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sábado, 27 de mayo de 2017

La versión oficial del atentado suicida en Manchester se deshace

Julie Hyland, wsws

En menos de 24 horas, ya era claro que la afirmación de la primera ministra, Theresa May, de que las agencias de inteligencia británicas sólo conocían al atacante suicida de Manchester, Salman Ramadan Abedi, "hasta cierto punto" era una mentira.

Los informes sobre aquellos que conocían a Abedi y una serie de filtraciones de fuentes de inteligencia estadounidenses y francesas demuestran que los servicios estatales de seguridad sabían que el joven de 22 años que acabó con la vida de 22 personas en el concierto de Ariana Grande, el lunes por la noche en el Manchester Arena, representaba una amenaza seria a la seguridad pública.

Desde hace cinco años, los servicios de inteligencia británicos ya habían recibido advertencias de que Abedi era un posible atacante suicida. La BBC informa que dos de sus amigos de la universidad habían llamado de forma separada a la policía en ese entonces, preocupados porque "él apoyaba al terrorismo" y opinaba que "ser un atacante suicida está bien".

Entre una gran cantidad de filtraciones de información, un reportero de la NBC, Richard Engel, escribió en Twitter que un oficial de inteligencia estadounidense les dijo a los reporteros que la familia de Abed ya le había advertido a funcionarios de seguridad británicos que era "peligroso".

El mismo día, arrestaron a su padre y hermano en Libia, acusados de apoyar por mucho tiempo a Al Qaeda y estar planeando más atrocidades.

El ministro del Interior de Francia, Gérard Collomb, reveló que Abedi tenía vínculos “comprobados” con el Estado Islámico, y que los servicios de inteligencia británicos y franceses sabían que Abedi había estado en Siria pocos días antes.

La secretaria del Interior, Amber Rudd, y la oficina de May denunciaron a las agencias de inteligencia estadounidenses y otras por filtrar información y poner en riesgo la "integridad operativa" de la investigación sobre Abedi. Su verdadera preocupación es que estas revelaciones han perjudicado sus esfuerzos para estampar de teóricos de “conspiraciones” paranoicos a todos aquellos que cuestionen la versión oficial de los hechos en Manchester.

La cronología de los eventos sigue un patrón bien establecido. Después de que ocurre una atrocidad, pronto se da a conocer que los atacantes estaban bajo la lupa de los organismos de seguridad e inteligencia, los cuales permitieron, sin excepción ni explicaciones, que éstos se "colaran por la red de seguridad". Sin embargo, hablar de incompetencia carece de validez. La única explicación posible es que estas personas estaban siendo protegidas por fuerzas dentro del Estado.

Desde un punto de vista político, el origen de todos los casos se remonta a las catastróficas guerras que han sido libradas desde la disolución de la Unión Soviética en 1991, en la antigua Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria, entre otras. Su resultado ha sido engendrar desastres políticos y sociales en un país tras otro, que constituyen tierra fértil para la proliferación de grupos e individuos terroristas.

Es crucial notar que los que han perpetrado tal violencia asesina en las calles de Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y otros lugares han sido productos de las reaccionarias redes de terroristas que a su vez están íntimamente asociadas con las guerras imperialistas para cambios de régimen.

Los viajes de Abedi a Libia y Siria y sus vínculos con fuerzas terroristas islamistas evidencian que transitó el mismo camino de tantos otros autores de atentados que estuvieron vinculados con organizaciones terroristas sectarias, las cuales fueron financiadas, armadas y utilizadas por las potencias occidentales. El joven vivía en un área de Manchester que ejemplifica el cultivo de grupos terroristas islamistas por parte del imperialismo británico para sus operaciones en el exterior.

Según informes, Abedi colaboró estrechamente con el reclutador de Estado Islámico, Raphael Hostey de Manchester, quien fue asesinado por un dron en Siria el año pasado. Por varios años, una sección de miembros del Grupo Libio de Lucha Islámica se mantuvo activo en el distrito de Whalley en Manchester, cerca de la casa de Abedi. Se les permitía reclutar ahí a cambio de su apoyo en oponerse al régimen de Gadafi. El líder local, Abd al-Baset Azzouz, dejó el país en el 2014 para irse a Libia. Se indica que era un experto en bombas que contaba con doscientos o trescientos militantes bajo su mando.

