El orden unipolar occidental se descompone mientras surgen nuevas leyes de causalidad política desde la multipolaridad: China sustituye el PIB por la innovación como motor del progreso, Rusia consolida el poder estratégico con sus adelantos militares, y Occidente se hunde en la crisis financiera causada por su economía de casino. La convergencia de estos factores anuncia que el antiguo orden económico y militar ya no es viable, y que la única salida consiste en una arquitectura global basada en la cooperación estratégica y la supervivencia mutua.
José Luis Preciado, Mente Alternativa
En un informe reciente publicado por Executive Intelligence Review, el geoestratega Dennis Small (1) desarrolla un análisis de gran alcance sobre el viraje económico e ideológico que representa la decisión de China de abandonar el PIB como métrica de progreso, junto con los adelantos militares de Rusia. Según Small, se trata de un cambio que aterra a Londres y Wall Street, no solo por su significado técnico, sino por sus implicaciones estratégicas de fondo: China está reemplazando el paradigma monetarista por un modelo basado en la economía física, la innovación científica y el desarrollo productivo real. Rusia, por su parte, ha introducido un nuevo equilibrio estratégico con las armas Burevestnik y Poseidón, impulsadas por pequeños reactores nucleares.
En su informe, Small no se limita a exponer un dato económico; plantea una ruptura de civilización. Su discurso se articula en torno a la idea de que el eje de la economía mundial se está desplazando hacia el Sur Global, donde iniciativas como la Franja y la Ruta avanzan mientras Occidente se estanca. Este cambio, ocurre porque ni Londres ni Wall Street han logrado doblegar a Rusia ni a China en los terrenos militar, tecnológico o conceptual.
China ha desarmado la agresión económica estadounidense: la reciente conversación entre Donald Trump y Xi Jinping demostró que Washington se vio obligado a retroceder en sanciones y aranceles. La campaña económica fracasó porque la economía china ya no medirá su éxito en términos de PIB, sino de innovación, autosuficiencia y creatividad, como se anunció en el marco de la presentación del Plan Quinquenal 2026-2030, del cual hablaré más adelante.
Al analizar la última gira asiática de Donald Trump, la directora del Instituto Russtrat, Elena Panina (2), señaló que esta reveló más los límites del poder estadounidense que su eficacia diplomática. Aunque Trump logró acuerdos mínimos sobre el suministro de metales de tierras raras y minerales críticos con varios países asiáticos, su intento de construir un bloque regional anti-China y anti-Rusia fracasó. En Tailandia y Camboya obtuvo gestos simbólicos, pero en Corea del Sur y Japón sufrió reveses: Seúl rechazó invertir masivamente en la economía estadounidense, y Tokio se negó a cortar sus vínculos energéticos con Rusia, debilitando su posición antes del encuentro con Xi Jinping. La gira, concebida para presionar a Pekín y aislarlo, terminó convertida en una serie de concesiones superficiales y gestos teatrales que buscaban salvar la imagen de Trump ante la opinión pública estadounidense.
Xi Jinping manejó con precisión el guion de las negociaciones, reduciendo el encuentro con Trump a poco más de una hora y evitando cualquier concesión sustancial. El líder chino dosificó la cortesía, pospuso —sin cancelar— licencias de exportación de tierras raras y aceptó compras simbólicas de soja, manteniendo intactas sus alianzas estratégicas con Rusia. Trump, en cambio, se vio obligado a reducir aranceles y suavizar restricciones tecnológicas hacia China para disimular su falta de logros concretos. Incluso su intento de intimidar anunciando pruebas nucleares resultó contraproducente, pues Xi ignoró la provocación y consolidó su dominio del tablero diplomático sin necesidad de confrontación abierta, al mejor estilo de Sun Tzu.
El balance final fue desfavorable para Washington, concluye Panina: Corea, Japón y China le negaron a Trump las concesiones clave, reflejando la erosión de la hegemonía estadounidense y la consolidación de un bloque asiático más autónomo. En paralelo, Pekín continuó su comercio con Rusia y bloqueó la exportación de componentes de drones a Ucrania, debilitando la estrategia occidental. La idea de una conferencia de paz global impulsada por China refuerza su papel de árbitro del nuevo orden multipolar, mientras Estados Unidos queda atrapado en una diplomacia de gestos y amenazas vacías. En síntesis, la gira asiática de Trump confirmó que el equilibrio de poder ya ha cambiado y que, en Asia, la fórmula “halaga a Trump y haz lo que te conviene” se ha convertido en el arte refinado de contener al imperio con cortesía oriental.
