En definitiva, los aranceles, las políticas monetarias y el paraguas de seguridad son expresiones de una política de chantaje con la que Estados Unidos intenta financiarse a costa del resto del mundo, incluidos sus aliados. Se trata de un comportamiento parasitario, basado en la acumulación por expropiación y típico de la fase imperialista del capitalismo.
Domenico Moro, Laboratorio por el Socialismo del sXXI
Los aranceles están marcando la segunda presidencia de Donald Trump. Sin embargo, el presidente tiene un comportamiento vacilante en materia arancelaria, amenazando y suspendiendo los aranceles para luego aumentarlos o reducirlos.
Si queremos comprender las causas profundas de los aranceles y el comportamiento vacilante de Trump, debemos alejarnos de lo contingente y tratar de entender cuál es la estrategia global. A este respecto, debemos referirnos a Stephen Miran, estratega de la política arancelaria y actual presidente del Consejo de Asesores Económicos, un organismo interno de la Oficina Ejecutiva del Presidente de los Estados Unidos, cuya tarea es asesorar al presidente en materia económica. Durante la primera administración Trump, Miran fue asesor principal del Ministerio del Tesoro y, posteriormente, estratega principal de Hudson Bay Capital Management, un gran inversor institucional dentro del Trump Media & Technology Group, que también gestiona la plataforma Truth Social.
En particular, debemos hacer referencia a un texto de Miran que representa el manifiesto de la política arancelaria, A User’s Guide to Restructuring the Global Trading System (Guía del usuario para la reestructuración del sistema comercial mundial), publicado por Hudson Bay en noviembre de 2024, coincidiendo con la victoria de Trump.
Introducción
Empecemos, pues, por ver qué dice este texto. Miran comienza atribuyendo a la sobrevaloración del dólar la causa del déficit comercial con el extranjero y del declive de la industria manufacturera estadounidense. Miran se propone identificar las herramientas para remediar estos problemas. El instrumento unilateral más importante son los aranceles, que, contrariamente a la opinión general, no aumentan necesariamente la inflación. De hecho, cuando en 2018-2019, durante el primer mandato de Trump, se aumentaron los aranceles, no se produjeron aumentos apreciables de la inflación, en parte porque los aranceles se vieron contrarrestados por el fortalecimiento del dólar.
Otra herramienta es el abandono de la política del dólar fuerte. La sobrevaloración del dólar, por un lado, ha creado déficits comerciales cada vez mayores y, por otro, ha penalizado a la industria manufacturera estadounidense, favoreciendo al sector financiero. Sin embargo, esto no significa necesariamente abandonar el papel del dólar como moneda de reserva, sino que hay que encontrar formas de retener en Estados Unidos una parte de los beneficios que otras naciones obtienen del suministro de reservas. A la distribución de los costes del suministro de activos de reserva hay que añadir la de los costes del paraguas de seguridad que Estados Unidos proporciona a sus aliados.
Las bases teóricas
Miran relaciona el declive de la industria manufacturera estadounidense, debido a la sobrevaloración del dólar, con el deterioro de las comunidades donde antes existían centros industriales. Como consecuencia de la desindustrialización, muchas personas se vuelven dependientes de las ayudas estatales y las drogas, o se ven obligadas a trasladarse a lugares más prósperos. Inicialmente se estimó que se habían perdido dos millones de puestos de trabajo, pero también se perdieron muchos puestos de trabajo que, aunque no eran manufactureros, dependían de la industria manufacturera. La pérdida de la industria manufacturera también afecta a la seguridad estadounidense, señala Miran, ya que el sector manufacturero es necesario para contrarrestar el auge no solo económico, sino también militar, de China y Rusia: «Si no se dispone de cadenas de producción con las que fabricar armas y sistemas defensivos, tampoco se tiene seguridad nacional. Como ha afirmado el presidente Trump: «Si no tienes acero, no tienes país»».1
Pero, se pregunta Miran, ¿por qué el dólar no se devalúa ante fuertes déficits comerciales, permitiendo así reequilibrar la balanza comercial? Normalmente, las monedas deberían adaptarse a largo plazo a la balanza comercial: si un país registra un déficit comercial prolongado, su moneda se deprecia, lo que hace que aumenten las exportaciones y disminuyan las importaciones, reequilibrando así la balanza comercial. Otro aspecto importante es el concepto de equilibrio financiero. Según este concepto, las monedas se ajustan hasta empujar a los inversores a mantener activos denominados en diferentes monedas.
