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lunes, 11 de agosto de 2025
Reunión en Alaska
Nahia Sanzo, Slavyangrad
“Si el precio por la supervivencia de Ucrania es la ocupación temporal rusa, que así sea”, titulaba el 4 de agosto parafraseando al presidente checo Petr Pavel Ukrainska Pravda. “En este momento, Ucrania, con todo el apoyo occidental, no está en condiciones de liberar los territorios ocupados en un plazo breve sin un coste significativo en vidas humanas. Y, por supuesto, sería muy injusto que Occidente presionara a Ucrania para que liberara todos los territorios ocupados en este momento, porque no queremos exterminar a la nación ucraniana. Queremos que sobrevivan como un país independiente y soberano. Y si preservar Ucrania como un Estado independiente y autónomo tiene un coste, si el coste es aceptar que parte del territorio estará temporalmente ocupado, sin reconocerlo legalmente, que así sea. Nunca reconoceremos estos territorios ocupados como legalmente rusos”, afirmó según citaba el artículo del medio ucraniano.
Pese al rechazo público que ha causado a lo largo de los tres últimos años cualquier propuesta que implicara la pérdida de territorios -siempre planteada como temporal, aunque hace ya once años que Ucrania perdió Crimea y parte de Donbass, donde Ucrania es vista hace mucho tiempo como algo del pasado-, lo que planteaba Pavel es, al menos desde el fracaso de la contraofensiva de 2023, la única opción realista. Preservar el Estado y la independencia ucraniana no implica dar por hecho que Rusia aspire aún, si es que ese fue su deseo en 2022, a ocupar toda Ucrania o a realizar un cambio de régimen para mantener al país bajo su esfera de influencia, sino detener la pérdida de población y destrucción que implica la continuación de la guerra. Sin embargo, para quienes han visto la guerra de Ucrania como existencial y la han utilizado para luchar contra el enemigo ruso y acercarse al aliado estadounidense, este escenario equivale a una derrota estratégica.
Aunque no era la primera vez que Pavel u otros dirigentes europeos -fundamentalmente los dos versos sueltos, Viktor Orbán y Robert Fico- se manifestaban de esa forma, la reacción en esta ocasión sí ha sido diferente. La ausencia de indignación y exigencia de retirada de esas palabras es un indicador de la situación en la que se encuentra el conflicto. Es especialmente representativo que tanto las declaraciones como la ausencia de represalias contra ellas se hayan producido la semana en la que Ucrania esperaba, por fin, que se concretara su escenario soñado de aumento del suministro militar sin restricciones a su uso en Rusia y la imposición de sanciones capaces de destruir la economía rusa y hacer imposible para Moscú seguir luchando con garantías. Pese a la imposición de sanciones duras a India -un 25% de aranceles añadidos a lo habitual- como castigo por adquirir petróleo ruso, los anuncios de los primeros mil millones de dólares en armamento estadounidense adquirido para Ucrania por parte de los aliados europeos e incluso la mención a acercar submarinos nucleares a Rusia, Moscú no perdió la calma y buscó reaccionar a la orden estadounidense de lograr avances significativos hacia la paz antes del 8 de agosto manteniendo la calma y la continuidad.
En ocasiones anteriores, especialmente con el ultimátum que los países europeos trataron de imponer el 10 de mayo, dando a Moscú 48 horas para aceptar el alto el fuego propuesto por Trump en marzo, el Kremlin había sido capaz de contraatacar viendo el farol y elevando la apuesta. Lo consiguió en mayo, cuando desactivó las amenazas convocando, tres años después de su última reunión, la mesa de negociación directa de Estambul y mostrando en una conversación con Donald Trump la voluntad de conseguir un acuerdo de resolución del conflicto, no solo un alto el fuego. La información que ha trascendido sobre la reunión entre Vladimir Putin y Steve Witkoff, el trabajo realizado por Kiril Dmitrev y Dmitry Ushakov con la parte estadounidense a lo largo de estos meses y el escenario de posible acuerdo que se está planteando actualmente en los medios occidentales apunta a que Rusia ha actuado de la misma manera en esta ocasión en la que el ultimátum era mucho más serio, ya que procedía de la parte con capacidad de imponerlo, Estados Unidos.
