obrera en la sociedad capitalista.
El significado de haber descubierto el plusvalor fue subrayado por Engels, algo que no ha perdido su relevancia del todo en la sociedad contemporánea, en la que miles de millones de personas en todo el mundo son cada vez más hostiles hacia la economía capitalista.
Engels ha indicado que el socialismo antes de Marx criticó a la sociedad capitalista y sus consecuencias, a veces incisivamente. “Pero no pudo explicarlas ni, por ende, ejercer control sobre ellas. Sólo pudo simplemente rechazarlas como malas”.
Era necesario presentar el modo capitalista de producción en su plano e inevitabilidad históricos en un periodo dado, junto con su inevitable caída, además de “revelar su carácter esencial, el cual todavía era un secreto, ya que sus críticos habían atacado sus consecuencias perniciosas en vez del proceso de la cosa en sí. Esto se logró mediante el descubrimiento del plusvalor”. Engels añade que, gracias a ello y a la teoría del materialismo histórico, el socialismo se convirtió en una ciencia.
La burguesía y sus representantes ideológicos comenzaron intentando ignorar El Capital. Pero, al expandirse su influencia, buscaron refutarlo. Cuando no pudieron hacerlo, recurrieron a mentiras y falsificaciones. Pero, sus esfuerzos fueron en vano.
Pese a que Marx, por supuesto, no podía analizar absolutamente todos los detalles de la economía capitalista ni anticipar todos los aspectos de su desarrollo histórico, ninguna otra obra presenta un análisis de sus mecanismos fundamentales.
Partiendo del descubrimiento del secreto del plusvalor, Marx fue capaz de revelar la inevitabilidad de las crisis y la inherente contradicción entre la expansión de las fuerzas productivas y el sistema de relaciones sociales basado en el trabajo asalariado y la producción de mercancías, algo reflejado en la baja tendencial de la tasa de ganancia.
Nadie más ha provisto un análisis científico de las fuerzas motrices de la explosiva contradicción entre la apropiación privada de las ganancias y el carácter socializado de la producción, un choque reflejado tanto en forma de catastróficas crisis económicas y financieras como en la devastación social ocasionada por huracanes, como se vio recientemente en Estados Unidos.
Ninguna otra obra ha explicado por qué, en cara a un enorme aumento de la productividad del trabajo que podría impulsar a toda la humanidad hacia adelante, la desigualdad social y la privación incrementan, mientras que la acumulación toma más y más la forma, como Marx lo explicó, de descomunal riqueza en un polo y pobreza, miseria y degradación en el otro.
La burguesía y sus representantes seguirán tacando El capital y sus conclusiones revolucionarias. Pero los hechos son innegables.
Los trabajadores y jóvenes que están ingresando en luchas contra las condiciones del sistema capitalista que analizó Marx encontrarán en El capital la guía más segura para entender a qué se enfrentan y para una orientación y perspectiva científicas.
Sin embargo, asimilar tal obra no es simple. Como explicó el mismo Marx, no existe una vía real hacia la ciencia. Se tiene que invertir esfuerzo, pero los frutos son valiosos y perdurables. Los que lean El capital no sólo se verán armados con un entendimiento del origen de los inmensos y crecientes problemas que confrontan y una perspectiva con la cual luchar, sino que tratarán con una de las obras maestras de la literatura global. Aparte de Shakespeare, nadie más ha contribuido tanto al desarrollo del lenguaje.
Por ende, qué el 150 aniversario de su publicación sea también la ocasión para reanudar un estudio de El capital a fin de completar la perspectiva que avanza: la creación de una sociedad verdaderamente humana, basada en la propiedad común de los medios de producción creados por la fuerza de trabajo, en donde la explotación quede relegada a los museos y, como el Manifiesto Comunista lo expresa, la sociedad burguesa y sus antagonismos de clase sean reemplazados con “una asociación en la que el libre desarrollo de cada persona sea la condición para el libre desarrollo de todos”.
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