Sin embargo, estos mecanismos no funcionan si la moneda nacional es un activo de reserva, como es el caso del dólar. Dado que Estados Unidos proporciona activos de reserva al mundo, la demanda de dólares y de títulos del Tesoro estadounidense (UST) no depende ni de la balanza comercial ni de la optimización de las ganancias financieras. Estos activos se mantienen a nivel mundial más por razones políticas que por la optimización de las ganancias. Como afirmó el economista belga Robert Triffin, los activos de reserva son una función del comercio y el ahorro mundial, no de la balanza comercial o los rendimientos de los títulos del país que posee la moneda mundial.
Por lo tanto, Estados Unidos soporta este déficit no porque importe demasiado, sino porque debe exportar bonos del Tesoro para proporcionar activos de reserva y facilitar el crecimiento mundial. Cuanto más se reduce el PIB de Estados Unidos en relación con el PIB mundial, más difícil es soportar el déficit. Según Triffin, llega un punto en el que el desequilibrio económico se vuelve tan grande que socava el estatus de moneda de reserva internacional.
Sin embargo, a pesar de que su cuota del PIB mundial se ha reducido a la mitad, pasando del 40% en los años sesenta al 26% actual, Estados Unidos aún está lejos de este peligro, porque no hay alternativas al dólar, ni por parte del yuan renminbi chino, que no cumple los criterios exigidos a una moneda internacional, como la plena convertibilidad, ni por parte del euro, dado que la economía de la zona euro se ha reducido en las últimas décadas más que la de Estados Unidos.
Ante la relativa contracción de la economía estadounidense, la estructura actual de los aranceles estadounidenses —un 3% de media, frente al 5% de la UE y el 10% de China— parece adaptada a las características de una época muy diferente a la actual, en la que Estados Unidos tenía que asumir la carga de relanzar la economía europea y japonesa después de la guerra y crear alianzas contra la URSS.
Miran, en este punto, identifica las consecuencias de ser una nación poseedora de activos de reserva.
- La posibilidad de obtener préstamos baratos. En realidad, Estados Unidos no necesariamente obtiene préstamos más baratos que otros países, pero puede obtener más préstamos sin que el tipo de interés suba.
- Una moneda más fuerte. La demanda de reservas impulsa al alza el dólar, mucho más de lo que debería según la balanza comercial, sobrevalorándolo. Esto ocurre sobre todo en períodos de crisis, porque las inversiones en dólares son las más «seguras». Por eso, el empleo en el sector manufacturero se reduce drásticamente en Estados Unidos durante una recesión, sin que se consiga recuperarlo en la fase de recuperación.
- Extraterritorialidad financiera. Tener la moneda de reserva permite a Estados Unidos ejercer su voluntad en política exterior y de seguridad utilizando la fuerza financiera en lugar de la física. De hecho, las sanciones que Estados Unidos impone en todo el mundo, gracias a su condición de detentor de la moneda de reserva, son una forma moderna de bloqueo naval.
Pero los Estados Unidos, a cambio de su condición de moneda mundial, proporcionan a las democracias liberales, además de un vasto mercado para sus exportaciones manufactureras, otro servicio: el paraguas defensivo. Los déficits comerciales y la defensa están, por lo tanto, vinculados a través de la moneda.
Esta situación se vuelve más gravosa para Estados Unidos, ya que, al reducirse su peso relativo en la economía mundial, aumenta el déficit por cuenta corriente y disminuye la capacidad de producir equipamiento militar. Por todas estas razones, sostiene Miran, en Estados Unidos existe un consenso cada vez mayor para cambiar las relaciones que les unen al resto del mundo.
Si Estados Unidos quiere cambiar el statu quo, entonces debe encontrar soluciones. Por lo general, las soluciones unilaterales tienen más probabilidades de provocar efectos indeseados, como la volatilidad del mercado. Las soluciones multilaterales, por el contrario, son muy difíciles, quizá imposibles, de aplicar, aunque, al involucrar a otros países en las decisiones, ayudan a reducir la volatilidad.
El dólar es una reserva no solo porque proporciona estabilidad, liquidez, amplitud de mercado y dominio de la ley, sino también porque Estados Unidos puede proyectar su fuerza física en todo el mundo, moldeando y defendiendo el orden global. La relación entre el estatus de moneda de reserva y la seguridad nacional tiene una larga historia.
Según Miran, los aranceles y las políticas monetarias permiten mejorar la competitividad de la industria manufacturera reasignando la producción y los puestos de trabajo en Estados Unidos. Los aranceles no están dirigidos a reinternalizar aquellos sectores en los que otros países —por ejemplo, Bangladesh en el sector textil— tienen una ventaja comparativa, sino a preservar la ventaja competitiva de Estados Unidos en las producciones de alto valor añadido. Además, dado que las políticas comerciales y de seguridad están interrelacionadas, los aranceles tenderán a defender las instalaciones industriales necesarias para la seguridad nacional, cuyo ámbito debe entenderse en sentido amplio, incluyendo, por ejemplo, productos como los semiconductores y los medicamentos.
