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miércoles, 29 de marzo de 2017

Los mayores diarios del mundo se inventan historias sobre la guerra en Siria e Irak

Las corresponsalías están en vías de extinción y la precarización de la profesión de periodista ha ocasionado una caída en la calidad de las informaciones de los medios, completamente ya rendidos a las mentiras que emanan de los centros de poder
Ferran Barber, Público

Acaba de empezar el otoño de 2015 y hemos concertado una reunión en la ciudad de Alqosh (Kurdistán de Irak) con el responsable político de una de las milicias creadas por los cristianos iraquíes -étnicamente conocidos como 'caldeo-asirios'- para plantarle cara a los 'yihadis' del Estado Islámico.

La organización política que apadrina esta partida militar de irregulares (Movimiento Democrático Asirio o Zowaa) ha recurrido a un antiguo oficial cristiano del Ejército de Irak, Behnam Abbush, para convertir a un puñado de aldeanos sin ninguna formación castrense en auténticos soldados. Tras mucho insistir, hemos logrado finalmente que sea el propio general quien nos muestre el campamento donde adiestran a sus tropas.

En las fechas de nuestra cita se presumía, y con razón, que no iba a ser trabajo fácil transformar a esos muchachos en guerreros. A finales de septiembre de 2015, Zowaa carecía de armas y de dinero para entrenar y mantener a una unidad a la que la revista Newsweek acababa de atribuir en grandes titulares la friolera de cuatro mil hombres. Literalmente, la prestigiosa publicación aseguraba en mayo de 2015, citando al Catholic Herald, que 500 habían sido ya desplegados sobre varias poblaciones asirias; otros quinientos estaban siendo entrenados en ese momento, y tres mil más, se habían inscrito en las oficinas de reclutamiento y aguardaban para pasar a formar parte en breve de ese Ejército cristiano bautizado con el nombre de Nineveh Plain Protection Units (NPU).

No era un asunto baladí. Que los cristianos iraquíes se hubieran organizado militarmente para plantar cara a los yihadistas causó tanta perplejidad en Occidente que miles de diarios se hicieron eco de ello por contagio. Para respaldar la veracidad de las afirmaciones y a falta de otras fuentes de autoridad que corroboraran sus datos, se citaban a menudo unos a otros, tal y como, en este caso hizo Newsweek, mencionando al Catholic Herald.

También el Independent, entre otros muchos diarios 'de renombre, cifraba en “varios miles” el número de caldeo-asirios que se habían unido a la gran armada cristiana para defender sus tierras del islamismo radical. Otros medios amarillos como Glenbeck se referían a la BBC para fundar su estimación de 100.000 milicianos. Los reportajes acostumbraban a ilustrarse con algunas panorámicas de soldados alineados en columnas con el emblema de las NPU cosido bajo las charreteras.

Tal fue la repercusión de esta noticia, que su difusión en prensa predispuso de inmediato a varios miles de voluntarios de Occidente para acudir a Irak a pelear en defensa de la cristiandad. Nadie, en verdad, había realizado un llamamiento así desde Mesopotamia, pero las insinuaciones de los medios extendieron la falsa idea de cruzada sectaria.

Hasta que eso sucedió, sólo el Estado Islámico y un puñado de ultras islamófobos de Europa y Norteamérica sostenían que la guerra que se libraba contra el ISIS en la vertiente iraquí del conflicto era de carácter religioso, pasando por alto al menos un par de cuestiones importantes: que la inmensa mayoría de las víctimas eran musulmanas y que esas supuestas milicias cristianas iraquíes combatían, en todos los casos, bajo la bandera de fuerzas kurdas y árabes.

Avalancha de donaciones

Al mismo tiempo, las descripciones de las infamias y las atrocidades cometidas por el Estado Islámico tras la ocupación de Mosul y los Llanos de Nínive desencadenaron en España y en el resto de Occidente una avalancha de donaciones económicas, a menudo dirigidas a organizaciones militares y civiles de dudosas credenciales que decían defender a los cristianos de Mesopotamia frente a la amenaza yihadista.

Cuando, a principio del otoño de 2015, nuestro equipo llegó a Alqosh con la esperanza de grabar in situ a esos cientos de caldeo-asirios mencionados por el Newsweek y el Telegraph, el propio general Behnam se vio en la tesitura de desvelarnos un hecho sorprendente: ¡la gran armada cristiana de varios miles de hombres de la que hablaba en titulares Newsweek, el Independent y otros medios anglosajones no existía todavía!

