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lunes, 25 de noviembre de 2013

Chile: Dos mujeres en el fin del mundo


Marco Consolo, ArgenPress

Por primera vez en Chile dos mujeres se enfrentarán en una segunda vuelta electoral. La ex presidente socialista Michelle Bachelet, candidata de la coalición “Nueva Mayoría” (centro-izquierda y el Partido Comunista) pasa la primera vuelta con 47% derrotando a la pinochetista Evelyn Matthei, que llega a poco más de 25%. Matthei, candidata oficial de la derecha, en las últimas semanas logró recuperar a su favor un escenario en el que se hablaba de la posibilidad de que ni siquiera llegara al balotaje. La derecha, de hecho, se ha presentado profundamente dividida, y sus sectores moderados eligieron a Franco Parisi, un economista liberal independiente que ha erosionado la base electoral de Matthei con propuestas “transversales” y obtuvo el cuarto lugar con poco más del 10%. Sin embargo, la Unión Democrática Independiente (UDI), el partido de los dinosaurios de Pinochet, sigue siendo el más votado y esto nos habla acerca de la base social de la dictadura.

La abstención alcanza el 50%, y evita la victoria en la primera vuelta de la candidata socialista Bachelet. Para motivar el voto no ha sido suficiente la reforma de la ley electoral con la inscripción automática en el registro electoral, aguada por el voto voluntario. Una reforma diseñada en base a los principios liberales del voto como “derecho ” y no como “deber” ciudadano, que se inspira en el sistema de los Estados Unidos, y que desalienta la participación también en el terreno electoral, la cual es probable que disminuya en la segunda vuelta del 15 de Diciembre.

En base a un primer análisis más detallado de la votación, todavía caliente, el dato de la abstención es más fuerte en los barrios populares (casi 60%) y menor en los de clase media-alta (40%). De confirmarse los datos, el resultado habla de la distancia y la desafección con respecto al sistema político, de parte de la base social “natural” de centro- izquierda y de izquierda. Pero en los barrios populares también el voto de la extrema derecha es considerable. Según la reciente encuesta del “Latino-barómetro” la sociedad chilena es la menos interesada en todo el continente por la política tradicional.

El Partido Comunista, presente en la coalición “Nueva Mayoría”, sale muy bien parado de esta elección, capitalizando su presencia activa en los movimientos. Dobla sus parlamentarios, llegando a 6 diputados, entre ellos 2 mujeres, líderes de movimientos juveniles, Karol Cariola (Secretaria de la Juventud Comunista) y Camila Vallejo (ex-presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios). La contribución de los comunistas a la victoria de Bachelet en la primera vuelta ha sido decisiva.

No hay duda que, gracias a las protestas estudiantiles, hubo una fisura en la capa de plomo que se cernía sobre la sociedad chilena, primero por sus 17 años de dictadura y luego por los 23 del Gobierno de la “Concertación” de centro-izquierda. Después del largo paréntesis de la Concertación, que “mejoró” el modelo social neo-liberal de los “Chicago boys” y llevó a cabo la modernización capitalista, hace 4 años los chilenos eligieron la derecha de Sebastián Piñera, la que igual tuvo que hacer frente a movilizaciones sociales crecientes. Los movimientos (en primer lugar los estudiantes, pero también el movimiento sindical y el ambientalista), reclamando su autonomía del cuadro institucional, han reorientado el debate político hacia temas centrales como: la reforma constitucional y la de la ley electoral binominal, la reforma tributaria, la de la educación, entre otros.

No es casualidad que la lectura de la derecha (en primera plana de sus periódicos El Mercurio y La Tercera) centra ahora su atención en los quórum parlamentarios necesarios para las reformas estructurales. Quórum muy altos establecidos por la Constitución pinochetista para impedir cualquier cambio estructural. Baste decir que en la Constitución vigente el papel del Estado se define como “complementario al mercado”. Y a pesar de los resultados, los escaños obtenidos no garantizan un margen de maniobra eficaz para muchas de las transformaciones fundamentales.

El programa de Bachelet, discutido por toda la coalición, refleja las contradicciones existentes, aunque, sin duda, es más avanzado que en el pasado. Y varios grandes grupos económicos que apoyaron la campaña electoral de Bachelet, pedirán pronto la factura.

El tema de la política exterior será otro punto de conflicto, debido a la malas relaciones con los vecinos Bolivia y Perú, la distancia del Venezuela bolivariano y la participación protagónica chilena en la Alianza del Pacifico que reúne los gobiernos de la derecha latino-americana, un factor desestabilizador de la integración continental.

La demanda de una Asamblea Constituyente (AC) fue expresada por un conjunto amplio, también añadiendo en la boleta una AC simbólica, junto con los votos.

Espinosa es también la Reforma Fiscal, que, entre otros puntos, incluye un aumento del 20 al 25% de impuestos a las empresas (aunque en un plazo de 4 años). Así como el gran tema del “fin del lucro” en el sector de la educación, que será una prueba de fuego para la coalición. Una buena señal es que han sido promovidos todos los candidatos del movimiento estudiantil, no sólo los comunistas, sino también los independientes Giorgio Jackson y Gabriel Boric, mientras que un sector de los estudiantes de secundaria había llamado a la abstención.

La distancia de la “politiquería” y el rechazo hacia las instituciones que no han querido resolver los grandes problemas del país, se ven reflejados en el abstencionismo. Al mismo tiempo, el resultado de las elecciones entrega un Parlamento más dinámico, lo cual evidencia la demanda de cambio de un modelo “de desarrollo” social, económico y del medio ambiente.

A pesar del amplio margen, la segunda vuelta no será un galope sin obstáculos. Ninguno de los candidatos derrotados ha declarado que apoyaría a Bachelet y la “Nueva Mayoría”. Ni siquiera Marco Enríquez-Ominami, que salió de la Concertación antes de las últimas elecciones y que en esta ocasión ha sido el candidato de su “Partido Progresista”, y no quiso ser parte de ninguna coalición. Marco Enriquez-Ominami sale derrotado con un 11% y reduce sus votos a la mitad en comparación con las elecciones de hace 4 años.

En marzo 2014 habrá el cambio del poder ejecutivo y entonces empezarán los problemas.

El próximo sábado, el Partido Comunista decidirá si participar o no en el gobierno, en caso de una victoria en la segunda vuelta de la coalición. En la historia de Chile, el PC ha participado dos veces en el gobierno. La primera en 1946, con el Presidente Radical González Videla, quien fue elegido con los votos de los comunistas y que declaró: “Les puedo asegurar que no habrá ni poder humano, ni divino capaz de romper el lazo que me une al Partido Comunista y al pueblo”. Sin embargo, sólo dos años después, el 3 de Septiembre de 1948, promulgó la “Ley de defensa de la democracia”, conocida como “Ley Maldita“, que prohibió el Partido Comunista por 11 años y eliminó sus militantes del registro electoral.

La segunda vez fue con el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, que terminó con el golpe de estado de Pinochet, el cual, para “erradicar el cáncer marxista“, reprimió sangrientamente la izquierda. Como ha señalado Guillermo Tellier, Presidente del Partido Comunista, con estos antecedentes su partido discutirá a fondo las condiciones de su eventual participación. Pero todo indica que van a formar parte de la coalición de gobierno.

La historia no se repite, pero el pasado toca la puerta.

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