El objetivo no es eliminar el estatus del dólar como moneda de reserva —que Trump defendió amenazando con altos aranceles a los países que pretendieran abandonarlo—, sino compartir con los aliados el peso de proveer activos de reserva y el paraguas de defensa.
Los aranceles
Miran, inicialmente, plantea el problema de hasta qué punto los aranceles se ven compensados por la apreciación de la moneda. Si el tipo de cambio y los aranceles se compensan casi por completo, los aranceles no provocan ningún aumento de la inflación, pero tampoco se produce un reequilibrio comercial.
Por el contrario, si el tipo de cambio no compensa los aranceles, las importaciones del país sujeto a aranceles se encarecen y, en consecuencia, se produce un cierto reequilibrio de los flujos comerciales, pero también precios más altos. Por lo tanto, hay que elegir entre una inflación baja y un reequilibrio comercial. El único aspecto que no cambia en los dos casos es que los aranceles generan importantes ingresos fiscales.
La historia reciente, como la de los aranceles impuestos a China durante la primera administración Trump, demuestra, según Miran, que no se produce un aumento apreciable de la inflación, ya que el yuan renminbi se depreció en ese momento frente al dólar en un 13,7%, compensando gran parte del aumento de los aranceles al 17,9%.
En caso de que no se produzca la compensación monetaria, los precios subirán como consecuencia de los aranceles y los consumidores soportarán su peso. Sin embargo, con el tiempo, los altos precios incentivarán una reconfiguración de las cadenas de suministro, los productores estadounidenses mejorarán su competitividad, vendiendo más en el mercado nacional, y los importadores se verán incentivados a encontrar alternativas a los productos importados que están sujetos a aranceles.
La situación del mercado financiero es diferente a la del mercado de bienes. Si bien reduce la volatilidad de los precios al consumo, la compensación monetaria puede implicar una mayor volatilidad en los mercados financieros, al menos a corto plazo. Sin embargo, señala Miran: «Lo que importa es si los aranceles tienen un efecto duradero, ya que, como todo inversor sabe, las respuestas iniciales del mercado a menudo se anulan y se invierten con el tiempo». 2
La variable financiera más poderosa para explicar las variaciones monetarias en los mercados financieros es el diferencial de los tipos de interés. Durante el periodo de la guerra comercial, la ventaja en los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense se redujo de alrededor del 2% en enero de 2018 a aproximadamente el 1,5% en el momento del armisticio en la guerra comercial en septiembre de 2019, a pesar de que la Reserva Federal estadounidense había subido los tipos en 2018. La caída de los rendimientos puede dificultar la apreciación del dólar y, por lo tanto, no compensar el aumento de los aranceles. Sin embargo, Miran cree que la compensación monetaria se producirá en la próxima ronda de aranceles.
Miran, en este punto, centra su atención en las modalidades de aplicación de los aranceles. Un aumento fuerte y repentino de los aranceles puede aumentar la volatilidad de los mercados. Pero ya en la primera presidencia de Trump, la introducción de los aranceles se produjo de forma gradual: «Dado que los aranceles son una herramienta de negociación, el presidente fue voluble en su aplicación: la incertidumbre sobre si, cuándo y en qué medida aumentan la influencia en una negociación, al generar miedo y dudas». 3 Este enfoque gradual ayudará a las empresas a redefinir sus cadenas de suministro, facilitando el traslado de la producción fuera de China.
Otro aspecto importante de la aplicación de los aranceles en el segundo mandato de Trump sería la segmentación de los distintos países en diferentes grupos con aranceles diferentes en función de la relación que mantengan con Estados Unidos, también y sobre todo en materia de defensa. De hecho, «los países que quieran estar bajo el paraguas de seguridad también deben estar bajo el paraguas del comercio justo.
Este instrumento puede utilizarse para presionar a otras naciones a que se sumen a nuestros aranceles contra China, creando un enfoque multilateral de los aranceles». 4 De este modo, al crear un muro global de aranceles alrededor de China, aumentará la presión sobre esta última para que reforme su sistema económico.