Empeñados en una resolución desde arriba, que evitara las negociaciones técnicas directas que podrían derivar en un acuerdo detallado y concreto en el que manipular los términos fuera más complicado, los países europeos han obtenido la versión exagerada de esa visión. Frente a una repetición ampliada, con más miembros, del Formato Normandía, en el que Volodymyr Zelensky pudiera disponer de la asistencia de Donald Trump y de la Unión Europea para lograr un alto el fuego y posteriormente trabajar para desequilibrar el conflicto a su favor por la vía política, diplomática y económica, lo que está planteándose actualmente es quizá el segundo escenario menos favorable a la soberanía de Ucrania y a los intereses de sus aliados europeos. No se trata solo de la Unión Europea, sino también el Reino Unido, cuyo ministro de Asuntos Exteriores exigió que el Gobierno británico sea invitado a la reunión Putin-Trump que se prepara para el próximo viernes, 15 de agosto, y que se producirá en un lugar que no estaba en las quinielas. “Rusia y Estados Unidos son vecinos cercanos, comparten fronteras”, afirmó el viernes por la noche Yury Ushakov para anunciar que la esperada cumbre, primera reunión de los presidentes de Rusia y Estados Unidos desde 2018, se producirá en el estado que Rusia vendió a Estados Unidos en 1867. “Tiene sentido que nuestra delegación simplemente cruce el estrecho de Bering y la importante y esperada reunión entre los dos líderes se produzca en Alaska”, añadió para precisar que la parte rusa espera que “naturalmente, la siguiente reunión entre presidentes se produzca en territorio ruso”. La especulación sobre si ese lugar podría ser Crimea ya ha comenzado en fuentes rusas.
El prematuro triunfalismo con el que Ucrania veía el ultimátum del 8 de agosto parece haberse trasladado, de forma igualmente anticipada, a la Federación Rusa, en parte facilitada por la ola derrotista que transmiten algunos comentaristas habituales de esta guerra. “Trump ha elegido recibir a Putin en una parte del antiguo Imperio Ruso. Me pregunto si sabe que los nacionalistas rusos afirman que perder Alaska, al igual que Ucrania, fue un trato injusto para Moscú y que debe corregirse”, escribió Michael McFaul, embajador de Obama en la Federación Rusa, que antes se sorprendía de que “Putin va a venir a América en una semana”. El rápido paso del ultimátum para destruir la economía de un país a recibir a su presidente en el territorio estadounidense ha hecho que los mismos comentaristas que horas antes se jactaban del jaque que supondrían para Rusia la pérdida del mercado indio a causa de las sanciones secundarias estén ya dando por hecho que la cumbre del próximo viernes dará lugar a un acuerdo y que los términos serán beneficiosos para Rusia.
El cambio de rumbo y la desaparición del 8 de agosto como fecha marcada en el calendario para la imposición de sanciones se gestó gracias a la reunión mantenida esta semana en el Kremlin. De ella se conocen detalles simbólicos, como que Vladimir Putin entregó la Orden de Lenin para que sea entregada a Juliane Gallina, nombrada subdirectora de innovación digital de la CIA en tiempos de Biden y cuyo hijo murió en Donbass luchando en el ejército ruso, aunque apenas han trascendido detalles políticos. Sin embargo, el comentario de Yury Ushakov sobre una oferta estadounidense que Moscú considera aceptable y las palabras de Marco Rubio poniendo en duda que Ucrania y “terceros países”, es decir, los países europeos, vayan a aceptar los términos han sido suficiente para que retorne el pesimismo mediático occidental. Los halcones, que habían disfrutado de varias semanas en las que la guerra parecía aproximarse a una nueva escalada bélica y escuchaban a Oleksandr Syrsky afirmar que Ucrania no puede limitarse a defender sino que ha de atacar, vuelven a verse decepcionados por el curso de los acontecimientos.