En paralelo, Rusia ha respondido a las provocaciones de la OTAN con el desarrollo de armas basadas en nuevos principios físicos —los sistemas Burevestnik, Poseidón y Oreshnik— que han redefinido el equilibrio estratégico mundial. El misil ruso Burevestnik se distingue por su motor nuclear de neutrones rápidos, una tecnología exclusiva de Rusia que permite un diseño compacto y un uso del combustible diez veces más eficiente que los reactores convencionales. Su funcionamiento se basa en calentar aire mediante un reactor que utiliza metales líquidos como refrigerante, lo que le otorga teóricamente un alcance ilimitado, aunque limitado a vuelos subsónicos y con riesgos potenciales de contaminación radiactiva si se estrella. Su desarrollo comenzó en 2001, a partir de proyectos soviéticos de los años cincuenta, paralelos a los experimentos estadounidenses del Proyecto Pluto y el programa NERVA, ambos cancelados por sus riesgos y costos. Hoy, tanto Estados Unidos como China han retomado la investigación en motores nucleares para cohetes espaciales, con miras a reducir el tiempo de viaje a Marte y, eventualmente, posibilitar la exploración interestelar, mientras el Burevestnik representa el punto de convergencia entre la carrera armamentista y la futura expansión nuclear hacia el espacio.
Occidente carece de respuestas efectivas, como expone el analista francés Thierry Meyssan en un artículo publicado por la Red Voltaire (3) en el cual se refiere a los adelantos militares de Rusia como “El momento de la verdad”.
Según Meyssan, Occidente se enfrenta a un momento de verdad ante los avances militares de Rusia, que han superado ampliamente las capacidades tecnológicas occidentales. El presidente Vladimir Putin y el general Valery Guerassimov anunciaron el éxito del misil de crucero 9M730 Burevestnik, propulsado por un reactor nuclear, capaz de recorrer 14 000 km y evadir los sistemas antimisiles. Solo tres días después, se probó con éxito el torpedo nuclear Status-6 Poseidon, diseñado para generar megatsunamis y operar como submarino no tripulado de manera indefinida, lo que garantiza a Rusia una capacidad de respuesta efectiva ante un “primer golpe” nuclear estadounidense, un escenario que hasta ahora favorecía a Occidente.
Meyssan recuerda que estos avances no surgieron de la noche a la mañana. Desde 2012, durante la preparación de Rusia para su intervención en Siria, la industria militar rusa desarrolló prototipos avanzados, incluyendo sistemas capaces de “desconectar” las armas de la OTAN. En 2018, Putin presentó un programa de seis armas estratégicas —Sarmat, Kinzhal, 9M730 Burevestnik, Status-6 Poseidon, Avangard y un láser antimisiles— de las cuales cinco ya se han incorporado a los arsenales, indicando que su producción en serie comenzó durante la guerra en Ucrania. Estas armas representan un salto tecnológico que redefine la paridad estratégica global.
Desde la perspectiva de Meyssan, la respuesta occidental ha sido insuficiente y más simbólica que efectiva. El presidente Donald Trump criticó la divulgación rusa de estos avances y anunció la reanudación de ensayos nucleares en Estados Unidos, aunque ni Rusia ni China realizan pruebas desde hace décadas. Este gesto, según Meyssan, oculta la realidad: los nuevos sistemas rusos no representan un avance en capacidad nuclear, sino en vectores y medios de transporte de ojivas, dejando a Estados Unidos temporalmente rezagado y en desventaja frente a los sistemas rusos de última generación.
Finalmente, el análisis de Meyssan destaca que la situación en Ucrania confirma la consolidación del poder militar ruso. Las fuerzas de Moscú avanzan decisivamente en Donbass, rodeando a 10 000 hombres bajo Andriy Biletsky, líder del regimiento Azov. Rusia ha informado a Occidente que no hará concesiones territoriales ni permitirá la adhesión de Ucrania a la OTAN, mientras Europa, dividida y con arsenales vacíos, carece de capacidad real para imponer condiciones. Meyssan concluye que la operación rusa no es una invasión sino una acción legal conforme a la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU, y que Occidente deberá enfrentar la dura realidad de su incapacidad antes de que sea demasiado tarde.
Por su parte, Dennis Small advierte que estos fracasos estratégicos estadounidenses no eliminan el peligro de una escalada militar. Estados Unidos concentra fuerzas en el Caribe y amenaza con una intervención en Venezuela, cuyo objetivo real según el coronel retirado Douglas Macgregor, entrevistado el 29 de octubre (4), no sería el narcotráfico ni el petróleo, sino enviar un mensaje estratégico a Rusia y China, que han fortalecido sus lazos con Caracas. Pese a las negativas de la Casa Blanca, los buques USS Iwo Jima y USS Gravely se encuentran a distancia de ataque. Macgregor afirmó que Trump busca una “victoria” ante sus fracasos en Medio Oriente y Ucrania, y podría intentar conseguirla mediante bombardeos en Venezuela y Colombia, aunque advirtió que esto sería un error catastrófico, pues Nicolás Maduro ha ofrecido cooperación petrolera a EEUU y su derrocamiento solo agravaría el narcoterrorismo y sumiría a las fuerzas estadounidenses en un nuevo atolladero militar.