Además, está la cuestión de la relación entre los aranceles y los impuestos. Según Miran, la reducción de los impuestos, por ejemplo sobre el trabajo, es una herramienta para generar inversiones y empleo en Estados Unidos, especialmente si se financia con aranceles sobre las importaciones extranjeras. Las consecuencias económicas de un aumento de los aranceles podrían ser menos problemáticas que un aumento de los impuestos sobre la renta y el capital.
El hecho de que los aranceles primero aumenten el bienestar y luego lo reduzcan implica la existencia de un tipo arancelario «óptimo», en el que un país ha obtenido todos los beneficios posibles y un arancel más alto reduce el bienestar.
Según Miran, el arancel óptimo para Estados Unidos es del 20%. Otra cuestión es la posible represalia de los países a los que Estados Unidos impone aranceles, lo que puede llevar a una escalada mucho más allá de los aranceles óptimos. Sin embargo, Estados Unidos, al ser con diferencia la mayor fuente de demanda mundial y contar con un fuerte mercado de capitales, puede resistir una escalada más que China.
Otro elemento disuasorio frente a las represalias arancelarias es la amenaza de declarar menos vinculantes las obligaciones de defensa mutua, dejando de garantizar el paraguas nuclear estadounidense. Por ejemplo, si Europa impone aranceles a las importaciones procedentes de EEUU, pero al mismo tiempo aumenta el gasto militar, esto permite a EEUU aliviar la carga de la seguridad global y «centrarse más en China, que es, con mucho, la mayor amenaza para la economía y la seguridad nacional de Estados Unidos, más que Rusia, y generar ingresos al mismo tiempo». 5
En cualquier caso, los aranceles son una herramienta para aumentar los impuestos a los extranjeros con el fin de mantenerlos bajos para los estadounidenses y evitar que la prolongación de la reducción de los impuestos sobre la renta se traduzca en nueva deuda pública.
Las divisas
A la sobrevaloración del dólar se puede responder, además de con aranceles, revaluando las monedas de los socios comerciales. Sin embargo, las políticas monetarias plantean el problema de hacer menos atractivos los activos en dólares a los ojos de los inversores extranjeros. Una devaluación del dólar podría provocar una salida a gran escala del mercado de bonos del Estado estadounidense, lo que daría lugar a un aumento de los rendimientos en el e l largo plazo. Esto tendría un impacto negativo en varios sectores de la economía, empezando por la construcción.
Este riesgo aumentaría si la inflación se mantuviera elevada y la Reserva Federal (Fed) decidiera subir los tipos de interés. Por este motivo, será importante que la Administración Trump coordine la política monetaria con una política regulatoria y energética deflacionista. Además, una parte significativa de las ventas de las empresas que figuran entre las 500 primeras del S&P se realiza en el extranjero, y esas ventas tienen más valor cuando el dólar se deprecia.
Históricamente, los acuerdos monetarios multilaterales han sido la principal vía para orientar los cambios intencionados del tipo de cambio del dólar. Uno de ellos fue el acuerdo del Plaza en 1985, cuando Estados Unidos, de acuerdo con Francia, Reino Unido, Alemania Occidental y Japón, coordinaron el debilitamiento del dólar.
Hoy en día, las monedas más importantes, además del dólar, son el euro y el yuan chino, pero hay pocos motivos para esperar que Europa y China se pongan de acuerdo para fortalecer sus monedas. Según Miran, es posible que Europa y China se vuelvan más flexibles tras una serie de aranceles punitivos y acepten algún tipo de acuerdo monetario a cambio de una reducción de los aranceles. Miran propone llamar a un acuerdo de este tipo «acuerdo Mar-a-Lago», por el nombre de la residencia de Trump en Florida.
Sin embargo, las diferencias entre hoy y 1985 son muchas. Empezando por el tamaño de la deuda pública estadounidense, que entonces era del 40 % del PIB y hoy es del 120%, lo que plantea mayores problemas para gestionar el aumento de los rendimientos de los bonos del Estado. La solución sería motivar la reducción de los tipos con la necesidad de financiar la provisión por parte de EEUU del paraguas de seguridad.
De este modo, se incentivaría a los países socios a cambiar sus UST a corto plazo por UST a cien años. La mayor duración ayudaría a reducir los rendimientos y la volatilidad del mercado financiero. Así, con un solo acuerdo se lograrían varios objetivos: reducir el valor del dólar, reduciendo así el déficit comercial, y compartir con los extranjeros el coste de la zona de seguridad.
Todo esto funciona si los países socios implicados tienen activos en dólares que pueden vender para reducir el valor del dólar. A diferencia de 1985, hoy en día las reservas de UST no se encuentran en Europa, sino en Oriente Medio y Asia oriental, especialmente en China, Japón y Arabia Saudí.
