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miércoles, 1 de marzo de 2017

La guerra contra el dinero


Alejandro Nadal, La Jornada

El 8 de noviembre del año pasado el gobierno de la India anunció una medida extraordinaria. Los billetes de 500 y de 1000 rupias fueron declarados inválidos, con efecto inmediato. Cualquier persona que tuviera en posesión billetes de esas denominaciones tendría hasta el 30 de diciembre para canjearlos por nuevos billetes en cualquier banco.

El gobierno neoliberal de Narendra Modi anunció tres objetivos para justificar esta medida: frenar la falsificación de dinero, combatir la corrupción y, finalmente, colocar al sector informal de la economía bajo control para reducir la evasión fiscal.

El caos que reinó en la India en los días siguientes a este anuncio fue mayúsculo. Los billetes retirados de la circulación representan 86 por ciento del circulante en efectivo. La gran mayoría de las transacciones en la India se llevan a cabo directamente en efectivo, ya sea para comprar una tela en el mercado, para transportarse en una moto-taxi o simplemente para comprar algunos alimentos en un puesto en la calle. Para la población que no tiene acceso a un sistema de pagos con tarjeta o por teléfono móvil, las transacciones en efectivo son, literalmente, el pan de todos los días.

La decisión del gobierno generó pánico, tanto en el medio rural como en las grandes urbes como Chennai o Mumbai. Los bancos no estaban preparados para realizar el canje de billetes y los cajeros automáticos tuvieron que cerrar algunos días debido a la falta de abastecimiento de nuevos billetes. En muchos lugares el comercio se paralizó por la falta de circulante. Se calcula que la economía de la India ha sufrido pérdidas equivalentes a una caída de un punto porcentual en el PIB.

En vista del desorden que reinó después del anuncio del gobierno, las autoridades quisieron dar un giro positivo. Se habló entonces de inclusión financiera y de cómo la India estaría entrando en el mundo moderno, transitando a la economía sin dinero. En este nuevo universo las transacciones se harían de manera eficaz, sin falsificadores y sin riesgos para los agentes económicos. Los nuevos sistemas de identificación garantizarían un servicio rápido en cualquier parte del territorio. Se dijo que este tipo de beneficios abarcaría incluso los servicios de salud y apoyo social de diversos programas oficiales.

Pero la lucha contra la corrupción y la falsificación de dinero puede llevarse a cabo a través de medidas de seguridad y técnicas de impresión que los bancos centrales conocen bien. La carrera contra los falsificadores siempre va a continuar, pero no cualquiera tiene acceso a una tecnología basada en la inserción de bandas metálicas o tiras magnéticas combinadas con diseños industriales altamente sofisticados.

De cualquier manera, la eliminación del dinero tiene un costo enorme para la población de bajos ingresos que utiliza este medio de pago para todas sus transacciones. Reemplazar el dinero con sistemas de pago por telefonía móvil y tarjetas de débito no es la mejor manera de combatir la corrupción o la falsificación de billetes. Y hay que señalar que en la India falta mucho por hacer para asegurar una cobertura amplia y confiable en telefonía móvil en todo el territorio.

Y en cuanto a la recaudación, la gran mayoría de la gente que trabaja en el sector informal no paga impuestos no porque sean evasores sistemáticos, sino por la simple y sencilla razón de que sus entradas están por debajo del umbral mínimo de ingresos gravables. Claro, los gobiernos neoliberales siempre han estado obsesionados por cobrar el impuesto al valor agregado y desde esa perspectiva, controlar al sector informal es un objetivo importante. Pero el efecto regresivo de ese gravamen no desaparece por cambiar el sistema de pagos.

Cuando un agente económico paga directamente con dinero en efectivo, esa operación no tiene un costo. En cambio, en una economía sin dinero y dominada por sistemas de pago electrónicos o de telefonía móvil, surgen de todos lados proveedores de servicios para realizar las transacciones: operadores de telefonía, grandes y pequeños agentes financieros, así como bancos y dueños de establecimientos en los que se ofrece el servicio de transferencia de dinero, etc. Toda esa cadena de intermediarios estará cobrando pequeñas comisiones y cargos por la prestación del servicio. Además, las bases de datos con información sobre preferencias, contactos y hábitos de consumo son una mina de oro que muchos están interesados en convertir en flujos de rentabilidad.

La famosa inclusión financiera es parte del esfuerzo por adueñarse del espacio universal de las transacciones monetarias con el fin de obtener una rentabilidad para todo tipo de intermediarios en el sector financiero y bancario, así como en el de telecomunicaciones. Ya no son sólo las clases medias las que tendrán acceso a estos servicios. Los más pobres también estarán integrados, pero sufrirán en esta guerra contra el dinero. De hoy en adelante pagarán por sus transacciones mientras se adaptan a esta nueva forma de servidumbre con máscara de modernidad.

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