¿Cómo pudo extenderse semejante falacia y cómo pudieron hacer suyas todas esas mentiras algunos de los medios más supuestamente prestigiosos del planeta? Al menos dos diarios españoles -Público y El Confidencial- arrojaron cierta luz acerca de lo sucedido realmente en una serie de reportajes de investigación sobre los oscuros entresijos que rodearon a la creación de estas milicias.

El asunto podía resumirse de este modo: los milicianos cristianos que aparecían en las fotos pertenecían a un pequeño contingente entrenado a instancias de Zowaa en el Kurdistán. Fueron adiestrados por una empresa norteamericana con armas ligeras alquiladas a los peshmergas de Talabani y tras un breve periodo de formación, devolvieron los AK y otras antiguallas y volvieron a sus casas porque el Movimiento Democrático Asirio carecía de los recursos necesarios para pagarles la soldada.

Fueron las imágenes captadas durante ese breve periodo de adiestramiento las que se facilitaron a Newsweek y a otros medios con el fin de persuadirles de la existencia de un ejército cristiano que en verdad estaba todavía en gestación.

Si alguien insistía en tomar nuevas fotos de la “armada caldeo-asiria” se recurría a un puñado de viejos guardas del partido y se les alineaba frente a las oficinas que Zowaa posee en las cercanías de Alqosh. Eso explica, por ejemplo, que en algunos de los reportajes sobre la milicia realizados a finales de 2015 aparezcan, por sistema, los mismos hombres, embutidos en ajados uniformes y posando sin armas en actitud desenfadada.

Naturalmente, existía un motivo por el que el responsable político de la formación nacionalista asiria que promovió la creación de las NPU, Yonnadam Kanna, se dedicó a manipular a la información pública mundial y a hacerle creer en la existencia de un ejército cristiano.

Lo que intentaba de ese modo era alentar las donaciones en la diáspora a través de organizaciones como la American Mesopotamian Organization (AMO). Con el transcurso de los meses, las NPU fueron finalmente constituidas gracias al dinero obtenido con mentiras.

Llegada la ofensiva contra Irak, disponían de unos pocos cientos de hombres que sí tomaron parte en la reconquista de las poblaciones cristianas usurpadas por el ISIS. No obstante, su número nunca alcanzó ni de lejos el millar.

De algún modo, fue una profecía autocumplida que puso en entredicho la profesionalidad de algunos de los medios más populares del planeta.

Jamás hubo una cruzada, y menos todavía, un ejército cruzado enteramente cristiano. Y, sin embargo, pueden contarse con los dedos de una mano los medios que se molestaron en retratar el contexto en que surgieron las milicias y menos todavía, sus motivaciones, muchos menos religiosas que políticas.

No era la bandera de la cristiandad la que las NPU enarbolaba, sino la de Mesopotamia y sus reclamaciones nacionalistas caldeo-asirias, sistemáticamente orilladas por la Prensa de Occidente. Tal y como afirma uno de los voluntarios españoles que se unieron a los brigadistas del norte de Siria -el gallego Arges Artiaga- esa misma prensa que describía como “cristianas” a las milicias caldeo-asirias iraquíes, omitía también por sistema cualquier explícita alusión a la revolución de orientación anarquista que los kurdos de Rojava estaban tratando de mantener a flote mientras se defendían del Estado Islámico.

Por mala fe o por ignorancia, no pocos periodistas seguían refiriéndose a las milicias kurdas de las YPG como “la contraparte siria de los marxistas terroristas del PKK”. La revolución y los avances de los kurdos en la lucha contra el sectarismo o contra el patriarcado, ni mentarlos.

Nunca se informó peor

A la postre, todos estos hechos corroboraron lo que algunos medios como el Boston Globe venían denunciando desde hacía varios años: “Nunca tantos periódicos informaron tan mal acerca de un conflicto”. Nunca tantos medios se rindieron a los paradigmas emanados por el “Ministerio de la Verdad” de Washington y a las distintas verdades fragmentarias que trataban de imponer las partes contendientes.

Lo que en verdad causaba la perplejidad del Boston no es que en los conflictos de Siria e Irak se librara una guerra propagandística paralela, sino el hecho probado de que los medios de comunicación más reputados del planeta -y entre ellos, los españoles- hicieran suyas las mentiras descaradas diseminadas por todos los actores del conflicto: desde los más modestos, como el mencionado nacionalista cristiano Yonnadam Kanna, a los más poderosos, como los gobiernos ruso y norteamericano.

En este nuevo tablero de juego de las rutinas productivas periodísticas, y a falta de profesionales veteranos trabajando sobre el terreno, parecía situarse a la misma altura un rumor anónimo de un foro de Internet que una declaración institucional de las Naciones Unidas o un informe fabricado a la medida por cualquiera de las ONG que los gobiernos se inventaron para extender su propaganda.