Estos países estarían menos dispuestos a satisfacer las demandas de Estados Unidos que los europeos en 1985. Por lo tanto, sería conveniente que los instrumentos monetarios se utilizaran después de los aranceles, que proporcionan una palanca adicional en la negociación.
Muchos en Wall Street piensan que no puede haber enfoques unilaterales para la devaluación del dólar, porque esto requeriría que la Reserva Federal recortara los tipos de interés, algo que no parece que vaya a suceder tan fácilmente. En realidad, esto no es cierto, porque hay una serie de instrumentos que se pueden utilizar.
Uno de ellos es la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA) de 1977. Si la causa de la sobrevaloración del dólar es la demanda de activos de reserva, se puede utilizar la IEEPA para reducirla, por ejemplo, con una tasa de usuario, reteniendo una parte del pago de los intereses de esos títulos.
Sin embargo, esto podría provocar una fuga del dólar, picos en los tipos de interés y limitaciones al poder extraterritorial. Para evitar estos problemas, se puede empezar con una modesta tasa de usuario, para luego encontrar con el tiempo el nivel «adecuado» y diferenciarlo según los países, como ya se ha hecho con los aranceles, aumentando la tasa de usuario a los adversarios geopolíticos como la , China, por ejemplo, y, por último, asegurarse la cooperación voluntaria de la Fed. A este respecto, es decisivo que el mandato «dual» de la Fed sea un mandato triple: máximo empleo, precios estables y tipos de interés moderados a largo plazo. El último de estos compromisos permite intervenir si los tipos de interés alcanzan su máximo como resultado de la política monetaria.
Otro enfoque unilateral es el fortalecimiento de las divisas extranjeras, mediante la venta de dólares y la compra de divisas extranjeras. En este caso, existe el riesgo de que se genere inflación debido a la emisión masiva de dólares por parte de la Reserva Federal para comprar divisas extranjeras.
En este caso, la Reserva Federal puede actuar para esterilizar la intervención, lo que respaldará al dólar y contrarrestará algunos de los efectos de las ventas. Por estas razones, los economistas se han mostrado escépticos a la hora de utilizar este medio para intervenir en la moneda. Por lo tanto, mucho dependerá del contexto en el que se adopte esta política: en un contexto de baja inflación, hay margen para una esterilización moderada.
Consideraciones sobre el mercado y la volatilidad
Según Miran, el presidente Trump podrá centrarse en sus objetivos principales durante su segundo mandato: la reindustrialización, la revitalización de la industria manufacturera y la mejora de la competitividad internacional. Trump ha adquirido una experiencia considerable en materia de aranceles durante su primer mandato, mientras que intervenir en la política del dólar sería algo nuevo.
Por esta razón, en lo que respecta a las políticas monetarias hay que ser más cautelosos que con las políticas arancelarias y esperar a que la inflación y el déficit sean bajos, para evitar subidas de los tipos de interés que podrían ir acompañadas de un cambio en la política sobre el dólar y, sobre todo, esperar un cambio en la dirección de la Fed que garantice su cooperación voluntaria.
Dado que es necesaria una inflación baja para que la Fed pueda recortar los tipos, habrá que recurrir a políticas estructurales, mediante liberalizaciones de la oferta, desregulaciones y reducciones de los precios de la energía.
Los enfoques monetarios unilaterales entrañan mayores riesgos de volatilidad. Sin la ayuda de la Reserva Federal para fijar un techo a los rendimientos, y sin la disposición de los tenedores extranjeros de bonos del Tesoro estadounidense a renegociar la duración de la deuda, una administración tiene pocas opciones para estabilizar los rendimientos.
Por estas razones, un enfoque multilateral para fortalecer las monedas subvaloradas puede ayudar a contener la volatilidad no deseada. Un acuerdo por el que los socios comerciales de EEUU conviertan sus reservas en UST a muy largo plazo aliviará la presión de refinanciación sobre el Tesoro, mejorará la sostenibilidad de la deuda y reforzará la idea de que el suministro de activos de reserva y el paraguas de defensa están interrelacionados. De este modo, el dólar y los rendimientos a largo plazo pueden bajar juntos.
En todos los escenarios posibles hay consecuencias comunes. En primer lugar, se establece una clara demarcación entre amigos, enemigos y neutrales. Los amigos son aquellos que se encuentran dentro del paraguas de seguridad y económico, compartiendo los costes.
Quienes quedan fuera del paraguas de seguridad también se verán excluidos de los acuerdos comerciales amistosos. En segundo lugar, la expulsión de países extranjeros de la cobertura del paraguas de seguridad estadounidense puede provocar un aumento de la percepción de peligro y, por lo tanto, un aumento de las primas de riesgo para los activos de esos países.