Varios medios, entre ellos Bloomberg, The Wall Street Journal y The New York Times, aportan algunas pinceladas sobre el tipo de acuerdo que supuestamente tratarán Vladimir Putin y Donald Trump cuando se reúnan el próximo viernes en Alaska. “Trump anunció la reunión el viernes poco después de sugerir que un acuerdo de paz entre los dos países podría incluir «algún intercambio de territorios», lo que indica que Estados Unidos podría unirse a Rusia para intentar obligar a Ucrania a ceder permanentemente parte de su territorio. «Vamos a recuperar algunos y vamos a intercambiar otros», dijo Trump mientras recibía a los líderes de Armenia y Azerbaiyán en una cumbre de paz en la Casa Blanca. «Habrá algunos intercambios de territorios para el beneficio de ambos, pero hablaremos de eso más tarde o mañana»”, escribía ayer The New York Times citando al presidente de Estados Unidos. La cuestión territorial en una guerra en la que ninguna de las partes ha derrotado a la otra surge necesariamente de la línea de contacto, a la que siempre quedó claro que habría que hacer ajustes. Según el medio polaco Onet, el primero en apuntar a esta opción, no habrá reconocimiento internacional a las adquisiciones territoriales rusas, aunque sí la aceptación de facto de la realidad sobre el terreno. Pese a que Ucrania se apresuró a desmentir que ese hubiera sido uno de los temas de conversación de la reunión Putin-Witkoff, todos los medios dan por hecho que esa es la oferta estadounidense.
“Putin dice a Estados Unidos que detendrá la guerra a cambio del este de Ucrania”, titulaba ayer The Wall Street Journal. En su artículo, el medio recoge las “reticencias” europeas -en realidad el rechazo- a la propuesta del Kremlin, “requeriría que Ucrania entregara el este de Ucrania, una región conocida como Donbass, sin que Rusia se comprometiera a mucho más que detener la batalla”. “Witkoff comunicó a los funcionarios europeos que la propuesta rusa incluía dos fases, según dos funcionarios europeos. En la primera fase, Ucrania se retiraría de Donetsk y se congelarían las líneas de combate. A continuación, en una segunda fase, Putin y Trump acordarían un plan de paz definitivo que posteriormente se negociaría con Zelensky”, añade el medio. Según esta fuente, congelar el frente en su situación actual en Zaporozhie y Jersón y devolver los territorios bajo control ruso en Sumi y Járkov a cambio de la parte de Donetsk aún bajo control de Ucrania -mucho más poblada e importante que las zonas que Rusia está dispuesta a devolver a Kiev, por lo que no es de esperar que Moscú pueda imponer esta visión- sería la oferta territorial de Moscú. La única cuestión restante en el aspecto territorial es cuáles serían esos territorios que cambiarían de manos. Varios medios se preguntan si Rusia estaría dispuesta a devolver a Kiev parte de los territorios de Zaporozhie o Jersón bajo su control, especialmente la central nuclear de Energodar, una de las exigencias de Ucrania.
Insistiendo en que ese escenario implicaría que Zelensky diera la orden de retirada de una parte de Donbass, Bloomberg escribía ayer que “este resultado representaría una gran victoria para Putin, quien durante mucho tiempo ha buscado negociaciones directas con Estados Unidos sobre los términos para poner fin a la guerra que él mismo inició, dejando de lado a Ucrania y a sus aliados europeos. Zelensky corre el riesgo de que se le presente un acuerdo de «lo tomas o lo dejas» para aceptar la pérdida de territorio ucraniano, mientras que Europa teme que se le deje supervisando un alto el fuego mientras Putin reconstruye sus fuerzas”. También The New York Times insiste en este punto. “Muchos diplomáticos sugieren que Putin puede estar más interesado en dilatar la diplomacia para darle tiempo a aplastar a Ucrania en lugar de en asegurarse un acuerdo de paz”, escribía ayer el medio. La primera reacción de los países y medios occidentales ante la posibilidad de un acuerdo es siempre dudar de las intenciones rusas y dar por hecho que se trata de un engaño con el que Moscú pretende ganar tiempo para imponer sus verdaderos objetivos. Sin embargo, mientras Rusia alaba la apertura a la paz de Estados Unidos y destaca el trabajo realizado, es Ucrania quien anuncia reuniones con sus aliados europeos para “coordinar sus posturas” y rechaza de partida los términos que se están planteando. Como ocurriera con la “oferta final” presentada por Steve Witkoff hace varios meses, los países europeos y Ucrania trabajan para presentar una contrapropuesta con la que intervenir, aunque sea en la distancia, en la reunión del próximo viernes.