En verdad, lo ocurrido con las milicias es sólo un botón de muestra del modo en que, tal y como sostenía Stephen Kinzer, reportero del Boston Globe, la realidad ha sido suplantada en los diarios por mentiras insidiosas, verdades fabricadas malintencionadamente, negligencias y relatos fragmentarios y descontextualizados de uno de los conflictos más complejos del último siglo.

A remolque de las versiones oficiales emanadas desde Washington, parte de la Prensa occidental comenzó a dividir los contendientes de acuerdo al maniqueísmo de la Casablanca, entre buenos y malos, en función de cómo se alineaban con los intereses de la Administración de Obama.

Absolutamente rendido a los paradigmas de los norteamericanos, un periodista de la agencia EFE hablaba, literalmente, en un titular, de “yihadistas moderados”, un oximoron disparatado que terminó calando por repetición. Incluso los islamistas del antes llamado Frente Al Nusra -filial siria de Al Qaeda- fueron durante algún tiempo mencionados como 'moderados'.¿Cómo terminaron de rodillas los grandes portadores de la verdad universal? ¿Cómo terminaron, por ejemplo, haciendo suyas las interpretaciones del origen del conflicto de Siria habilmente extendidas por la Administración de Washington?

“El modo en que los medios norteamericanos han cubierto la guerra de Siria será recordado como uno de los episodios más vergonzosos de la historia de la Prensa americana”, sostenía el periodista Stephen Kinzer, en referencia a las crónicas de Alepo.

A renglón seguido, el reportero del Boston Globe añadía: “Bajo una dura presión financiera, las revistas, los periódicos y las cadenas de televisión han reducido drásticamente el número de corresponsales que cubren los conflictos sobre el terreno y muchas de las informaciones internacionales proceden ahora de periodistas con base en Washington”, cuyas fuentes principales son la Casablanca, el Departamento de Estado, el Pentágono y los think-tank más poderosos.

En semejantes circunstancias, las verdades de los medios de gran difusión se habían convertido, a su juicio, en un holograma proyectado desde las distintas matrix de los centros de poder políticos del mundo.

Cierto es que frente a esta nueva encarnación perversa del Gran Hermano, ha comenzado a alzarse una cierta resistencia. Existe un buen número de pequeños medios independientes y de reporteros -entre ellos españoles- que han tratado de arrojar alguna luz sobre lo que está ocurriendo allá, pero sus voces acostumbran a extraviarse en la algarabía de Internet o terminan aplastadas por las cacofonías consensuadas por las grandes cabeceras de Occidente, rendidas a los pies de los nodos de poder.

Uno de esos periodistas veteranos y solventes que a menudo realiza su labor en condiciones cuasi heroícas es el vasco Karlos Zurutuza, colaborador habitual de reputados medios extranjeros como Al Jazeera o IPS y profundo conocedor de las realidades de países como Siria, Libia o Irak.

Para niños de papá

En opinión de Zurutuza, la propagación de la mentira y del periodismo de los hechos fragmentarios es una clara consecuencia de los cambios estructurales que la irrupción de Internet ha introducido en la profesión a calzador.

“Los medios cada vez tiran menos de periodistas de plantilla. Las corresponsalías están desapareciendo y en su lugar, se han reemplazado por free-lance, a menudo muy jóvenes y poco experimentados, dispuestos incluso en ocasiones a trabajar sin percibir dinero, a cambio de la inyeccion de vanidad que proporciona acreditar que han estado en un conflicto. Uno se pregunta a veces si esto no acabará convirtiéndose en una práctica amateur para niños de papá de la 'generación del Facebook'”, asegura Zurutuza.

El reportero vasco cree que la primera consecuencia de la implantación de estas nuevas rutinas productivas es la precarización de las condiciones de trabajo y la segunda, la devaluación de la calidad del periodismo. “Poner un pie en Irak o en Libia, o arrimarse a algún conflicto, no aporta per se nada, si el reportero no acredita un conocimiento profesional profundo del contexto que retrata y que narra”, asegura.

“Y claro está, quienes en verdad poseen la experiencia precisa cada vez se hallan menos dispuestos a ejercer la profesión en las condiciones que nos brindan. Los independientes están cobrando menos ahora que hace 10 años. Yo mismo, sin ir más lejos, he hecho frente a situaciones tremendas. A menudo miro hacia delante y no me veo con cincuenta malvendiendo mis historias y de enganchada en enganchada por asuntos de tarifas. Eso sí, si pagan porquerías, lo normal es que obtengan porquerías”.