El uso político que se le está dando al atentado es igual de siniestro. El martes pasado, May ordenó poner el nivel de amenaza nacional en "crítico", el más alto. A raíz de las advertencias oficiales de que otro ataque es "inminente", han despachado a casi mil soldados en las calles, principalmente en Londres, para reforzar las unidades antiterroristas. Esto cabe dentro de la Operación Temperer, un plan secreto elaborado por el gobierno tory en el 2015, cuando May era secretaria del Interior.

El último ataque sigue el mismo patrón de otros atentados terroristas antes de comicios de gran trascendencia. Más recientemente, el mes pasado, un policía parisino fue asesinado por Karim Cheurfi. Este incidente sirvió para justificar que la primera ronda de las elecciones presidenciales se celebrara bajo una vigilancia masiva militar y policial tanto en las calles como en los sitios de votación. Lo acontecido en Francia debe ser tomado como una advertencia seria sobre lo que pueda pasar en Reino Unido.

Desde el 2015, se ha mantenido un estado de emergencia en Francia tras una serie de atentados terroristas en París. Éste fue extendido el miércoles, ostensiblemente por la explosión en Manchester.

La semana anterior la revista L'Obs divulgó un plan de altos funcionarios del gobierno francés, controlado por el Partido Socialista, para realizar un golpe de Estado en caso de que ganara la candidata neofascista, Marine Le Pen, el 7 de mayo en la segunda vuelta. El objetivo no era prevenir que el Frente Nacional tomara la presidencia, sino reprimir toda protesta izquierdista e instalar a Le Pen en el poder como parte de una alianza forzosa con un gobierno encabezado por el Partido Socialista. Sin embargo, tal fue el servilismo de los representantes de la "izquierda" como Jean-Luc Mélenchon al efectivamente apoyar al banquero Emmanuel Macron que no consideraron necesario ejecutar dicho plan, al menos por ahora.

¿Alguien de verdad cree que no se están llevando a cabo discusiones similares en los círculos de poder británicos?

May convocó anticipadamente las elecciones del 8 de junio con el propósito de anteponerse al proceso democrático para conseguir una mayoría parlamentaria y así poder aprobar una serie de medidas que realmente no cuentan con ningún apoyo popular, como profundizar la ofensiva de austeridad contra la clase obrera y poner en marcha una escalada militar junto a EEUU contra Siria, Irán e incluso Rusia.

Hace menos de 48 horas, los planes de May parecían estar en ruinas. La resistencia política a su propuesta electora de obligar a los jubilados a vender sus casas para que puedan recibir asistencia social fue tan amplia que incluso sus partidarios de la prensa expresaron estar preocupados de que pueda llegar a perder ante los laboristas.

Tal es la hostilidad de los grupos de poder británicos y estadounidenses hacia la posibilidad de que Corbyn sea primer ministro —principalmente por las declaraciones de Corbyn en oposición al uso de armas nucleares y sus críticas de la OTAN— que, en el 2015, un general de alto cargo británico advirtió desde el anonimato que habría un "motín" si queda electo Corbyn.

May ya está utilizando el atentado suicida en Manchester para reenfocar la agenda electoral en cuestiones de seguridad nacional, contoneándose libremente sin ser desafiada ni cuestionada, a pesar de ser la portavoz de facto de la policía, el MI5, el MI6 y los militares. Pero, las cosas podrían ir más lejos.

El precedente histórico más reciente de la situación actual en el país fue en 1974, cuando el primer ministro conservador, Edward Heath, programó elecciones tempranas en un momento de enormes tensiones políticas y sociales a nivel internacional, incluyendo una militante huelga de mineros en Reino Unido. Heath declaró que los comicios eran para decidir, “¿quién gobierna el país?”.

Él perdió, pero no cedió su cargo por cuatro días en Downing Street. Se reconoce ahora que se estaba discutiendo un posible golpe de Estado entre altos oficiales militares.

Pero en cambio, el Estado decidió confiar en el gobierno entrante laborista para reestablecer su control. Hoy día, no se puede asumir que la postración política de Corbyn —la adopción de todas las demandas de los grupos de poder, incluyendo apoyar al uso de armas nucleares y el sistema Trident nuclear y aceptar no revertir los recortes sociales— prevenga que se recurra a la represión estatal. El giro que están tomando a formas dictatoriales de gobierno fluye de los antagonismos de clase que dominan en Reino Unido y la total putrefacción del capital británico.

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