En tercer lugar, se producirá un aumento de la volatilidad y de l s en los mercados de divisas. En cuarto lugar, se intensificarán los esfuerzos para encontrar una alternativa al dólar. A este respecto, Miran está convencido de que seguirán fracasando tanto los intentos de internacionalizar el yuan como los de crear una moneda de los BRICS, pero que, en cambio, es posible que se refuercen el oro y las criptomonedas.
Las conclusiones de Miran
Miran reitera que su intento es identificar sistemas para subsanar el déficit comercial y público, evitando efectos secundarios indeseables. La opinión de Wall Street de que no se puede modificar deliberadamente el valor del dólar es falsa.
Hay muchas formas, unilaterales y multilaterales, lo importante es minimizar la volatilidad resultante. En cualquier caso, es muy probable que los aranceles, al ser una importante herramienta de negociación, se utilicen antes que cualquier instrumento monetario.
Por lo tanto, es probable que el dólar se fortalezca antes de invertir su tendencia, si es que lo hace. Miran concluye diciendo que «hay un camino por el que la administración Trump puede reconfigurar el comercio y los sistemas financieros mundiales en beneficio de Estados Unidos, pero ese camino es estrecho y requerirá una planificación cuidadosa, una ejecución precisa y atención a las medidas que se adopten para minimizar las consecuencias adversas». [vi]
Nuestras conclusiones
La lectura del texto de Miran es muy interesante, porque coincide en gran medida con lo que Trump ha hecho y dicho hasta ahora, explicando su lógica interna y enmarcándola en la redefinición de las relaciones entre Estados Unidos y el resto del mundo, empezando por sus aliados. Lo cual, dado que Estados Unidos es la mayor economía y el mayor comprador mundial, implica, como Miran ya anticipa en el título, la reestructuración del sistema comercial global.
Lo más llamativo es que Miran considera que el papel del dólar como moneda de reserva internacional y el papel de Estados Unidos como potencia militar garante del orden mundial son un servicio que Estados Unidos ofrece generosamente a los demás países.
Un servicio que le cuesta a Estados Unidos la desindustrialización, un amplio déficit comercial y una enorme deuda federal. Los demás países son, por lo tanto, unos gorrones, como han afirmado en repetidas ocasiones Trump y su vicepresidente, J.D. Vance, en referencia a Europa, que se beneficiaría gratuitamente del paraguas de seguridad y del mercado estadounidense.
El hecho, sin embargo, es que la interpretación de Miran invierte la realidad efectiva de las cosas. La desindustrialización es sobre todo un producto de la lógica interna del modo de producción capitalista y, en particular, de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia.
Las gigantescas corporaciones estadounidenses han trasladado una parte considerable de la producción al extranjero porque allí —en México, China y Asia oriental— los beneficios eran mayores y el coste de la mano de obra más bajo. La sobrevaloración del dólar sin duda ha influido, pero en menor medida de lo que sostiene Miran.
Pero lo más importante es que el dólar y su papel como moneda de intercambio comercial y de reserva mundial no son una carga, sino el «privilegio exorbitante» de los Estados Unidos, como afirmó el expresidente francés Giscard d’Estaing. Es este privilegio el que le ha permitido financiar la doble deuda, comercial y pública, simplemente imprimiendo dólares.
Los enormes gastos militares sirven para imponer de manera coercitiva la hegemonía estadounidense y el propio papel internacional del dólar. No es, por tanto, un , que el secretario del Tesoro estadounidense, John Connally, afirmara que «el dólar es nuestra moneda y su problema» en 1971, cuando Estados Unidos hizo que el dólar fuera inconvertible en oro, dándose así la posibilidad de endeudarse a su antojo.
Pero, si el dólar es el instrumento que permite a los Estados Unidos gestionar la doble deuda, ¿cuál es la razón de la introducción de fuertes aranceles y de políticas orientadas a devaluar el dólar? La razón, siguiendo siempre el razonamiento de Miran, radica en el hecho de que estas políticas contrarrestan las deslocalizaciones y favorecen las relocalizaciones de la industria manufacturera.
De hecho, sigue diciendo Miran, sin industria manufacturera no hay seguridad nacional, especialmente si se entiende en sentido amplio, como autonomía en producciones estratégicamente importantes, como el acero, los semiconductores y los medicamentos. Por otra parte, la guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto las graves deficiencias de la industria bélica estadounidense a la hora de suministrar armas y municiones a Zelensky, agravadas por la ayuda que Estados Unidos ha ofrecido simultáneamente a Israel.