Nunca antes dos conflictos como Siria o Irak habían puesto más de manifiesto cómo la llegada de Internet y eso que algunos llaman el suicidio de la “prensa gratuita” ha terminado por echar abajo la capacidad de los medios para poner en entredicho las verdades oficiales. Ni siquiera los santones de la Prensa han escapado de la quema.

Hace también dos años, la agencia Getty Press publicó un reportaje gráfico sobre otra conocida milicia asiria -las NPF- invitando a algunos de sus hombres -entre otros, a su comandante Safaa Jamro- a posar entre los edificios de la ciudad de Teleskoff. Las instantáneas insinuaban una tensión bélica que ni de lejos existía en esa zona, donde hacía más de doce meses que no se registraba un intercambio serio de disparos. Según explicó a nuestro equipo en noviembre de 2015 uno de los voluntarios norteamericanos que aparece en el citado reportaje, Justin Garfield, nos confesó que fue llevado hasta el frente por el mismo periodista e invitado a posar sobre unos sacos terreros para adornar la historia.

Por los cuarteles de la milicia cristiana del NPF de Teleskoff -un lugar jocosamente bautizado como Disneywar por los reporteros de guerra veteranos- habían desfilado a finales del pasado año más de trescientos cincuenta periodistas.

Durante más de un año, el único trabajo relevante de los soldados asirios de las NPF desplegados en Teleskoff consistía en organizar un 'tour” para estos reporteros de Occidente ansiosos por volver a sus países con las preceptivas postales bélicas.

La visita guiada incluía una parada en los cuarteles de otra milicia asiria conocida como Dwekh Nawsha. Los voluntarios que servían en ella no estaban tan siquiera autorizados a poner un pie en el frente y sus atribuciones militares eran nulas, pero hasta hace poco, era la única guardia paramilitar del Kurdistán que aceptaba a extranjeros, lo que terminó por convertirla en una de las más solicitadas por los medios de Occidente.

En efecto, hasta la ofensiva de Mosul del pasado otoño, no hubo un sólo diario 'prestigioso' del planeta que no tratara de identificar a uno o varios compatriotas, para, a renglón seguido, retratarlos en posiciones de combate o plantando cara al ISIS en algún rincón del Kurdistán de Irak.

Las simpatías que estos voluntarios de Occidente suscitaron en sus respectivos países fueron tales que pocos medios de comunicación se sustrajeron a la tentación de referirse a ellos en un tono laudatorio.

“Media docena de los héroes que luchan en Irak contra el Estado Islámico son anglosajones”, aseguraba en grandes titulares el Express, en junio de 2015, como quien saca pecho en una suerte de paraolimpiadas para soldados de fortuna.

A todos los efectos se insinuaba que el peso de la lucha recaía parcialmente en un puñado de hombres blancos a los que se había confiado la responsabilidad de preparar a los ineptos kurdos y árabes y preservar la cristiandad de Oriente Medio.

Los héroes nacionales

España, por supuesto, no fue menos. Y desde que la Prensa detectó en Irak la presencia de varios españoles los perfiles apologéticos de los “héroes nacionales” comenzaron a menudear en radios y en publicaciones. Con los dedos de la mano pueden contarse los medios que analizaron la conveniencia de esa presencia extranjera, y menos todavía, los que se molestaron en comprobar el hecho cierto de que la mayoría de esos “héroes” no habían visitado nunca un frente activo y menos todavía, intercambiado fuego real hasta finales del pasado año.

Los que se unieron a la milicia de Dwekh Nawsha ni siquiera estaban oficialmente autorizados a acercarse a la primera línea del frente, situada a algo más de tres kilómetros de su cuartel de Bakufa, pese a que muchos se pavoneaban e insinuaban lo contrario en las páginas creadas en las redes sociales.

En medio de toda esta vorágine, algunos medios españoles presentaron como un héroe a un ex convicto vinculado a La Falange y grupos nazis al que Público identificó, del mismo modo que la Prensa anglosajona glosó generosamente la presencia del británico Jim Atherton, a quienes muchos medios ensalzaron como un modelo humano de altruismo, sin detenerse siquiera a indagar en su pasado skinhead o en las verdaderas pulsiones islamófobas que lo alentaban.

Otros voluntarios europeos que se enrolaron en Dwekh Nawsha tenían un pasado ultra en el que el grueso de los medios no excarvaron, ocupados como estaban en ponerle rostro humano y nacional a ese conflicto.

“Y mientras la mayoría de los periodistas de Occidente se quedaban en la retaguardia o invertían su energía en encontrar a compatriotas, la responsabilidad de cubrir los acontecimientos del frente recaía a menudo en los reporteros kurdos o unos pocos corresponsales de prestigio”, nos dice una conocida presentadora de un canal de televisión con base en Dahok.