A juicio de Small, conflictos como el de Venezuela son secundarios dentro de un cuadro estratégico más amplio dominado por la crisis militar y tecnológica abierta por Rusia. Trump, ha mentido al anunciar pruebas nucleares inexistentes, pues ningún país —salvo Corea del Norte en 2017— realiza ensayos físicos desde hace tres décadas. Esta confusión compartida por el alto mando estadounidense revela, según el autor, una descomposición conceptual y moral del liderazgo occidental.
Uno de los aspectos más notables del informe de Dennis Small es su lectura dialéctica del momento histórico: Small interpreta el caos geopolítico como una fase de descomposición estratégica y conceptual donde emergen nuevas leyes de causalidad. En ese sentido, destaca la propuesta —respaldada por el Movimiento LaRouche— de una cooperación ruso-estadounidense para construir el puente del Estrecho de Bering, símbolo de una posible convergencia basada en causas superiores a la geopolítica tradicional.
Small enlaza además el terreno geoeconómico con el renacimiento de las ideas clásicas como fuerza motriz real de la Historia. El geoestratega cita la reivindicación del filósofo renacentista y cardenal Nicolás de Cusa por parte del Papa León XIV y el discurso del sacerdote pacifista Harry Bury, quien comparó a Cusa con Lyndon LaRouche como visionarios perseguidos por el poder. Bury sugirió incluso canonizar a Cusa, gesto que, según Helga Zepp-LaRouche, abre la puerta a rehabilitar también el legado intelectual del polifacético Lyndon LaRouche.
En este punto, Small establece la conexión decisiva: la nueva racionalidad económica de China refleja principios de la economía física larouchista. Durante la última reunión del Comité Central del Partido Comunista, en el marco de la presentación del Plan Quinquenal 2026-2030, China anunció su decisión de medir su progreso con indicadores físicos y cualitativos —energía, infraestructura, productividad científica y tecnológica— en lugar del PIB, una iniciativa tan humanamente genial que aterró al investigador Yu Jie, de Chatham House (institución ligada a la monarquía británica), quien reconoció que China ha roto con la era de Deng Xiaoping y ha entrado en una fase de autosuficiencia tecnológica y resiliencia productiva.
El único antecedente conceptual de esta transformación, subraya Small, es el pensamiento de Lyndon LaRouche, quien definió el valor económico como el resultado del avance cualitativo de la capacidad creativa humana. Hoy —observa— tanto China como Rusia, e incluso el Vaticano de León XIV, operan bajo esa nueva racionalidad.
Rusia, por su parte, ha instaurado un equilibrio estratégico basado en sus sistemas nucleares de propulsión avanzada, que anulan la defensa antimisiles occidental. Analistas rusos como Igor Korotchenko consideran que esta situación ha desmantelado la “cúpula dorada” de Trump y alterado los parámetros de la “destrucción mutua asegurada”, pues Rusia ahora juega con el empate asegurado y contempla la posibilidad de la victoria. Frente a ello, Small plantea la necesidad de una nueva arquitectura de seguridad global fundada en la “supervivencia mutua asegurada” y la “coincidencia de los opuestos” de Nicolás de Cusa: una visión del mundo donde los intereses divergentes se reconcilian en beneficio común.
El cierre del informe de Small introduce un diagnóstico contundente sobre la crisis del sistema financiero occidental. La Reserva Federal ha vuelto a rescatar bancos con inyecciones de liquidez por 50.000 millones de dólares, reflejo de un sistema incapaz de sostener la economía física. Small contrasta este colapso con ejemplos de resistencia nacional, como el Frente Nacional para el Rescate del Campo Mexicano, que denuncia la especulación internacional sobre granos en la Bolsa de Chicago. Este movimiento, afirma, toca el corazón del sistema de derivados y abre una lucha por la soberanía económica real.
En conjunto, los análisis de Small, Panina y Meyssan trazan una visión integral del cambio de época: el orden unipolar se disuelve, el modelo financiero anglosajón colapsa, y emerge una racionalidad centrada en la innovación, la cooperación y la creatividad humana. En ese sentido, su análisis no solo anticipa una crisis terminal del paradigma occidental, sino también el nacimiento de una nueva economía mundial fundada en principios humanistas y científicos que Lyndon LaRouche definió hace décadas.
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Notas:
- Dennis Small, en EIR: Londres en pánico: China abandona el PIB como métrica de la economía. 3 de noviembre de 2025.
- Elena Panina, en Russtrat: El brillo y la miseria de la gira asiática de Trump 1 de noviembre de 2025.
- Red Voltaire: El momento de la verdad: Occidente ante los adelantos militares de Rusia, por Thierry Meyssan. 4 de noviembre de 2025.
- Tucker Carlson: Tucker and Col. Macgregor Warn How Neocons Are Exploiting the Drug Crisis to Drag America Into War. 29 de octubre de 2025.

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