Es necesaria una industria bélica más fuerte porque —y este es el otro punto importante del razonamiento de Miran— las relaciones de poder económico y político han cambiado en los últimos años. En particular, China ha crecido hasta convertirse en «la mayor amenaza para la economía y la seguridad nacional de Estados Unidos, mucho más que Rusia».
Dado que China cuenta con una industria manufacturera muy fuerte y ahora también tecnológicamente avanzada, Estados Unidos no puede permitirse tener una industria manufacturera débil y que no esté a la vanguardia.
Otro aspecto importante es la sostenibilidad de la deuda pública estadounidense y, por lo tanto, el nivel de los tipos de interés de los bonos del Tesoro estadounidense (UST). Como hemos visto, Miran, siempre con el objetivo de resolver el déficit comercial y relanzar la industria manufacturera, sostiene que el dólar debe devaluarse o, lo que es lo mismo, que deben revaluarse las monedas de los principales socios económicos, empezando por el yuan y el euro. Ahora bien, el problema es que la devaluación del dólar hace menos atractivas las inversiones en dólares, incluidas las en UST, lo que eleva los rendimientos. Lo óptimo para EE. UU. sería, por el contrario, un dólar devaluado y tipos de interés bajos sobre la deuda pública.
Hoy, sin embargo, el dólar se ha devaluado un 13% frente a las principales divisas desde principios de año, mientras que los tipos de interés de la deuda a 10 años han subido del 1,1 % en 2021 a alrededor del 4,3 % en julio de 2025. A esto se suma, bajo la presidencia de Biden, el mayor aumento de la deuda pública jamás registrado, nada menos que 8,5 billones de dólares más.
La tendencia bajo Trump no parece invertirse, dada la magnitud del presupuesto federal para 2026, que, entre otras razones, ha provocado la ruptura entre Trump y Musk. El aumento de los tipos de interés y de la deuda pública ha disparado el gasto neto en intereses: de 658 000 millones de dólares en 2023 a 880 000 millones en 2024, hasta superar el billón previsto para 2025, es decir, tres veces los niveles de 2020 [vii] .
Por estas razones, Miran subraya en varias ocasiones la necesidad de que la Fed respete un triple mandato, añadiendo a la máxima ocupación y a la estabilidad de los precios también la búsqueda de tipos de interés moderados a largo plazo. No es casualidad que en los últimos meses Trump haya atacado duramente al presidente de la Fed, Jerome Powell, por no haber bajado los tipos de interés. Siempre en relación con el tipo de interés de la deuda federal, Miran propone llegar a un acuerdo, que él denomina acuerdo de Mar-a-Lago, con los socios económicos para una devaluación concertada del dólar que, mientr , contemple también un paso de los UST a corto plazo a los UST a muy largo plazo, lo que haría menos oneroso para Estados Unidos el financiamiento de la deuda.
Volvamos, pues, a los aranceles, que, según el razonamiento de Miran, son sobre todo un medio de negociación para imponer dos objetivos: devaluar el dólar y financiar la deuda pública. Los aranceles pueden imponerse, retirarse o reducirse si los demás países aceptan las condiciones impuestas por Estados Unidos, como la apreciación de sus monedas, la aceptación de comprar deuda a muy largo plazo y realizar inversiones productivas en suelo estadounidense.
Otro medio importante de negociación es la amenaza de retirar el paraguas de seguridad a los países que no respeten las condiciones impuestas por Estados Unidos. Miran también explica el comportamiento vacilante de Trump en materia de aranceles con la intención de aumentar su poder de negociación, creando duda y miedo a través de la incertidumbre.
En definitiva, los aranceles, las políticas monetarias y el paraguas de seguridad son expresiones de una política de chantaje con la que Estados Unidos intenta financiarse a costa del resto del mundo, incluidos sus aliados. Se trata de un comportamiento parasitario, basado en la acumulación por expropiación y típico de la fase imperialista del capitalismo.
Llegados a este punto, es natural preguntarnos: ¿tendrán éxito las políticas planteadas por Miran? Es una pregunta importante, porque, en caso de éxito o fracaso, el mundo al que nos enfrentaremos en las próximas décadas podría ser muy diferente. Sin embargo, es una pregunta difícil de responder hoy, tras solo seis meses de la administración Trump, también porque hay muchas variables que hay que tener en cuenta.
Sin embargo, podemos aventurar algunas previsiones. En lo que respecta a la relocalización de la industria manufacturera, ya se están dando algunos pasos, ya que las diez primeras multinacionales farmacéuticas, ante la perspectiva de aranceles elevados, han anunciado 316 000 millones de dólares en nuevas inversiones para relocalizarse en territorio estadounidense [viii] .