“Si echa un vistazo al listado de los profesionales muertos o heridos en el frente kurdo durante los dos últimos años verá que casi todos, si no todos, son nativos. Claro que tampoco nos sorprende que muchos de los europeos hayan decidido no correr riesgos porque nos consta que la mayoría de free-lance trabajan en condiciones económicas y con medios notablemente peores que los nuestros”.

Esta periodista de origen turcómano no exagera. Hasta cincuenta euros por pieza pagaban algunos medios digitales, según llegó a denunciar el periodista español Antonio Pampliega, antes de su secuestro. Algunos jóenes free-lance incluso regalaban su trabajo.

“Yo aproveché mi estancia en el sureste de Anatolia, en Gaziantep, gracias a un proyecto de voluntariado para hacer unos cuantos reportajes sobre asuntos jugosos que salieron a mi paso, pero nunca logré dar con un medio que me pagara por ellos”, nos dice una joven periodista malagueña, Olalla Negrete.

“Es verdad que la recesión ha puesto patas arriba nuestra profesión, pero también lo es que las empresas se han aprovechado descaradamente de esta situación para obtener mano de obra gratuita. Que no se olviden nunca de que somos la futura generación de periodistas y de que se nos ha privado incluso del derecho a formarnos y a evolucionar”.

No es difícil trazar la relación entre la [mala] calidad de los contenidos producidos desde el frente y las precarias condiciones de inseguridad y “cuasi esclavitud” en las que los periodistas desarrollan su trabajo. Las agencias, los refritos y los llamados “corta-pegas” han reemplazado a las “fuentes solventes”. Y los pocos free-lance que trabajan aún sobre el terreno están forzados a menudo a “hinchar el perro” o a apostar por historias “de interés”, capaces de competir en una jungla dominada por la víscera y por el degradado formato comunicacional del “meme-tweet”. La mayor parte de los medios han asumido que el contexto no proporciona clicks.

Y si lees, contribuye

Vistas las circunstancias, el director del semanario CTXT, Miguel Mora, cree que la figura del corresponsal, tal y como la habíamos conocido, está en vías de extinción, mientras el mercado va camino de convertir a una generación entera de reporteros en mártires de la inteligencia, franqueando el paso de ese modo a las mentiras oficiales y a las informaciones fragmentarias concebidas para atizar la víscera y aumentar los “me gusta”. ¿A quién le importan las razones que motivaron la creación de esas milicias cuando hay un legionario pegando tiros en el frente?

“La precarización -nos dice Mora- comenzó ya hace diez años cuando las redacciones decidieron reemplazar a veteranos redactores senior por jóvenes sin experiencia que, de facto, trabajaban como empaquetadores de contenidos.

El cambio coincidió en el tiempo con la estafa de la recesión, consecuencia de un capitalismo sádico y virulento que terminó impregnándolo todo. Teníamos, por una parte, a directivos recibiendo sueldos astronómicos mientras se ponía en marcha una oleada brutal de despidos y se recortaba al mismo tiempo la masa salarial del resto de trabajadores.

Yo mismo tenía un contrato de corresponsal que me cancelaron unilateralmente. Toda esta situación provocó la irrupción en el mercado de nuevos medios digitales como CTXT, creados por los propios periodistas”. Preservar la calidad del periodismo y proteger los medios y los profesionales que todavía están dispuestos a hacer frente a los grandes nodos institucionales de manipulación de la opinión pública exige, en opinión de Mora, el compromiso de los lectores con estos nuevos diarios que se han negado a doblegarse a los poderes que tutelan a buena parte de los medios “mainstream”.

“No hay que olvidar -añade- que la Prensa de la derecha no tienen ningún problema en hacer publicidad oculta de los anunciantes IBEX. Como suele decir un buen amigo, sólo están en paro los periodistas de la izquierda porque los conservadores han sido generosamente financiados por el poder establecido”.

Al igual que el director de Contexto, el reportero Karlos Zurutuza piensa que en las actuales circunstancias, no hay mejor manera de que el pueblo recupere su voz que retribuir y apoyar a los medios que la amplifican. “Esto es algo que muchos vascos sabemos bien. En Euskadi hay una sociedad muy bien articulada que entendió desde un principio que debía contribuir a mantener proyectos como Egin o, más tarde, Gara en una situación de permanente restricción de las libertades de expresión a la que ya estábamos acostumbrados mucho antes de que los españoles se escandalizaran con la Ley Mordaza”, asegura el periodista.

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