Estupefacto al ver cómo en apenas unas horas se ha pasado del lenguaje del ultimátum a una oferta que Moscú considera aceptable y que implica unas concesiones ucranianas por las que el Gobierno de Zelensky no ha sido consultado, el líder ucraniano se ha limitado a insistir en que “cualquier decisión que se tome sin Ucrania es una decisión contra la paz. No conseguirá nada”. Desde que finalizara en tono amigable y con palabras de halago por parte de Donald Trump la reunión de Moscú, de la que el presidente de Estados Unidos informó a los decepcionados aliados europeos, Volodymyr Zelensky ha reanudado su trabajo de principios de año, cuando temía, al igual que ahora, que la lógica de la guerra proxy se lleve también a la mesa de resolución y serán los dos países con capacidad de decisión, Rusia y Estados Unidos, quienes decidan cómo debe acabar la guerra. El poder está en manos de esas potencias y la Casa Blanca verá cualquier acuerdo resultante de la reunión como vinculante para Ucrania. Trump, que insistió en que Kiev tendrá que “firmar algo”, ha querido dejarlo claro.
Sin esconder su rechazo, Volodymyr Zelensky insistió ayer en rechazar cualquier compromiso territorial. “El pueblo ucraniano merece la paz. Pero todos los socios deben comprender lo que es una paz digna. Esta guerra debe terminar, y Rusia debe ponerle fin. Rusia la inició y la está prolongando, ignorando todos los plazos, y ese es el problema, no otro.”, escribió para añadir que “la respuesta a la cuestión territorial ucraniana ya está en la Constitución de Ucrania. Nadie se apartará de ella, ni podrá hacerlo. Los ucranianos no cederán sus tierras al ocupante”. Las exigencias de Ucrania siguen siendo las mismas, un final de la guerra que le favorezca pese a no haber podido lograrlo ni por la vía militar ni por la de la presión política y económica de sus aliados.
Tanto o más que los términos de un posible acuerdo, preocupan a las autoridades ucranianas el hecho de no haber sido consultadas y comprender que su opinión no es la principal en estos momentos. “Cualquier decisión que se tome sin Ucrania nace muerta”, añadió ayer el líder ucraniano con una expresión que también los dirigentes europeos hacen suya incluyéndose como parte del séquito que ha de estar presente en las reuniones importantes. Sin embargo, son Estados Unidos y Rusia quienes tienen la capacidad de proporcionar las armas con las que continuar la guerra, por lo que son también los dos únicos actores con autonomía para decidir el momento en el que se detenga ese suministro imprescindible para la continuación de la batalla.
Sin embargo, la situación no es la misma que el pasado marzo, cuando Estados Unidos interrumpió el suministro de armamento e inteligencia a Ucrania considerando que Kiev no actuaba de buena fe y no deseaba la paz. Los reproches siguen dirigiéndose a Vladimir Putin, el ultimátum no ha sido retirado -solo pospuesto y la amenaza de sanciones sigue sobre la mesa- y Estados Unidos ha puesto en marcha una serie de mecanismos de suministro de armamento a Ucrania a través de los países europeos, cuyas adquisiciones de material para el rearme de Kiev no cesarán en el momento en el que lo haga la artillería en el frente. Aunque los medios están centrando prácticamente toda su atención en la cuestión territorial, desde el comienzo del intento trumpista de alcanzar un acuerdo ha quedado claro que esa nunca ha sido la cuestión más complicada de resolver ni más importante para las partes. “Más allá de la cuestión del territorio, habría que resolver una serie de cuestiones igualmente espinosas. Entre ellas se encuentra la de si Zelensky obtendría garantías de seguridad por parte de Europa, Estados Unidos o la OTAN para evitar que Rusia detuviera y luego reanudara la guerra con el fin de intentar apoderarse del resto del país”, escribe The New York Times en el único comentario realizado por los medios más relevantes sobre la cuestión que tanto Kiev como Moscú consideran la más importante y en la que los términos no van a ser tan favorables a Rusia.
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