Otro ejemplo en este sentido es Japón, que, a cambio de una reducción de los aranceles al 15%, ha prometido 550 000 millones de dólares en inversiones en EE. UU. [ix] . En cuanto al estatus del dólar, es posible que su cuota en las reservas mundiales, actualmente del 57,74% [10] , se erosione aún más, entre otras cosas porque el uso desmesurado que se ha hecho de él para imponer sanciones y la táctica vacilante de Trump en materia de aranceles lo han debilitado.
Por otro lado, los propios BRICS han reconocido que una moneda común no es viable, pero al mismo tiempo han declarado que quieren utilizar cada vez más sus monedas nacionales como instrumento de transacción comercial internacional. De hecho, esto ya ocurre desde el inicio de la guerra en Ucrania en el comercio de materias primas energéticas entre Rusia, por un lado, y China e India, por otro.
En cualquier caso, como sostiene Miran, Estados Unidos tiene poco margen para políticas monetarias alternativas si la Reserva Federal no recorta los tipos y, sobre todo, si a nivel mundial no se aceptan las condiciones impuestas por Estados Unidos. Este es precisamente el principal problema para Estados Unidos.
Gran parte del mundo, lo que se denomina «Sur global», ya no parece dispuesto a someterse a Occidente y, en particular, a Estados Unidos. Esto es especialmente cierto en el caso de China y Rusia, pero también lo es para Brasil y muchos otros países.
En particular, China y Brasil han respondido con dureza cuando Trump ha amenazado con aranceles muy elevados. La propia expansión de los BRICS demuestra la voluntad de un número cada vez mayor de Estados de encontrar foros de debate y cooperación alternativos a los que Estados Unidos y Occidente en su conjunto han ofrecido en el pasado.
La situación es diferente en Occidente, al que pertenecen Europa occidental y Japón. Los países que lo integran parecen los más permeables a las políticas de chantaje de Trump y dispuestos a ceder ante él, en parte porque se benefician enormemente del sistema económico global, organizado en torno a Estados Unidos.
Prueba de ello es la sumisión registrada en la última cumbre de la OTAN, cuando Europa aceptó aumentar su gasto militar hasta el 5 % del PIB, y la renuencia de la UE a plantear contramedidas arancelarias en respuesta a Trump, justificada con el mantra «hay que evitar una guerra comercial con Estados Unidos».
Una guerra comercial o, mejor dicho, un enfrentamiento interimperialista, como se habría dicho en otros tiempos, que en realidad ya está en marcha. A este respecto, parece que la unidad de Occidente es algo a lo que Trump atribuye un valor muy inferior al que le atribuye Meloni.
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Notas:
- Stephen Miran, A User’s Guide to Restructuring the Global Trading System, Hudson Bay Capital, 24 de noviembre de 2024, p. 5.rf
- Ibidem, p. 19.
- Ibidem, p. 22.
- Ibidem, p. 23.
- Ibidem, p. 26.
- Ibidem, p. 38.
- Peter G. Peterson Foundation, ¿Cuáles son los costes de los intereses de la deuda nacional? 14 de julio de 2025. Comité para un Presupuesto Federal Responsable, Los costes de los intereses podrían dispararse debido a los altos tipos y al aumento de la deuda, 20 de mayo de 2025.
- Monica D’Ascenzo, «Effetto dazi sulla farmaceutica: 316 miliardi investiti negli Usa» (Efecto de los aranceles sobre la industria farmacéutica: 316 000 millones invertidos en EEUU), Il Sole24ore, 23 de julio de 2025.
- Stefano Strani, «Aranceles, acuerdo entre Estados Unidos y Japón: tarifas del 15% y Tokio invertirá 550.000 millones en EEUU», Il Sole24ore, 24 de julio de 2025.
- Datos del FMI, Composición monetaria de las reservas oficiales de divisas (Cofer), 2025 Q1.
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*Domenico Moro es sociólogo. Investigador en el campo sociológico y del marketing, ha publicado Il Militare e la Repubblica, sobre el nuevo modelo de defensa, y numerosos artículos y ensayos de carácter sobre todo económico e histórico en distintos medios periodísticos y en revistas teóricas y de actualidad política, entre ellas Marxismo Oggi y Rinascita della Sinistra. El Viejo Topo publicó en 2013 su libro Nuevo compendio de El Capital y en 2015 Bilderberg. La élite del poder mundial. Su última obra publicada por el Viejo Topo es La Jaula del Euro.
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